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Miquel Angel Soria

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Aug 28, 2019, 1:30:37 AM8/28/19
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Quan els poderosos donen almoines poden trobar-se amb actituds com aquesta:
Evo Morales: "Saludo este pequeñísimo aporte del G7"
Agun dia li passarà el mateix a l'Amancio Ortega?


Políticos que afectan gravemente a la salud
Rosa María Artal

El caso del brote de listeriosis originado en Andalucía ha venido a
confirmar el peligro de confiar los asuntos serios de nuestra vida a
políticos ineptos. La cadena de despropósitos que está rodeando este
tema llega a provocar estupefacción. Y lo peor es que ni siquiera se
trata de un asunto aislado. Es la crónica de los fiascos anunciados,
las profecías cumplidas.

Ya hay una tercera víctima mortal. Unos doscientos afectados, casi
la mitad de ellos han tenido que pasar por hospitalización. Un aborto
al menos a causa de la enfermedad, 15 embarazadas más en observación
por este riesgo. Extensión a otras provincias e incluso algún posible
contagiado fuera, en el Reino Unido, tras ingerir la carne en España.
Y las autoridades de la Junta que comanda la triple derecha, declaran
que “ven impecable su gestión” dada “en tiempo y forma”. La ministra
de Sanidad asegura que España es uno de los países más exigentes y
rigurosos con la seguridad alimentaria y que habrá que analizar más
serenamente lo ocurrido.

El caso de la carne mechada infectada de listeria ha demostrado que
fallaron los controles previos y los posteriores. Se dilató la
respuesta, al punto de seguir el producto a la venta varios días
después de detectada la infección. Carne que se saca y se mete en otro
envase sin etiquetar bien y se vende como marca blanca. Un pestilente
hedor a negligencia, pero también a amiguismos y laxitudes rodea a la
listeriosis infecta. Con epicentro en la Junta y salpicando a otros
niveles de la Administración.

Y la prensa. Entendiendo por tal más el artefacto que sirve para
comprimir algo que el periodismo que de hecho se ha venido seriamente
constreñido por algunos artículos. ABC publicó un memorable artículo
en el que -de todo el caso- eligió para sus iras a Rubén Sánchez,
presidente de la organización de consumidores FACUA que advirtió desde
el primer momento de la gravedad del brote. Sánchez había cometido
importantes delitos: hacer pesas y estar musculado por ello, y ser
hijo de un sindicalista de CCOO.

Y ahí tienen a ese marchoso gerente de Magrudis, la empresa
fabricante, que declara: «Si hay bacterias en un quirófano, cómo no va
a haber en mi empresa». Con lo que él se ha gastado en lejía, añade.
Pues tenía bien puercas varias herramientas de la producción.

Algunos dirigentes afectan gravemente a la salud. Y sus cómplices
en los medios también. Vivimos momentos con una gran parte de los
ciudadanos hastiados de las incongruencias de la política, mientras
unos cuantos se muestran encantados con su elección. Ciudadanos que
votan vísceralmente, a colores y banderas, a pasados inaprensibles,
olvidando el presente y el futuro, y los elementos fundamentales en
los que se basa la vida: atender a la salud, la educación, el rigor,
la dignidad.

Ver salir a los “irresponsables” del caso de la listeriosis diciendo
que aún hemos tenido suerte. Minimizando a las víctimas. Total un
señor enfermo que se iba a morir de todos modos. Otra, la última, que
“tenía patologías previas”. ¿Cómo con "patologías previas" osa comer
carne mechada? ¿Los embarazos? Pues tampoco es para tanto, que se
fabriquen otro. Sobre todo, que la gente sin circunstancias de riesgo
no tiene nada que temer. Solo los débiles, los mayores, los enfermos.
Fascismo puro.



¿Y Madrid? Los nuevos –y viejos dirigentes, Garrido repite en otro
partido- de visita en el metro, felices como chavales con su juguete,
el mismo día que unas feroces tormentas dejan el suburbano como el
primero del mundo navegable. Este ejemplar hilo en Twitter del
periodista Alejandro Melgares lo muestra en toda su crudeza. Llovió
mucho es verdad, pero al metro de Madrid le bastan cuatro gotas para
ahogarse. Son 25 años de PP de las mamandurrias, el de Madrid.

* * *

El Mediterráneo, cementerio de pobres

Marcos Roitman Rosenmann

Mientras la culta Europa mira hacia otro lado, miles de subsaharianos
mueren ahogados en las aguas de un mar cuya historia está cargada de
acontecimientos. Tres civilizaciones, dirá Braudel, han confluido en
su articulación política, dando vida a personajes, proyectos de
dominación y desencuentros. Ha sido campo de guerra, de control
imperial. Ha enfrentado a Occidente, Roma y Grecia; cristianos,
ortodoxos, y musulmanes. Hoy es un cementerio de indigentes. La
aporofobia: miedo, rechazo, aversión a los pobres se apodera de las
clases dominantes de la Europa mediterránea. Miles de emigrantes viven
una tragedia, huyen del hambre, la tortura, guerras civiles, canallas,
operaciones humanitarias organizadas por la OTAN y los países
civilizados, Libia sin ir más lejos. Ingenuos, piensan ser recibidos
con los brazos abiertos, tal y como reza el nombre de uno de los
barcos que los ha recogido en alta mar: Open Arms. Sin embargo, no son
bienvenidos por los gobiernos y autoridades. Provienen de una patera,
no de yates o cruceros que hacen la ruta turística por un Mediterráneo
donde todo es maravilloso. De ser sus ocupantes los damnificados nadie
recriminaría la acción de salvamento. Pero los sobrevivientes son
pobres, sus historias irrelevantes. No pertenecen a la beatiful
people, ni beben champagne, ni poseen generosas cuentas bancarias.
Deberían haber muerto, no tienen derecho a una vida digna. Constituyen
un problema. El mismo que enfrentó el Ocean Viking, barco fletado por
Médicos sin Fronteras y SOS Mediterranée, con 356 personas rescatadas
a bordo, que no tenía donde atracar. Sus ocupantes son apestados. Para
justificar su rechazo se les estigmatiza, si se les acoge otros
vendrán a continuación, produciéndose un efecto llamada. Hay que ser
inflexibles. Su destino es ahogarse o la repatriación.

Esta Europa, cuna del renacimiento, orgullosa de practicar los
derechos civiles y las libertades públicas, con un Parlamento y
tribunales que velan por el mantenimiento y respeto de los derechos
humanos, discrimina entre náufragos ricos e inmigrantes pobres. Sus
fragatas vigilan para evitar la llegada de indeseables: dicen defender
el derecho internacional y a occidente. No hay trabajo, primero los
nuestros. Fomentan el miedo y el racismo. Los rescatados son pobres,
constituyen un peligro. Se convierten en inmigrantes indocumentados,
potenciales asesinos, ladrones, agentes del islam. Si por un casual,
alcanzan las costas son confinados en centros de acogida, verdaderas
cárceles. Se les insulta, desprecia y acusa de mentir. Vienen a
perturbar la paz, pobres de solemnidad, negros y musulmanes.

El ex vicepresidente mundial de Coca Cola, anterior director en
España, diputado y miembro de la ejecutiva de Ciudadanos, el más
acaudalado de los 350 legisladores, Marcos de Quinto, se refirió a los
rescatados por el Open Arms como bien comidos pasajeros. Vox pide la
incautación del barco y acusa a la ONG Proactiva de favorecer la
inmigración ilegal, uso fraudulento de las leyes del mar y complicidad
con las mafias internacionales del tráfico de personas. El Partido
Popular, acusa al gobierno de improvisación, favorecer el efecto
llamada y alentar a las mafias. Más de lo mismo. En Italia, Matteo
Salvini, en Francia Marie Le Pen, despliegan los mismos argumentos.
Hay acuerdo, practican la aporofobia.

Han destruido países con guerras canallas, pero eluden
responsabilidades. La crisis del barco Open Arms, como la crisis del
Aquarius en 2018 y ahora el Ocean Viking, demuestra como las vidas
humanas y el rescate en alta mar pasan a segundo plano. Todos se tiran
la pelota. A Italia le vienen bien los exabruptos xenófobos y racistas
de su ministro de Interior Matteo Salvini. El barco podía haber
atracado, pero esperó 19 días. Se jugó con la desesperación de los
sobrevivientes. Mientras, España desojaba la margarita. Todos
criticando al gobierno y el gobierno criticando a Italia. Italia
denunciando a la Unión Europea y la derecha sacando partido. Poco
importa el sufrimiento de personas que han sido torturadas, violadas,
con familias asesinadas y quemadas en su presencia. Sólo en 2017 se
ahogaron 2 mil 835 personas cuando intentaban cruzar el mar desde
Libia, según los datos de la Organización Internacional para las
Migraciones.

Desde Libia o Sudán, la historia es recurrente. Así relata a Médicos
Sin Fronteras un joven de 16 años su experiencia antes de ser
rescatado: Salí de Sudán después que un grupo armado matara a mi padre
(...) Tardé siete días en cruzar el Sahara (...) Traté de cruzar dos
veces, pero fui capturado por la Guardia Costera de Libia (...) Estaba
en Tayura cuando el Centro de detención fue bombardeado . Mucha gente
murió. Logré escapar (...) puedes ver las cicatrices en los pies.
Corrí descalzo por las llamas (...) quiero ir a Europa; donde se
respeten los derechos humanos, donde me traten como un ser humano y
donde pueda encontrar trabajo... Y Yuka Crickmar, técnica de asuntos
humanitarios de MSF remata: Cada persona con la que he hablado ha sido
encarcelada, ha sufrido extorsión, ha sido forzada a trabajar en
condiciones de esclavitud o tortura. También he visto las cicatrices
(...) cuando miro sus ojos queda claro por lo que han pasado estas
personas. Me decían que estaban listas para morir en el mar, en lugar
de pasar otro día más sufriendo en Libia.

Son pobres, existen para ser explotados y extraditados al infierno. No
han ganado el primer millón de euros en YouTube, ni son influencers.
¿Para qué rescatarlos? Esta es la verdadera Europa humanitaria. No nos
engañemos.
Los pufos de Díaz Ayuso.jpg
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