Miquel Angel Soria
unread,May 19, 2023, 6:49:48 AM5/19/23Sign in to reply to author
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Acabo de trobar una d'aquelles notícies mai desitjades. Ha mort el
periodista cubà Iroel Sánchez. Que la terra li sigui lleu.
Cada dia rebia un correu d'ell que jo retuitejava. El trobaré a faltar.
Abrir la pupila para seguir siendo cubano
Por Ángeles Diez Rodríguez | 19/05/2023 | Cuba
Fuentes: Rebelión
Estas letras conforman el prólogo que escribí para un libro de Iroel y
que no sé si se llegó a publicar. Pienso que le gustaría que se
leyeran de nuevo, para recordarle, para recordarte, siempre. Sirvan de
homenaje a un buen amigo.
Aunque pueda parecer lo contrario este no es un libro de sucesos o de
historias sino un libro de personajes que han vivido la historia. Es
un libro intimista –parte del álbum de familia del propio Iroel-,
cuando nos habla de sus lecturas de juventud, de las películas que le
han hecho estremecer, de los autores que entonces le ayudaron a
entender (Rubén Martínez Villena, Roberto Fernández Retamar…), a otros
que descubre para el lector isleño y que sin serlo son enteramente
cubanos (Alfonso Sastre, Belén Gopegui, Pascual Serrano…). Nos ofrece
su álbum para que miremos con él donde están los márgenes que
delimitan el camino y nos invita a insertar en él experiencias
propias. Como en todo retrato de familia se ve el paso del tiempo, las
cicatrices, el empequeñecimiento de los cuerpos, lo que fue, lo que
es, lo que se dejó atrás y lo que permanece. En sus páginas caben las
críticas y las alabanzas, pero todas ellas hechas desde la sinceridad
del que también muestra su propio rostro. Pocos autores se ofrecen de
forma tan abierta. Quizá porque Iroel no se comporta como un autor, ni
siquiera como un periodista, él es un cronista de su época. Alguien
que da cuenta de lo que pasa a su alrededor sin esconder que se trata
de su propia mirada, desde su propia pupila y no otra. Un trabajador
más al servicio de un proyecto colectivo como es la revolución cubana.
Los personajes que aparecen en esta recopilación de textos nos ayudan
a entender por qué Cuba se ha convertido a lo largo de todos estos
años en una potencia moral, más allá de las contradicciones actuales y
de las que están por venir. Hay algo que no podrá desaparecer y es la
memoria de un país que se levantó por encima de sus circunstancias y
que convirtió su bandera en la de otros pueblos.
Las historias de los cubanos, de cada uno de ellos, son biografías de
la revolución misma. No son historias individuales sino de una nación
y en ellas se encuentra inserto, a modo de ADN, el jeroglífico que nos
puede ayudar a entender a Cuba. Son las historias de la batalla de
Angola, la lucha contra el apartheid, el internacionalismo de los
médicos, la solidaridad del período especial, del sufrimiento
provocado por el bloqueo, el sacrificio de los cinco héroes presos del
imperio.
En esa construcción del ser cubano no faltan las miradas de afuera
que, en cierta forma, también es adentro, como la del actor español
Willy Toledo en cuya entrevista descubrimos un anhelo: formar parte
del destino cubano. Su compromiso con el pueblo saharaui, con los
trabajadores españoles, con los procesos latinoamericanos… son parte
de su ser internacionalista que le une al pueblo cubano. También hay
una porción de historia personal del actor, de homenaje a su padre
médico y a la memoria de los cubanos que defendieron la república
española. En cierta forma Willy se convierte en un estímulo para los
cubanos que se desesperan, para los que se han cansado, para los que
se dejan adormecer con el canto de las sirenas, para los que ven fuera
de Cuba una salida rápida o quizá sólo una salida personal cuando no
se encuentran salidas colectivas. El compromiso de Willy no es fácil,
como tampoco lo es el de Daniel Echevarría, que decidió desenvainar su
pluma en Cuba y que allá por los 90 cuando la cosa se puso fea no se
echó para atrás. En sus textos sobre ambos Iroel destaca la
honestidad. Una virtud que forma parte indisociable del ser
revolucionario, tanto o más que el idealismo que simboliza el culto
cubano a la figura de nuestro querido don Quijote en la placita de J y
23. Los ideales de justicia y un punto de empecinamiento hispano capaz
de mover montañas de desaliento.
El rescate de los héroes anónimos resulta en sí mismo una heroicidad
imprescindible, pues, aquellos que ya son leyenda, están incrustados
en el imaginario colectivo del ser cubano. Sin embargo, en estos
textos aparecen sujetos colectivos como los jóvenes blogueros, los
también jóvenes periodistas de La jiribilla o la enciclopedia
colaborativa EcuRed. Y junto a ellos el recuerdo para grandes poetas
revolucionarios, como Rubén Martínez Villena prácticamente olvidados
por el santoral oficial y que, como nos cuenta Iroel, antepusieron su
ser revolucionario a su ser poeta haciendo realidad la máxima “por sus
obras los conoceréis”, en este caso obras que no se conformaron con
alimentar el espíritu con bellas palabras. Y nos desvela en este
artículo el autor, al fin, el misterio de “La pupila insomne”.
Hay otros grandes cubanos de los que se queja Iroel que no han tenido
suficiente reconocimiento tales como Mirta Aguirre, Carlos Rafael
Rodríguez o José Antonio Portuondo. De modo que su queja no se queda
sólo en eso y decide contarnos algo de su historia, meternos la
inquietud de querer saber más. Él ya hizo su parte, el resto se lo
deja a los lectores.
También este libro está lleno de descubrimientos, por ejemplo, no
podemos dejar de sorprendernos al descubrir que todavía existen
periodistas comprometidos con la justicia, en cierto sentido, héroes
de la palabra en acción, como William Parra. Un reportero al que Iroel
le dedica una amplia entrevista que leemos como se lee un thriller, o
como una novela apasionada y verdadera. La frescura, la complicidad y
el arte de entrevistar son tres variables que no suelen aparecer
juntas. El relato de William es sorprendente y doloroso al tiempo pues
corrobora que los reporteros de guerra occidentales acuden a los
conflictos siempre del lado de los más fuertes. Por ejemplo, entrando
con las tropas mercenarias desde Turquía, o esperando las visas en el
Líbano y contando la guerra como si estuvieran en el frente.
Periodistas que ofrecen su vida, actores que dan un paso al frente
dejando su ego detrás, dramaturgos gigantes, poetas ejemplares,
cubanos de a pie; todos y cada uno sosteniendo la revolución cubana.
Tan poco faltan las denuncias. Sigue siendo importante no callar
incluso cuando los personajes nos den dolor de estómago, aunque ya
sabemos todos quién es y al servicio de quienes escriben, como Vargas
Llosa. Muchas veces le he preguntado a Iroel por qué, por qué seguir
hablando de estos seres infames. Le he preguntado si no estaremos
jugando su juego, dándoles publicidad y audiencia. Me consta que es
también una preocupación de Iroel. Pero el público al que nos
dirigimos, al que habla Iroel, de sobra sabe quien es Vargas Llosa.
Creo que tiene algún sentido estar al día del veneno que destilan pues
al fin y al cabo será el que la población española y latinoamericana
va tomando a sorbos sin darse cuenta. Sin dudas hay que conocer al
enemigo, pero más importante que identificarlo o saber quién es, es
analizar sus armas. Como los drones que derribó Irán para sacarles las
tripas y poder apropiarse de su tecnología. Hay pues que sacarle las
tripas a Vargas Llosa como hay que seguir sacándoselas a Yoanis
Sánchez.
La denuncia de los personajes es una denuncia de las situaciones. Por
comparación estas situaciones sacan a la luz la verdad cubana y
también el fango en el que los discursos mediáticos tratan de
envolverla. Nos pide de forma frecuente que hagamos el sano ejercicio
de colocar en otro país esa situación y esos hechos, por ejemplo, en
Cuba o en Venezuela. De esta forma, por contraste, no podemos por
menos que sonreír y entender la denuncia que se lanza, como el rayo
que no cesa, hacia los gobiernos europeos. En ese sano ejercicio se
encuentra también la denuncia de la represión en España que va en
aumento, especialmente de los jóvenes como el vallecano Alfon,
detenido cuando acudía a un llamamiento de huelga, o el rapero Pablo
Hasél encausado por las letras de sus canciones. Son realidades tan
desconocidas para el pueblo cubano que a pesar de todo lo que nos une,
nos hace, a veces, sentirnos extranjeros en Cuba.
La denuncia del doble rasero debe ser una tarea casi cotidiana del
cubano. A ella se dedican varios artículos del libro. Éstas nos siguen
hablando sobre la crueldad del capitalismo que, con sus recortes
económicos, políticos y éticos, lanza a la miseria a los niños
discapacitados, o el cinismo de unos sistemas llamados democráticos a
los que más bien habría que llamar plutocráticos.
Todas estas denuncias están acompañadas de argumentos y de datos: los
de un informe del 2012 que revela que la mayoría de los congresistas
norteamericanos son millonarios, o los de la política migratoria de
EE. UU. hacia Cuba, o el despliegue militar del imperio (bases
militares, instalaciones bélicas, soldados, mercenarios…), los
vínculos de la disidencia cubana con el gobierno estadounidense, etc.
Son datos y declaraciones que documentan con rigor que la política del
imperio hacia Cuba sigue teniendo los mismos objetivos, aunque vaya
cambiando los medios y adaptándolos a las nuevas circunstancias. La
visita de los directivos de la empresa Google explicada a partir de
los documentos de Wikileaks son referencias especialmente útiles para
algunos jóvenes blogueros presos de la fascinación tecnológica que, a
veces, tienden a desentenderse de la historia de la isla, o escriben
de espaldas a las heroicidades cotidianas de sus padres y abuelos y,
sin darse cuenta, las cambian por el imaginario de libertad sin
límites de la red.
Pienso que el libro de Iroel está especialmente dirigido a los
jóvenes. No tanto a las generaciones de cubanos que conocen porque se
reconocen en ellos muchos de los relatos de Iroel, por ejemplo, el
papel de Cuba en la lucha contra el apartheid y la liberación de
Sudáfrica, el internacionalismo, las agresiones terroristas de EE.
UU.…, Se dirige a jóvenes que necesitan conocer esas historias, pero
de otra forma: Breve, concisa, menos encorsetada y rígida. De ahí que
se dedique especial atención a lo que tiene que ver con la blogosfera,
con sus potencialidades, pero también con sus trampas. Así, la
entrevista a Iban Ek sobre East Palo Alto y las nuevas tecnologías es
especialmente clarificadora para deshacer mitos. La reflexión sobre
Internet forma parte de esa búsqueda comprometida de un camino de
pavimento sólido por el que transitar, su intervención en el IV
Encuentro Nacional de blogueros y activistas digitales de Brasil se
cierra con estas palabras: Convertir la red de redes en una vía para
la construcción de alternativas, es sólo posible con la acción
colectiva organizada y la inclusión de los excluidos, como
participantes activos, no como consumidores, en el mundo real que es
el que, en definitiva, debe ser transformado.
Abierto el ojo no puede dejar de mirar y quien mira no puede dejar de
explicar. De ahí que Iroel no le tema a la polémica, por eso su pupila
no es la de un voyeur, ni la de un espectador, ni siquiera la de un
periodista. Selecciona temas polémicos que se han convertido en
piedras arrojadizas contra la revolución cubana, precisamente por ser
temas que importan a los cubanos. Para intervenir en estas polémicas
con ciertas garantías se necesita poner en contexto los argumentos.
Ahí es donde la pupila hace que nos detengamos. La emigración, las
nuevas tecnologías. En todos estos terrenos no se rehuye la polémica,
todo lo contrario, siguiendo la estela de Fidel y ahora de Raúl llama
a la crítica comprometida, aquella que fortalece y permite avanzar, en
las propias palabras de Iroel: Los revolucionarios, y es a lo que nos
ha llamado nuestro presidente en los últimos tiempos con mucha
insistencia, tenemos el deber y el derecho de ser muy críticos con
nuestra obra, es la única manera de hacer que sea mejor. Y es un error
concederle el monopolio de la crítica al gobierno norteamericano.
No es sólo uno, sino que hay varios llamamientos a no huirle a la
crítica comprometida. Argumentar para defender a Cuba sin dejar de
reconocer lo difícil que es caminar en terreno minado, incluso por los
propios cubanos, que de saber tanto sobre el bloqueo han dejado de
saber en qué consiste y sus efectos, que de tanto pelear por la
política migratoria han dejado de reconocer en dónde radica realmente
el problema, que de tanto vivir en un país que respeta los derechos
humanos básicos han dejado de defenderlos.
Muchos cubanos hoy han sucumbido a la propaganda contra Cuba y
empiezan a no reconocerse en el país en el que viven. Otros sólo
encuentran el referente de los cambios necesarios fuera de la isla.
Que algo cambie parece ser la nueva consigna de los cubanos, pero
¿para donde?
No es fácil, nada fácil, entender lo que ocurre en Cuba. Nunca fue
fácil para los enemigos de la revolución, pero de esos no merece la
pena ni nombrarlos. Sin embargo, ocurre que en estos tiempos de
incertidumbre viene siendo cada vez más difícil que los cubanos se
entiendan a sí mismos, que se sitúen en su presente y que piensen en
un futuro posible que les permita seguir enarbolando la bandera
revolucionaria. Es en esta coyuntura casi imposible, frágil, milagrosa
–como la arquitectura de la Habana-, en la que no existen referencias
externas y las internas se sostienen muchas veces a base de voluntad y
corazón, que Iroel emprende el camino de contar. Nos habla de sí
mismo, al hablarnos de otros. Nos habla de un pasado muy próximo que
nos ayuda a entender por qué es necesario, imprescindible, seguir
siendo revolucionario para poder seguir siendo cubano. Nos habla pues
de los cubanos que hicieron, vivieron y sostienen la revolución en la
cotidianeidad.
En el fondo son los relatos de una aventura porque aventura es
mantener la Pupila abierta. Aventura es resistirse al sueño y al
cansancio de cada día, es no dejarse confundir por el deseo de que las
cosas marchen de otra manera, o dejarse llevar por la desesperanza.
Porque estar insomne no es estar despierto sino estar abierto. Así se
presentan los textos de este libro, el segundo, rescatados de la red
para darles una consistencia real, sólida, con la solidez que sólo el
papel puede dar y porque el papel es el cordón umbilical que une el
pasado que fue con el presente en construcción.
Cada uno de ellos es un intento de rescatar momentos, personajes e
ideas para seguir tejiendo la trama del entendimiento y para
aproximarse a lo que Cuba es hoy con sus anhelos y sus
contradicciones. Así, no es casual que el punto de partida sea un
encuentro y un recuerdo que a Iroel le parece ser la síntesis del
mejor sentido común del revolucionario, ese que le lleva a situarse
correctamente ante los acontecimientos. Si el mulato electricista de
la Cervecería La Tropical pudo acertar en su apreciación sobre lo que
pasaba en la URSS en 1988 no fue por clarividencia, por formación
intelectual ni por conocer de primera mano lo que allí pasaba. Sino
porque ya la revolución había formado a los cubanos de a pie. Hoy,
esos cubanos siguen moldeando el perfil de la isla, lo dan forma con
sus manos llenas de sol y cada vez que hay un ciclón vuelven a
levantar coraje y a dar vida a la patria.
Para buscar el norte no se pueden evitar la mirada crítica hacia una
sociedad y unas instituciones que, tal vez sin querer o dejándose
llevar por el camino más fácil, reproducen y alimentan actitudes
individualistas o mercantilistas, tan alejadas de los principios
humanos revolucionarios. Pero no cabe duda de que ninguna sociedad
deja nunca de cambiar, el problema no es ese, el problema está en
trazar el camino correcto. Para ello no se puede borrar el pasado sino
todo lo contrario, como propuso Walter Benjamín habrá que mirar en los
escombros que deja la historia donde quedaron las potencialidades de
un futuro revolucionario.
Nos invita pues esta compilación a hablar del periodismo cubano, de la
televisión, de los hábitos que se expanden, del humor de mal gusto, de
la crítica banal y mal intencionada. Recoge en esta crítica a
pensadores revolucionarios como Graziela Pogolotti o Fernando Martínez
Heredia que, desde mi punto de vista, son dos figuras clave en cuyas
enseñanzas pasadas y presentes se cincela la brújula para quien quiera
hacer uso de ella.
La inserción de Cuba en el contexto Latinoamericano, el
internacionalismo y el antiimperialismo, condición de todo pensamiento
de izquierdas, según palabras de Silvio Rodríguez, son elementos
sustantivos que unen a los gobiernos progresistas latinoamericanos.
Ese hilo se hace visible en este texto. Con él los cubanos han ido
tejiendo la red solidaria que construye un mundo justo, es decir, el
mundo en el que el ser humano está en el centro del proyecto y de las
decisiones. Por eso no se puede dejar de denunciar lo que no funciona,
no se puede dejar de hablar del “buceo” y la mendicidad que han
aumentado en Cuba. Porque hablar de estas cosas es plantearse la
contradicción entre la filosofía política que reflejan los
Lineamientos y la parte de realidad que no encaja en ellos, es decir,
hablar de estas cosas sitúa al lector cubano en la “encrucijada” en la
que está en estos momentos la isla.
Así, esta nueva entrega de Iroel es un alfiler imantado sobre una hoja
en un remanso. Es una brújula que desde la fragilidad de la naturaleza
humana trata de apuntar al norte moral con el que durante años los
cubanos han ido tejiendo la bandera revolucionaria, la bandera de los
que tratan de seguir siendo cubanos.