Tarantino equilibra su historia de venganza dejando los postulados del
frenetismo y de la acción de ritmo en-diablado a un lado para ofrecer
una hermosa pieza reflexiva y armoniosa, deteniéndose en una más que
exqui-sita poética determinada por una ter-nura inusual en la visión
argumental de su realizador, acostumbrado a magnificar el salvaje vigor
de la ima-gen y el impacto. Una característica que si bien no pierde
la feroz fuerza de su violencia ni sus más condensa-das luchas cuerpo
a cuerpo, sí en-cuentra el peculiar terreno de ironía y cinismo
congénito a Taranti-no, pero imbuyéndolo de matices íntimos,
contemplativos y armóni-cos, sentimientos imprecisos, profundos y
turbiamente impregna-dos de nostalgia. La culpa expiatoria por la
maldad, el tiempo perdi-do, la acrimonia que deja los errores cometidos
y el placer de la venganza más cruel son los dispositivos que
prosiguen en esta se-gunda parte de la función. Ahora ya no se trata
de la yuxtaposición sorpresiva del reciclaje, sino que se busca
equilibrar la balanza, no de superar los logros
RAFAEL ALEXANDER BOTIA VARGAS
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