Una crisis de
gobernabilidad sin igual tiene dividida a la sociedad venezolana en
tres: las fuerzas oficialistas, la oposición y los sectores de izquierda
que no comparten los proyectos de los dos anteriores y, por el
contrario, aspiran a un giro hacia la izquierda de lo realizado en su
momento por Chávez y lo ejecutado por quienes dicen ser sus
continuadores. Razones de esta encrucijada y caminos por seguir.
¿Quién iba a pensar que de la mano de la bonanza económica también
llegaría la miseria? Así se interroga Javier Ibarra Aury* cuando narra
las dificultades soportadas en su país durante estos últimos años de
crisis, las que lo obligaron, junto con su familia, a buscar mejor
fortuna fuera de su territorio natal.
Javier cuenta que con la llegada de Hugo Chávez en 1999 al gobierno
todo era esperanza. No era para menos –enfatiza–, pues venían de padecer
años de gobiernos ineptos tanto del Copei (Comité de Organización
Política Electoral Independiente) como de Acción Democrática (AD). El
cúmulo de dólares que de repente volvió a llegar al país, fruto de una
nueva bonanza petrolera, ayudó fuertemente a mejorar la confianza sobre
el futuro que vendría con el nuevo mandatario.
No era para menos. Apoyado en el flujo de las crecientes divisas
Chávez dio cuerpo a las Misiones Sociales, una nueva forma de
redistribuir la renta petrolera y buscar con ello cerrar la brecha entre
ricos y pobres, con lo cual se propagandeaba que estábamos entrando en
un periodo revolucionario. Fíjese, dice Javier, lograr esto sin tocar
las estructuras económicas ni las relaciones sociales heredadas.
Redistribución a la cual toda la sociedad venezolana estaba
acostumbrada, claro, a través de un clientelismo abierto o disfrazado
que terminó por darle piso a una sociedad adicta al consumo desaforado y
a una menguada disposición para el trabajo. El discurso nacionalista
chavista ayudaba a impregnarlo de un brillo izquierdista y de honradez a
toda prueba.
Con las Misiones llegaron los médicos a los barrios, pero también se
abrieron miles de cupos en las universidades, de las cuales fueron
creadas no menos de ocho: las campañas de alfabetización, la educación
obligatoria, la redistribución de la tierra, la construcción de
viviendas para los más empobrecidos, entre otras acciones
gubernamentales, hacían sentir a muchos excluidos que ahora sí los
tomaban en cuenta, incrementándose así el prestigio del nuevo Presidente
y manteniendo en alto el espíritu de quienes habitábamos en los barrios
populares.
Petróleo y prestigio político
Todo esto sucedía en medio de una constante conspiración de los ricos
de siempre por tumbar al Presidente. Varios de cuyos intentos fueron
públicos, el más conocido el del 2002, pero se sucedieron otros que
incluyeron la parálisis de Pdvsa (Petróleos de Venezuela), el referendo
revocatorio de 2004, y otros más, en los cuales los instigadores
principales eran los dueños de los medios de comunicación y la Iglesia.
Intentos de los que salió ileso Chávez, tanto por el apoyo y
movilización popular, como por su astucia y liderazgo político.
Javier mira al piso, como buscando respuesta a lo sucedido y
prosigue. Hugo Chávez puso de moda las elecciones de todo tipo, y en
casi todas venció. Sin embargo, desde el 2009, con el Referendo
constitucional que perdió, comenzó a descender su gran peso electoral,
hasta que la debilidad en las regiones comenzó a sentirse y el poder
regional/territorial empezó a ser disputado palmo a palmo con quienes
buscaban derrotarlo.
Era increíble que esto sucediera, pues el país estaba inundado de
dólares y el gobierno tenía todas las herramientas políticas,
económicas, jurídicas, además de la legitimidad y apoyo popular, para
hacer sentir su liderazgo y su proyecto de inclusión y de unidad
nacional popular. Pero, hay que recordar esto, desde los primeros años
de su acción gubernamental, empezaron a sentirse palabras fuertes, de
exclusión, como escuálidos, con la que trataban de manera despectiva a
la clase media, asociándola de manera errada con los más ricos del país1,
alejándola erróneamente de un proyecto de cambio que solo puede
lograrse a través de la persuasión, de poner en marcha acciones
políticas, sociales, económicas, culturales, deportivas, etcétera, que
la hagan sentir parte del proyecto de cambio.
Palabras fuertes que también cubrieron a los partidos o líderes políticos de izquierda críticos2
que llamaban la atención sobre las políticas al mando del país. Parecía
ser que el proyecto del presidente Chávez no resistía crítica alguna, a
tal punto que a su alrededor solo fueron quedando los incondicionales,
bien por identidad real o bien por conveniencia política y económica. Y
al final, el país fue cubierto por un halo de partido único, partido,
por demás, simplemente electoral, una máquina para hacer votos, sin
sustento de base, sin debate ideológico, político y económico a su
interior, un partido sometido a los ires y venires de su líder.
Hay que recordar, recalca Ibarra, que a la hora de llegar Chávez al
gobierno el país venía de una crisis económica de varios años,
auspiciada por los bajos precios del petróleo, la que empieza a ser
superada en el 2004 con la recuperación de los mismos, recuperación
potenciada, además, por el crecimiento de las exportaciones que para ese
año ya anotaban un salto positivo del 39 por ciento. Cambio sucedido,
entre otros aspectos, por el liderazgo de este gobierno ante los países
integrantes de la Opep (Organización de países exportadores de
petróleo), lo cual lo llevó a encabezar con Alí Rodríguez la presidencia
de tan importante organismo. La renegociación de las condiciones para
la explotación petrolera llevada a cabo por las multinacionales con
presencia en el país también aportó de manera notable a incrementar los
ingresos nacionales.
Entonces, producto de todo esto, miles de millones de dólares fueron
inundando al país, mucho más desde el año 2007 cuando los precios del
barril superaron los 70 dólares, llegando a 100 y más cuatro años
después. Imagínese cómo sería este flujo de dinero, si el barril se
vendía, pocos años antes, hasta por menos de 20 dólares
Pero el descomunal ingreso de divisas no se tradujo en la
construcción de un nuevo aparato productivo, ni en la formación política
integral de los trabajadores y de los sectores populares en general
para que lo asumieran y defendieran. No, contrario a ello el país siguió
la senda ya conocida con el Copei y Acción Democrática: el campo siguió
prácticamente inculto, la poca industria de alimentos continuaba en
manos de la burguesía local, lo que obligaba a importar de todo, pues la
baja productividad de esta industria no permitía que el país se
adentrara en una senda de autosuficiencia.
Javier nos mira como esperando que lo contradigamos y ante nuestro
silencio retoma su relato. Recuerda con toda nitidez, dice, que era tal
la cantidad de dólares que llovían que para el año 2008 la burguesía
importó 45 mil millones de dólares, cuando solo habían entrado al país,
fruto de lo que ella producía, algo así como 5 mil millones de dólares;
ventas que dos años después ya había dejado caer a 1.800 millones de
dólares, lo que permite pensar que muy pronto comprendió que la mejor
forma de hacer fortuna, de manera rápida por demás, era dedicándose a
comprar barato en el extranjero y vender caro en su país. La dependencia
nacional se ahondaba y el discurso antiimperialista no daba paso a la
verdadera soberanía nacional. Los dólares derrochados en baratijas se
volvían improductivos.
Es por ello incomprensible la palabrería que mantenía Chávez –y ahora
Maduro– contra esta burguesía, amenazándola con expropiarle sus
empresas por la especulación que desde entonces ya se sentía en el país,
pues mientras esto decía le entregaba de manera muy favorable y sin
dilación alguna, las divisas que producto de la venta del petróleo
ingresaban al país. Además, el Estado como máximo empleador, seguía
creciendo y la moneda local se sobrevaluaba. El gasto público seguía en
creciente pero sin crear capital fijo, el cual venía en franco deterioro
desde finales de los años 80 del anterior siglo. Para colmo, los
responsables de la economía nacional aprobaron otra serie de medidas
que, de manera contradictoria, terminaron por acelerar el motor de la
crisis económica nacional, medidas, entre ellas, poner a toda marcha la
máquina de hacer plata. Mire, entre los años 1999-2016 se puso en
práctica una política monetaria expansiva que llevó a incrementar en el
41 mil por ciento la base monetaria, una impresión desbocada de papel
dinero sin respaldo alguno, el cual fue gastado en las formas más
distantes de la inversión industrial y agrícola posible. Todo lo
contrario de lo que debía hacerse para darle paso a otro modelo
económico.
La conclusión era evidente: la matriz productiva de Venezuela no
cambiaba, y el poder popular no podía ser más que un discurso
propagandístico. Todo un contrasentido, pero aún el descontento social
no tomaba forma pública pues todos sentíamos que algo recibíamos del
Estado y entonces estábamos conformes; pero el proyecto de nuevo país
seguía en deuda de tomar forma. Lo que sí tomaba cuerpo lo que ya se
llamaba como boliburguesía, una nueva clase, emergente, roja rojita,
crecida a la sombra del liderazgo de Chávez.
Una nueva clase que buscaba y lograba beneficiarse de la masa de
dinero que circulaba, de tal tamaño que, por ejemplo, el alto gobierno
tomó la decisión de gastar todo billete que pasara de los 30 mil
millones de dólares en las reservas internacionales, y para manejar tal
dinero creó el Fonden, a través del cual el Ejecutivo procedía con el
gasto de manera discrecional e inauditable, gastando en 8 años 137.403
millones de dólares en proyectos que no trascendieron. Una cifra de
dinero descomunal, con la cual se pudo cancelar en su totalidad la deuda
externa que teníamos para entonces, pues ahora la deuda total
consolidada del país asciende a 181.038 millones de dólares.
Javier se rasca la cabeza y luego se frota los ojos, como
preguntándose ¿qué pasó? ¿por qué no lo vi?, para de inmediato continuar
con su relato: fíjese, era tal el derroche y la incapacidad para darle
un giro radical al aparato estatal heredado, que entre los años
2003-2012 las importaciones estatales crecieron en un 894 por ciento. El
país se transformó en un gran centro comercial que importaba de todo:
leche, carne, granos, carros, computadoras, ropa, café, medicamentos,
etcétera.
En este último caso, mire bien, entre los años 2008-2012, las
importaciones crecieron en 1.358 por ciento, y sin embargo había
escasez, ¿qué explica esto?, pues que estábamos ante una descomunal fuga
de divisas3, ante un robo sin mano armada y con la
complacencia de la burocracia del alto gobierno. Un robo encabezado en
este caso por empresas “imperialistas” como Pfizer, Merck, P&G;
empresas que para el 2014 habían multiplicado por 11 el costo de su
importación total pero disminuido en 87 por ciento la cantidad de
mercancías traídas al país. Un robo de un impacto tal que en lo corrido
entre los años 2000-2010, en escasos 10 años, sumó lo equivalente al 43
por ciento del PIB de este último año. No es extraño, por tanto, la
escasez y la especulación.
Para que no quede duda, y para poder comprender lo que hoy está
sucediendo en mi país, para poder entender por qué de la mano de la
riqueza llegó la pobreza, debe conocerse que entre los años 2003-2012
esa burguesía especuladora, no industrial ni industriosa, recibió de
manera preferencial (es decir, a precio oficial) por parte del gobierno,
la bobadita de 317 mil millones de dólares para importar mercancías.
Dólar preferencial, mucho del cual luego revendía, con un beneficio para
el año 2013 del 500 por ciento, según el precio que tenía la divisa
gringa en la calle, ganancia que cuatro años después se multiplica por
miles pues mientras el dólar oficial se cambia a 1 x 10 Bs., para el 30
de abril de 2017 el dólar paralelo ascendía a 4.283.
Burguesía beneficiaria de la transferencia de renta petrolera,
recibiendo divisas para importar lo requerido por diversos sectores
sociales y sin embargo la escasez de lo que decía traer al país se
palpaba cada día de manera más cruda en las calles y en los hogares.
Entonces, ¿por qué les seguían entregando las divisas nacionales?
Entrega a rienda suelta que llevó a que nuestras reservas
internacionales, medidas para el 2013, cayeran a escasos 3 mil millones
de dólares.
Beneficios económicos de los enemigos que decía enfrentar el
chavismo, que le permitieron a esos mismos especuladores acumular en no
más de diez años, en cuentas que tenían en el extranjero, más de 145 mil
millones de dólares. ¡Como nos hace falta ese dinero hoy!, exclama con
rabia y con claro pesar Javier. ¿Por qué el gobierno de Maduro no coloca
una demanda internacional por ese robo y obliga a congelar esas cuentas
y a repatriar tales dineros al país?
Ibarra Aury toma aire, nos mira como buscando explicación, y suelta
esta perla: recuerden lo que decía el Banco Mundial por entonces: para
alcanzar las Metas del Milenio ‘solo’ se requerían entre 40 y 60 mil
millones de dólares por año, y en Venezuela, que ya había cumplido con
ellas, sacando de la pobreza a muchas familias, había entregado mucho
más de tal cantidad de dinero a sus supuestos enemigos. ¡Qué paradoja!
La evidencia del robo padecido por el país no ocurre en este solo
ítem, también ocurre con la carne y con otros productos. Por ejemplo, la
carne vivió un aumento del 21.693 por ciento en sus importaciones entre
los años 2008-2013, y de 2.200 para los animales vivos, y sin embargo
había escasez en la calle. Inaudito, ¿no? Fíjese, según las cifras
oficiales para el periodo 2012-2014 el índice de escasez de este
producto alcanzó el 144 por ciento!?! La consecuencia de esta realidad
no es solo la caída del consumo de este vital alimento en los hogares,
sino el incremento de su precio producto de su escasez, la misma que
estimula la especulación. El desencanto que esto va despertando por
doquier no es casual, así quedaría evidenciado en las elecciones para la
Asamblea Nacional celebradas en el año 2015.
Claro, usted está en lo cierto, le responde Javier a uno de los
entrevistadores del equipo desdeabajo que ante el dato que acaba de
escuchar, estupefacto, le dice que eso es un simple robo. Valga
recordar, enfatiza Ibarra, que hasta el año 2003 Venezuela fue
prácticamente autosuficiente en este rubro. Es decir, a lo largo del
gobierno chavista, no solo no se logró romper con la dinámica heredada
sino que tampoco se construyó industria propia, no se alcanzó soberanía
alimentaria, pero además, producto de su dadivosa entrega de divisas,
terminó por desestimular en todos sus órdenes a la industria nacional.
Desestimulo evidente en este caso, donde el descenso de las
exportaciones de animales vivos llegó hasta el 99,78 por ciento, “hasta
registrar la microscópica cifra de 4.300 dólares”4.
Es por esta vía que los enemigos del chavismo continuaron acumulado
riqueza en el exterior, vía privatización de la bonanza petrolera, para
registrar en el 2013 una fortuna de 164 mil millones de dólares, 19 mil
millones más que un año atrás, dinero acumulado con aprobación oficial
pues estaba en ejercicio su control de cambios, es decir, el dinero
salió ante sus ojos, bajo su firma y con su aval.
Pese a esta evidencia, el gobierno descarga la culpa de la escasez en
una supuesta guerra económica liderada por poderes extranjeros y sus
aliados criollos. Nada más ilógico, pues los hechos que les he contado
son contundentes, es decir, para ponerle cerradura a la escasez, a la
especulación, al hambre que ahora se siente en los barrios populares,
hay que tomar bajo el mando oficial todo el comercio nacional, sus
importaciones, regular de manera efectiva el acceso a las divisas, hacer
seguimiento a lo que entra al país, encarcelar a los que se roban las
divisas que les son otorgadas, fijarse en la calidad de lo importado,
regular los precios, y dejarse de poner en marcha proyectos inocuos como
pretender suplir la hambruna con agricultura urbana. “Hay que ir a la
raíz de la crisis y no distraerse en pendejadas! Por ejemplo, ¿cómo pudo
suceder que dejaran perder más de ciento veinte mil toneladas de
alimentos importados, como ocurrió en junio de 2010, productos
suficientes para alimentar 17 millones de personas a lo largo de todo un
mes?
Javier, con su respiración acelerada, solicita un poco de agua, bebe
con pausa del recipiente que le extienden, toma aire, recupera su
postura y prosigue.
Mientras esto sucedía, en los barrios se sentía el desgaste del
proyecto que escasos 17 años atrás nos llenó de esperanzas. Poco a poco,
se fue desgranando la fidelidad con aquellas ideas y, poco a poco, un
mayor número de familias comenzaron a buscar solución a sus problemas
por cuenta propia. Lo colectivo ya no tenía base ni apoyo ni
posibilidades. No fueron pocas las familias en las que todos, o algunos
de sus miembros pasaron la frontera, bien para quedarse en Colombia,
bien para llegar a Ecuador, bien para dirigirse a Brasil, bien para
buscar solución en Estados Unidos, un desgrane que con el paso de los
años, y el incremento del ambiente de tensión producto de la ofensiva
opositora que creaba un ambiente de guerra, se tradujo en un chorro de
inmigrantes.
¿Cómo pensar que esto nos sucedería? Cuando empezaron a salir los
ricos, los caídos en desgracia por figurar en las conspiraciones, hacia
principios del 2003, nos pareció obvio, pues esa es su lógica: si no
tienen el poder buscan otros territorios para vivir. Pero el turno
también nos llegó a nosotros pues ahora el gobierno no tiene con que
sostener una masa de gente cada vez más numerosa sin trabajo y sin
ingresos, los subsidios ya no alcanzan para tantos o, simplemente, los
entrega a quienes figuran como incondicionales, cayendo en el más crudo
clientelismo. Y en mi familia, aclara Ibarra, queremos y soñamos con un
proyecto de nuevo país, pero no somos incondicionales, no, para nosotros
es necesario el debate, la participación, la experimentación, la
creación con imaginación propia, la autogestión, la libertad de
pensamiento...
La muerte de Chávez
El país ya venía mal pero llegó a peor con la muerte del Comandante,
pues era éste quien levantaba los ánimos, su liderazgo era indiscutido.
Vea cómo cayó el ánimo social con su muerte: ustedes deben recordar que
antes de su fallecimiento ocurren las elecciones de octubre de 2012 para
presidencia, en las cuales vuelve a vencer con 7.444.082 votos, seguido
por Enrique Capriles con 6.151.544 sufragios. Seis meses después, en la
elección para saber quién sucedería a Hugo Chávez, si bien Maduro con
7.505.308 votos mantuvo el registro de su antecesor, Capriles logra
reunir 7.270.403 votos, es decir, un millón más de sufragios que los
logrados pocos meses antes. Con un agravante, la diferencia entre ambos
quedó reducida a menos de 300 mil votos.
Aquí ya había un mensaje claro de descontento; pero el golpe
llegó en el 2015, en las elecciones para la Asamblea Nacional, cuando la
llamada oposición con 7.587.579 votos, contra 5.599.025 del oficialismo
–es decir, dos millones menos que en la elección anterior– logró
retomar la mayoría de este poder, con 112 de los 167 diputados que la
integran. Su mayoría era indiscutible, lo que da paso a la agudización
de la crisis que hoy tenemos.
Sin duda. Para Maduro y su equipo de gobierno era inaceptable esta
nueva realidad; una realidad de claro desgaste del poder, el cual
evidenciaría en su totalidad su crisis con las elecciones territoriales
por realizarse en diciembre de 2016. Previendo tal desenlace las
dilataron, al tiempo que buscaron todas las claves legales, y no tanto,
para dinamitar el poder legislativo.
Ese proceder creó el ambiente para que la contradicción así expresada
llegara a las calles, a través de reiteradas movilizaciones y protestas
de todo calibre, cuya más persistente confrontación se ha tomado casi
todo lo corrido del 2017. Claro, tras las protestas y el ánimo de sacar
al chavismo del poder también están los Estados Unidos y su agenda
golpista, la cual ha estado presente desde el 2002, pero no puede
descargarse toda la explicación de lo que ahora sucede en tal proceder,
ni en las continuas maniobras de la OEA para aislar del campo
internacional a nuestro país, ni en las declaraciones y apoyos públicos o
soterrados para la Mesa de Unidad Nacional (MUD). No, el núcleo del
descontento popular radica en la crisis que golpea al país, que si bien
puede ser explicada por la caída de los precios del petróleo, no se
reduce a ella, pues como ya les comenté, la mano larga, dadivosa, por
parte del gobierno para con la burguesía, no tiene límites; como no la
tiene su incapacidad para haber quebrado la estructura económica
heredada, así como las relaciones sociales dominantes, por lo cual el
poder popular, quedó como una deuda por concretarse.
El descontento que hoy se extiende por todo el país, tiene
explicación en los salarios sin poder adquisitivo, en la inflación
galopante (700 y más por ciento), en la reducción de la inversión social
producto de la caída del PIB en menos 9,4 por ciento5 al
cierre del 2016, en la continuada fuga de divisas, en la especulación
con infinidad de productos, en las colas que deben hacerse cada día para
conseguir muchos de los alimentos, necesarios para una buena dieta, en
el hambre cotidiana que embarga a miles de familias, pero también en la
represión sufrida por salir a protestar, así como en las amenazas que se
sienten en nuestros territorios para que no nos sumemos a nuevas
manifestaciones.
No falta quien agregue a esto el descontento por el creciente
endeudamiento externo e interno de un país que tiene las mayores
reservas del petróleo pesado del mundo, un país que recibió durante casi
8 años miles de miles de millones de dólares y que ahora, para buscar
que ingresen más divisas, aprueba el plan conocido como el Arco Minero,
ahondando de esta manera la continuidad con el modelo económico heredado
en 1999, lo que llevará al país a una crisis ambiental y, muy
posiblemente, a un etnocidio de nuestros pueblos originarios. En esta
senda, el endeudamiento y la dependencia respecto de China es
inocultable. No teníamos porque llegar a este punto, y mucho menos estar
cancelando de manera puntual la deuda externa que para el 2017 ya suma
pagos por 1.533 millones de dólares, en un momento donde ese dinero se
necesitaba para cubrir las necesidades populares.
La Asamblea Constituyente
Pareciera que el relato de Ibarra, con su prodigiosa memoria no
pararía de describir asuntos graves, cuestionamientos a un proceder
gubernamental despreocupado por la transparencia política y el debate
público, una vía ideal, como se sabe, para la politización social y para
que todos sintieran que la dirección política del Estado dejaba de ser
un asunto de especialistas. En efecto, luego de beber otro recipiente
con agua, reconfirmó nuestro temor:
Es sabido, nos dice, que ninguna clase en el poder lo entrega a sus
contradictores –o enemigos– sin resistencia alguna; eso no sucede, mucho
menos cuando lo que está en juego no es simplemente el gobierno sino el
poder, el proyecto de país, y lo que está ocurriendo en Venezuela
confirma el axioma.
Es por ello que, una vez perdido el poder legislativo se pone en
marcha desde el Ejecutivo todo un plan –reacción– para neutralizar sus
funciones, dificultar su operatividad, sabotear su proceder, todo ello a
través de un accionar legal pero ilegítimo, así lo siente gran parte de
la sociedad.
Toda acción, recuerda Javier, desprende una reacción. Por ello, ante
las acciones descritas la llamada oposición no optó por la pasividad y,
por el contrario, despliega su iniciativa, tanto como un mecanismo de
disputa como uno de atacar en pleno al Gobierno y buscar su caída;
respuesta defensiva/activa que enciende buena parte del país durante un
buen trecho del 2017, sumiéndolo en el desgaste. Su objetivo en marcha:
darle cuerpo a una dualidad de poderes que una vez así constituida
encuentre reconocimiento internacional. Si así sucediera, ese momento
sería el caos total, el preámbulo de una guerra civil. ¿A quién le
interesa y a quién le sirve semejante escenario? A nosotros, como
simples ciudadanos, el solo considerar tal posibilidad nos hace correr
frío por todo el cuerpo.
Bien, es en medio de esta intensa disputa, sin duda del por qué
gobiernos extranjeros apoyan a la MUD que Maduro se idea la salida de la
constituyente, una inteligente forma de recuperar la iniciativa perdida
meses atrás y de bloquear en su totalidad a la MUD y demás sectores
opuestos e inconformes con la manera como llevan el país.
Lo desprendido de esta iniciativa es reciente y ustedes deben
recordarlo con total nitidez, enfatiza Ibarra Aury, quien ya da muestras
de cansancio: buscando exteriorizar apoyo social, cual más, tanto
oficialismo como oposición llaman a la acción electoral cuyo resultado,
por una y otra parte, deja amplias dudas. Tratando de sabotear el
llamado electoral del Gobierno la MUD se juega toda su fuerza en la
calle, sin obtener lo propuesto. Me parece que su proceder deja su
quehacer inmediato y futuro en manos de gobiernos extranjeros, Estados
Unidos como el principal y de su mano Colombia, México, Argentina,
Chile, Perú. Lo de Europa no tiene tanto peso inmediato.
Triunfa entonces, en este round el gobierno, y sigue a la iniciativa,
las primeras medidas tomadas por la Asamblea Constituyente, unanimista,
así lo confirman: la destitución de la Fiscal General de la Nación,
entre ellas.
Me parece, dice Javier, que lo abierto en esta última parte del
intenso conflicto que sacude a mi país, es un debate sobre el sentido,
el carácter y las posibilidades de la democracia, debate que no puede
ser liderado por gobierno extraterritorial alguno pues ¿qué autoridad
ética y moral tienen gobiernos –en cabeza de sus jefes de Estado– como
Estados Unidos, Colombia, México, Argentina, cuando al interior de sus
territorios, en unos casos, y en otros –o a la vez– a su exterior,
irrespetan aquello que pretenden reclamar acá?
Del lado de los sectores críticos de izquierda, se denuncia el proceder oficial como una concentración de poder6
y un accionar autoritario que nada bueno anuncia sobre lo que debiera
ser un liderazgo apegado a los deseos y necesidades de las mayorías. El
problema de estos sectores, aclara Ibarra, es que no tienen peso de
ninguna clase y desde su marginalidad no alcanzan a presentarle a su
sociedad, así como al mundo, una alternativa de izquierda de verdad
transformadora; sin embargo, su existencia y persistencia es muy
importante para mantener la esperanza, el sueño, con que despertamos en
1999, y el cual anhelamos que se haga realidad aquí y ahora. Un sueño de
poder popular real, sustentado en la transformación de nuestras
relaciones sociales, de nuestra cotidianidad, que rompa el modelo
rentista ahora en su crisis terminal, sueño soportado en una democracia
directa y radical que tuerza el destino capitalista que nos quieren
imponer unos y otros.
Pese a su fatiga, Javier nos mira con resolución y nos dice: amigos y
amigas, díganle al mundo que Venezuela no está divida en dos, que este
país está dividido en tres, y que a los más críticos y soñadores, los
medios de comunicación internacionales –adscritos a una agenda golpista–
ni siquiera nos registran, hasta ahí llega la supuesta agenda
democrática que dicen defender, hasta desconocernos, hasta ayudar con
todas sus fuerzas a silenciarnos.
* Nombre y personaje ficticio.1
A propósito de esta palabra, Fidel Castro le cuestionó diciendo:
“Chávez, en Venezuela no puede haber cuatro millones de oligarcas”.2
Entre los tratamientos despectivos con que Hugo Chávez despreciaba a
quienes se atrevían a cuestionarlo, se recuerdan aquellas palabras con
que se refirió en el 2006, al Partido Patria Para Todos, opuesto a la
constitución de un partido único en Venezuela: “Les regalo un Volkswagen
escarabajo pues ahí caben todos sus militantes”.3
Sutherland, Manuel, “Crítica a la política económica del “socialismo
del siglo XXI”: apropiación privada de la renta petrolera, política de
importaciones y fuga de capitales”, en: Estudios latinoamericanos, Nueva
época Nº38, julio-diciembre de 2016, pp. 39-63.4
https://colombiadesdeafuera.wordpress.com/2014/08/21/venezuela-aumento-del-21-69321-en-la-importacion-de-carne-caida-del-consumo-y-su-escasez-por-manuel-sutherland/5
Cepal, Estudio Económico de América Latina y el Caribe, 2017.
http://www.cepal.org/es/publicaciones/42001-estudio-economico-america-latina-caribe-2017-la-dinamica-ciclo-economico-actual6
Uzcátegui, Rafael, “Venezuela: aikido y derechos humanos”, abril de
2017, http://nuso.org/articulo/venezuela-aikido-y-derechos-humanos/
Para la escritura de este artículo fueron consultados los siguientes artículos:
Sutherland, Manuel, “Aumento del 894%
en importación estatal, caída en las reservas y estatización del
Comercio Exterior”, 01/10/2013.
https://www.aporrea.org/actualidad/a174465.html“Venezuela”
Crisis, importación, dólares, inflación-escasez y el default
inevitable”, 01/09/2015.
https://www.aporrea.org/trabajadores/a213256.html“2016:
la peor de las crisis económicas en Venezuela; causas, medidas y
crónica de una ruina anunciada”, 18/02/2016.
https://alemcifo.wordpress.com/2016/02/17/2016-la-peor-de-las-crisis-economicas-causas-medidas-y-cronica-de-una-ruina-anunciada/“Crisis
económica del 2016: causas, derroche, ciclos, ajuste económico y
perspectivas”, 30/08/2016. https://www.aporrea.org/economia/a233278.htmlLander,
Edgardo, Arconada, Rodríguez, Santiago “Venezuela: un barril de
pólvora”, junio 2017,
http://nuso.org/articulo/venezuela-un-barril-de-polvora/