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unread,Jul 8, 2009, 7:39:49 AM7/8/09Sign in to reply to author
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to Fundación de Neurociencias
Actualmente se está investigando en más de un centenar de fármacos
para el alzhéimer. La mayoría de ellos, destinados a frenar la
progresión de la enfermedad. Muchos expertos coinciden en que, una vez
aparecidos los síntomas, será difícil encontrar la manera de curarla
teniendo en cuenta que aún está muy lejos la posibilidad de regenerar
el cerebro con neuronas sanasAsí pues, si se prevé que los fármacos
del futuro sirvan para frenar la enfermedad, resulta urgente
desarrollar en paralelo técnicas de diagnóstico para detectarla cuanto
antes, cuando aún no hay síntomas de demencia.
Hoy en día, el alzhéimer se diagnostica cuando los problemas de
memoria ya son muy evidentes. En los países con unidades de demencia
consolidadas y un alto nivel de sensibilidad social, sólo un 25% de
los casos se diagnostican en una fase de deterioro leve (hacia los 60
años), "El alzhéimer tiene tres fases, la no sintomática, en la que no
se detecta; la prodrómica (o de deterioro cognitivo leve) que puede
darse hasta cinco años antes de la aparición de la fase de demencia.
En la fase prodrómica se dan pequeños olvidos, pero también pueden
deberse a otras cosas, por eso necesitamos mejores herramientas",
explica Molinuevo.
Una de las causas más claras de la enfermedad es la formación en el
cerebro de depósitos de la proteína beta amiloide, que daña las
neuronas. Uno de los instrumentos más prometedores para el diagnóstico
precoz, aún en fase experimental, es el Pittsburg Compound B (PIB), un
compuesto fluorescente que se inyecta en sangre y que permite ver
estos depósitos en el cerebro mediante la técnica de neuroimagen PET.
El objetivo final de estas investigaciones consiste en medir estos
depósitos desde edades tempranas.
Oscar López, director del Centro de Investigación del Alzhéimer de la
Universidad de Pittsburg, donde se ha creado este compuesto, explica
que en estudios con miembros de diferentes generaciones de familias
afectadas, "se está viendo que la proteína puede estar presente desde
los 28 años". Sin embargo, aún será necesario precisar cómo y en qué
cantidades para considerarla un auténtico biomarcador. "Aún no está a
punto la sensibilidad del método, ni el significado de que una persona
tenga la proteína. Hay quien vive con ella durante años y no
desarrolla la enfermedad", afirma López.
Hasta ahora, la presencia de estas placas sólo se podía observar
claramente tras la muerte del individuo. De hecho, en diferentes
estudios basados en autopsias a ancianos sanos y enfermos se ha podido
ver que hay personas que mueren con abundantes depósitos y sin
síntomas. Algunas teorías lo atribuyen a la reserva cognitiva, es
decir, a que una vida intelectual activa les ha dotado de una
plasticidad neuronal que hace que su cerebro deteriorado sea capaz de
utilizar vías neuronales alternativas.
"El problema es que necesitamos estudios a largo plazo, que pueden
durar muchos años", afirma López. Sus investigaciones se centran en
familias con una alta predisposición genética por sufrir mutaciones en
dos genes, el PS1 y el PS2. "En el mundo debe haber unas 200. Nosotros
estudiamos a tres generaciones de tres familias", explica. En total,
unos 20 individuos entre 20 y 50 años. "Hemos podido ver que, a partir
de los 30 años todos tienen beta amiloide", explica.
También se investiga en biomarcadores para detectar la enfermedad
cuando el deterioro cognitivo empieza a asomar, y distinguir si los
primeros olvidos que conlleva la edad se deben al alzhéimer, a alguna
otra enfermedad o al mismo envejecimiento. En el Clínic, Molinuevo
investiga para analizar en el líquido cefaloreaquídeo, tomado de la
columna vertebral, la presencia de la proteína TAU, que forma los
ovillos neurofibrilares, también presentes en la enfermedad.