Una oracion
por los caidos
Señor, Dios
de los ejércitos, llenos están el cielo y la Tierra de tu Gloria. Bendito el
que viene en nombre del Señor Jesús.
En 80 días de
la más cruenta represión por parte de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y
otros grupos armados contra esa maravillosa juventud venezolana que clama por
justicia, respeto y regreso a la democracia han sido vilmente asesinados 80 de
esos jóvenes, con tiros hechos a sus cabezas. La ultima vida cegada por el ya citado cuerpo militar
era la de un joven que solo tenía 17 años, también es sabido que con tales crímenes no se
lograra el silencio decretado y pretendido por la tiranía Castro comunista que destroza a Venezuela, cuyo propósito final
es imponerle al mundo la prohibición de la libertad en todos los sentidos para
poder reinar a sus anchas.
Señor bien sé
que cuando una vida es cegada, lo que queda de su paso por este mundo es el
recuerdo imborrable de su nacimiento, de su vida, de sus sueños y sus logros.
Una vez muerto lo que queda es una lápida. Para los padres no hay parangón entre un hijo héroe pero muerto.
Recuerdo las palabras del padre de uno de esos jóvenes asesinado por los
represores de la tiranía de Maduro, que en el velorio de su hijo, bañado en
llanto dijo “Ojala el sacrificio de mi hijo no sea en vano” Yo me uno al clamor
de ese padre y por eso te pido Señor que no sean en vano las jóvenes
vidas que continúan siendo cegadas por parte de aquellos que parecen haber
perdido todo vestigio de humanidad. Cuando el difunto Hugo Chávez llego al
poder mediante elecciones en democracia esos jóvenes que han tomado el testigo de la lucha por la
recuperación de la libertad y democracia
en el país, eran muy pequeños o aún no habían nacido y están llevando sobre sus
hombros el peso de una carga heredada de tiempos que no conocieron.
Señor oro
para darte las gracias por el trabajo
que cada día llevan a cabo los defensores de los derechos humanos, por los
cientos de presos y perseguidos políticos que hoy sufren toda clase de iniquidades,
todos aquellos profesionales y voluntarios que trabajan casi sin recursos para
tratar de palear las injusticias de todo tipo que sufre el pueblo venezolano. También
oro por la búsqueda de la justicia que llevan a cabo quienes han apelado a unos
organismos internacionales que no parecen notar el sufrimiento de los pueblos
que claman para que en esas instancias cumplan con la misión para las que
fueron creadas. Oro para dar las gracias a la Conferencia Episcopal Venezolana,
por ese clero que a lo largo de esta amarga lucha ha evidenciado una moral a
toda prueba y también por las universidades que a pesar de todos los ataques
recibidos y la miseria a la que han sido condenadas siguen cumpliendo con su razón
de ser.