Al dĂa siguiente
continuamos recorriendo la isla de Cerdeña en coche. Llegamos a un campo donde se desparramaban pequeños montes de piedras redondas, apiladas como si hubieran caĂdo del cielo. El efecto era aĂşn más curioso porque en los alrededores de estos montĂculos no habĂa ni una sola piedra suelta.


Llegamos a una playa del noreste de la isla.

Estábamos cerca del
Capo d'Orso, llamado asĂ por una roca gigante que parece un oso. DespuĂ©s de ir descartando camino tras camino con el coche, descubrimos que la cala a la que pretendĂamos llegar era privada y no podĂamos acceder de ninguna manera. AsĂ que tuvimos que dar un rodeo bastante grande para poder seguir hacia el sur. En el camino, una tortuga gigante se asaba en el asfalto. Ya sĂ© que la foto es poco interesante, pero me gustan las tortugas, parecen como si llevaran milenios recorriendo la isla. La bañamos en agua pero no pareciĂł hacerle demasiada gracia, aunque tampoco estábamos seguros, las tortugas no se destacan por su expresividad.

Después de recorrer un poco, encontramos una casa rural a buen precio, con piscina, y bastante cerca del mar, en un pueblito muy bien cuidado llamado
La Conia. Esto era lo que veĂamos desde la habitaciĂłn:




Y esta es la casita:

El dĂa siguiente, 29 de agosto (sĂ, ya llevo un año de retraso en el blog!), intentamos ir a una sub-isla de Cerdeña, llamada
Magdalena. Fue un poco accidentado: llegamos con el coche al puerto, compramos dos pasajes y nos subimos, sin coche, al ferry. Grave error: al llegar al otro lado, no habĂa autobuses, ni barcos para turistas que recorrieran las calas, ni siquiera playas cerca. AsĂ que regresamos a Cerdeña (otra media horita), y de nuevo cruzamos en ferry, pero esta vez con coche. Por eso tuve tiempo para sacar algunas fotos del paseo.




No estuvimos mucho en la isla Magdalena: ya era de tarde, y querĂamos llegar a una sub-sub-isla llamada
Caprera, unida por puente. Comimos en un parador entre abejas, y al salir conduje yo (aunque no tenĂa permiso). Por la falta de costumbre, al salir a la carretera marcha atrás llenĂ© a medio parador de tierra, pero para cuando se disipĂł la nube de polvo ya nos habĂamos esfumado.
Foto desde el camino:

Las dos islas están llenas de calas. En las de Magdalena hay que caminar un poco:

Las calas de Caprera, en cambio, están junto al camino de tierra que rodea la isla. Es todo completamente natural, lástima que el camino de tierra medĂa tres metros de ancho y habĂa coches circulando en las dos direcciones. Fue bastante estresante, y pude disfrutar de la conocida impaciencia italiana. Pero las calas eran increĂbles.






Estuvimos un rato en esta playita, creo que en la isla Magdalena:


La clave es tener un yate e ir recorriendo playa tras playa.

Volvimos hacia el ferry.

Y, ya de noche, cruzamos el estrecho:

El 30 de agosto, Ăşltimo dĂa en la isla, bajamos por la costa este, atravesando mansiones con helipuerto y otros lujos. Bajamos caminando hasta una cala.


Buscando comida llegamos a
Porto Rotondo, una penĂnsula con dos playas a cada lado de la carretera. Una estaba vacĂa, porque habĂa algas y olĂa mal, y la otra estaba llena, con arena blanca, aguas transparentes y pececitos visibles desde lejos. Esta es la playita de las algas:

Por la noche regresamos al aeropuerto. Estuvimos casi una hora para devolver el auto, que pese a tener un golpecito en la puerta pasĂł por la revisiĂłn sin problemas. En Cerdeña, al contratar el auto, te avisan que rayar la puerta puede costar 150 euros. Al principio parecĂa curioso. Pero al ver que casi todas las carreteras eran para un coche y medio, y a los costados habĂa arbustos, entendĂ. Además, en las montañas hay muchas curvas con poca visibilidad, y no entendĂa por quĂ© no habĂa choques a cada paso. En Argentina yo solĂa tocar la bocina en estos casos, pero aquĂ nadie lo hacĂa. Al parecer, la clave es confiar en que los demás vayan con prudencia y a una velocidad moderada (además de tener un dominio absoluto de las dimensiones del coche, para poder circular con media rueda fuera). En ese entonces me di cuenta de que tendrĂa que volver a aprender a conducir y a confiar en los demás conductores.
DespuĂ©s de devolver el coche, entramos corriendo al aeropuerto y descubrimos que nuestro vuelo en realidad salĂa una hora antes de lo que creĂamos. Ya no tenĂamos coche, ni hotel, nada. Por suerte, o por milagro, el vuelo iba muy retrasado y nos dejaron embarcarnos (¡gracias, desconocida azafata de RyanAir!). Al final, llegamos a Girona dos horas despuĂ©s de lo previsto. La suerte nos sonreĂa: no habĂamos pagado el golpecito de la puerta del coche, y habĂamos podido volar llegando media hora tarde. Por supuesto, allĂ cambiĂ© yo la suerte: estaba muerto de hambre, y estaba seguro de que habĂa un autobĂşs a Barcelona cada hora. Resulta que no: sĂłlo hay uno inmediatamente despuĂ©s de que llega un vuelo de RyanAir (aunque creo que los paga Cataluña). AsĂ que, por mi hambre, tuvimos que pasar la noche en el aeropuerto. Aunque al menos ya estábamos cerca de casa.
Mi opiniĂłn general es que Cerdeña es un lugar muy pero muy recomendable para visitar. Sus playas y su geografĂa cambian a cada paso, y son muy impactantes. Está cerca de Barcelona, asĂ que es fácil encontrar un vuelo barato, la comida es buena y barata, y el alojamiento está bien de precio. En general, todo me pareciĂł un 25% más barato que en Cataluña. Las carreteras son estrechas pero están todas asfaltadas (salvo en Caprera) y en buen estado. Es, eso sĂ, necesario alquilar un coche, ya que creo que no hay trenes y el servicio de autobuses parece ser nulo. Pero, en resumen, volverĂa sin dudarlo, e incluso, si las circunstancias lo permitieran, no tendrĂa problema en vivir unos años allĂ.
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Publicado por Fernando para
Vivir en Barcelona el 8/31/2009 06:00:00 PM