El 14 de agosto pasado fuimos a un par de calas próximas a la
Ametlla de Mar (la "Almendra de Mar", en Tarragona). Tuvimos un pequeño desacuerdo con nuestro GPS, que parece no ser muy preciso en cuanto a playas, y terminamos primero en
Cala Mosques, un sitio recóndito rodeado de casas de veraneo de lujo deshabitadas.

Un niño y una parejita, los únicos que había en la playa. De todas maneras no nos quedamos mucho allí, porque el suelo era de roca y no era muy motivante cortarse todo para meterse al mar. Además, hacía tanto calor que queríamos algo de sombra, y no había ningún escondite.

Una mansión, propiedad de un francés, domina la entrada a la cala.

Rápidamente nos fuimos a cala
Xeroi, un lugar que me recordó mucho a la Costa Brava. La arena no era tal, sino infinidad de piedras redondeadas de todos los colores. Llené una bolsa para regalárselas a mi hermano, y me metí varias veces al mar, que debía rozar los 30 grados.


A eso de las cuatro nos fuimos a comer a
Altafulla y luego regresamos a Barcelona. Faltaban un par de días para las fiestas de Gràcia y para viajar, con mi hermana y mi cuñado, a conocer Menorca.
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Publicado por Fernando para
Vivir en Barcelona el 7/05/2010 06:00:00 PM