Google Groups no longer supports new Usenet posts or subscriptions. Historical content remains viewable.
Dismiss

(IVÁN): MINTIENDO - ENGAÑANDO

0 views
Skip to first unread message

IVAN VALAREZO

unread,
Oct 9, 2006, 10:45:33 PM10/9/06
to

Sábado, 07 de octubre, año 2006 de Nuestro Salvador
Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica

(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)

MINTIENDO - ENGAÑANDO


La mentira es por corto tiempo, en el corazón del mentiroso,
porque muere. Pero la verdad es para toda la vida, porque se
siembra en la tierra para Dios y para la nueva vida eterna. Y
esto es verdad, hoy en día y por siempre, en cada uno de
nosotros para miles de siglos venideros, en el nuevo reino
celestial de Dios y de su Jesucristo. Por cuanto, el Señor
Jesucristo es el único amor perfecto del corazón santísimo de
Dios; por ello, su Hijo es el único Árbol de la vida para
cada una de sus criaturas, ángeles del cielo y hombres,
mujeres, niños y niñas, de la humanidad entera.

Ciertamente, nuestro Padre Celestial nos ha llamado a no
mentir jamás, en todos los días de nuestras vidas, en el
paraíso y por toda la tierra, también. Porque hemos sido
despojados de la vieja manera de vivir de Adán, para vivir
sólo de la vida del nuevo hombre, en cada uno de nosotros. Y
éste nuevo hombre nuestro, con una vida fabulosa y
eternamente gloriosa y honrada, es la misma vida de nuestro
salvador Jesucristo.

Porque la verdad es que Dios nos ha creado en su imagen y
conforme a su semejanza, no para vivir en la vida de rebelión
y de pecado de Lucifer, sino la vida del Árbol de la vida, su
Hijo amado, el Cristo de Israel y de la humanidad entera.
Puesto que, sólo él es "el dador de la vida", de todo ángel
del reino de los cielos y, también, de todo hombre, mujer,
niño y niña, de la humanidad entera, en toda la tierra, hoy
en día y por siempre, en la eternidad venidera.

Pues en la eternidad venidera del nuevo reino de los cielos,
nuestro centro de vida y de felicidad eterna, ha de ser él, y
más no el árbol de la ciencia del bien y del mal, del cual
Adán y Eva comieron para mal de ellos y de todos sus
descendientes, en toda la tierra y hasta de nuestros tiempos,
también, por ejemplo. Además, en la nueva vida celestial del
más allá, sólo se ha de hablar por siempre, "de la verdad y
de la justicia infinita de Dios", sólo posible y manifestada
en la vida del Árbol de la vida eterna, su Hijo amado, el
Señor Jesucristo, viviendo en nuestros corazones eternos,
para nunca más separarse de nosotros, en la eternidad
venidera.

Por eso, nosotros ya no hemos de llevar nuestros cuerpos de
pecado y de maldad en nuestras nuevas vidas, en Dios y en su
Árbol de vida, sino que recibiremos siempre sólo de la vida y
de la carne santa y eternamente gloriosa de Jesucristo en
contra del pecado, para entonces vivir con Dios eternamente,
en su nuevo reino infinito. Porque en la vida nueva, ninguna
vida vieja del hombre o de la mujer ha de poder vivir, como
Dios o como los ángeles, por ejemplo, si no es sólo por medio
de la verdad, de la justicia, de la vida, de la sangre, del
espíritu, de la carne y de los huesos sagrados del Señor
Jesucristo, en todos nosotros.

También podemos decir, que en la nueva vida eterna del nuevo
reino de Dios, cada uno de nosotros, en nuestros millares, de
toda la tierra, ha de "vivir": en el espíritu, en la sangre y
en la carne santa y perfecta, vencedora de los poderes del
pecado y de la muerte eterna, también, del más allá, del
fuego del infierno. En otras palabras, cada uno de nosotros
ha de ser tan santo, tan perfecto, tan honrado, tan glorioso,
como nuestro Árbol de vida eterna, el Señor Jesucristo, ni
más ni menos, en la nueva vida celestial del paraíso y de la
nueva ciudad infinita: ¡La Nueva Jerusalén Santa y Perpetua
del reino de los cielos!

Es por eso, que es muy bueno que siempre hablemos de la
verdad de Dios y de su justicia infinita, guardadas por
siempre en nuestros corazones, solamente al creer en el Señor
Jesucristo y al confesar su nombre santo y eternamente
salvador con nuestros labios, delante de Dios y de sus
ángeles infinitos, del reino de los cielos. Porque sólo "en
la fe perenne", de nuestros corazones y en la confesión de
nuestros labios, por ejemplo, es que tenemos "perdón de
nuestros pecados" y, a la vez, "salvación eterna", de
nuestras almas vivientes, en esta vida y en la venidera,
también, en el más allá, en el nuevo reino de Dios y de su
Jesucristo.

Por esta razón, habiendo pues dejado atrás todo lo malo, con
sus muchas mentiras de corto tiempo, entonces de ahora en
adelante "hablemos sólo" de Dios y de su Hijo amado", porque
solamente esto es vida y verdad infinita, en cada uno de
nuestros corazones, en nuestras vidas por la tierra y en el
más allá, también. Como en el nuevo reino de Dios y de sus
huestes de ángeles y de la humanidad entera, por ejemplo,
"redimida eternamente" del poder del pecado y de su muerte
eterna, en el infierno, por la gracia redentora de su Hijo
amado, "el Cordero de Dios" que quita el pecado del mundo,
para siempre.

Dado que, una vez que hemos agradado a Dios, por medio de la
vida y de la fe, de la sangre salvadora del Señor Jesucristo,
en nuestros corazones y en nuestros espíritus humanos,
entonces "hemos sido hechos" milagrosamente miembros
legítimos y eternos de su vida celestial, de su nuevo reino
de los cielos, en el más allá, en la eternidad venidera. Y
esta nueva vida eterna, no nos las quita nadie, ninguna
mentira de Lucifer o de sus seguidores malvados, sean ángeles
caídos u hombres de gran mentira y de gran decepción de toda
la tierra, de nuestros tiempos, por ejemplo.

Por esta razón, bendito es todo aquel que "pone su mirada en
el Señor Jesucristo", y no en ídolos hechos por manos de
paganos eternamente hundidos y perdidos entre las profundas
tinieblas de Lucifer y de su mundo bajo del más allá, en
donde están todos los ángeles caídos y las almas mentirosas
de mundos pasados, esperando su juicio final. Y éste es un
juicio final lleno de todas clases de condenas y de castigos
eternos, para que los que, como Adán y Eva, por ejemplo,
despreciaron comer y saborear en sus corazones: el fruto de
vida eterna, el Señor Jesucristo, en el paraíso y en toda la
tierra, de nuestros días, también, entonces reciban su justo
castigo eterno.

Además, en éste día horrendo, el cual Lucifer y con cada uno
de sus ángeles caídos teme llegar a él, para hundirse entre
las llamas eternas y perderse para siempre, entre el dolor y
la violencia terrible de los dolores de su espíritu angelical
y de su corazón condenado a vivir sin Cristo, para siempre,
en la eternidad. Aquí han de perecer eternamente y para
siempre, también, todos los hombres y mujeres falsas, como
los que han hablado mentira y rebelión delante de Dios y de
su Jesucristo, por ejemplo, durante sus días de vida por la
tierra, para finalmente recibir tan gran condenación, por sus
culpas y por sus pecados imperdonables, en el más allá.

ESTO ABORRECE Y ABOMINA EL CORAZÓN DE NUESTRO DIOS:

Seis cosas detesta nuestro Padre Celestial, y aun siete odia
su alma santa: Los ojos altivos, los labios mentirosos, las
manos que derraman sangre inocente, el corazón que trama
pensamientos inicuos, los pies que se apresuran a correr al
mal, el testigo falso que habla mentiras y el que provoca
discordia entre los hermanos. Pues estos son los frutos del
árbol de la ciencia del bien y del mal, que Adán y Eva
comieron en su día de rebelión, en contra de Dios y de su
Árbol Viviente, el Señor Jesucristo, en el paraíso, para
destruir sus vidas y las vidas de sus descendientes, también,
en la tierra y hasta nuestros días, por ejemplo.

Además, estos eran los frutos del fruto prohibido que Dios le
había hablado a Adán, para que no comiese de ellos jamás, en
todos los días de su vida, en el paraíso. Para que de esta
manera jamás se manifestasen delante de su presencia santa,
en el cielo ni menos en toda la tierra, de nuestros días.
Porque estos son los frutos del espíritu de error que "el
corazón de Lucifer ama", desde siempre, desde mucho antes que
su espíritu inicuo se rebelase en contra de su Dios y de su
Árbol de vida eterna, el Señor Jesucristo.

Porque el Señor Jesucristo era también el Árbol de vida
eterna para Lucifer, como para todo ángel del cielo, así como
lo es para todo hombre de la tierra, de hoy en día, por
ejemplo. Por lo tanto, Lucifer conoce muy bien que es comer
del fruto de vida, para bien de los ángeles y para bien
eterno de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de toda
la tierra. Y es por eso, que Lucifer ha descendido al mundo
para luchar, en contra de éste gran bien para la humanidad
entera, para que entonces los frutos del Espíritu Santo del
Árbol de la vida, el Señor Jesucristo, jamás se manifiesten
en ningún ángel del cielo, ni menos en la vida del hombre, en
todos los días de su vida.

Por lo tanto, como Lucifer se ha convertido en el peor
enemigo de Dios, en el corazón del hombre y de la mujer,
también, entonces lucha para que los frutos prohibidos del
árbol de la ciencia del bien y del mal jamás mueran (o dejen
de ser) en ellos, sino que crezcan por siempre. Para que él
mismo, y con la ayuda de sus ángeles caídos, también,
entonces levantar su reino inicuo más alto que el reino de
Dios y de su Árbol de vida eterna, en la tierra y en el más
allá, también, como lo maquino hacer así en el principio, en
los días de la antigüedad con todas las huestes angelicales.

Y esto ha de ser realmente, de la misma manera que intento
hacerlo así en el principio, de levantar su nombre inicuo más
alto que el nombre del Señor Jesucristo, por ejemplo, ante la
presencia de Dios y de todas sus huestes de ángeles, del
reino de los cielos, para proclamarse como dios de los
ángeles y de la creación. Y sólo una tercera parte de los
ángeles creyeron, que él si podía exaltar su nombre inicuo
más alto que el hombre de Dios y del Árbol de la vida, en el
reino de los cielos y en toda la creación, también, pero
estaban equivocados, porque no conocían la verdad y el poder
sobrenatural del nombre del Señor Jesucristo.

En verdad, desde el día que Lucifer se rebelo en contra del
fruto de vida, del Árbol de Dios, en el reino de los cielos,
por ejemplo, entonces Lucifer ha hecho todo lo posible (y
hasta lo imposible), dentro de sus poderes de gran maldad, de
exaltar los frutos prohibidos del árbol de la ciencia, del
bien y del mal. Y esto no ha sido sólo verdad en el reino de
los cielos y en el paraíso, sino también en toda la tierra,
de nuestros días, para alejar más y más el corazón del
hombre, de Dios y de su fruto de vida, es decir la fe de sus
corazones y la confesión de sus labios del Señor Jesucristo.

Es por esta razón, de que vemos tanta maldad en el corazón
del hombre hacia su prójimo, en toda la tierra. Es por eso
también que los pecadores tienen sus ojos altivos en toda la
tierra, además, sus lenguas mienten, sus manos derraman
sangre inocente, sus corazones maquinan pensamientos inicuos,
sus pies se apresuran a correr al mal, y son testigos falsos
que hablan mentiras y, a la vez, provocan discordia entre los
demás, para robar, matar y destruir toda vida.

NO ABANDONEN LA MISERICORDIA Y LA VERDAD DIVINA

Es por esta razón, que Dios nos ha hablado desde siempre y
sin cesar, de la misma manera que le hablo al hombre en su
tierra santa del paraíso, para que no peque en contra de él y
de su nombre santo. Y le decía a Adán, por ejemplo: - No se
aparten de ti la misericordia y la verdad; hazlas parte de tu
corazón, y veras la bendición de tu Dios día tras día y por
siempre, en la eternidad. Escríbelas en las tablas de tu
corazón, y hallarás gracia y buena opinión por siempre ante
los ojos de tu Dios y de tus hermanos en toda la tierra.

Ya que, estos son unos de los frutos del espíritu de vida,
del Árbol de vida eterna del gran rey Mesías, del reino de
los cielos y de toda la tierra, también, el Señor Jesucristo.
Porque "el que camina en la palabra viviente", del fruto de
vida de Dios, entonces no le faltara su bendición jamás, de
su Dios y de todos los hombres, de buena fe y de buena
voluntad, en todos los días de su vida, por la tierra. Y esto
ha ser verdad con todas las mujeres, niños y niñas de la
humanidad entera, en la tierra y aun en el más allá, también,
como por ejemplo, en el paraíso o en la nueva ciudad
celestial del gran rey Mesías, La Nueva Jerusalén Celestial.

En vista de que, nuestro Dios siempre ha deseado su
bendición, de vida y de salud eterna para cada uno de sus
hijos y de sus hijas, en toda la tierra, para que jamás les
falte nada. Para que jamás ninguno de ellos, en sus millares,
en toda la tierra, deje de gozar y de ser feliz, en todas las
cosas que ha creado su Dios Eterno, por el poder sobrenatural
de su palabra y de su nombre, en el mundo y en el más allá,
también, para miles de generaciones venideras, en la nueva
eternidad infinita.

Por cuanto, todas las cosas que Dios ha creado, en el cielo y
en la tierra, han sido creadas para los que comen únicamente:
del fruto de vida y de salud eterna, de su Árbol Viviente, en
el epicentro del paraíso, el Señor Jesucristo. Y más no para
que los que comen del fruto prohibido del árbol de la
ciencia, del bien y del mal, en toda la tierra, como Adán y
Eva, por ejemplo, en su día de rebelión, en el paraíso en
contra de Dios y de su voluntad perfecta de su corazón santo
para ellos y para sus descendientes, para siempre.

Pues ambos rehusaron comer del fruto de vida, por lo tanto,
no podían seguir gozando del espíritu de vida y de las cosas
bellas del reino de los cielos y del paraíso, también, ni un
día más, por su culpa, por su pecado, por su rebelión ante Él
y ante su Árbol de vida, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!
Y lo mismo ha sido verdad, en el corazón y en la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña, de todas las familias, razas,
pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra, que han
rehusado comer desde siempre, del fruto de vida, el Señor
Jesucristo, para seguir haciendo como sus progenitores del
paraíso, por ejemplo, como Adán y Eva.

Y esto es de comer en rebelión día y noche, del fruto
prohibido del árbol de la ciencia, del bien y del mal, para
mal eterno de sus almas, en la tierra y en el más allá,
también, para siempre, como en el infierno y como en el lago
de fuego, su segunda muerte final de sus vidas eternas. Y
cada uno de ellos ha de morir en el infierno y perdido
eternamente entre las llamas de gran tormento eterno, del
lago de fuego, como mentiroso; porque el destino final del
árbol de la ciencia del bien y del mal y de cada uno de sus
frutos es la segunda muerte, en el fuego que arde en la
eternidad.

Ahora, si el hombre ama más en su corazón a los frutos
prohibidos del mal, y no a los frutos de vida, del Árbol de
Dios, el Señor Jesucristo, entonces su destino final ha de
ser el mismo que el del árbol de la ciencia del bien y del
mal, en el más allá, para siempre, el lago de fuego. Es por
esta razón, que Dios ha llamado perennemente al hombre, desde
sus primeros pasos en el paraíso, por ejemplo, para que su
corazón esté lleno de la misericordia, de la gracia salvadora
de su fruto de vida eterna, ¡el Señor Jesucristo, de hoy y de
siempre!

Dado que, sólo en Jesús, y en sus frutos de vida y de salud
eterna, ha de ser que el hombre y la mujer de toda la tierra
encuentren por siempre día y noche, cada una de sus
bendiciones, de vida y de salud infinita, para sus corazones
y para sus almas vivientes, para siempre. Y esto ha de ser
realmente, en esta vida y en su nueva vida infinita, en el
paraíso o en el nuevo reino de los cielos, para la eternidad
venidera, en el más allá, para gloria y para honra eterna, de
nuestro Dios y Padre Celestial que está sentado en su trono
de gloria infinita, para bien del hombre perpetuo.

Con el fin de bendecir por siempre, a cada uno de sus hijos y
de sus hijas, en toda la tierra, sólo en el nombre poderoso
de su fruto de vida eterna, su Hijo amado, el Cristo de
Israel y de la humanidad entera, ¡el Señor Jesucristo! Porque
fuera del Señor Jesucristo no hay frutos de vida y de salud
para el hombre, la mujer, el niño y la niña, de toda la
humanidad, sino que el fruto prohibido del mal eterno del
árbol de la ciencia, del bien y del mal siempre ha de estar a
su lado, para maldecir y dañar su vida, por siempre.

Y esto ha de ser en el hombre de hoy en día, como lo fue en
el paraíso con Adán y Eva, por ejemplo, para robarles todo lo
que Dios les había dado y hasta su misma vida eterna,
también, con sus muchas bendiciones del más allá. Porque en
el más allá, ambos se encontraron perdidos con sus
descendientes, en sus millares, en toda la tierra, entre las
llamas del fuego y de la ira de Dios, en el infierno y en el
lago de fuego, también, la muerte final de sus almas, porque
Lucifer los engaño con sus palabras mentirosas y de gran
engaño eterno.

SATISFACER LOS DESEOS DE LA CARNE ES SER HIJO DE SATANÁS

Y a los que no aman a Dios y a su Árbol de vida eterna, el
Señor Jesucristo, entonces Dios mismo los ha llamado por su
nombre, diciéndoles: - Ustedes son de su padre el anticristo,
y quieren satisfacer los deseos de su corazón perdido, lleno
en las maldades de sus primeras palabras de muerte eterna,
del bajo mundo. Además, Satanás siempre ha sido homicida
desde el principio, y no se puede basar jamás en la verdad,
porque Cristo no está en él; por eso, no hay verdad en su
corazón y en su espíritu maligno, lleno de las profundas
tinieblas del poder sobrenatural, del pecado y de muerte
eterna, en el fuego del infierno.

Pues cada vez que habla, entonces habla mentira en cada una
de sus palabras, porque la mentira ha salido de su corazón,
para mal de muchos. Por lo tanto, sólo de lo suyo propio
puede hablar siempre, cada vez que abre su boca; porque es
mentiroso y padre eterno de toda mentira del corazón del
pecador y de la pecadora del paraíso y de toda la tierra,
también. Fue por esta razón, de que Adán y Eva murieron, para
la vida santa del reino de los cielos, delante de Dios y de
su Árbol de vida eterna; porque la mentira comenzó a
multiplicarse en sus corazones oscurecidos, por el mal del
espíritu de error, de Lucifer.

Ya que, ambos creyeron a la mentira de sus labios llenos de
tinieblas, cuando debieron creer a la verdad de los labios de
Dios y de su Árbol de vida eterna, el Señor Jesucristo, para
que entonces tengan vida en abundancia, en sus corazones y en
sus almas vivientes, en el cielo y en toda la creación, para
la eternidad. Y es por esta razón, de que cada uno de sus
descendientes ha nacido con un corazón, lleno de las palabras
mentirosas del corazón perdido de Adán, para pecar siempre en
contra de Dios y de su Árbol de vida eterna, el Señor
Jesucristo.

Pero en el principio, no era así el hombre para con Dios y
para con su Árbol de vida eterna, y sus huestes de ángeles
gloriosos. En verdad, en el corazón del hombre "sólo había
amor e entendimiento" profundo, para con Dios y para con toda
su creación eterna, en el cielo y por toda la tierra,
también. Es decir, que el corazón del hombre se pudo muy bien
haber multiplicado en el paraíso y en la tierra, lleno del
espíritu de amor para Dios y para su Hijo, el Señor
Jesucristo, para no pecar jamás, sino sólo conocer: el gozo y
la santidad perfecta, de la vida santa del reino de Dios y de
sus ángeles eternos, también.

Pero como la palabra de rebelión que había entrado años antes
en el corazón de los ángeles rebeldes, al creer que Lucifer
podía exaltar su nombre inicuo más alto que el nombre
glorioso del Árbol de la vida, el Señor Jesucristo, entonces
también entro en el corazón de Adán y en cada uno de sus
descendientes, para pecar de igual forma. Es decir, que la
rebelión del corazón, del hombre pecador y de la mujer
pecadora, es igual a la rebelión del corazón perdido de
Lucifer y de cada uno de sus ángeles caídos ante Dios y ante
su Hijo amado, su único Árbol de vida eterna, el Señor
Jesucristo.

Es por esta razón, de que el corazón del hombre siempre
tiende hacia el pecado, aunque no tenga razón para hacerlo
así en su vida, pero lo hace de todas maneras, para obedecer
a la ley del espíritu de error, de Lucifer y del espíritu del
mundo bajo de los muertos y del infierno. Porque la
naturaleza del corazón del pecador y de la pecadora es la
misma naturaleza del corazón perdido en las tinieblas, de las
palabras de mentira, de Lucifer y de la serpiente antigua del
Jardín del Edén, por ejemplo. Es por eso, que del corazón
salen todas clases de maldades de la carne, del árbol de la
ciencia del bien y del mal, para desobedecer a Dios y a su
Espíritu de vida eterna día y noche, en el corazón de cada
pecador y de cada pecadora de toda la tierra, de hoy en día y
de siempre.

Por esta razón, el corazón del pecador y de la pecadora es
terriblemente engañoso e impredecible. ¿Quién jamás podrá
entenderlo? Pues así es el corazón del hombre pecador o de la
mujer pecadora, que ha nacido en la naturaleza del corazón
pecador de Adán y de Eva, de la vida antigua del paraíso, por
ejemplo. Pero no es así, jamás, en el corazón del Árbol de la
vida y de su Espíritu Santo, ¡el Todopoderoso de Israel y de
las naciones del mundo entero!

Visto que, con el corazón de Jesucristo cada hombre, mujer,
niño y niña de la tierra, tiene "los frutos sanos y santos de
la verdad y del Espíritu de Dios", para complacer
perfectamente bien: "la voluntad de nuestro Padre Celestial,
en la tierra y en el cielo", también, para siempre, para
miles de siglos venideros, en el más allá. Es decir, de que
todo aquel que cree en su corazón y así confiesa con sus
labios el nombre salvador de nuestro Señor Jesucristo,
entonces "tiene todos los frutos agradables y perfectos", no
sólo del corazón del Espíritu Santo de Dios, sino también de
toda "la carne y del alma viviente de nuestro Señor
Jesucristo".

Y estos son los frutos perfectos del Árbol de la vida de
Dios, de los cuales siempre agradan en toda verdad y en toda
justicia infinita día y noche, a nuestro Padre Celestial en
el reino de los cielos y por siempre en la tierra, también.
Es decir, también, de que si hemos creído al Señor Jesucristo
y confesado su nombre sagrado con nuestros labios, entonces
toda la perfección, de la carne y de sus frutos eternos, de
vida y de salud eterna, está igual en nuestros cuerpos,
carnales e espirituales, también, delante de Dios, en la
tierra y para la eternidad venidera.

Y esto es con el fin de por siempre agradarle sólo a Él y a
su voluntad eterna, en toda su creación, para la nueva
eternidad venidera, de su gran reino celestial, en donde todo
hombre, mujer, niño y niña, ha de vivir su vida, en el
espíritu y en la verdad del Árbol de vida eterna, el Señor
Jesucristo. Porque ésta era la manera de vivir que Dios
siempre deseo en el poder de su Espíritu Santo y de su Árbol
de vida eterna, para Adán y para cada uno de sus
descendientes, en sus millares, en toda su creación infinita.

Por cuanto, sólo por medio del fruto de vida eterna, el
hombre y la mujer, de toda la tierra, han de vivir "en la
verdad y en la justicia infinita" de su corazón santo y del
corazón sagrado de su Espíritu Santo y de su Hijo amado, el
Árbol de vida eterna, el Señor Jesucristo. Por cuanto, sólo
el Señor Jesucristo es el único posible salvador del alma del
hombre que quita el pecado del mundo entero, hoy en día y por
siempre, en la nueva eternidad venidera del más allá, de Dios
y de sus huestes de ángeles y de sus multitudes de familias y
razas de todas las naciones, de la humanidad entera.

NO VIVIRA EN LA CASA DEL SEÑOR EL QUE DICE MENTIRA Y HACE
FRAUDE

Por eso, Dios ha determinado, desde mucho antes de la
fundación del mundo, de que no habitará en su casa, jamás, el
que hace fraude y engaño; y el que habla mentira tras mentira
en su corazón y con sus labios hacia su hermano, no se
afirmará delante de sus ojos sagrados, en esta vida, ni en la
venidera, tampoco. Porque el que habla mentira y hace fraude
ante su hermano o su hermana, en verdad, lo está haciendo,
porque el espíritu de maldad y de gran error de Lucifer está
en su corazón y en todo su cuerpo mortal, también.

Es decir, que éste hombre pecador peca, porque "ama la
mentira y el fraude de gran engaño", que sólo puede agradar
el corazón perdido de Lucifer y de sus ángeles caídos, por
ejemplo, para robar, matar y destruir toda vida, en la tierra
y hasta en el más allá, también, si fuese posible hacerlo
así, como en el paraíso. Porque no es posible que tanta
maldad pueda existir "en la casa de nuestro Dios y Padre
Celestial" que está en los cielos.

Dado que, la casa del SEÑOR ha sido establecida en el cielo y
en la tierra, con el mismo propósito de siempre: y esto es de
servir a cada una de sus criaturas: ángeles del cielo y
hombres del paraíso y de la tierra, de hoy en día y para
siempre. Por lo tanto, en la casa del SEÑOR "no es posible
que exista" la mentira y la rebelión en contra de Él y del
Espíritu Viviente de su Ley Santa, de moisés y de Israel, por
ejemplo.

En vista de que, su casa celestial ha sido establecida sobre
toda la faz de la tierra, para cumplir toda la verdad y toda
la justicia de cada palabra, de cada letra y de cada tilde
con su significado eterno de su Ley Viviente. Con el fin de
darle vida y bendición en abundancia a cada uno de sus
ángeles, en el cielo y a cada hombre, mujer, niño y niña, de
toda la tierra, comenzando con Israel, por ejemplo; porque la
bendición de Dios ha llegado a nosotros, por promesa de Dios
a los patriarcas de Israel y de sus hijos, también, para
siempre.

Porque así como la Ley es honrada en la casa de Dios, en el
reino de los ángeles, pues también la palabra de la Ley tiene
que ser honrada, con mayor gloria y honra que antes, en el
poder del Señor Jesucristo, en el corazón del hombre y de la
mujer de fe, de todas las naciones de la tierra. Para que de
esta manera única, entonces cada palabra de "mentira" y de
gran maldad del corazón de Lucifer sea "derrotada", antes que
salga de su boca mentirosa, para hacerle daño al corazón del
hombre, de la mujer, del niño y de la niña de fe, del nombre
del Señor Jesucristo, en toda la tierra.

Por lo tanto, hay poder en el nombre del Señor Jesucristo
para aquellos que tan sólo creen en él y confiesan así su
nombre, para gloria y para justicia infinita de la verdad y
de la santidad eterna de nuestro Padre Celestial, en nuestros
corazones y en nuestras almas eternas, en esta vida y en la
venidera, en el cielo. Porque sólo en el nombre del Señor
Jesucristo, viviendo en nuestros corazones, es cuando toda
verdad y toda justicia de la vida santa de la Ley de Dios, en
la tierra y en su reino santo, es finalmente honrada, para
alcanzar mayores glorias, de santidades infinitas, jamás
alcanzadas por los ángeles, desde la antigüedad y hasta
nuestros tiempos, por ejemplo.

Por eso, cada uno de nosotros ha sido llamado por nuestro
Dios, desde las profundas tinieblas de la tierra y del más
allá del cielo, también, para "levantarnos a la vida eterna",
en los poderes sobrenaturales de la vida santa del Señor
Jesucristo, para alcanzar estas glorias infinitas, de
santidades perfectas, sólo posible en nuestros corazones, si
tan sólo creemos. Santidades eternas, para darle gloria y
honra al nombre de nuestro Dios, en el cielo y en la tierra,
para siempre, de la misma manera que los ángeles lo han hecho
a través de los siglos, pero esta vez, con mayor gloria que
antes, para jamás dejar de amar a nuestro único Dios Eterno,
Fundador del cielo y la tierra.

Es por eso, que nuestros corazones "tienen que ser de Dios",
desde siempre, y hoy en día más que nunca, sólo por medio del
espíritu de vida, de la sangre santísima de nuestro redentor
eterno, su Hijo amado, el Señor Jesucristo, para entonces
comenzar a servirle a Él, en nuestras vidas por toda la
tierra. Y esto ha de ser con cada uno de nosotros, de la
manera única, en la cual nos ha llamado hacerlo así, desde
mucho antes de la fundación del cielo y de la tierra, como,
en su día llamo a los ángeles para servirle fielmente sólo a
Él y a su nombre, para miles de siglos venideros, en la
eternidad.

Es decir, que cada uno de nosotros, en nuestros millares, en
toda la tierra, de todas las familias, razas, pueblos,
linajes, tribus y reinos, tiene el llamado de Dios, como ha
llamado a los ángeles del reino, por ejemplo, ha servirle día
y noche por los siglos de los siglos y aun en el más allá del
infinito, también. Y esto ha de ser con cada uno de nuestros
corazones y de nuestras almas eternas, "en la perfecta
santidad" de su Árbol de vida eterna y en su nuevo reino de
los cielos, como en el paraíso o como en la nueva ciudad
celestial, de su nueva vida eterna, sólo posible en todos
nosotros, en creer en su Jesucristo.

Y ésta ciudad celestial es la que desciende desde Dios mismo,
desde los primeros días de la antigüedad, por ejemplo, para
recibir a cada uno de sus hijos y de sus hijas. Y estos hijos
e hijas son, de todos los hombres, mujeres, niños y niñas, de
la humanidad entera, de los que han creído en sus corazones y
han confesado con sus labios, de que el Señor Jesucristo "es
la única verdad absoluta", y el único salvador que quita el
pecado de Israel y de la tierra, hoy en día y siempre.

Porque como el Señor Jesucristo no hay otro igual, para
remover el pecado de Israel o de cualquier nación de la
tierra, para que su gente entre a la vida eterna de su nuevo
mundo infinito, en la nueva eternidad venidera de Dios y de
su gran rey Mesías. Y este gran rey Mesías es el Árbol de
vida y de salud eterna, el Señor Jesucristo, tanto para
ángeles del cielo y para hombres, mujeres, niños y niñas del
paraíso y de las naciones. Y en esta nueva vida infinita del
nuevo reino de Dios no ha de haber el corazón perverso, como
el de Lucifer, por ejemplo, o como de Adán y Eva, que siempre
estén maquinando pensamientos terribles para hacerse daño a
sí mismo y a los demás, con mentiras y decepciones de las
tinieblas, del enemigo de Dios, ¡el malo!, ¡el anticristo!

LA SEGUNDA MUERTE DEL MÁS ALLÁ, ES PARA LOS MENTIROSOS

Por eso, para los cobardes e impíos, para los detestables y
criminales, para los fornicarios y encantadores, para los
paganos y todos los engañadores, su herencia será en el lago
de las llamas eternas y de azufre, que es la segunda muerte
del alma perdida del pecador y de la pecadora, de toda la
tierra. Porque cuando tuvieron la oportunidad de amar a Dios,
por medio de la vida santa de su Hijo, el Señor Jesucristo,
no lo hicieron, sino que cometieron el mismo pecado de Adán,
por ejemplo, cuando comió del fruto de la mentira, en vez de
saborear, en su corazón y en su alma, del fruto de vida
eterna, la salvación eterna.

En la medida en que, tanto como el infierno y el lago de
fuego jamás se saciaran de comer de las carnes de los
pecadores y de beber de sus sangres, manchadas por el pecado
de Adán y de Eva. En serio, todos los días" la garganta del
infierno" se hace más ancha, para recibir más y más de los
pecadores y de las pecadoras, que han pasado a la vida
eterna, del mundo de las almas perdidas del más allá, sin
haber creído en sus corazones y sin haber confesado con sus
labios: ¡la verdad de la salvación de Dios!

Salvación santa y eternal, digna de toda gloria y de toda
honra, hoy en día más que nunca, del nombre sagrado de Dios,
el Señor Jesucristo, en el corazón de cada hombre, mujer,
niño y niña, de todas las familias, razas, pueblos, linajes,
tribus y reinos de toda la tierra, para siempre. Porque los
que no aceptan al Señor Jesucristo en sus vidas, entonces
para Dios son más que "cobardes e incrédulos", delante de su
presencia santa y de su Espíritu Santo.

Además, Dios no ha querido jamás tener cobardes delante de
él, pues él se avergüenza de ellos, en su corazón santo, y en
su alma los desprecia por completo. Además, nuestro Dios
desprecia sus vidas por completo, por su culpa, por su pecado
eterno, de no haber jamás conocido "todo lo bueno y todo lo
honrado, de haber creído con el corazón y de haber confesado
con los labios, su nombre bendito": el nombre de su Hijo
Santo y único salvador de sus almas eternas, el Señor
Jesucristo.

Y a los odiosos, Dios no los puede soportar jamás, delante de
su presencia bendita, pues son "abominados terminantemente",
por su corazón santo; porque han rehusado su espíritu de amor
eterno, en sus corazones y en sus almas vivientes, también,
para conocer toda verdad y toda justicia de su Hijo amado, el
Señor Jesucristo. Pues ellos, a la verdad, son como los
homicidas, que matan sin saber que se están quitando sus
propias vidas, en el día del juicio final, del gran rey y
Dios de toda la tierra y, para no volverlas a tener jamás,
delante del Creador de sus almas eternas, en la tierra, ni
menos en el paraíso, para siempre.

Y a los fornicarios, Dios no los podrá soportar jamás delante
de su presencia santa, también, porque sus vidas son como los
de los hechiceros. Puesto que, los hechiceros son los que
siempre están teniendo relaciones con espíritus de maldad,
escondidos en sus estatuillas e ídolos de Satanás, para
rendirles servicio y culto a ellos, como si fuesen sus
dioses, cuando no lo podrían ser jamás: ya que no ven, no
oyen, no entienden, no hablan, ni tienen amor o vida en sus
seres inertes.

Y los idolatras son peores que los hechiceros para Dios,
porque aman a pedazos de palos, de piedras, de tela, y les
hablan como si fuesen sus dioses, también. Como dioses que
les hayan dado vida, cuando ni ellos mismos tienen vida;
puesto que, son inertes y sin corazón alguno en sus pechos,
para sustentar: amor, verdad y justicia para con los que los
adoran y los exaltan, como si fuesen sus redentores del poder
del pecado y de la muerte del fuego infernal del más allá.

Todos los idolatras, maldicientes, ladrones, hechiceros,
soberbios, criminales, vanos, fuleros, matasietes, tramposos,
calumniadores, hipócritas, baladrones, abominables son tan
mentirosos, como el mismo Satanás. Y el fuego del infierno
arde con mayor violencia cada día que pasa, cuando los
mentirosos siguen vivos en la tierra, haciendo sus pecados
cotidianos, como sino hubiese "un juez en los cielos", que
juzga su maldad y condena su pecado de muerte, en el más
allá, en el infierno, de acuerdo a la voluntad perfecta de su
Ley Eterna.

Pues para los mentirosos es el fuego eterno del infierno.
Porque en el día que nació la mentira en el corazón perdido
de Lucifer, entonces las llamas de la ira de Dios comenzaron
a formar el fuego eterno del infierno y el lago de fuego,
también, para la segunda muerte, de su espíritu inicuo. Y el
pecador, como la pecadora de toda la tierra, va a éste lugar
terrible, del mundo de las almas perdidas, porque no ha amado
jamás a su Dios, por medio de la verdad y de la justicia
infinita, de la sangre gloriosa del Señor Jesucristo, en lo
intimo de su corazón y en toda su alma viviente, también.

NO MENTIR JAMÁS: PORQUE ESTÁN REVESTIDOS DE LA CARNE DE
CRISTO

Es por eso, que Dios jamás se ha agrado de la palabra de
mentira del corazón mentiroso, del pecador y de la pecadora
de toda la tierra, sino por lo contrario. Dios siempre se ha
agradado "de la verdad y de la justicia" de la sangre bendita
de su Hijo, sobre su altar eterno, en el corazón del hombre,
de la mujer, del niño y de la niña, del espíritu de la fe
eterna, de todas las familias de la tierra, en su Dios y en
su único juez justo. Es por esta razón, también, que el Señor
Jesucristo siempre les decía a sus discípulos: No se engañen
con palabras mentirosas los unos a los otros.

Esto nunca ha sido bueno para nadie, sabio o necio, grande o
pequeño, rico o pobre, en los corazones de todos los hombres
y mujeres de la humanidad entera, desde los días de Adán en
el paraíso y hasta nuestros días en la tierra, por ejemplo,
contigo y con los tuyos, mi estimado hermano y mi estimada
hermana. Ya que, se han despojado del viejo hombre con sus
malas prácticas para recibir sus vidas nuevas y, por tanto,
se han vestido del nuevo (hombre, el Señor Jesucristo, el
nuevo Adán), el cual se renueva para un pleno conocimiento,
conforme a la imagen de aquel que lo creó todo en el cielo y
así también en toda la tierra.

Pues con el fin de exaltar y de glorificar aun más que antes
"la vida sagrada de su 'Hijo' amado", en cada hombre, en cada
mujer, en cada niño y en cada niña, de hoy y de siempre, de
toda la tierra, para luego entonces empezar su nuevo reino
celestial, desde la tierra y hasta entrar en la eternidad
venidera. Porque la vida nueva del nuevo reino de Dios ya
quiere empezar, desde ya, con Dios y con su Árbol de vida,
rodeado de todos los descendientes de Adán y de las huestes
eternas de ángeles benditos del Espíritu Santo, también, para
honrar y para exaltar a su Dios Eterno, ¡el Todopoderoso de
Israel y de la humanidad entera!

Y de estas son naciones enteras, de mundos viejos y
olvidados, con mundos modernos de nuestros tiempos y hasta de
los que han de venir después, también, hasta el fin de todas
las cosas de nuestra era presente. Porque la vida del nuevo
reino de los cielos está compuesta de todas estas multitudes,
que pudieron muy bien haber nacido en el paraíso para
habitarlo eternamente y para siempre, pero como Adán peca,
entonces tuvieron que nacer y hacer sus vidas en la tierra,
para luego regresar al cielo, sólo por la fe, en el Señor
Jesucristo.

Estas naciones hicieron sus vidas en la tierra, en sus días
de la antigüedad, como nosotros, hoy en día, por ejemplo,
hasta que partieron a la eternidad, para esperar por su nueva
vida celestial, sólo con la fe de su corazón, en Cristo
Jesús, Señor nuestro. Y esta es una "vida libre" del mal y
del poder del pecado y de su muerte, en el poder de la sangre
del pacto eterno, de toda verdad y justicia infinita, de Dios
y de su Espíritu, en el cielo y en la tierra, también, hoy en
día y por siempre, en la nueva eternidad venidera del más
allá.

Y en esta nueva vida eterna, ningún mentiroso, ni ningún otro
pecador o pecadora podrá jamás entrar en ella, para siempre,
sin "el sello del perdón eterno" de su alma viviente, de
todos los pecados de su vida, en la tierra y del más allá,
también. Porque el hombre, la mujer, el niño y la niña, de
todas las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos
de la tierra, no sólo tienen que ser perdonados de los
pecados de sus vidas en la tierra, sino que primordialmente
tienen que ser perdonados del pecado de Adán y de Eva, del
paraíso antiguo.

Y sin éste perdón de sus pecados en sus vidas y de su pecado
original del paraíso antiguo, por ejemplo, entonces no podrán
jamás ver la vida eterna, en el cielo ni menos en la ciudad
santa del gran rey Mesías, el Árbol de la vida eterna, el
Señor Jesucristo. Porque el nuevo reino de los cielos, no
conoce, ni podrá jamás conocer, el pecado de Lucifer, ni de
Adán, ni de ninguno de sus descendientes, también, para
siempre.

Puesto que, estas nuevas tierras santas y eternas, cubiertas
por los cielos gloriosos del trono sagrado de nuestro Padre
Celestial, han sido creadas por el Árbol de la vida, el Señor
Jesucristo, para crear nuevos lugares de vida, para muchas
naciones. Es decir, para crear nuevas ciudades con sus
mansiones eternas para cada uno de sus hermanos y hermanas,
de todas las familias, razas, pueblos, tribus y reinos de la
humanidad entera, desde Adán hasta el ultimó ser humano que
nazca en la tierra, para recibirlo a Él, en su corazón
eterno, como su gran rey Mesías, para la eternidad venidera.

NO MENTIR JAMÁS: PORQUE SOMOS MIEMBROS DEL CUERPO DE CRISTO

Por eso, habiendo dejado la mentira atrás, en la vida vieja y
pasada, pues hablen entonces siempre sólo la verdad cada uno
con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros
en el cuerpo santo, de Dios y de su Árbol de vida, para
entrar de lleno: ¡al gozo y la gloria de Dios!, en el más
allá. Y esto es verdad, no sólo en el mundo de nuestros
tiempos, por ejemplo, de cada uno de nosotros, en nuestros
millares, en toda la tierra, sino también en nuestras nuevas
vidas eternas, en nuestro Señor Jesucristo, en el nuevo reino
de los cielos, de hoy en día y de siempre, en el más allá, en
la nueva época.

Porque desde hoy mismo, debemos comenzar a hablar, la verdad
de nuestro corazón eterno, el cual ha sido siempre, desde
tiempos inmemoriales, en el paraíso, nuestro fruto de vida
eterna, ¡el Señor Jesucristo! Ya que, sólo él es la verdad de
nuestro corazón, quien siempre ha agradado el corazón
santísimo, de nuestro Padre Celestial, en el paraíso y en
toda la tierra, también, como hoy en día, por ejemplo, al
humillarse para entrar en tu corazón y en toda tu vida para
bendecirte por siempre, en tu nueva vida infinita.

Y esto ha sido verdad con cada uno de nosotros, en la
humanidad entera: para perdonarnos nuestros pecados, para
curarnos y librarnos de todo mal y, lógicamente, para
bendecirnos día y noche, sin que jamás nos falte nada, en la
tierra ni en el paraíso, tampoco, por siempre. Porque para
nuestro Dios no hay nadie mejor de quien hablar día y noche,
entre el cielo y la tierra, entre Él y el hombre, la mujer,
el niño y la niña, de la humanidad entera, si no es sólo la
vida perfecta y conforme a cada palabra de su Ley Bendita, en
toda su creación, para la eternidad.

Es decir, que nuestro Padre Celestial jamás hablaría con el
hombre, si el Señor Jesucristo no es "el canal primordial
para establecer esta comunicación" de persona a persona,
entre el hombre y él, entre la mujer y él, entre el niño y
él, entre la niña y él, en todos los lugares de la tierra. Y
cuando Dios habla con el hombre, entonces no puede haber
ninguna clase de mentira, de parte del hombre hacia su Dios,
por muy pequeña que sea. No, no es aceptable, de ninguna
manera, ni por ninguna razón, por más justificable que sea,
porque el pecado es pecado y sólo la sangre de su Hijo amado
lo puede remover de entre Él y el hombre de la tierra, para
que siempre haya una comunicación pura y limpia.

En realidad, esto es totalmente inaceptable para el corazón y
para el Espíritu Santo de Dios, para siempre. Por eso, cuando
el hombre, la mujer, el niño o la niña, desee establecer una
comunicación directa con su Dios que está en los cielos,
entonces tiene que acercarse a Él, en el poder sobrenatural
de la verdad divina, del reino de los cielos y de toda la
tierra, también, en el nombre sagrado de nuestro salvador, el
Señor Jesucristo. Porque sólo el espíritu y el nombre santo
del Señor Jesucristo es "la verdad perfecta" de nuestros
corazones y de nuestras almas vivientes, aunque seamos los
más viles pecadores de la humanidad entera, para entonces
entrar en su presencia y conversar con nuestro Dios, que está
en los cielos, y quien goza de perfecta santidad celestial,
en el más allá.

Entonces es importante que cada hombre, mujer, niño o niña,
que desee acercarse más al Creador de su alma, entonces tiene
que hacerlo en la verdad perfecta de su Árbol de vida, su
Hijo, el Señor Jesucristo, para que haya una comunicación
perfecta y constante con su Dios en el cielo y en la tierra,
siempre. Porque la verdad es que nuestro Dios se comunica con
sus hijos y con sus hijas, en todos los lugares de la tierra,
pero tiene que ser (muy importante): sólo en la santidad y en
la perfección infinita, de la verdad viviente de su Hijo; de
otra manera, no es posible ningún tipo de comunicación con
Dios en el cielo.

Y con los ídolos e imágenes mentirosas y engañadoras,
olvídate; sácalas de tu corazón, para bien de tu alma, y las
sacaras de la presencia de tu Dios, para honrar su Ley y
alegrar su corazón y su Espíritu Santo, también. Porque Dios
los abomina por completo, porque son la más grande mentira
del corazón de Lucifer, como lo fue en el paraíso con el
fruto prohibido, por ejemplo, para engañar a Eva y luego a
Adán, con el fin de destruir toda vida del paraíso y de la
creación, también.

Por eso, peor aun, cuando el penitente se acerca a Dios, con
ídolos e imágenes de vírgenes y cosas así por el estilo,
engañándose a sí mismo y, a la vez, transgrediendo para mal
de su vida la Ley, por la cual Dios ha llamado al hombre, a
no ofenderla, por ninguna razón, por más razonable que sea en
su corazón. Porque si Dios no perdona jamás a los que
ofendieron su Ley en el reino de los cielos, cuando rehusaron
creer en el nombre bendito del Árbol de la vida, el Señor
Jesucristo, para bien de sus espíritus eternos, sino que se
rebelaron en contra de él con su caudillo, Lucifer, entonces
Dios no los rechazo y los abandono.

Ahora, si Dios no perdona a los ángeles caídos, por su
rebelión en contra de su Jesucristo y su Ley Eterna, pues
entonces a ti tampoco te ha de perdonar, de igual forma. Es
decir, si persistes en la mentira y en la maldad de
transgredir su Ley, al no recibir a Jesucristo en tu corazón,
ni de confesarlo con tus labios, delante de él y de sus
ángeles, por ejemplo, para gloria de su nombre y para
bendición y salvación infinita de tu alma viviente, también,
entonces morirás en tu mentira, irremisiblemente. Porque todo
aquel que recibe al Señor Jesucristo en su corazón como su
redentor, entonces ha cumplido la Ley de Dios y de Moisés, en
toda su vida en la tierra y en su nueva vida infinita, en el
nuevo reino de los cielos, también, para siempre. Entonces
para Dios: el que rehúsa al Señor Jesucristo, no está
cumpliendo ni honrado la palabra de la Ley, por ello, es reo
de juicio y de muerte eterna, en la tierra y en el más allá,
en el fuego eterno del infierno.

Y ésta muerte ha de ser en ti, como la misma muerte de
Lucifer o como la muerte de cualquier pecador o criminal de
toda la tierra, por ejemplo. Porque para Dios no hay pecado
grande o pequeño; el pecado es pecado, y si no tienes a
Jesucristo, entonces mueres en tu mentira, como cualquier
pecador o pecadora de toda la tierra, violador de la Ley. En
verdad, Dios no desea tu muerte, sino sólo tu vida; tu vida
totalmente llena de la vida gloriosa y sumamente honra del
Señor Jesucristo, su bendito Hijo amado para ti y para cada
uno de los tuyos, hoy en día y por siempre en la eternidad
venidera, del nuevo más allá celestial.

BENDITO EL QUE PONE SU FE EN EL SEÑOR, Y MÁS NO EN LOS ÍDOLOS

Por eso, próspero es el hombre de toda la tierra que siempre
pone su confianza en su Dios, y no vuelve la mirada a los
soberbios, ni a los que se enredan con la falsedad de sus
corazones o de sus pensamientos perdidos, entre las tinieblas
del pecado de Lucifer, para mal de su vida y de los demás,
también. Porque los que miran a su Dios y salvador de sus
vidas, el Señor Jesucristo, ha sido porque el Espíritu de
Dios los está guiando: a toda verdad y a toda justicia
eterna, para que sus oraciones sean oídas en el cielo por su
Creador eterno día y noche y por siempre, en la eternidad.

Por cuanto, es nuestro Creador Celestial quien tiene que
"oír" nuestras oraciones, nuestros ruegos, nuestras
peticiones, nuestras intercesiones por nosotros mismos y por
los demás, también, para él entonces poder actuar en nuestras
vidas: con poder y con autoridad divina, de acuerdo a la
verdad y a la justicia infinita del nombre del Señor
Jesucristo viviendo en nuestros corazones. Es decir, también,
de que si nuestra fe es grande, entonces Dios ha de actuar en
nuestras vidas para darnos grandes cosas, de las que se ven y
aún hasta de las que no (se ven), también, por ejemplo.

Dado que, todos los hombres, mujeres, niños y niñas, de la
humanidad entera, día y noche "necesitan": del perdón de
Dios, de la bendición de Dios, de la salubridad de Dios, de
la protección y de la salvación eterna, también, para que en
cualquier momento dado, entonces entrar a la vida eterna del
cielo, por ejemplo, sin ningún problema alguno. Por eso,
dichoso es el hombre o la mujer que pone su confianza en su
Dios y en su nombre redentor, también, para salvaguardar su
vida de todos los ataques mentirosos del espíritu de maldad,
de Lucifer y de sus ángeles caídos del más allá, del mundo
bajo del infierno, por ejemplo.

Por cuanto, la verdad es que "no hay mayor protección" para
la vida del hombre, de la mujer, del niño y de la niña, de
toda la tierra, si no es sólo en creer en el corazón y de
confesar con los labios, "de que el Señor Jesucristo es su
Hijo amado". Porque ésta confesión de fe, es poder
sobrenatural para el corazón y para los labios del hombre y
de la mujer de la tierra, para darle "gloria y honra al
nombre bendito de Dios", delante de todos sus enemigos, en la
tierra y en el más allá, también, como en el infierno con
Lucifer y sus ángeles caídos, por ejemplo.

Dado que, del poder de la lengua del hombre está, realmente,
la bendición o la maldición, está también la vida o la
muerte, aunque no lo crea usted así, mi estimado hermano y mi
estimada hermana. Por ello, los que aman sus lenguas, pues de
ellas vivirán todos los días de su vida por la tierra y hasta
aun en el más allá, también, en la eternidad venidera, ya sea
para bien en el paraíso o para mal eterno de sus corazones y
de sus almas vivientes, en el fuego eterno del infierno, por
ejemplo.

Por ésta razón, nuestro Padre Celestial siempre "le ha
aconsejado" al hombre y a la mujer de la tierra, ha decir la
verdad y la bendición de sus corazones y de sus labios,
también, para que entonces no tengan que jamás sufrir por
culpa de sus propias palabras y aun hasta muchas veces
(sufrir) la muerte del mal. Por eso, Dios no desea que
ninguno muera ante Él, jamás, sino por lo contrario. Dios
siempre ha deseado que viva su alma con él en la tierra y en
el más allá, también, en su nueva vida infinita del nuevo
reino de los cielos, pero siempre hablando de Cristo, en su
corazón y con sus labios, delante de Él y de su Espíritu
Santo y de sus huestes de ángeles celestiales.

Es decir, siempre hablando de su verdad y de su justicia
infinita y salvadora de su alma viviente, porque hablar de
Jesucristo es de hablar de la verdad, de la justicia y de la
vida divina que agrada al corazón santo de Dios y a su Ley
Viviente, por siempre. Y el hombre tiene que hacerlo así
siempre, en su corazón para con su Dios, para que entonces
nuestro Dios pueda gloriase y, a la vez, honrarse con su
nombre santo, en los cielos y en toda la tierra, también, hoy
en día y por siempre, en la eternidad venidera, de su nueva
vida venidera y eternamente honrada en Jesucristo. Porque
nuestro Dios, al igual que su Espíritu Santo, siempre se ha
de gloriar: sólo en la verdad y en la justicia infinita de su
Hijo amado, que ve establecerse y crecer, a la vez, en el
corazón de cada hombre, mujer, niño y niña, de todas las
naciones de la tierra.

Porque sólo la confesión del nombre y de la palabra de su
Hijo amado es la verdad divina, por tanto, "le agrada" al
corazón santo de nuestro Dios en los cielos y, por supuesto,
en toda la vida del hombre, de la mujer, del niño y de la
niña, en todos los lugares de la tierra, para siempre. Y si
no hay verdad y justicia del Señor Jesucristo, en el corazón
y en toda la vida del hombre, entonces nuestro Dios no es
feliz con nosotros, sino que ha de estar triste, hasta que
finalmente hagamos lo correcto delante de su presencia santa.

Y esto es de aceptar en nuestros corazones y de confesar: la
verdad y la justicia que siempre le ha agrado a él, la vida y
del nombre sobrenatural y eternamente glorioso de su Hijo
amado, el Señor Jesucristo. Porque cualquier otra clase de
confesión o de adoración a él, por medio de ídolos e imágenes
de talla, son tan mentirosas como los mismos criminales que
siempre se han burlado de la Ley de Dios, desde los días de
la antigüedad y hasta nuestros días. Porque no contamina lo
que entra en el hombre, sino lo que sale de su corazón y de
sus labios, sin Jesucristo; por ello, toda palabra sin
Cristo, para nuestro Dios es mentira.

Y de esta mentira del corazón del hombre pecador y pagano,
Dios jamás se ha agradado de ninguno de ellos, por ninguna
razón ni de ninguna manera, tampoco. Es más, todos los que
creyeron en sus amuletos, en vez, de su fruto de vida eterna,
el Señor Jesucristo, no podrán jamás volver al paraíso, ni
menos entrar a la nueva ciudad celestial, La Nueva Jerusalén
Eterna, sino que su lugar eterno es el infierno, en el más
allá, como todo mentiroso y engañador de toda la tierra.

AMBOS, EL FALSO Y EL QUE MIENTE MORIRAN IGUAL, EN SU
CORRUPCIÓN

Por lo tanto, el testigo falso no quedará impune delante de
nuestro Dios y de su Espíritu Santo, de ninguna manera,
jamás. Y, además, el que respira mentiras en contra de su
hermano o de su hermana, entonces perecerá su corazón y su
alma, también, para siempre, por su culpa, por su maldad, en
el juicio final de Dios y de su Jesucristo, para ser luego
echado por los ángeles, entre las llamas eternas de la ira de
Dios, en el infierno.

Dado que, nuestro Dios no puede ser burlado por las malas
acciones y palabras de maldición eterna, en contra del
espíritu de su palabra, en el corazón de cada hombre, mujer,
niño o niña, de la humanidad entera, porque ellos son
creación de sus manos santas y del nombre sagrado de su Árbol
de vida eterna, el Señor Jesucristo. Por lo tanto, llevan la
imagen y la semejanza de su Creador eterno, plasmadas en sus
espíritus humanos y en sus cuerpos corporales, también, para
la eternidad.

Además, en el día del juicio final, todo aquel que haya hecho
maldades y proferido palabras de mentira y de gran maldad, en
contra del hombre o de la mujer, entonces tendrá que dar
cuenta ante Dios y ante el Señor Jesucristo, por cada una de
sus acciones y por cada una de sus palabras maldichas,
también. Para que entonces todo pecado sea llevado a su
juicio final, para gloria y para honra eterna, de nuestro
Dios y Padre Celestial que está en los cielos, sentado en su
trono de santidad y de honra infinita, para servir a toda
verdad y a toda justicia, en el corazón de todo hombre,
mujer, niño y niña, del mundo entero.

Y esto es verdad, hoy en día y como siempre, en el corazón de
cada uno de sus seres creados, sean ángeles del cielo u
hombres del paraíso o de la tierra, de nuestros días,
también, por ejemplo. Porque todo pecador y toda pecadora
tendrá que pasar por el juicio final de Dios, forzosamente,
para ponerle fin a la mentira de su corazón y de sus labios,
ya que ha rechazado "el perdón y la bendición", de una
salvación tan grande para su alma viviente, sólo posible en
el Señor Jesucristo.

Cuando realmente tuvo la gran oportunidad de creer en él en
su corazón, y de confesar su nombre salvador con sus labios,
durante los días de su vida por la tierra, y no lo hizo, para
así jamás entrar en el juicio final de Dios y en la
condenación eterna de su alma viviente, en el más allá. Por
eso, el testigo falso, que levanta calumnias en contra de su
prójimo no podrá jamás establecerse delante de Dios y de su
Jesucristo, en la tierra, ni en el más allá, tampoco, sino
que es reo de juicio y de condenación eterna, en el infierno,
y en el lago de fuego, su muerte final para su vida vil.

Por lo tanto, sólo el testimonio del corazón que ha amado al
Creador de su vida, por medio de la vida y de la sangre
bendita del "Cordero Escogido de Dios", entonces ha de ver la
vida, en la tierra y en el cielo, también, como en la nueva
ciudad celestial: La Jerusalén Santa y Eternal del gran rey
Mesías. Porque Dios ha creado ésta gran ciudad celestial,
para que las multitudes de gentes, en sus diferentes
familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la
humanidad entera, entren en ella para vivir sólo en la verdad
y en la justicia infinita de su Árbol de vida, el Gran rey
Mesías de Israel y de las naciones, ¡el Señor Jesucristo!

Es decir, que en ésta ciudad infinita, sólo se ha de vivir la
vida eterna del Señor Jesucristo y de su Espíritu Santo, de
multitudes de ángeles y de gentes de las naciones redimidas,
por la sangre del Cordero Escogido, sin la presencia terrible
del espíritu del error, en sus corazones, para siempre.
Espíritu de gran maldad que actúa incesantemente, en el
corazón del hombre y de la mujer, desde el día que nace en la
tierra, el cual siempre los ha hecho mentir y hacer cosas que
han sido contrarias a la Ley de Dios y de Moisés, por
ejemplo, para mal de sus vidas y de los demás también.

Y esto ha sido en cada uno de ellos, en sus millares, en toda
la tierra, para maldición y para mal eterno de sus almas
vivientes, en la tierra y en el más allá, también, como en el
infierno o en el lago de fuego, su segunda muerte final para
su vida eterna. Es por eso, que el que respira crueldad y
mentira, en cada momento de su vida pecadora, entonces no
podrá jamás estar delante de la presencia santa de Dios, ni
podrá tampoco ver la vida, en la tierra o en el más allá,
sino que su alma es rea de muerte eterna, en el infierno.

NUESTRO DIOS ABOMINA TODA MENTIRA Y SU ENGAÑO ETERNO

Nunca abandones la misericordia y la verdad de Dios y de su
Jesucristo en tu corazón, sino deja que siempre crezcan en
ti, delante de Dios y de tu prójimo, para que entonces vivas
bendecido todos los días de tu vida, en toda la tierra. Y en
el más allá, tu corona de vida eterna ha de ser puesta sobre
tu cabeza, para que vivas eternamente feliz con tu SEÑOR y
redentor eterno, su Árbol de vida eterna, ¡el Señor
Jesucristo!

Porque si la misericordia y la verdad del Señor Jesucristo
viviesen en ti, día y noche delante de Dios, entonces el
Espíritu Santo ha de descender sobre toda tu vida, con gran
poder y con gran autoridad, de parte de nuestro Padre
Celestial, para llenar tu vida de dicha y de muchas
bendiciones de su vida santa del cielo. Y sólo has de
conocer, en todos los días de tu vida por la tierra: la
verdadera felicidad de la vida divina de Dios y de sus muchas
y ricas bendiciones de su fruto del Árbol de la vida eterna,
del paraíso de Adán, de Eva y de los ángeles también, en todo
el reino de los cielos, por ejemplo.

Por lo tanto, el enemigo de tu vida jamás podrá hacerte daño,
porque el nombre de Dios ha de estar en tu corazón, para
protegerte por siempre de todo mal, con los que te acechen,
los seguidores de tu enemigo numero uno, Lucifer, sean
ángeles caídos u hombre y mujeres de gran mentira y de gran
maldad de la tierra. Por eso, Dios ha llamado a todo hombre
que siempre hable sólo la verdad y de su misericordia
infinita de su Hijo amado, para con su prójimo, para que "el
bien sobreabunde" más que las tinieblas de las palabras de
mentira y de engaño eterno, del corazón perdido de Lucifer y
de sus seguidores mentirosos como él mismo, por ejemplo.

Porque ciertamente hay bendición de Dios y de los dones
sobrenaturales del Espíritu Santo de Dios, para todo hombre,
mujer, niño y niña, de la humanidad entera, que sólo hable
verdad y misericordia en su corazón, para con su hermano y
para con su hermana, amiga y amigo, también, es decir, su
prójimo, por ejemplo. Es más, Dios se siente muy deseoso de
bendecir día y noche a cada uno de sus siervos y de sus
siervas, de su nombre sagrado, en todos los lugares de la
tierra, es decir, si tan sólo permaneciesen fieles: a la
verdad y a la misericordia infinita de su Jesucristo, en sus
corazones eternos.

Para que jamás le falte a ninguno de ellos, en sus millares,
"la gracia y el poder infinito de su Árbol de vida", en sus
almas vivientes, en todos los días de sus vidas por la tierra
y en el más allá, también, por supuesto, en sus nuevos
lugares eternos, de paz y de gozo infinito. Porque el nuevo
reino de los cielos es libre del mal de la presencia terrible
de Lucifer y de sus ángeles mentirosos, y lleno, a la vez,
del gozo y de la felicidad infinita del corazón y del alma
del hombre, por sólo haber llegado a conocer el nombre
bendito de su bendición, el Señor Jesucristo, para la
eternidad venidera.

Por eso, que el pecador y la pecadora, como Adán y como Eva,
por ejemplo, no podrán jamás pisar el nuevo reino de Dios, si
no han sido librados de sus mentiras, de sus hechizos, de sus
abominaciones, de sus paganismos, de sus altiveces, de sus
manos derramadora de sangre inocente y de sus corazones que
piensa siempre el mal. Porque tanto el que corre para hacer
el mal, como el que siembra discordia con sus mentiras entre
gente inocente, "para destruir al justo", son iguales de
culpables e hijos de la perdición, entre las llamas del fuego
ardiente y violento del infierno y hasta del lago de fuego,
también, su segunda muerte final para su alma abominable a
Dios.

Porque cada uno de ellos es hijo del espíritu de gran maldad
de su padre, de todas sus mentiras y de sus engaños eternos,
Satanás. Es por eso, que con Dios no podrá vivir jamás, ni
menos con su Árbol de vida ni con su Espíritu Santo, rodeado
de la gloria infinita de todos los ángeles, del reino de los
cielos, por ejemplo, sino todo lo contrario. Realmente su
lugar eterno es, desde los días de la antigüedad y por
siempre, entre las llamas de tormento eterno, para comer de
sus carnes y de sus sangres pecadoras y sin la bendición de
Jesucristo, en sus vidas rebeldes, por los siglos de los
siglos, en el infierno.

En vista de que, en la casa del SEÑOR no entrara jamás el que
hace fraude y que habla mentiras de su hermano o de su
hermana, delante de Dios y de los hombres de la tierra, sino
por lo contrario. Realmente, sólo entrara en su vida
infinita: el que le ama en el espíritu y en la verdad eterna,
de su palabra viviente, su Ley Eterna, su Hijo amado, el
Señor Jesucristo de Israel y de las naciones del mundo
entero, para perdón de pecados y para bendición y salud
eterna, en la tierra y en el cielo, por siempre.

Por eso, para los cobardes e incrédulos de su nombre santo,
para los abominables y homicidas, para los paganos y brujos,
para los ateos y mentirosos, su destino final será el
infierno, en el más allá, en donde arde el fuego eterno con
azufre violento y destruidor del alma mentirosa, después del
juicio final de Dios y de su Jesucristo. Y Dios no desea éste
terrible mal para ningún pecador ni para ninguna pecadora,
sino que siempre ha deseado la verdad y el amor infinito de
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, en la tierra y en el
cielo, para miles de siglos venideros, en la nueva eternidad
celestial de ángeles, de hombres y de mujeres de toda la
creación.

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida de acuerdo, a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino santo de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".


Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
mas de Jesús y su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros está a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.

http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?
playertype=wm%20%20///


http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx


http://radioalerta.com




0 new messages