El control ha sido definido bajo dos grandes perspectivas, una
perspectiva limitada y una perspectiva amplia. Desde la perspectiva
limitada, el control se concibe como la verificación de los resultados
conseguidos en el seguimiento de los objetivos planteados y el control
de gastos invertido en el proceso realizado por los niveles directivos
donde la estandarización en términos cuantitativos, forma parte
central de la acción de control.
Bajo la perspectiva amplia, el control es concebido como una actividad
no sólo a nivel directivo, sino de todos los niveles y miembros de la
entidad, orientando a la organización hacia el cumplimiento de los
objetivos propuestos bajo mecanismos de medición cualitativos y
cuantitativos. Este enfoque hace énfasis en los factores sociales y
culturales presentes en el contexto institucional ya que parte del
principio que es el propio comportamiento individual quien define en
última instancia la eficacia de los métodos de control elegidos en la
dinámica de gestión.
Todo esto lleva a pensar que el control es un mecanismo que permite
corregir desviaciones a través de indicadores cualitativos y
cuantitativos dentro de un contexto social amplio, a fin de lograr el
cumplimiento de los objetivos claves para el éxito organizacional, es
decir, el control se entiende no como un proceso netamente técnico de
seguimiento, sino también como un proceso informal donde se evalúan
factores culturales, organizativos, humanos y grupales.