Y tenemos que darle la razón, no hay nada más que mirar en torno. Los autos sacramentales eran propaganda de un catolicismo ya a la defensiva; tenían gran prestancia literaria a diferencia de la decididamente visual
agitprop de los actuales poderes mundanos. Esta versión de ‘El teatro del mundo’ asemeja un melancólico cuento infantil con muy buena música.