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¿Puede una máquina pintar como Picasso?

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Cayetano Lupenna [NR]

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Apr 19, 2017, 1:45:58 PM4/19/17
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¿Puede una máquina pintar como Picasso?

Sergio C. Fanjul

"En efecto, todo depende de cómo definamos la creatividad", explica el
filósofo de la ciencia y la tecnología David Casacuberta, profesor de la
Universidad Autónoma de Barcelona. "La creatividad puede ser tomada como
un proceso social, caso en el cual ni las personas ni las máquinas
individuales serían creativas. O también podemos pensar que creatividad
es tomar dos cosas que ya existen para crear una nueva: en este caso las
máquinas son muy creativas".

Para enfrentar este problema, la filósofa Margaret A. Boden, distinguió
entre tres tipos de creatividad: la combinacional, que combina ideas
existentes, la exploratoria, que genera ideas nuevas explorando espacios
conceptuales, y la transformacional. Esta última viene a romper
anteriores estructuras y crear espacios nuevos. Digamos que los artistas
más rompedores con su tiempo, diferenciándose del resto y dando
arriesgados saltos hacia delante (por ejemplo Picasso con el cubismo o
Schönberg con la música dodecafónica), mostraron este tipo de creatividad.

Las máquinas pueden ser muy buenas en el primer caso e incluso en el
segundo, pero se requiere, por el momento, una mente humana para
desarrollar una creatividad de tipo transformacional. “También hay que
tener en cuenta que, aunque las máquinas no puedan romper reglas
estéticas y crear otras nuevas, tampoco la mayor parte de los seres
humanos pueden hacerlo, solo algunos muy señalados”, apunta Ramon López
de Mántaras, director del Instituto de Investigación de Inteligencia
Artificial (IIIA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC).

Máquinas poetas

La poesía es uno de los campos en los que la creatividad computacional
más ha escarbado. La idea de que una máquina escriba poemas no es nueva:
ya la tuvo el filósofo Ramón Llull en el siglo XIII o Alan Turing, padre
de la computación, cuando la informática solo balbuceaba, a mediados del
XX. En Los viajes de Gulliver, publicado en 1726, Jonathan Swift habla
de una máquina de creación literaria. Hoy estas máquinas, dentro de
ciertos límites, existen.

WASP (Wishful Automatic Spanish Poet) es un poeta automático
desarrollado por Pablo Gervás, profesor de la Facultad de Informática de
la Universidad Complutense: “Para desarrollar un ingenio de este tipo
tenemos que entender cómo la mente lee, porque es la destinataria del
poema, pero no necesariamente entender cómo la mente escribe”. Dentro de
su tarea entra la investigación de modelos cognitivos, la memoria, en
fin, el pensamiento. A WASP se le dan instrucciones: la métrica, la
rima; se le ordena inspirarse en la obra de un poeta. Y WASP obedece y
escribe. Como los humanos, con el tiempo la máquina va aprendiendo
nuevas formas de hacer poesía, y distingue mejor si lo que ha producido
es buena poesía o ripios y frases banales. Bajo influencia de Lorca,
WASP tejió estos versos:

Yunques ahumados

sus muslos se me escapaban como

peces sorprendidos

la mitad llenos de alas.

No es el único proyecto de Gervás: PropperWryter se dedicaba a escribir
cuentos siguiendo las estructuras que Vladimir Propp encontró en los
cuentos rusos. “Se trataba de desmontar los cuentos para luego montarlos
otra vez de forma diferente”, dice. También generaron el argumento del
musical Beyond the Fence, el primero generado por ordenador. “Esto fue
similar solo que utilizando los argumentos propios de los musicales,
como son las historias de amor, que no aparecen en los cuentos”,
desarrolla el ingeniero.
Tuiteros: poetas involuntarios

Hace unas semanas se extendió por las redes sociales una herramienta
llamada Poetweet, que genera diferentes tipos de poemas (sonetos, por
ejemplo) utilizando los tuits escritos a lo largo del tiempo por un
usuario. El escritor Sergio del Molino, autor de La España vacía
(Turner), uno de los libros más exitosos del año pasado, nos cede
algunos versos, que no sabemos si son de su autoría o, por el contrario,
el autor es el propio programa Poetweet.

Mi correo es público, me dices.

Remangada, luciendo la pantorrilla.

Yo no había nacido entonces. Maravilla.

Va la España Vacía. Tiene Narices.

Esta estrofa, que no sería tan descabellado pensar que ha sido escrita
por un ser humano (es mejor que muchas estrofas escritas por seres de
carne y hueso), y que cumple las reglas de métrica y rima, es un ejemplo
de esa creatividad combinacional. “Una máquina puede obtener con mucha
rapidez gran cantidad de combinaciones, hasta llegar a cifras
astronómicas, por eso tenemos que programar heurísticas, es decir,
límites que restrinjan el espacio de posibilidades”, dice López de
Mántaras, “de otra manera obtendríamos algo estúpido, aleatorio”.

En la experiencia Poesía Asistida por Computadora (PAC), el artista
Eugenio Tiselli trató de crear una especie de ayudante tecnológico para
esos poetas bloqueados a los que parecen haberles abandonado las musas.
Esta tecnología propone material al poeta humano que lo va modelando y
dando sentido y término. Al final resulta una coautoría de la obra,
hombre-máquina. Aún así, para evitar que PAC fuera solo una musa, el
poeta Vicente Luis Mora se dedicó a buscar dentro de la generación de la
máquina unos versos que pudieran atribuírsele a Góngora. Y los encontró:

a una hora en que la fruta llena

azul celeste método congrega

Dos endecasílabos que lo cierto es que dan el pego.
Robots pintores

Rembrandt vivió en el s. XVII en los Países Bajos, donde fue uno de los
maestros del barroco. En los años 60 del siglo pasado el Proyecto
Rembrandt comenzó a recoger una base datos sobre las obras del artista
para evitar falsificaciones. Décadas después, el año pasado, sucedió el
milagro: Rembrandt volvió a la vida y pintó un cuadro. El próximo
Rembrandt es un retrato de un hombre de la época que podría decirse que
ha realizado el propio maestro a través de una máquina: un software
creado por la Universidad Delft y Microsoft recreó la imagen basándose
en los datos recogidos sobre su obra. Una vez más la máquina crea a base
de recombinar datos anteriores. Eso sí, el resultado es intachable: la
única diferencia con un Rembrandt auténtico es que no lo es. Si esto es
arte o no es ya una cuestión para los críticos, filósofos y, sobre todo,
el mercado. La innovación y la digitalización están consiguiendo cotas
inimaginables. Pero, sin duda, el talento creador original no está a su
alcance: nii los sentimientos ni las emociones.

¿Y qué hay de los estados de ánimo, de las emociones, y otros asuntos
propiamente humanos? Hay programas que los tienen, o pretenden tenerlos.
The Painting Fool, desarrollado desde hace diez años por el matemático
de la Universidad de Londres Simon Colton, trata de discernir si las
máquinas pueden tener (o simular) características como la intuición o la
fantasía. Introduciendo al programa datos sobre la actualidad (noticias,
estados de Facebook o Twitter) se consigue que sus pinturas muestren
diferentes estilos y estados de ánimo. Digamos que se le inspira: si el
mundo va bien resultan imágenes optimistas, de lo contrario aparece el
drama. “Mi objetivo es ser tomado en serio como artista creativo algún
día”, dice el propio programa en su página web.

Y los robots también han llegado a la pintura, como a tantas otras
facetas de la vida. Es el caso de E-David, que desarrolla actualmente en
la Universidad de Constanza, y que no tiene pinta de artista: se trata
de un brazo mecánico parecido a los que se usan en las cadenas de
montaje de coches. La diferencia es que este trabaja con cinco pinceles
(que va limpiando) y una paleta de 24 colores. Lo interesante es que
sabe elegir la siguiente pincelada de forma independiente, fijándose en
lo que ya ha pintado, recibiendo feedback de su propia actividad
artística, en vez de seguir un patrón preestablecido. En ese sentido
tiene cierta autonomía y los científicos afirman que también servirá
para entender cómo los artistas de carne y hueso piensan una obra de
arte. Pero, una vez más, E-David tiene que basarse en cuadros anteriores
para crear los suyos propios. Por lo pronto no le va mal: este mismo mes
expuso en la galería Halle 14, en Leipzig.

Música, cibermaestro

La música es ritmo, armonía, matemáticas, así que es un género querido
por los aparatos tecnológicos. Uno de los compositores no humanos más
avanzados es el malagueño Iamus, autor de piezas musicales que han
llegado a ser interpretadas por la Orquesta Sinfónica de Londres. El
programa, creado por el Grupo de Investigación de Inteligencia
Computacional de la Universidad de Málaga, está capacitado para crear
música clásica a partir de algunos inputs básicos de información. Su
disco Iamus (2012), fue la primera obra musical creada enteramente por
un ordenador sin intervención humana. Lo único que sabe Iamus son las
reglas propias de la música (como las que se aprenden en un
conservatorio), los instrumentos que tiene que incluir y la duración de
la obra: ni siquiera tiene que inspirarse en otros compositores. También
le han enseñado que un acorde de piano no puede tener diez notas, porque
la mano humana solo tiene cinco dedos. Así, y siguiendo procesos
inspirados en la evolución biológica, Iamus construye sus temas desde un
núcleo musical que se va volviendo más complejo. Luego el humano solo
tiene que elegir entre sus composiciones. La gran pega es que, según sus
creadores, es más difícil que la música de este ingenio llegue a emocionar.

A veces las personas y las imágenes colaboran de un modo más estrecho en
la creación de una obra musical. Por ejemplo, la Fundación Telefónica
auspició el pasado verano el proyecto en el que se sensorizó a la
campeona Teresa Perales, ganadora de 26 medallas de natación
paralímpica: el programa creado por la productora Zissou compuso música
recogiendo 84.750 datos como velocidad, ritmo cardíaco, frecuencia de la
brazada, etc. Una composición al alimón entre la deportista y el
ordenador. También con coches: un experimento de la empresa Volkswagen,
en colaboración con el grupo de música electrónica Underworld, creó una
aplicación que generaba música en tiempo real teniendo en cuenta
factores como la velocidad y la posición del automóvil. Y, por supuesto,
las máquina son capaces de componer música inspirada en otra música: es
el caso de FlowMachines, de Sony, que se alimenta con más de 13.000
canciones de varios estilos (sobre todo jazz, pop, canciones de
musicales y brasileñas). En este caso el usuario le pide al programa una
canción de un cierto estilo, por ejemplo como el de los Beatles o Duke
Ellington.

¿Puede resultar la música generada por máquinas algo fría, sin alma? Si
se da el problema tiene solución. El equipo de López de Mántaras en el
CSIC ha creado un sistema que añade expresividad a las interpretaciones
musicales: acentúa notas, varía su duración, añada un crescendo o un
vibratto, entre otros recursos para darle emoción a la partitura, como
haría un ser humano sensible.
Los críticos de arte pueden ser robots

Otro problema que plantea la creatividad computacional es la evaluación
de la propia obra: “Una máquina puede componer una sinfonía, o 100.0000,
dentro de su creatividad exploratoria, pero no sabe distinguir si una de
esas sinfonías es buena o es un turrón”, explica Gervás. Una máquina
puede, por ejemplo, saber si una obra es original, comparándola con una
nutrida base de datos de obras anteriores, sin embargo otros elementos
de juicio crítico se le escapan. Sobre todo ahora que en el arte
contemporáneo es más importante el discurso que se hace sobre la obra
que el propio objeto: probablemente una máquina no consideraría el
urinario de Marcel Duchamp como una obra de arte. En el valor de una
obra influyen multitud de variables, muchas de ellas sociales,
económicas, aleatorias: la fama del artista, su cotización, el estar en
el momento adecuado en el sitio adecuado, etc.; variables que, en
principio, se escaparían fácilmente del entendimiento de la máquina
(aunque también se podrían programar).

De todas formas, igual que hay esfuerzo para crear máquinas artistas,
también los hay para crear máquinas críticas de arte. Los ingenieros
Ahmed Elgammal y Babak Saleh, de la Universidad de Rutgers, han creado
un programa que valora obras teniendo en cuenta gran cantidad de
parámetros (la técnica, el contenido, el color…) utilizando una base de
datos de 62.000 obras de todos los períodos de la Historia del Arte: así
puede sopesar la originalidad o la transgresión, y también la posible
trascendencia que tendrá en el arte futuro. La máquina alabó las
creaciones de Munch, Lichtenstein y Monet, pero no tanto las de Ingres o
Rodin: para una máquina no son tan interesantes. “El algoritmo consiguió
destacar las obras que consideraba creativas, en el sentido de
originales e influyentes, y lo hizo sin ningún conocimiento de arte o
historia de arte, solo mediante análisis visual y considerando las
fechas”, escriben los autores.

¿Tecnofobia en el arte?

“Hay preocupación en la sociedad, porque no queremos que nos superen las
máquinas”, dice Gervás. Pero también opina que no hay de qué
preocuparse, y ejemplifica con el caso del ajedrez. “Al principio las
máquinas jugaban peor que los humanos, ahora juegan mejor, y hay hasta
campeonatos de ajedrez entre máquinas, a los que asisten humanos como
público. Pero eso no quita que los humanos sigan jugando: no hay problema”.

“Nosotros llegamos a la conclusión de que las máquinas son capaces de
generar poesía y actos creativos, pero lo más importante es el valor que
le otorga el lector”, dice el psicólogo Carlos González Tardón, coautor,
junto con el poeta Dionisio Cañas, del libro ¿Puede un computador
escribir un poema de amor? (Devenir). Según explica el experto cuando
una persona sabe que el poema o la obra que está disfrutando está creada
por una máquina le resta valor. Se objeta que detrás de la obra no haya
una intencionalidad. “Pero hay sonetos hechos por ordenadores que son
tan buenos o mejores que los humanos. Lo que pasa es que la creatividad
es uno de los últimos resquicios que nos quedan a los humanos frente a
las máquinas”, concluye González Tardón.

¿Puede una máquina pintar como Picasso? por Sergio C. Fanjul
http://elpais.com/elpais/2017/03/27/talento_digital/1490615561_931227.html

--
Cayetano Lupeña
http://antoto.net


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