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El arte, un valor refugio que corrige sus excesos

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Cayetano Lupenna [NR]

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Dec 20, 2016, 4:48:41 AM12/20/16
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El arte, un valor refugio que corrige sus excesos

Miguel Ángel García Vega
http://economia.elpais.com/economia/2016/12/08/actualidad/1481211304_077491.html

Esa escena ocurrió en noviembre en la sala que la casa de subastas
Christie’s tiene en Nueva York. El lienzo, intenso de rojos y magentas,
supuso el récord del artista y también la pintura de un espejismo. “En
épocas de bonanza se tiende a poseer una ilusión de control y esa
inercia potencia la compra de obras de gran envergadura y en muchas
ocasiones demasiado valoradas”, reflexiona la editora, comisaria y
galerista Elena Ochoa Foster.

Enamorado de su propio reflejo, el mercado del arte deja atrás sus días
épicos. Hace dos años, en el mejor tiempo de su historia, según la
consultora Art Economics, generó 68.237 millones de dólares (unos 64.000
millones de euros). En 2016 le costará superar los 60.000 millones.
Sufre un periodo de ajuste y contracción. Y una pregunta atraviesa, al
igual que una bisectriz, estas elitistas matemáticas. ¿Cómo ganar dinero
con el arte cuándo apenas crece la economía del planeta?

Rory Howard es un marchante que lleva dos décadas pateando ferias,
subastas y colecciones privadas. Igual vende un picasso que un warhol.
Pero siempre habla con palabras desnudas. “Existen dos formas de hacer
dinero. O compras obras maestras de artistas modernos reconocidos o
piezas de creadores contemporáneos cuyo mercado esté de moda o cerca de
estarlo”, narra el experto. “Esta última es la estrategia más
arriesgada, pero a veces resulta la más lucrativa a corto plazo”.

Hasta ahora esa táctica había funcionado. Pero como si fueran placas
tectónicas tras un terremoto, el mercado también vive un ajuste. En 2015
este escenario de especulación y dinero se contrajo por primera vez
desde 2011. Cayó un 7%. De 64.550 millones de dólares (60.550 millones
de euros) a 63.756 millones. Parece poco, sin embargo habla del fin de
una fiesta. Ese desfile trimestral de obras en subasta por encima de los
100 millones de dólares vuelve a ser la excepción y no la norma. Alguien
ha echado a todos los invitados del jardín del Gran Gatsby y el presente
lleva la melodía de la crisis. “Este año ha sido duro porque el péndulo
de la oferta ha oscilado en dirección opuesta”, apunta Carlos Rivera,
fundador de la consultora ArtRank, que usa técnicas de análisis masivos
de datos para comprar arte. Se refiere a una “sequía de obras maestras”.
Las que superan los 100 millones y dejan grandes beneficios. Esas piezas
(Bacon, Gauguin, Picasso) representan el 1% de las obras que salen a
subasta y solo están al alcance del 0,01% de la población del mundo.
Pero ante la debilidad del mercado, sus dueños prefieren aguardar
mejores tiempos para consignarlas. Y el negocio sufre. ¿Mucho? “Desde
luego hay menos obras-trofeo estos días en las subastas, pero en todas
las sesiones siempre surgen algunas que logran remates muy elevados,
como el De Kooning”, matiza Morgan Long, director de la consultora
londinense The Fine Art Group. “Esta tela”, revela el experto, “ha ido
cambiando de manos, incluso por un precio mayor, en ventas privadas”.
Esa discreta vía fue la que utilizó el multimillonario ruso Dmitry
Rybolovlev para comprar en 2014 el Salvator Mundi de Leonardo da Vinci
por 127,5 millones de dólares (107,7 millones de euros, al cambio del
momento). El último Leonardo auténtico visto en décadas en el mercado.

Sin embargo, a pesar del ajuste, el arte continúa exhibiendo su
fortaleza. Nadie avanza ni un crash ni una burbuja. Las ventas en
subasta en los seis primeros meses del año sumaron 6.530 millones de
dólares (6.120 millones de euros), según la consultora Artprice.com. Es
un 25% menos que en 2015 pero, a su vez, las transacciones crecieron un
3,2%, lo que asegura la liquidez del mercado. Y el coleccionismo se
expande. Ya hay 70 millones de personas que compran piezas. Después de
la Segunda Guerra Mundial no superaban las 500.000. Y en este viaje, el
dinero se ha convertido en el sistema métrico decimal del arte. Simon de
Pury, antiguo presidente de la casa de subastas Phillips de Pury,
sintetiza ese tránsito. “La pregunta ¿es bello? ha sido reemplazada por
otra cuestión: ¿es caro?”.
Más información

Esa frase ayuda a comprender los días de vino y rosas del arte y,
también, sus tiempos de resaca. El mercado cambia. Los compradores son
más selectivos, manejan más información sobre las obras y sus precios,
una cohorte de asesores crece alrededor de los grandes coleccionistas y
emergen mercados insospechados como India, África o América Latina. “El
arte se convierte en un negocio global y también le afecta la
geopolítica”, analiza el coleccionista Paco Cantos. O no.

Christie’s, Phillips y Sotheby’s lograron en noviembre pasado 1.100
millones de dólares (1.030 millones de euros) en una de las dos series
de subastas bianuales que dedican al arte impresionista, moderno y
contemporáneo en Nueva York. Un 20% más en comparación al año pasado.
Poco importó el Brexit, la ralentización económica o Donald Trump.
Incluso hay quien sostiene, como Don Thompson, profesor de la escuela de
negocios canadiense Schulich, que el presidente electo podría ser un
estímulo para el arte. Su política (al menos lo que ha prometido en
campaña) basada en un aumento del gasto en infraestructuras, armamento y
rebaja de impuestos a las grandes empresas es de por sí inflacionista.
Una buena excusa para guarecerse en estos ilíquidos activos. Porque la
vista área que deja el mercado resulta nítida. En los últimos 16 años
las ventas en el segmento contemporáneo crecieron un 1.370%.

Pero nadie garantiza que las ganancias pasadas se repitan ni en el
presente ni en el futuro. En un horizonte con menos lotes, menores
transacciones y coleccionistas esquivos las casas de subasta solo pueden
hacer dos cosas: exprimir a los clientes y diversificar el negocio.
Christie’s y Sotheby’s, las firmas que controlan el mercado mundial de
las pujas de arte, han subido este año las comisiones que aplican a los
compradores. Christie’s carga con un 25% las adquisiciones hasta 150.000
dólares (antes eran 100.000 dólares) y Sotheby’s aplica idéntico
porcentaje en el límite de 250.000 dólares. ¿La justificación? “Somos
una empresa que opera en un mercado global y es una manera de igualar
los distintos contratos de venta”, sostiene Aurora Zubillaga,
responsable de Sotheby’s en España. O sea, cobrar a todos lo mismo.

Sin embargo detrás de esas palabras se pueden sentir las fisuras del
negocio. Sotheby’s perdió 54,5 millones de dólares (51 millones de
euros) en el tercer trimestre del año. Mucha culpa de estos números
rojos recae en la política de garantías. La forma de conseguir las
mejores obras en un entorno de enorme competencia es asegurar al dueño
un precio mínimo de venta. Esto ha castigado los márgenes de la empresa
y ha puesto en evidencia que debe pelear más en servicios y tecnología.
De ahí la compra de la firma de asesoramiento Art Agency por 85 millones
de dólares (80 millones de euros) y la reciente adquisición del índice
Mei Moses Art, que maneja una base de datos con 45.000 obras que se han
revendido más de una vez en subasta. Es el advenimiento de la era del
big data en el arte, la democratización del connoisseur y la imparable
disrupción digital. “El gran cambio reside en el mercado online. Porque
representa la llegada de un coleccionista más joven que, además, supone
un relevo generacional”, valora Juan Várez, consejero delegado de
Christie’s en España. En ese espacio inasible ya se juegan 4.700
millones de dólares (4.400 millones de euros) al año. El 7% de todo el
mercado.

La envolvente que recubre al arte se vuelve más sofisticada y las
finanzas convergen con la plástica. Las obras son tratadas como activos
poco líquidos y a nadie le sorprende ya que Picasso sea utilizado como
un colateral (garantía) en un préstamo. Por eso aparecen compañías (Art
Money, Levart o Athena Art Finance) que financian toda clase de
transacciones. Desde piezas de 5.000 euros a 50 millones. La partida se
abre y se complica y medran nuevos jugadores. “Este año hemos visto un
mercado más flojo con menos volumen de venta en subasta. El clima de
incertidumbre política y económica ha provocado que descienda el número
de obras consignadas por los coleccionistas y esto ha impulsado una
mayor demanda de nuestros servicios”, argumenta Andrea Danese, consejero
delegado de Athena Art Finance, una firma promovida por Olivier Sarkozy,
hermanastro del expresidente francés.

Todo está en cambio, porque al arte no hay quien lo reconozca. Los
artistas son más ricos que sus coleccionistas, muchos creadores jóvenes
se plantean su carrera con la misma ambición económica y fugacidad que
una súper modelo o un futbolista y “hay algunos que incluso ponen a
competir entre sí a sus propias galerías”, precisa el coleccionista
argentino Aníbal Jozami. Ese lugar común del artista eremita y pobre que
entraba en el oficio con vocación, casi, sacerdotal se desvanece en los
años de la bacanal del arte y el dinero. Damien Hirst, Gerhard Richter,
Jeff Koons, Alex Katz, George Baselitz o Richard Serra, por desgranar
unos pocos nombres, acumulan tanto patrimonio como cualquier empresario
de éxito. Esta es, claro, la vida de una inmensa minoría.
Grandes maestros

Frente al ruido y la furia que produce el arte contemporáneo, los
Maestros Antiguos mueren y resucitan todos los años. Sufren una
permanente sequía de coleccionistas y de oferta. Casi todas las piezas
importantes andan resguardadas en museos públicos. Y los gustos juegan a
la contra. “No gusta el tema religioso, no gustan los retratos, no
gustan las piezas decorativas. Solo tiene éxito la escultura del siglo
XVII”, enumera con tristeza el coleccionista Francisco Bocanegra. Como
resultado, en 2015 cayó un 33% el valor de las obras subastadas. Pero ni
mucho menos están muertos. Todas las temporadas aparece un orazio
gentileschi, un rubens o un canaletto que los devuelve a la vida y al
mercado. “Es necesario hacer muchas ferias y trabajar más para conseguir
ventas, pero se están rematando obras importantes”, afirma Jorge Coll,
fundador de la galería Coll & Cortés. Por ahora han colocado piezas,
entre otros, en el Prado, el Louvre y el Metropolitan. E incluso las
malas noticias se leen como buenas. Últimamente aparecen bastantes
falsificaciones (Lucas Cranach el Viejo, Orazio Gentileschi, Frans Hals)
y nadie falsifica lo que no se vende. Aunque este razonamiento pueda
asustar a más de un potencial coleccionista.

El reloj trascurre de forma distinta para el arte antiguo y el de
nuestros días. Vivimos la era de la velocidad de los contenedores. Los
museos se han convertido en una industria. Cada año se inauguran 700 de
todo tipo. Se han construido más entre 2000 y 2014 que en los últimos
dos siglos. Si uno es multimillonario, apasionado al arte y generoso,
ese será su destino: un museo propio. Los ejemplos se vierten en
cascada: François Pinault, Jorge Pérez, Patricia Phelps de Cisneros,
Donald y Mera Rubell, Eli Broad y Edythe Broad, Dasha Zhukova, Ella
Fontanals-Cisneros. Sin embargo estos espacios necesitan obras de gran
calidad y esta demanda recalienta los precios.

En los Ángeles, el magnate y filántropo Eli Broad, 83 años, uno de los
hombres más ricos de Estados Unidos, inauguró el año pasado The Broad.
Un cubo de 4.600 metros cuadrados envuelto por una espectacular celosía
que enhebran 2.000 piezas de fibra de vidrio y hormigón. En su interior,
otras tantas obras con las que construir un relato a partir de algunos
de los sospechosos habituales del arte: Jeff Koons, Kara Walker,
Basquiat, Cecilly Brown, Damien Hirst o Julie Mehretu. Una estrategia de
contenido y contingente que reivindica el coleccionista. “Lo que hay
detrás del aumento de los museos es un mayor interés del público por el
arte”, defiende. “En el primer año hemos triplicado las visitas que
habíamos previsto y todavía hay colas alrededor de la manzana para
entrar [la visita a la colección es gratuita]. Y remata: “Desde luego no
creo que los museos dirijan el mercado del arte”.

Tal vez no. Pero forman parte de un cambio en sus meridianos y
paralelos; de un viraje en su geografía. Y nada tan de moda como las
coordenadas de América Latina. “Las buenas obras de los maestros
latinoamericanos (Rivera, Kahlo, Torres García…) se venden con facilidad
y también la de creadores vivos con prestigio internacional como Kuitca,
Botero, Os Gemeos, Doris Salcedo o Gabriel Orozco”, expone el
coleccionista y mecenas argentino Jorge Pérez, quien tiene un museo
(Pérez Art Museum Miami, PAMM) que lleva su cartografía. Incluso en Cuba
suena una trova distinta. “La isla ha sido un fenómeno en las últimas
subastas”, relata el galerista dominicano-libanés Gary Nader. “Una vez
haya apertura y la gente de allí haga plata, habrá miles de
coleccionistas que quieran recuperar su patrimonio. Y subirá el precio
de los artistas de vanguardia”.
Una subasta al día

Eso ocurrirá en los días venideros, ya que en el presente el mercado
seguirá controlado por las subastas de arte y, sobre todo, por las
ferias. Cada semana se celebra una en algún lugar del planeta. De todas,
Art Basel (Basilea, Suiza) continúa siendo la mayor exhibición de arte,
dinero y jets privados. Más de 92.000 visitantes, 300 galerías y un
desfile de obras valoradas en 2.700 millones de euros. Y como el modelo
funciona muy bien, las réplicas —ya sean a pequeña escala o con una
ambición similar— se multiplican por todas partes. ¿Hay espacio para
tanto ruido? “Creo que existe una gran necesidad de ferias de la calidad
de Art Basel. Y, a la vez, resulta importante tener buenas propuestas
locales para construir mercados regionales. Las que no tienen futuro son
las mediocres”, advierte Marc Spiegler, director mundial de Art Basel.

A la búsqueda de ese lugar en el mundo, el mercado del arte en España
semeja una pena en observación. “La crisis de 2008 provocó que muchos
coleccionistas españoles dejaran de comprar de forma definitiva”,
lamenta el galerista Pedro Maisterra. Arrastrado por esta inercia (que
mezcla lo económico y el desinterés cultural), el paisaje español apenas
representa el 1% del global. Ese porcentaje, en un mundo que mueve
63.756 millones de dólares, se transforma en 637 millones. O sea, 600
millones de euros. Una cifra tan ínfima que parece un espejismo que una
vez en este país Picasso, Juan Gris, Dalí, Miró, Millares y Tàpies
coincidieran en el espacio y casi en el tiempo.

Miguel Ángel García Vega
http://economia.elpais.com/economia/2016/12/08/actualidad/1481211304_077491.html

--
Cayetano Lupeña
http://antoto.net
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