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Javier Viar: «La peripecia vasca de Heidegger»

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Cayetano Lupenna [NR]

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Feb 4, 2018, 11:54:21 AM2/4/18
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La peripecia vasca de Heidegger

Javier Viar

Domingo, 4 febrero 2018,

http://www.elcorreo.com/culturas/peripecia-vasca-heidegger-20180204192922-nt.html


En mi anterior artículo hablé de una exposición que se muestra en el
Guggenheim, que lleva por título ‘El arte y el espacio’ y agrupa un
numeroso y heterogéneo conjunto de pinturas y esculturas de los siglos
XX y XXI. El nombre procede del texto que el filósofo alemán Martin
Heidegger escribió para ser publicado en una edición especial con
grabados de Eduardo Chillida, que fue quizá la más importante de las
colaboraciones del escultor vasco con escritores y pensadores europeos,
desde luego la más divulgada, que tuvo también otros ejemplos de gran
altura.

El primer encuentro entre el artista y el filósofo se produjo en 1968 en
la galería Erker de St. Gallen (Suiza), en la presentación de una
anterior colaboración de Chillida con el poeta austriaco Max Hölzer. En
1969, se presentó la edición de ‘Die Kunst und der Raum’ en la que,
junto al escrito de Heidegger, aparecían siete obras sobre papel del
escultor, siete litocollages. El escrito de Heidegger puede relacionarse
con una conferencia que el pensador había pronunciado en la propia
galería Elker en 1964, con motivo de una exposición del escultor alemán
Bernhard Heiliger, aunque no fue publicada hasta 1995, y que lleva por
título ‘Observaciones relativas al arte -la plástica- y el espacio’.

La colaboración con Chillida, y la propia figura de Heidegger, fue
importante en el arte vasco de aquel momento, y su pensamiento
reivindicado por varios artistas. Además de la obvia conexión que podía
aducir Chillida, Oteiza planteó la prioridad de su pensamiento sobre el
del filósofo. Si hacen ustedes un repaso por la relación de Oteiza con
artistas, movimientos e idearios artísticos del siglo XX, observarán que
tuvo la pericia de adelantarse a todos ellos con posterioridad, con lo
que los convirtió en sujetos epigonales de sus propios hallazgos.

Lo planteó al menos con Chillida y la abstracción vasca, acusando al
escultor donostiarra de plagiarle, con el minimal art y con el
pensamiento de Heidegger. ¡Extraño concepto, muy oteiciano, el de
heredero anticipado! También Mendiburu se refirió en alguna ocasión a
una prioridad en el conocimiento del filósofo. Incluso el crítico de
arte Santiago Amón, asimismo interesado por el pensador alemán, estuvo
implicado en esta cuestión, y se desdijo al final de su vida de la
veneración por Chillida que había sido su norte para hacer un
reconocimiento como precursor del pensamiento de Oteiza, en línea con la
reivindicación del propio autor.

La exposición presente se inicia con el libro de Heidegger y Chillida,
rodeado de algunas piezas relacionadas. A pesar de que en su manera de
exhibirse participa de la extrañeza de toda la exposición, hay algo que
me atrevería a calificar de sagrado -¡la blancura de los objetos, de la
piedra y el papel; la nitidez de los grafismos negros sobre ella!- que
se desprende del rincón donde se muestran el libro, que se acompaña de
esculturas, relieves y grabados de Chillida relacionados, las piedras
litográficas intervenidas por Heidegger con su texto y un grupo de
esculturas de Oteiza. Este es el lugar al que anuncié volver en mi
artículo anterior, porque sin duda es el que más emoción produce de toda
la muestra y el único que justifica en verdad el título. Las doce
piedras de Heidegger, que se guardan en su museo del castillo de
Messkirch, con su caligrafía menuda, forman un despliegue mosaico con la
revelación divina dibujada en signos sagrados.

Religiosidad oteiciana

Las esculturas, relieves y grabados de Chillida son de gran belleza. Los
litocollages se componen de gruesos rasgos negros que rodean un ancho
vacío central. Las esculturas de Oteiza también son hermosas, sobre todo
las macizas, que considero más genuinas. Este conjunto forma un mundo
muy diferente al del resto de la exposición, incluso diferente al de sus
artistas coetáneos, a los que poco les emparenta su obra laica con la
poesía vernacular, esencialista y artesanal de Chillida y la metafísica
del ‘lugar’ del propio Heidegger, así como con los postulados del
vaciamiento espiritual de la religiosidad oteiciana.

Pero esta fascinación por Heidegger dio lugar también a observaciones
más risueñas que las propias de la reflexión filosófica y a episodios
que muestran aspectos humorísticos. El estupendo poeta y agudo y
lenguaraz espíritu que fue José Miguel Ullán destiló en una ocasión un
mordaz comentario sobre el asunto, que yo escuché. Vino a decir que el
problema había comenzado el día que Chillida (supuestamente) dijo:
«Heidegger y yo pensamos…», frase cuya textualidad, a todas luces, era
invención del poeta, aunque quizá hiciera justicia a algo profundo, a
una actitud obsesiva del escultor. Probablemente, sin embargo, el más
curioso de los testimonios de este interés por Heidegger fue el de una
singular protesta de Oteiza, relacionada con su general reivindicación
heideggeriana.

Oteiza se quejaba de que Chillida no le hubiera hablado a Heidegger de
él y de la metafísica tradicional vasca, y de que no se hubiera
preparado un cuestionario entre los artistas vascos para ese encuentro
con el filósofo, cosas ambas que no tienen mucho sentido. Ahora bien,
Oteiza, que era muy perspicaz, sabía algo importante, como se desprende
de su queja, y es esto: que uno le conociera a Heidegger, generalizada
condición entre los artistas vascos, era una cosa, y otra distinta que
Heidegger le conociera a uno. Había una distancia; una distancia que,
entre aquellos ‘heideggerianos’, sólo fue recorrida por Chillida.

Javier Viar

Domingo, 4 febrero 2018,

http://www.elcorreo.com/culturas/peripecia-vasca-heidegger-20180204192922-nt.html


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