Luces y sombras del “legado Villaescusa”
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Continúan las dudas sobre la herencia más importante de un particular
recibida y gestionada por el Museo del Prado
(Preguntado una vez Jean Cocteau sobre qué obras salvaría del Louvre, si
este se incendiara, contestó sin dudar: “Salvaría al fuego”).
De la identificación por Platón de lo Bello con lo Bueno y lo Verdadero,
todo lo discutible que se quiera en el detalle (pero sensatamente
verosímil), a las consideraciones normalizadoras, académicas y
farisaicas de Arthur Danto sobre la Estética, a la que convenientemente
independiza de la Belleza, ha llovido muchísimo. Pero no vamos a hablar
de Estética, donde “De gustibus non est disputandum” debería ser de
entrada la Regla de Oro, sino de la corrupción en el mundo del arte.
Hoy, uno de los sectores más inflados, burbujeantes diríamos, de
“nuestra” economía. Aquí, como en los aspectos monetarios, rige la ley
de Gresham “la moneda mala expulsa a la buena” y también se da una
creciente concentración de poder, obsolescencia programada y una cuasi
hegemónica dominación, en el mundillo, del engaño puro y simple; este
último con aroma selecto de “Sociedad”. Comenzaremos con un caso que en
su día alcanzó cierta notoriedad en la Prensa nacional y que nos
mostrará muy por encima como funcionan nuestra instituciones museísticas
y académicas. Acompañen su lectura con un aromatizador o una mascarilla,
por favor. Como si estuvieran en el depósito de cadáveres...
En junio de 1991, el Pleno del Real Patronato del Museo del Prado aceptó
la herencia de Manuel Villaescusa Ferrero, el cual en su testamento
instituyó al Museo Nacional del Prado (MNP), como heredero de la
práctica totalidad de sus bienes y disponía que la herencia debía
destinarse a la adquisición de las obras de arte que el Real Patronato
juzgara más interesante, preferiblemente una sola y que saliera a la
venta pública en el extranjero.
La herencia consistía, en su mayor parte, en acciones de un grupo de
cuatro sociedades anónimas participadas entre sí, las cuales fueron
enajenando sus bienes paulatinamente y adquiriendo obras de arte, bien
para su donación al Museo o bien para su aplicación al pago de impuestos
y posterior adscripción al MNP. La disolución de la última de estas
mercantiles se acordó en el ejercicio 2002, percibiendo el Museo en
enero del ejercicio siguiente un total de 911.000 euros procedentes de
su liquidación. El Prado, en su web califica el legado como excepcional,
único de facto.
Por su carácter y por la trascendencia que ha tenido para el Prado en
los últimos años, el legado testamentario de Manuel Villaescusa
(1922-1991) es uno de los más excepcionales de los recibidos por la
institución en toda su existencia. Al hacer al Museo heredero de sus
bienes, ponía a disposición de éste un patrimonio inmobiliario y
monetario valorado en más de SIETE MIL MILLONES DE PESETAS, que debían
emplearse en la adquisición de obras para sus colecciones. La naturaleza
misma de la herencia es excepcional, al consistir en un legado compuesto
por bienes y no por obras de arte. Solo una vez había recibido el Prado
un legado de este tipo, cuando José María Giner Pantoja nombró a la
institución en 1979 heredera del importe que resultara de la venta de un
piso de su propiedad; desde luego, la cantidad entonces recibida fue muy
inferior a la de este legado, que dotaba al Prado de un presupuesto
privilegiado e inusual para un museo; a ello se añade la capacidad que,
por ser un organismo autónomo, poseía el Museo para decidir sobre el
incremento de sus colecciones. El Museo, a través de su Patronato,
designó una comisión que desde el mismo año 1991 estudió ofertas y
propuso adquisiciones, que hasta la compra de La condesa de Chinchón, de
Goya, en el año 2000, sumaron más de doscientas.
La Comisión en cuestión, sobre cuya manera de operar se manifestó
críticamente de manera sutil Don Francisco Calvo Serraller, director él
mismo del Prado durante una breve etapa, en un artículo en El País con
ocasión de la exposición sobre El legado de Villaescusa (1993), estaba
compuesta por: Manuela Mena, Alfonso Pérez Sánchez, José Manuel Pita
Andrade, Felipe Garín, Jesús Urrea. Poco tiempo antes el ínclito había
pasado a mejor vida, como reseña esta noticia del 5 FEB 1991: “Una
persona murió y otras cuatro resultaron heridas de carácter leve en un
accidente de tráfico en el que se vieron implicados tres vehículos, uno
de ellos ocupado por tres soldados norteamericanos destinados en la base
aérea de Torrejón de Ardoz, según fuentes policiales. El siniestro,
ocurrido en la noche del pasado domingo, se produjo cuando el Seat 127
de los estadounidenses se saltó en rojo un semáforo de la esquina de
María de Molina con Serrano, según testigos presenciales. Chocó
lateralmente contra el turismo con matrícula GC-7676-P, conducido por
Manuel Villaescusa Ferrero, de 68 años, que murió en el hospital
Gregorio Marañón. Los soldados Joseph Pacheco, Marvin R. Whyde y Thomas
W. Finochio fueron atendidos de lesiones leves. Los tres habían estado
celebrando el cumpleaños de Pacheco, que conducía el vehículo. Sometido
a la prueba de alcoholemia dio negativo”.
El Gobierno socialista otorgó una condecoración póstuma a Manuel
Villaescusa Ferrero en 1993, por su generosidad, pero hay algunos puntos
negros que conviene aclarar:
DATOS PARA EL MISTERIO:
1 El viernes 3 de agosto de 1979 publicó ABC la siguiente, intempestiva
a posteriori, noticia: “1979 Manuel Villaescusa Ferrero detenido en
Barajas con cinco millones de pesetas en un maletín (¿evasión de divisas?)”
2 Un dato curioso que señala Rubén Amón en su imprescindible libro Los
secretos del Prado: el rotundo testamento de Villaescusa data de 1971.
3 “Conocemos que impulsó importantes empresas inmobiliarias, que
siempre tuvo una especial habilidad para los negocios y un indiscutible
gancho con las mujeres, pero bien es cierto que su pasión por la pintura
era completamente desconocida y que ni sus familiares más directos ni
sus mejores amigos podían imaginar la rotunda disposiciones
testamentarias.”( Los secretos del Prado. )
Felipe Garín, Director del Museo del Prado, sin duda obligado por las
circunstancias en el catálogo de la exposición antes citada se ve
obligado a exponer algunos detalles sobre la opaca vida del filántropo
de corte, como puede ver el lector, sumamente borrosos: “De buen
carácter, aunque algo contradictorio, Manuel Villaescusa Ferrero tuvo
muchos amigos y llevó una vida intensa. Llevó lo negocios de forma
individual, sin secretarias, ni contable y su oficina fue el propio
apartamento de 60 metros, alquilado, donde vivió modestamente, no
haciendo nunca alarde de sus bienes. Muchos de sus inquilinos se
enteraron tras su muerte de que él era el propietario, y no un mero
administrador, como les decía. Era amante de la pintura y del arte en
general”.
Especialmente interesante y destacada es la compra, por decisión de la
Comisión antes citada, del admirable Bodegón de caza, hortalizas y
frutas, de Juan Sánchez Cotán (1561-1627), cuyos 450 millones fueron
pagados a medias entre el legado Villaescusa y los beneficios obtenidos
con la venta del catálogo de la muestra de Velázquez. Cuadro este último
comprado a la viuda heredera de Don Manfredo de Borbón, primer Duque de
Hernani, perteneciente a la Colección del mismo nombre; una de las más
valiosas de la historia de la pintura española compuesta por más de
seiscientas obras, hoy en paradero desconocido. El cuadro fue adquirido
por al menos diez veces su precio. Sobre esta compra se ha pronunciado
Don Matías Díaz Padrón, especialista internacional mas que cualificado,
hoy Restaurador Jefe del Museo del Prado:: “Un museo como el Prado no
debe dejarse seducir por las modas ni por el hecho de que las leyes del
mercado establezcan un valor superior del bodegón respecto a la pintura
religiosa. De hecho, en tiempos de Sánchez Cotán, pintar un bodegón
apenas tenía relevancia alguna ni suponía el menor prestigio sino todo
lo contrario ¿Cuánto debería haberse pagado por un cuadro como este tal
y como está el mercado hoy? Desde luego no más de 40 millones de pesetas”.
Dejo al lector que reflexione sobre estos hechos peculiares:
1 Una voluntad testamentaria muy posiblemente tergiversada,
2 Un legado enorme de procedencia muy posiblemente oscura despilfarrado
en adquisiciones dudosas y sobre preciada,.
3 Una trama de oportunistas y corruptos, sitos en el mundo político,
burocrático y académico cultural, que volverán a aparecer en próximos
artículos, de la cual aun no podemos entresacar nombres pero que sin
duda existe y se beneficia de sobre preciar determinados cuadros o
minusvalorar, según interese, que posibilita la exportación de lo
inexportable...
4 Incluso casos flagrantes de fraude fiscal millonario,
5 Y decenas de cuadros desaparecidos...
(Continuará)