El telediario iniciático del padre Iñaki Gabilondo, en la cuatro, la
nueva televisión en abierto de d. Jesús Polanco –largos sean sus días-,
supuso el despido –sin duda improcedente- de la empleada modestia. Ya ha
sido archicomentada la utilización de toda una ministra, la del ramo
afectado, como enviada especial al accidente de Almuñécar, lo que
demuestra que, con diálogo y talante, las relaciones entre Gobiernos y
medios no tienen por qué ser malas.
El padre Gabilondo se mantuvo en el púlpito con un sermón mucho más largo
que el de cualquiera de sus predicadores competidores. Es más, Mosén
Gabilondo no hizo otra cosa que adoptar su programa de radio a la tele,
ni darse cuenta de que en la monigotera se opina, influye y manipula, no
a través de las sesudas interpretaciones de las noticias, sino a través
de la selección de imágenes. Pero esto es lo de menos: nuestro predicador
favorito, no lo duden, aprenderá a hacer televisión.
Lo del sentido común le costará más. Por ejemplo, tras homenajearse con
un viaje a París, donde vivió en tercera línea los incidentes franceses,
tuvo a bien entrevistar a un representante de ATIME, “la Asociación de
Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España”. El susodicho vocero
alertó con que el mal francés, que ya se ha contagiado a Bélgica y
Alemania, podría entrar en España, dado que no se está tratando
debidamente en España a los inmigrantes muy especialmente a los
islámicos, a los que se hace esperar largas colas para regularizarse y
otros atentados contra los derechos humanos con lo que cuentan en
Marruecos. Sus declaraciones tenían el inconfundible aroma de la amenaza,
y no convine echarlo en saco roto, habida cuenta de que el marroquí odia
mucho más lo español que lo francés.
En la misma línea, nuestro democrático intervieniente, se quedó a un pelo
de justificar a los nuevos “revolucionarios” franceses, que queman coches
y guarderías, más que nada para no aburrirse y, por que como dicen los
nuevos macarras, “el Gobierno francés nos ha faltado al respeto”. Y eso,
no lo duden, es muy grave.
La técnica favorita de un buen predicador consiste en seguir el axioma de
que en el punto medio está la virtud, por lo que lo importante es marcar
los extremos allá donde corresponde para que la equidistancia entre ambos
coincida, justamente, con mi postura. El padre Gabilondo, un experto en
la materia del convento PRISA-Sogecable, hizo lo propio con Maragall y
Aguirre, a quienes entrevistó en su debut televisivo y a quienes no dudó
en calificar como los dos extremos, mientras él, como buen centrista,
aseguraba buscar un punto de encuentro entre ambos. E idéntica técnica
fue aplicada al gamberrismo franchute, dado que, nada más terminar la
perorata de ATIME, fray Gerundio de Campazas nos explicó que “toda
violencia es reprobable”. Sólo le faltó añadir tanto las de los
marginados franceses como la de la policía que les acosa.
Y es que el error es precisamente este: pues no señor, querido
predicador: sí hay violencia no reprobable, como existe una ira justa. El
problema francés no es de inmigrantes (y si así lo fuera, lo sería,
preferentemente, de inmigrantes islámicos), tampoco es de injusticia
social –cualquier inmigrante vive mejor en la periferia parisina que en
el centro de Rabat o de Argel-. Hay marginación social, sí, hay
diferencias sociales acusadas, sí, pero, sobre todo, hay una carencia de
principios morales, que es lo realmente peligroso. Y no sólo entre los
jóvenes islámicos, sino entre los hijos de occidentales.
Y hay una ira justa, sólo que no es la de los gamberros parisinos. El
padre Gabilondo ya ha tomado partido. El malo es el ministro del
Interior, Nicolás Sarkozy, que ha lanzado a la policía contra los
violentos. Y ha hecho muy bien. Con la policía no se va a arreglar el
problema de fondo, ciertamente, pero sí el de forma: se impedirá que
sigan golpeando a quien ha cometido el delito de tener un coche mejor que
el suyo o, simplemente, el delito de ser mujer. Sarkozy, el malo de la
película, no está haciendo otra cosa que luchar contra los agresores,
mientras le primer ministro, el insufrible Dominique de Villepin, otro
miembro del muy ilustrado Club Bilderberg, cabeza de puente del Nuevo
Orden Internacional, es el bueno de El País, el que se cruza de brazos y
manifiesta, compungido, que hay que ir al fondo de la cuestión. Muy
cierto, hay que ir al fondo tras adecentar la periferia e impedir que
unos gamberros criminales maten, extorsionen y tiranicen a la mayoría.
Además, el padre Gabilondo también se equivoca de fondo : ya lo decíamos
ayer: casi 40 años, desde el mayo del 68, llevamos educando a nuestros
hijos en la muy sabia doctrina de que nada es sagrado, nada es cierto y,
por tanto, el bien y el mal no existen. Pues bien, nuestros discentes han
aprendido la lección. Nos hicimos progresistas, sólo que el progreso no
puede progresar y acaba en su propia inconsistencia: quemando coches en
París.
Y lo peor es que, como Sarkozy no tenga la culpa, ¿a quién le va a cargar
el muerto el padre Gabilondo?
Eulogio López
"ARIEL BOLUDOVSKY" <bolud...@hotmail.co.il> escribió en el mensaje
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> social -cualquier inmigrante vive mejor en la periferia parisina que en