El sublime grado de maestro masón fue compuesto en 1649 por Elías
Ashmole, ocultista, alquimista, rosicursiano, para representar el
asesinato de Hiram Abiff arquitecto contratado por el Rey Salomón
para
la construcción del primer templo de Jerusalén y excitar con para
esta
representación la lucha de la conciencia contra las bajas pasiones.
Renovando una vieja leyenda esotérica Islámica de fuerte impacto, que
sirvió de modelo para Anderson y Desaguiliers para reconstruirlo
totalmente. Siendo la edificación de un templo simbólico, la figura
central de la Institución masónica hasta nuestros días, Hiram no era
otro que el modelo de un constructor idealizado en cada masón, el
cual
podría ser asesinado, pero su ideal nunca podría morir. Hiram
históricamente era un escultor, fundidor, cincelador, tintorero y
pintor; él fue quien fundió las columnas de bronce, la mar de bronce,
y todo los metales necesarios para el templo. A pesar de que la
Biblia
lo menciona como tal, un arquitecto no debe considerarse en la
masonería sino como un ser alegórico que personifica el genio creador
del hombre, poseedor de un secreto tan importante, que valía ser
asesinado para arrancárselo de sus labios.
Este grado el tercero y más importante de la masonería, tiene a Dios
no como un mero símbolo, ni como poseedor de un sentido determinado
como exclusivo, y sobre todo ninguna especie de significación
religiosa. Es pura y simplemente una fórmula que se acomoda a todas
las diversas opiniones, aún a los que consideran a la misma
naturaleza
como la autora de la Creación. La exaltación en este grado de
maestro,
representa un paso más allá de la simple iniciación masónica, esta
hiper- iniciación representa no la muerte de alguien que vivió hace
3,500 años llamado Hiram, sino de la muerte de la mente baja y el
renacimiento del genio superior que vive latente en cada masón. La
exaltación masónica es la sublime culminación y el complemento
necesario de los grados de Aprendiz y Compañero. ¿Qué se encierra en
el mito del tercer grado? Lot tuvo un hijo incestuoso con su hija
llamado Moab, esto es el Sol y la Tierra engendraron un hijo, los
mismo sucedería entre la virgen María y Dios que engendraron a Jesús.
El misterio inefable de la Naturaleza , que esta doctrina secreta
condensa bajo una forma concisa, merece una explicación detallada
pues
con ello comprenderemos el misterio del Tercer Grado.
Consideremos un grano de Trigo, producto de un grano de Trigo
semejante a él, es al tiempo causa y efecto, alegóricamente es padre
e
hijo a la vez, se encierra en él el germen reproductor. El trigo es
enterrado tal como un difunto, que luego germinará. Tiene una
potencia
este grano de reproducirse y crecer. Está depositado en el seno de la
Tierra que es su Madre, y que se convierte en su mujer a la vez, pues
se cumplen reunidos el acto de la generación. Ella también es su
hermana, porque ambos trigo y tierra son hijos de la madre
naturaleza,
sin el Sol que fecunde con su rayo el grano no germinaría, el Sol se
oculta en el poniente, muere simbólicamente y deja viuda a la madre
Tierra por la noche.
Con toda la potencia generadora del grano está en relación con la
potencia generadora del elemento tierra: cuando el grano se hincha,
se
ablanda, fermenta y se descompone como un muerto. Los elementos que
lo
constituyen emprenden un combate entre vivir o morir.
La muerte del grano se da, todo se interrumpe, el grano cae en
putefracción.
El germen que parecía condenado a prisión perpetua en la estrecha
envoltura que lo contenía, ese germen se abre paso, se esfuerza,
atraviesa el seno de la Tierra y comienza a brotar.
El grado de maestro masón merece, la gran importancia que le han dado
Anderson y Desaguiliers; en consagrar este secreto sublime, a
delinear
esta eterna lucha y la victoria del potencial dentro de la semilla de
trigo, destinado a poner en evidencia que la vida se sostiene de la
muerte y que ambas son el Principio y el Término de lo que existe,
que
no pueden existir uno sin el otro, y que ambos emanan de una misma
gran potencia universal que esta más allá de la vida y la muerte.
Pero
el sublime tercer grado de la masonería no habla de una muerte física
propiamente, sino de una muerte real y efectiva, y nos dice que tras
está muerte hay una vida real, no habla de la vida que vivimos ahora,
una vida simulada. Esa vida real de la que habla la masonería no
tiene
comparación con la vida planetaria que vivimos.
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