Javier Milei está haciendo correr ríos de tinta por su victoria
sorprendente e inobjetable. La Libertad Avanza, su partido, obtuvo
55,79% de los votos emitidos en la segunda vuelta de las elecciones
presidenciales argentinas el 19 de noviembre. Pero la mayor parte de
esa tinta se gasta en reflejar sus claroscuros personales, en vez de
aclarar si la solvencia mostrada en las urnas garantiza la
gobernabilidad.
De la anomalía a la congruencia
Por una parte, un eventual triunfo de Sergio Massa representaba un
desafío a [1]la teoría de la alternancia en el poder en América Latina.
Mientras, por otra, el éxito de Javier Milei pone en entredicho la
pauta según la cual [2]el acceso al poder solo es factible si la
oposición constituye una opción de gobierno creíble.
Hoy sabemos que la amenaza de [3]anomalía empírica se disolvió desde el
momento en que millones de votantes de la coalición Juntos por el
Cambio, tercera en discordia y eliminada en primera vuelta, tomaron
distancia de la división que afectó a sus líderes y optaron masivamente
por respaldar al candidato de La Libertad Avanza.
Mientras mayor era la dispersión del voto entre los líderes de Juntos
por el Cambio, mayor también fue la cohesión del mismo entre las bases
de la coalición. Esa paradoja explica que la anomalía empírica fuera
desplazada por la congruencia. Forzado a elegir desde el dominio de las
pérdidas, el votante se muestra proclive a respaldar a la fuerza
política emergente, la única que no tiene responsabilidad con la
crítica situación existente.
Pero el triunfo libertario puso sobre la mesa la duda que nunca despejó
la campaña de Milei: como presidente electo, ¿conducirá a Argentina
hacia una crisis de gobernabilidad?
Reversión del resultado y crisis de gobernabilidad
Milei, el candidato perdedor de la primera vuelta, finalmente obtuvo la
presidencia. La reversión del resultado inicial indica que el candidato
que hubiese sido electo bajo un sistema sin dos vueltas (Sergio Massa)
cuenta con la oposición de un sector mayoritario de la población. Sin
embargo, [4]los problemas de gobernabilidad para el nuevo presidente
tienden a incrementarse.
La supuesta legitimidad derivada del amplio respaldo electoral al
presidente puede ser dudosa y volátil, ya que [5]en casos como estos se
vota contra el perdedor más que a favor del ganador.
Cuando el perdedor de la primera vuelta emerge ganador de la segunda,
[6]su situación en el Congreso tiende a agravarse por la diferencia
abismal entre su apoyo legislativo minoritario y el sobredimensionado
respaldo electoral obtenido en la segunda ronda.
La mayoría artificial genera un falso sentido de respaldo público para
el nuevo presidente, quien rápidamente puede verse abandonado por la
opinión pública. Simultáneamente, la oposición, que ha triunfado en la
primera vuelta, tiende a controlar una bancada legislativa más fuerte
que la del partido gobernante y está [7]dispuesta a vengar su derrota.
Los mandatarios latinoamericanos Abdala Bucaram, León Febres Cordero,
Alberto Fujimori, Jorge Serrano y, más recientemente, Pedro Castillo
tuvieron que enfrentar este escenario.
Sin embargo, no todos los casos de reversión del resultado han
conducido a una crisis de gobernabilidad.
Tres niveles de crisis de gobernabilidad
Pérez Liñán (2008), uno de los más importantes politólogos
latinoamericanos, destaca [8]tres niveles de gravedad de la crisis de
gobernabilidad.
Un primer nivel se da cuando el poder ejecutivo cuestiona la
legitimidad del poder legislativo y plantea su disolución o viceversa.
El segundo se alcanza cuando uno de los dos poderes encuentra una vía
constitucional para efectivamente deponer al otro.
Mientras el máximo nivel se produce cuando los militares intervienen
para destituir al mandatario, a los legisladores de la oposición o a
ambos.
La reversión del resultado electoral en la doble vuelta puede
erosionar, pero no siempre lo hace. Algunos ejemplos lo evidencian,
como los casos de los presidentes Leonel Fernández (1996), Jorge Batlle
(1999), Andrés Pastrana (1998) y Mauricio Macri (2015).
[9]Para que la reversión derive en crisis, es condición necesaria la
existencia de un sistema de partidos fragmentado y escasamente
institucionalizado. Esto significa que las organizaciones partidarias
además de numerosas tienden a tener un vínculo débil con los
representados, por lo que los líderes partidarios son incapaces de
forjar coaliciones perdurables.
El sistema de partidos argentino bajo la lupa
El sistema de partidos argentino cuenta con abundantes etiquetas
partidarias, pero no se ha derrumbado pese a sufrir recurrentes
[10]crisis políticas). Su fragmentación dificulta la gobernabilidad
democrática y limita la capacidad del gobierno de alterar el statu quo.
Algunos investigadores lo caracterizan como falto de institucionalidad,
pero otros [11]lo califican de institucionalizado.
Buena parte de su complejidad reside también en la existencia de
[12]tres “arenas electorales”, la presidencial, la senatorial y la de
la Cámara de Diputados, y 24 sistemas de partidos provinciales. A este
enrevesado marco político se suman dinámicas interpartidarias, que
resultan más relevantes que la internas y añaden otro giro de guion al
intrincado sistema.
Néstor Kirchner y Mauricio Macri, dos antecedentes
Los mandatarios Néstor Kirchner, en 2003, y Mauricio Macri, en 2015,
resultaron derrotados en primera vuelta sin que derivara después en una
crisis de gobernabilidad.
La experiencia de Kirchner (2003-2007) no fue tan insólita porque
representaba al peronismo, la organización partidista en torno a la que
desde hace 80 años giran los demás actores. En cambio, despertó enorme
interés el caso de la administración macrista (2015-2019) por su
resiliencia. La crisis de gobernabilidad no estalló, pese a la
combinación de [13]ajuste con retroceso económico, el quiebre de la
narrativa gubernamental de cambio y la existencia de una sociedad civil
predispuesta al conflicto.
Cuesta creer que Milei corra con igual fortuna que Macri.
Diferencias entre los escenarios de Macri y Milei
Macri esquivó la crisis de gobernabilidad debido a que su ascenso a la
presidencia significó la consolidación de un partido (PRO). Además, la
coalición con la UCR le permitió contar con 91 diputados, cinco
gubernaturas y 15 senadores. Contribuyó también a la gobernabilidad un
peronismo dividido, que habilitó la aprobación de más de cien leyes con
un perfil gradualista.
En cambio, la llegada de Milei responde al éxito de un outsider, que
apenas cuenta con ocho senadores y 38 diputaciones, lejos del tercio
requerido para bloquear un eventual juicio político.
La radicalidad de las iniciativas defendidas por Milei (dolarización,
cierre del Banco Central, privatización, etc.) dificulta visualizar un
comportamiento colaborativo por parte del peronismo (106 diputados).
Tampoco parece probable que los sindicatos, la Confederación General
del Trabajo y los movimientos sociales mantengan relativamente un bajo
perfil, como hicieron durante la administración de Macri. En ese
periodo, no apostaron por la derrota del plan del gobierno en las
calles, [14]sino por el desgaste que facilitaría su derrota en las
urnas.
Aunque Kirchner y Macri no enfrentaron una crisis de gobernabilidad, no
hay que olvidar que los presidentes radicales Raúl Alfonsín y Fernando
de la Rúa se vieron obligados a concluir sus mandatos anticipadamente.
Al sistema político argentino no le resulta ajeno elevar la presión y
forzar el reemplazo del ejecutivo.
Fortalezas del libertario
Javier Milei no carece de fortalezas. En apenas cinco años logró
alcanzar la presidencia. El modelo de gobierno del peronismo
kirchnerista luce agotado. El terror a la hiperinflación puede
facilitar la aceptación por los ciudadanos de las políticas
neoliberales más draconianas, mientras la ultraderecha tiene una
presencia significativa en importantes países vecinos como Chile,
Brasil y Uruguay.
Sin embargo, hay dudas legítimas sobre la capacidad del libertario para
superar estos seis desafíos:
1. Evitar que elites empresariales, tradicionalmente beneficiadas de
una “relación carnal” con el estado argentino, consigan aislarlo.
2. Que su programa económico resulte viable.
3. Que consiga sostener niveles de popularidad satisfactorios.
4. Que impida a la oposición legislativa conformar una mayoría
calificada capaz de impulsar un juicio político.
5. Que su batería de reformas neoliberales no articule en su contra a
una sociedad civil en movilización permanente.
6. Que no resulte abandonado por sus propios legisladores cuando la
tensión social se incremente.
Las amenazas al nuevo gobierno, cuando menos, provienen de tres
direcciones: el riesgo de hiperinflación, las secuelas de la reversión
del resultado electoral y la eventual presión en las calles.
Un fantasma acosa el inminente mandato de Milei, el fantasma de la
crisis de gobernabilidad.
[15]The Conversation
Orestes Enrique Díaz Rodríguez es miembro del Sistema Nacional de
Investigadores de México, Nivel 1. Por dicha condición recibe apoyos
económicos por parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de
ese país.
Referencias
1.
https://www.proquest.com/docview/2777696690?pq-origsite=gscholar&fromopenview=true
2.
http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/kiosko/2021/Enigmas.pdf
3.
https://theconversation.com/la-anomalia-empirica-de-las-elecciones-en-argentina-donde-dos-mas-dos-no-suman-cuatro-217319
4.
http://p3.usal.edu.ar/index.php/miriada/article/view/427
5.
https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/handle/10469/1113
6.
https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/7127/1/RUCP_Chasquetti_2000v12.pdf
7.
http://p3.usal.edu.ar/index.php/miriada/article/view/427
8.
http://p3.usal.edu.ar/index.php/miriada/article/view/427
9.
http://p3.usal.edu.ar/index.php/miriada/article/view/427
Fuente
https://theconversation.com/la-libertad-avanza-en-las-urnas-pero-el-fantasma-de-la-crisis-de-gobernabilidad-acecha-a-argentina-218428