Este
diplomado, espera la participación de docentes, tutores educativos,
artistas, estudiantes y maestros de artes, terapeutas, humanistas,
autodidactas, estudiantes y padres de familia comprometidos con la
educación, interesados en explorar las posibilidades de una didáctica
semiológica, así como en abrir o complementar espacios (talleres,
clubes) destinados al estudio interdisciplinario del arte y la
cultura, a través del análisis de sus sistemas simbólicos de lenguaje.
Así las labores
de creación, investigación, cura, poesía y aprendizaje, quedan
entrelazadas en este espacio que disuelve la frontera entre los
talleres de creación artística, los de filosofía, los de ciencias, los
de historia, la psicoterapia y los círculos de estudio, permitiéndonos
conocernos y mejor aún, reconocernos en nuestras afinidades, CREANDO
UNA COMUNIDAD que nos permita desenvolver lo mejor de nuestra
naturaleza y personalidad, para la realización de las altas
aspiraciones de nuestro ser.
Cuando
estudiamos o cuando ayudamos a otros a aprender, siempre subyace la
pregunta acerca de si estamos siguiendo un método prudente. Este
diplomado propone un método educativo específico y diferenciado para
cada uno de nosotros y nuestros estudiantes (acaso también hijos,
pacientes…), una educación que nos permita descubrir, experimentar y
desarrollar nuestras personales y más altas virtudes, pero también las
virtudes de un colectivo (acaso un estudiantado, un grupo artístico,
una familia, una institución o una población).
Tres niveles de cuestión se nos hacen aquí presentes: ¿cómo descubrir
nuestra propia virtud y mecánica de aprendizaje, cómo descubrirla en
el otro y como crear experiencias de aprendizaje en una colectividad,
que a un mismo tiempo nos permita ser estudiantes y maestros? Pues
cuánto pueden estudiar los maestros y cuanta maestría pueden alcanzar
los estudiantes.
La educación artística y cultural, experimenta desde la antigüedad
estos modelos (que hoy podrían parecer innovadores ante la frecuente
obsolescencia de los modelos educativos y sociales) y la semiología
(aunque nacida en el positivismo), no sólo es capaz de romper la
dicotomía entre arte y ciencia, entre creencia y certidumbre, es (¡y
aquí la apuesta!) la llave que nos permite un conocimiento
verdaderamente orgánico, evolucionista y sincrético.
Cultura y arte, son territorios de infinitas conexiones, campo
preparados para la reflexión humanística de cualquier otro espécimen
del conocimiento: la filosofía, las ciencias, las artes, la
historia.., es decir, del desarrollo psíquico del lenguaje, en su
generalidad y en su especialización, que como tal, es un estudio
social (colectivo) e individual del lenguaje, en su memoria, devenir y
potencialidad.
La
semiología,
tan reciente
o antigua como la queramos ver, naciendo en
Saussure
o perdiéndose en los orígenes del tiempo, es nuestro navío para
estudiar tanto lo pretérito, lo contemporáneo, como lo potencial. Para
este diplomado en particular, la semiología se pierde en los orígenes
del conocimiento, y esa pérdida o extravío es parte de su propio
misticismo, pues no hay algo perdido que no intente ser recuperado.
En efecto, algunos
de los nombres necesarios para comprender el fenómeno de la
semiología, son los de genios como Saussure,
Peirce,
Lévi-Strauss,
Greimas,
Barthes,
Jung,
Freud, en
nuestra contemporaneidad, y no menos los de
Quintiliano,
Cicerón,
Aristóteles,
Platón,
Sócrates, u obras
como la
Epopeya de Gilgamesh, el
Enuma Elish, el
Bereshit, o los
Vedas, la lista
completa de nombres y libros sería enorme, pero ante todo, es
necesaria la comprensión de cómo estos conocimientos se gestan, llegan
a nosotros y se desenvuelven con algún sentido; es decir, semiología
como la historia personal del conocimiento.
Así la semiología
fuera de la teorética estricta en su sentido lingüístico (la cual es
necesario explorar), posee una más importante potencialidad práctica
de comprender sincréticamente la cultura. Esa capacidad de comprensión
única que posee la semiología, es un acto puramente psíquico, creativo
y didáctico.
Así explorar
estos tres aspectos: psíquico, creativo y didáctico, de la semiología,
es la tarea principal de este diplomado como un espacio de
aprendizaje creación e intercambio teorético, que se dirige
principalmente a quienes practican la docencia, de fundamental
relevancia para los que desarrollan proyectos e imparten materias de
arte, cultura, literatura, humanidades, naturalmente didáctica y
pedagogía, pero no menos relevante para los docentes de otras
asignaturas, que como es natural, comparten el uso y la exploración
del lenguaje y la cultura; por lo que incluso, no estará cerrada la
participación para quienes simplemente tengan un sincero y
disciplinario interés cultural, aun cuando éste no se dirija a una
población estudiantil, y su objeto sea puramente familiar o personal.
Su devenir estará
signado por una observación universal de la cultura, trazando un
discurso metatextual e intertextual, por lo que será frecuente la
exploración de símbolos, signos, síntomas, términos, culturas, mitos,
obras, autores, teorías, disciplinas y hechos.
Así verbigracia,
el caduceo, el
retorno, la
neurosis, la
entropía, el
brahmanismo,
Pandora, las
Mil Noches
y una Noche,
Borges,
el principio de
incertidumbre, el
teatro, y la
revolución
mexicana, poseen, por así decirlo, una 'relación arbitraria' que
es objeto
de exploración semiológica, y que al así serlo, cumple un fin
didáctico y cultural, un espacio de autoconocimiento y un atisbo
potencial de cura.
Así, en este
sentido, la semiología, al interior del diplomado, no sólo se plantea
como un método didáctico de explorar el conocimiento, sino también, y
con la misma importancia, como un método terapéutico de auto
exploración psíquica, puesto que no es el fin de una educación sensata
la simple acumulación de conocimientos, sin el sentido que con éstos
se puede construir; por otro lado el sentido en lo cognitivo, es en el
campo de la semiología, lo que puede conducir a la virtud o a la
locura, como el arsénico, que según la dosis y la condición, es capaz
de curar o de matar.
Así subyazcan
aquí las preguntas: ¿cuáles son las patologías de nuestra educación y
de nuestra cultura, y cuál es la terapéutica educativa que permitirá
al sujeto (individuo y sociedades), explorarse, para identificar sus
patologías, para encontrar su cura, y para transmutar un sentido
patológico en un sentido de virtud?
La respuesta a
estas preguntas es el decurso del diplomado.
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