Audiovisual, Creatividad, Humor, Reflexiones y Pedradas post: Nos reiremos de esto

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Luis Tarrafeta

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Jun 4, 2014, 3:37:29 AM6/4/14
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Se suele atribuir -erróneamente- a Woody Allen  que “la comedia es tragedia más tiempo”.

Y tiene pinta de ser cierto o, por lo menos, es fácil de aceptar siempre que se diga tras ese periodo prudencial, claro. Porque su equivalente en vivo y en directo, el impertinente “algún día nos reiremos de esto” seguro que ha hecho ricos a más de un abogado matrimonialista (u odontólogo). Sin duda, lo del tiempo, es un aspecto de fondo. Casi nadie quiere hacer un chiste que toque sensibilidades ajenas. Que después de una gracia desafortunada, alguien se sienta ofendido -o peor, herido- suele cohibir bastante.

Sin embargo, el humor, además de todo, también puede resultar liberador y catártico. Una respuesta al absurdo que nos ayuda a seguir viviendo. Nietzsche, en un fogonazo de los suyos, dijo que “el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa“.

La pregunta entonces es, ¿cuándo sí y cuándo no podemos utilizar ese mecanismo?

Cada uno responderá como quiera, desde luego. Pero me he ido encontrando algunos factores que, en mi opinión, marcan una pauta. Y tienen que ver con “el grado de separación” que se tienen con los hechos. Por ejemplo:

  • Desde luego, la primera, es la que comentaba arriba: el tiempo. Esto está incluso estudiado. En el Laboratorio de Investigación del Humor (o HuRL, de la Universidad de Colorado) estudiaron cuándo resulta “aceptable” hacer chistes sobre una tragedia. Sus resultados indican que se suele permitir hacer humor con una tragedia cuando todavía es hipotética (incluso cuando es inminente) pero que se considera de “gilipollas” cuando está ocurriendo o acaba de ocurrir. Con un poco de tiempo, algunos tipos de chiste comienzan a ser aceptables y, poco a poco, se produce una especie de “escalada de humor” que llega a su pico 36 días después de la tragedia. Posteriormente, las referencias al hecho van resultando demasiado lejanas y, por lo tanto, menos interesantes.
  • Además de la distancia en el tiempo, hay otras. Aunque, más que “en el espacio”, diría que tiene que ver con la distancia de identidad cultural. Recuerdo que en el año 02004 Miguel hacía en un taller literario una reflexión parecida a esta: “El 11-S, cuando las torres gemelas, no había terminado de caer la segunda y ya me estaban llegando chistes al móvil sobre el tema. Sin embargo, ahora, han pasado semanas del 11-M y todavía no he escuchado un solo chiste al respecto. ¿Dónde está esa frontera? ¿A cuántos kilómetros tiene que ocurrir el suceso para que la gente haga o no haga chistes al respecto?” Es difícil de decir. Pero supongo que tiene bastante que ver con cómo tu comunidad de referencia lo sienta de”propio”. Con cómo de arraigado esté el concepto del “nosotros”. “Los humanos”, o “los occidentales”, probablemente es demasiado vago para sentirse identificado en estos contexto. Pero “los españoles” sí que lo es para la mayoría. Nos podemos reír de ellos y, en ocasiones, de vosotros. Pero nunca de “nosotros”.
  • Excepto en un caso: cuando quien hace “la gracia” es el mayor afectado. Este podría ser un factor individual, de minorías, y de todas esas “microtragedias” de a diario. Desde la pérdida de un ser querido, a una minusvalía o la pertenencia a determinados grupos “marginales”. En esos casos, resulta mucho más aceptable que el chiste sea en primera persona, mejor que en tercera y, desde luego, que jamás en segunda. Supongo que les conferimos ese derecho por todo aquello del “capital moral” que tienen las víctimas y, seguramente más importante, porque entendemos que puede ser parte de un proceso de superación. Una liberación de tensión.
  • Otro grado de separación que se me ocurre, es que algo que resultaba amenazador, deja de parecerlo. El humor suele servir para metabolizar aquello que nos ha atemorizado. Aquí hemos tenido un ejemplo muy evidente con la decadencia y ¿fin? de ETA. Se comenzó haciendo humor, por una parte de la propia sociedad vasca, y su euskal telebista, pero cada vez se está extendiendo más. A raíz del éxito de “Ocho apellidos vascos“, en el Navarra Confidencial hacían la siguiente reflexión: “la izquierda abertzale quizá tenga que empezar a darse cuenta de que si hasta ahora nadie se reía de algunos de sus posicionamientos más risibles era simplemente porque esos posicionamientos tenían por detrás el respaldo de las armas. Cuando la gente se empieza a atrever a reírse de lo que dices, ya puedes empezar a mejorar tus posicionamientos.” Algo de esto, creo que hay, aunque todavía sea pronto para muchos. Sobre todo, como explica muy bien J. A. Pérez, entre los líderes de opinión.

En cualquier caso, es un tema que a menudo resulta un verdadero quebradero de cabeza para la gente que hace humor para el público. Algo que, con la llegada de las redes sociales, es prácticamente cualquiera que quiera usar así su twitter. Y es normal que se juegue con esos temas. El gran Mauro Entrialgo, explicaba en su charla (que os recomiendo) “Cómo se hacen los chistes” los mecanismos del humor y fijaos hasta que punto el tabú, el pensamiento perverso o la ruptura del protocolo son elementos importantes:

Motivo por el cual, seguramente, muchos humoristas dicen, sencillamente, “paso de todo, voy a hacer humor sobre lo que me dé la real gana”. Por ejemplo, una cómica de éxito escribió hace poco:

“Como cómica, no pienso dejar de hacer un chiste sobre cualquier tema, ni pedir perdón por ello. El humor es ficción, y si eres tan imbécil como para no diferenciarlo, no es mi problema. Te podrá gustar más o menos, pero no censurarlo ni comportarte como si fuese un manifiesto”.

(Raquel Sastre)

Porque la cosa es que, realmente, hay gente que consigue que funcione, aunque “no sepamos cómo”, aunque no tengamos claro de con quién. Lo dicen claramente Steven Merchant y Ricky Gervais en esta incomodísimamente cómica escena de la serie, para-pocos-los-públicos, Life’s too short. No sé si os hará gracia. Pero a mí se me dispara una risa nerviosa e incotrolable:

¿Por qué? No lo sabemos.

Pero tiene todo el sentido. Al final, el humor brota de eso, ¿no? Del absurdo. Del no entender nada.


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