domingo, septiembre 26, 2010
El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las
naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional.
Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de
otro grupo guiado por aspiraciones puramente mercenarias, económicas.
Pienso especialmente en este pequeño pero resuelto grupo, activo en
toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las
consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la
fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para
favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal.
Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia
una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de
inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al
servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el
estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? (Al referirme a la
mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la
guerra como profesión en la creencia de que con su servicio defienden
los más altos intereses de la raza y de que el ataque es a menudo el
mejor método de defensa.) Una respuesta evidente a esta pregunta
parecería ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su
influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la
Iglesia. Esto les permite organizar y gobernar las emociones de las
masas, y convertirlas en su instrumento.
Albert Einstein.
el3ctron
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