Todo tiene su tiempo,
y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir;
tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar;
tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír;
tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras;
tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
tiempo de buscar, y tiempo de perder;
tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de romper, y tiempo de coser;
tiempo de callar, y tiempo de hablar;
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer;
tiempo de guerra, y tiempo de paz.
¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?
Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos,
sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;
y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.
He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo;
sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá;
y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.
Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya;
y Dios restaura lo que pasó.