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Día 29 domingo. Fiesta: La Sagrada Familia: Jesús, María y José |
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Evangelio:
Mt 2, 13-15. 19-23 Cuando se marcharon, un ángel del
Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: |
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El valor de la docilidad a Dios |
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José no se considera una marioneta, caprichosamente movido por el querer de un extraño; se siente amado por Dios. Sin embargo, con sensatez humilde, pensando que no es el Señor del mundo, concluye que no le corresponde a él plasmar sus decisiones en el acontecer de la historia. Confiando, en cambio, en su Creador, que se le manifestaba omnipotente a través de ángeles, somete tranquilo su inteligencia y su voluntad a Dios. Acepta José el querer divino con paz gozosa, porque no se sentía forzado o abrumado ante una voluntad inapelable, a la que se sometía sin remedio. Los planes de Dios eran para José un ideal, con el que buscaba identificarse. Por la fe descubría la divina Voluntad en el acontecer cotidiano y decidía cumplirla, esperando siempre lo mejor, a impulsos de la caridad. Más
de una vez se ha tachado a los cristianos de ser gente sin personalidad,
abolida ésta por la fe en Dios. Los que así piensan ven en Dios un
enemigo; o, al menos, un extraño, indiferente a las ilusiones humanas. No
es así, desde luego, Nuestro Padre Dios, el Dios y
Padre de Nuestro Señor Jesucristo, según la expresión paulina. Para
el esposo de María y para cada cristiano que sabe lo que ese nombre
significa, las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, son
motivo de santo orgullo; de seguridad y paz humildemente vividas, aunque a
veces tenga que ser frente a los que, temerariamente, han decidido guiarse
de modo exclusivo por la inteligencia propia y nada quieren saber de si
así agradan a
Dios. Y pediremos también a Dios, Nuestro Padre, por intercesión de san José, constancia en esta vida a impulsos de la fe. Así imitaremos al Santo Patriarca, que ya en su juventud era tenido por hombre justo, según nos dice san Mateo; es decir, honrado y fiel a Dios en todo. Por eso atiende dócilmente a las indicaciones del Angel: acoge a María creyendo que ha concebido por obra del Espíritu Santo, pone el nombre de Jesús al Niño, según se le indica, marcha a Egipto..., y en regresa cuando se les dice. Más tarde, como padre del Hijo de Dios según la ley, le acompañará, al cumplir doce años, con Santa María a Jerusalén, en aquel viaje en el que Jesús se retrasa y manifiesta tener una misión encomendada por el Padre Eterno. José, guiado por la fe, contribuía eficazmente a la misión de Jesucristo antes de que se manifestara al mundo. No destacó, sin embargo, ante la gente como padre del Maestro, autor de tantos prodigios. Por el contrario, su vida discurrió entre el trabajo ordinario, en una de tantas aldeas de Israel, inadvertido en su heroísmo por vivir, como Dios esperaba, su vida de esposo de la Virgen y padre de Jesús. Su fidelidad a Dios, desde que conoció por el angel la concepción virginal de su Esposa, se apoya en la fe, y nos ha quedado como nítido modelo para siempre. Encomendémonos a la intercesión del Santo Patriarca, para que sepamos cada uno descubrir lo que va esperando Dios de nuestra vida cotidiana. | |||||
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