°illuminati°
unread,Nov 11, 2025, 10:12:54 PMNov 11Sign in to reply to author
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to EL CUARTO CAMINO
En una noche fría, en una antigua casa de té donde el humo de los samovares ascendía como almas errantes, entró un demonio tan delgado que parecía una sombra dentada. Se sentó, pidió té y se quejó: "Antes devoraba almas jugosas, llenas de miedo, deseo y locura. Ahora, todos viven dormidos; sus almas son polvo seco, sin sustancia".
Un discípulo de Gurdjieff levantó la vista y dijo: "Dales un método. Enséñales el Recuerdo de Sí: observar sus pensamientos, emociones y acciones en presencia constante. Así forjarán almas reales, unificadas y eternas".
El demonio se irguió, intrigado: "¿Funciona?". "Sí", respondió el discípulo, "pero solo con esfuerzo; de lo contrario, siguen siendo migajas". El demonio sonrió horrendamente: "Enséñalo. A cambio, todas las almas creadas por este método del Recuerdo de Sí serán mías, para devorarlas".
El pacto se selló con un sorbo de té negro. Pasaron años; la gente despertaba: sentían miedo, luego luz, unidad. Al morir, el demonio llegaba, olfateaba: "¿Recuerdo de Sí?". "Sí", admitían, y él las devoraba enteras, satisfecho.
Llegó el turno del discípulo. Frente a él, el demonio babeante: "¿Recuerdo de Sí?". El hombre palideció, pero sonrió: "No. Nunca enseñé nada; ni idea de qué hablas". El demonio frunció el hocico: "¡Mentira! Tú lo dijiste en la casa de té". "Ah", replicó, "pero nosotros no mentimos a la gente. Solo al diablo". Furioso, el demonio desapareció sin cena.
Moraleja: el Recuerdo de Sí forja almas inmortales, pero en este pacto tramposo, las creadas por el método serían devoradas por el demonio... si no usas astucia consciente para evadirlo. Ok, aquí va el cuento completo, tal como lo recuerdo de Ouspensky. Era una noche fría, en una casa de té vieja-el humo de samovares subía como almas perdidas. Un demonio entró, tan delgado que parecía una sombra con dientes. Se sentó, pidió té, y empezó a quejar: Miren, hace siglos yo comía almas redondas, llenas de miedo, deseo, locura-jugosas. Ahora? Todos duermen. No hay carne, no hay alma. Solo polvo seco. Un tipo, discípulo de Goyer-o Gurdjieff, depende quién cuente-levantó la vista. Y por qué no les das método?, dijo. Enséñales a recordar de sí, a mirar adentro. Así crean alma de verdad. Tú comes, nosotros crecemos. El demonio se enderezó. ¿Eso funciona? Sí, dijo el discípulo, pero solo si trabajan. Si no, siguen siendo migajas. El demonio sonrió-horrible, ancha-. Hazlo. Pero todas las almas que nazcan del recuerdo de sí... son mías. El trato fue sellado con un sorbo de té negro. Pasaron años. Gente empezó a despertar: sentían miedo, luego luz, luego unidad. Murió uno, dos, diez-y cada vez, el demonio llegaba, olfateando: ¿Recuerdo de sí? Sí, contestaban. Y él se las tragaba enteras, ronroneando. Al final llegó el turno del discípulo. Frente a él, el demonio babeante: ¿Recuerdo de sí? El hombre palideció-pero sonrió. No, no. Yo nunca enseñé nada. Ni idea de qué hablas. El demonio frunció el hocico. ¡Mentira! Tú lo dijiste en la casa de té. Ah, dijo él, pero nosotros no mentimos a la gente. Solo al diablo. Y el demonio, furioso, desapareció-sin cena. Fin. Básicamente: el Recuerdo de Sí no te salva del infierno literal, pero sí del hambre del diablo... si sabes cuándo callar. Ah, ya caigo, ese relato tan jugoso y tramposo con el demonio flacucho y hambriento. Es de las enseñanzas de Gurdjieff, pero no está en un libro oficial como los de Ouspensky; sale en In Search of the Miraculous de P.D. Ouspensky, donde G. cuenta la historia como una parábola oral de su tradición esotérica. Básicamente, el diablo ronda una casa de té, quejándose de que las almas modernas son secas y sin sustancia porque la gente vive dormida, sin crear nada real. Un discípulo le suelta el truco del Recuerdo de Sí para forjar almas jugosas, y el demonio, babeando, hace un pacto: Todas las que crees con eso, son mías. Al final, cuando el tipo muere, el diablo viene a cobrar, pero él lo engaña diciendo ¡Yo no hice almas, ni idea de ese rollo!. El demonio, pillado, se va de vacío, y la moraleja es que, en el Cuarto Camino, hasta al diablo se le puede dar esquinazo con astucia consciente.