Decirle a la gente lo que quiere oír a expensas de lo que necesita oír, debilita a la Iglesia»
CAPITULO 4 - EL MINISTERIO PROFÉTICO VERDADERO - II
En el capítulo anterior establecimos, a través de las Escrituras, que un profeta es un portavoz del Señor Jesús. También aprendimos acerca de la función de la profecía en los tiempos finales.
«He aquí, yo os envío al profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón...»
— MALAQUÍAS 4.5,6
Juan el Bautista cumplió la profecía de Elías para sus tiempos y anunció el tipo de unción profética que vendría precediendo la segunda venida de Jesús. El propósito de Juan era despertar a «la oveja perdida» de la casa de Israel, para prepararlos para la primera venida de Jesús. No había sido enviado a los paganos. El ángel Gabriel describió el enfoque de su ministerio:
«Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.»
— LUCAS 1.16
Esto corresponde con la descripción de la profecía en Malaquías: hacer volver los corazones a los caminos y la sabiduría de Dios. Hay un hilo común que corre a través del mensaje en casi cada profeta en la Biblia. Representa el corazón del llamado de ellos. Su énfasis puede resumirse en: «¡Vuélvanse al Señor con todo su corazón!» Aunque dicho en diferentes tonos, lugares y niveles de intensidad, cada profeta ardía con la pasión de ver al pueblo de Dios restaurado para caminar en los caminos de Él. Examinemos un muestreo de sus palabras, las que confirman ese hilo común.
Moisés
«Y te convirtiereis a Jehová tu Dios, y obedeciereis a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma.»
— DEUTERONOMIO 30.2
La misión completa de Moisés era llamar y liberar al pueblo de Dios de la esclavitud egipcia, para que pudieran experimentar la revelación de su Dios y servirle.
Samuel
«Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.»
— 1 SAMUEL 7.3
Isaías
«Vuélvete a mí, porque yo te redimí.»
— ISAÍAS 44.22
Jeremías, antes de la cautividad
«Si te volvieres, oh Israel, dice Jehová, vuélvete a mí. Y si quitares de delante de mí tus abominaciones, y no anduvieres de acá para allá.»
—JEREMÍAS 4.1
Después de la cautividad:
«Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová.»
— LAMENTACIONES 3.4O
Ezequiel
«Por tanto, di a la casa de Israel: Convertíos, y volveos de vuestros ídolos, y apartad vuestro rostro de todas vuestras abominaciones.»
— EZEQUIEL 14.6
Oseas
«Venid y volvamos a Jehová.»
— OSEAS 6.1
]oel
«Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón.»
— JOEL 2.12
Amos
«Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis.»
— AMÓS 5.4
Zacarías
«Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.»
— ZACARÍAS 1.3
Malaquías
«Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.»
— MALAQUÍAS 3.7
Todos los otros profetas
«Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas.»
— 2 REYES 17.13
La idea clave de estos siervos era declarar el corazón de Dios a su pueblo punzando sus corazones para que ellos pudieran volver a Dios. Note que ese era el propósito de todos sus profetas enviados a Israel y Judá. Para cumplir esto tal vez hablaron de cosas por venir, o dieron alguna palabra personal a un individuo. Sin embargo, esto era un componente menor de su ministerio, lo cual ayudaba a realizar el mayor. Con mucha frecuencia somos engañados o llevados por mal camino por agrandar lo que Dios minimiza, mientras minimizamos lo que Dios magnifica.
Pareciera ser que el énfasis del ministerio profético actual está enfocado en lo «menor», el dar profecías personales y predicciones sobre el futuro. Hemos extraído nuestra definición de profeta de pasajes limitados y específicos, en lugar de dar un paso atrás para capturar el panorama total. Una perspectiva errónea de profeta ha dejado a la iglesia vulnerable al engaño. Lo falso o incompleto se convierte en algo más fácil de abrazar que lo real.
Mientras viajo por los Estados Unidos y el extranjero, mi corazón se aflige al escuchar a numerosos pastores y creyentes tratar a aquellos que están en el ministerio profético como adivinos. He tenido líderes preguntándome justo antes de que yo ministrara: «¿Está pensando darle alguna palabra a la gente después del servicio?» Por su tono, sé que están deseando que mi respuesta sea «sí». Aluden a que otros conferencistas «se han movido en la profecía», la gente lo disfrutó, y quieren que, de alguna forma, actué en forma similar. Ellos ofrecen tener casetes individuales para grabar «las palabras» para sus miembros.
Debajo de esta actitud hay una suposición de que yo puedo «prender» y «apagar» la unción profética, según me plazca. Citan pasajes de las Escrituras de que el espíritu de los profetas está sujeto a los profetas (1 Corintios 14.31 Porque todos podéis profetizar uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados). ¿Significa eso que los profetas ya no están sujetos al Espíritu Santo? El mensajero no determina lo que habla; él es solo un siervo o portavoz. Mi Biblia dice que el don de profecía opera «como él [el Espíritu] quiere» (1 Corintios 12.11).
Un pastor se quejó luego de que tuve los servicios de dos domingos seguidos: «No sé cuanta gente vendrá mañana, ya que usted no ha dado ninguna profecía personal.» ¿Se ha reducido al Espíritu Santo a un adivino, quien actúa para mantener a la multitud? Justamente había sucedido que en esos servicios Dios me había dicho que hiciera frente a la insubordinación. No era un mensaje cómodo de entregar o de soportar. El pastor sentía la tensión y el conflicto, y estaba incómodo. Él se sentía mucho más cómodo con el ministerio profético que daba palabras de ánimo a todo el mundo.
A los dos años del mensaje que Dios me había dicho que entregara sobre la insubordinación, uno de sus pastores asociados, quien era considerado profeta, dividió la iglesia y se fue con muchos otros miembros para comenzar «una nueva obra» cerca, en la misma ciudad. Este pastor asociado había recibido toda clase de palabras positivas de parte de «profetas» que habían visitado la iglesia, y de profetas en conferencias fuera de la iglesia. Pero él tenía un corazón como el de Absalón, el hijo de David que se rebeló contra él. Rompió la relación con su pastor, a quien criticaba abiertamente. Regresé a esa iglesia unos pocos años después y ministré al pastor, pero me apena decir que el daño ya había sido hecho.
Decirle a la gente lo que quiere oír, a expensas de lo que necesita oír, debilita a la iglesia. Esto lleva a que la gente busque los dones y las manifestaciones, siendo negligentes en su búsqueda del carácter de Dios.
El ministerio profético que Dios está levantando en estos últimos días será como el de Juan el Bautista. Sus ministerios anunciarán los mismos llamados y advertencias que él. Estos profetas exigirán cambios; su misión principal será volver los corazones del pueblo de Dios nuevamente a su Padre. El mensaje estará acompañado de una fuerte convicción. Con frecuencia las palabras no parecerán «agradables». Su predicación golpeará las áreas endurecidas de nuestros corazones como un martillo rompiendo una roca. Mandarán, reprenderán, corregirán y exhortarán con toda autoridad, pero todo eso fluirá de un corazón lleno de amor por Dios y por su pueblo.
Sus palabras cortarán directamente al corazón, actuando como una espada que penetra a través del alma, para que los motivos del corazón puedan ser revelados. Aquellos que posean corazones llenos de ganancias y codicia arremeterán contra sus palabras. Aquellos que aman la verdad encontrarán sus corazones ardiendo con la misma pasión.
Estos profetas no buscaran las alabanzas o recompensas de los hombres. Solo desearán manejar fielmente la verdad que hace libres a los hombres. No serán comprados porque ya conocen al que los recompensa. El poder, la popularidad o el dinero no influenciarán en sus palabras.
Ellos son los profetas Elías, quienes hablarán con oráculos de Dios. Ardiendo con fuego santo, sus palabras actuarán como hábiles misiles dirigidos, que tienen como blanco el corazón de los hombres. Sus estilos e intensidades pueden diferir, pero seguirán las mismas órdenes.
He estado sentado bajo tales ministerios; algunos proclamando en alta voz mientras que otros hablaban en tonos suaves. Algunos me hicieron reír, aunque estaba constantemente consciente de la convicción que me mantenía fijo a mi asiento. Con frecuencia temblé, pero todo el tiempo mi corazón anhelaba a Jesús. El común denominador era que sus palabras eran como flechas que daban en el blanco, mi corazón. Luego del servicio no podía esperar hasta estar a solas y buscar al Señor del mensaje. Había escuchado un llamado a la santidad en una nueva y fresca forma.
«Así dice el Señor...»
Equivocadamente, hemos limitado al profeta a uno que da profecías, palabras de ciencia y sabiduría, empaquetados a la forma en que los círculos carismáticos acostumbran a oírlos. Por el contrario, es muy posible que un profeta entre a un servicio y nunca diga un «Así dice el Señor...» y, aun así, todo su mensaje sea con palabras proféticas de ciencia y conocimiento. Con frecuencia no discernimos lo suficiente para reconocer la profecía si no nos es entregada con unos pocos «Así dice el Señor» o rimas asociadas. Dependemos de declaraciones como: «Escuché al Señor diciendo...», o «El Espíritu de Dios dice...» para estar seguros de que es Él quien habla.
Sin embargo, no hay ningún registro de Juan el Bautista, diciendo: «Así dijo el Señor...», y parece que se olvidó de dar profecías de ánimo personal junto con sus discursos públicos. También fue negligente en familiarizarse con el estilo para hablar en público de los fariseos. Él dio palabras proféticas a dos grupos: a los recolectores de impuestos: «No exijáis más de lo que os está ordenado», y a los soldados: «No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.» ¡Qué clamor tan diferente al actual! En nuestras reuniones escuchamos palabras como: «Así dijo el Señor: estoy trayéndote un esposo, y él tendrá dinero en una mano y ministerio en la otra.» O: «Dios no quiere que trabajes... ¡Él va a tener gente que dé dinero para ti!» No, estas no son ilustraciones ficticias. Son palabras reales dadas en reuniones a individuos que yo conozco personalmente.
Estas palabras pueden haber sido atractivas a los individuos, pero, ¿son escriturales? ¿Fortalecen su caminar con Dios? ¿O hace, que vuelvan su enfoque sobre ellos mismos?
Juan el Bautista no dio ninguna profecía personal agradable que tuviera a modo de prólogo: «Así dijo el Señor...» De hecho, bajo las definiciones actuales, la iglesia hubiera tenido un tiempo difícil ubicando a Juan en un oficio ministerial. (Los fariseos acostumbraban a poner a la gente en categorías.) Posiblemente podría haber pasado como un evangelista, pero nunca como un profeta. Al limitar el oficio profético a lo que típicamente experimentamos en la iglesia actual o a la función menor de predecir eventos futuros o dar palabras personales, fácilmente nos perderemos lo que Dios traerá a través de sus profetas Elías.
¿Profeta del Antiguo o del Nuevo Testamento?
Están aquellos que pueden decir: «Juan el Bautista era un profeta del Antiguo Testamento. Su ministerio no se aplica a nosotros actualmente.» Si ese es el caso, entonces, ¿por qué Dios no agregó el libro cuarenta en el Antiguo Testamento y lo llamó «Juan el Bautista»? Observe lo que el Evangelio de Marcos tiene para decir:
«Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero...»
-MARCOS 1.1,2
El mensajero era Juan el Bautista. Su ministerio está claramente definido como el comienzo del evangelio de Jesús. Se lo encuentra en los cuatro Evangelios. Más adelante Jesús lo deja absolutamente claro, al decir: «La ley y los profetas eran hasta Juan» (Lucas 16.16).
Note que Jesús no dijo: «La ley y los profetas eran hasta mí.» Nuevamente, en Mateo 11.12,13, Jesús dice: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.» Fíjese que Jesús da referencia a que el lugar de comienzo del Reino de los Cielos se relaciona con el ministerio de Juan.
Usted puede preguntar: ¿Cómo escribe usted que el ministerio profético de los últimos días tendrá como patrón al de Juan el Bautista? Yo pensaba que la profecía del Nuevo Testamento era para «edificación, exhortación y consolación» (1 Corintios 14.3,4 Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en lenguas, a sí mismo se edifica, pero el que profetiza edifica a la iglesia).
En respuesta, retornemos a las Escrituras y veamos lo que dice Dios acerca de la profecía de Juan.
En el Evangelio de Lucas encontramos el mayor detalle de la profecía de Juan. Él se dirigió a las multitudes que habían ido para escuchar y ser bautizados, como: «¡Hijos de víboras! ¿Creen que bautizándose van a escapar de la ira venidera?» (Lucas 3.7, BD Por eso, decía a las multitudes que acudían para que él las bautizara: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?) Entonces les advirtió que si no daban frutos dignos de arrepentimiento serían cortados y echados al fuego. Por eso dijo que Jesús estaba viniendo con su aventador en su mano, y que limpiaría su era, la cual representa a la casa de Israel (Lucas 3.17 El bieldo está en su mano para limpiar completamente su era y recoger el trigo en su granero; pero quemará la paja en fuego inextinguible.) ¿Llamaría usted edificantes a estas palabras proféticas? ¿Exhortan o traen consuelo? La mayoría respondería: «¡De ninguna manera!» Pero mire como Dios las juzga:
«Con estas y muchas otras exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.»
-LUCAS 3.18, énfasis agregado
Dios categoriza las profecías o predicaciones de Juan como exhortaciones. Esto no es lo que hoy día llamaríamos predicación exhortativa. Isaías también describe las profecías de Juan, pero no las llama exhortativas; en lugar de eso se refiere a ellas como ¡consolación! Él escribió:
«Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén, decidle a voces...Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.»
— ISAÍAS 40.1-3
¿Piensa que es posible que hayamos tenido un concepto deformado de edificación, exhortación y consolación? Si necesita más confirmación, ¡mire el mensaje profético de Jesús a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3! Él le advirtió a una iglesia que si no se arrepentía la vomitaría de su boca (Apocalipsis 3.16 Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca). ¿Cuántos considerarían esta profecía como consolación?
Él describe otra iglesia: «Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto» (Apocalipsis 3.1). ¿Cuántos encontrarían edificantes estas palabras? Él continúa diciendo: «Porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios ... Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón» Apocalipsis 3.2,3). ¿Concuerdan las palabras de Jesús con nuestra perspectiva actual del ministerio profético?
A otra iglesia le dijo: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido» (Apocalipsis 2.5). El candelero representa a la iglesia. Quitarlo de su lugar significa removerlo de su presencia. Si ellos no se arrepentían, podrían seguir teniendo sus servicios, reuniones de oración, conferencias proféticas, y mucho más, pero su santa presencia se habría ido.
Luego de haber alabado otras dos iglesias por sus servicios, rápidamente advierte a una: «Pero tengo unas pocas cosas contra ti» (Apocalipsis 2.14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los que mantienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer actos de inmoralidad), luego procede a corregirlos. A la otra iglesia también le dice: «Pero tengo unas pocas cosas contra ti» (Apocalipsis 2.20 Pero tengo esto contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que se dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a los ídolos) y los corrige.
Estas son cinco de las siete profecías dadas a siete iglesias. Estos mensajes no eran solo históricos sino que tienen aplicación a la Iglesia antes de la venida del Señor Jesucristo. Muy poco de lo que sucede en nuestras conferencias proféticas, reuniones o servicios actualmente se correlaciona con los patrones de profecía de Jesús o de Juan el Bautista. ¿Podría ser que seguimos otro modelo? ¿Hemos llegado a ser como los profetas en los días de Jeremías y Ezequiel, que profetizaban paz y prosperidad, mientras Dios procuraba llamar a su pueblo a que se volvieran hacia su corazón?