«Cuánto más pronto reconozcamos lo real, menos vulnerables seremos a lo falso.»
CAPITULO 3 - EL MINISTERIO PROFÉTICO VERDADERO
Para identificar adecuadamente lo falso primero debemos bosquejar lo real. Un documental reciente en una de las mayores cadenas de televisión ejemplificó esto. El equipo de noticias recibió el reporte de que cierta cadena de joyerías estaba vendiendo piedras fabricadas, como si fueran preciosas, es decir, reales. Estas tiendas habían estado en el negocio por años, y una veintena de hombres y mujeres habían comprado lo que ellos creían eran piedras preciosas. Esos clientes no solo habían comprado piedras para ellos mismos, sino que también habían compartido sus tesoros con otros.
Nadie cuestionó la autenticidad de las piedras hasta que individuos expertos señalaron que eran fabricadas. Los equipos de noticias fueron a las tiendas con cámaras ocultas y, luego de varias semanas de investigación, expusieron el fraude.
¿Cómo engañaron estos joyeros a tantas personas? La respuesta es simple. Lo falso se parecía mucho a lo real. No se percibía la diferencia a no ser que se tuviera un ojo adiestrado. Observé cómo un experto le enseñó a la periodista de televisión a identificar el engaño. Primero estableció el criterio de autenticidad. Le mostró cómo se veía una piedra preciosa real, bajo el escrutinio de un vidrio de aumento de alto poder. Luego le explicó qué buscar en la piedra falsa. Sin este adiestramiento, ella hubiera sido fácilmente engañada por falta de conocimiento.
Estos mismos principios se aplican para identificar si la profecía es falsa o verdadera. Cuanto más rápido reconozcamos lo real, menos vulnerables seremos a lo falso. Si nunca he visto un zafiro o una esmeralda real, puedo ser engañado fácilmente. Usted podría mostrarme una piedra verde y decirme que es un zafiro; yo no conocería que los zafiros en realidad son azules, así que no tendría razón para dudar. Usted hasta podría darme libros bosquejando las características de los zafiros verdes para llevar más lejos el engaño. En poco tiempo, yo sería resistente a las características de los reales. Esto explica cómo muchos son engañados por las sectas.
A la inversa, sí sé que los zafiros son azules, inmediatamente rechazaría los de otro color. Cualquiera que fuera falso, por lo menos tendría que parecerse a un zafiro. Aun así, yo podría caer presa de cualquier joyero astuto con una buena imitación, como muchas de las que fueron extraídas de las joyerías en el documental de televisión. Pero, ¿qué sucedería si yo estuviera adiestrado? Entonces sería casi imposible engañarme, aun con la mejor imitación.
Nos fue dicho: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia» (2 Timoteo 3.16, NVI). Encontramos nuestro adiestramiento y guías necesarios en la Palabra de Dios. Cuanto más diestros nos convertimos en las Escrituras, más evidente y clara es la delineación entre lo verdadero y lo falso, lo correcto y lo incorrecto. La Palabra es nuestra salvaguarda contra el engaño.
Con mucha frecuencia somos como los clientes de esas joyerías, quienes gastaron su dinero en costosas imitaciones. Poseemos solo un conocimiento superficial de lo genuino. Carecemos de la sabiduría para separar lo precioso de lo que no tiene valor. Los ojos sin adiestramiento pueden fácilmente confundir la imitación con lo auténtico. Una profecía falsa con frecuencia parece real por comenzar con un «Así dice el Señor...», seguida por la compasión por las heridas pasadas y el pronunciamiento de las «bendiciones» por venir; entonces usted está atrapado.
Definición de profeta
La primera mención de la palabra profeta en las Escrituras es una referencia a Abraham encontrada en Génesis 20.7. Dios advirtió a Abimelec: «Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta.» Cuando pensamos en Abraham, la primera descripción que nos viene a la mente no es la de un profeta. No pensamos de él como tal porque no lo vemos prediciendo eventos futuros, pero Dios lo vio como uno de ellos. Esto expone un concepto erróneo o limitación que tenemos sobre los profetas. Dejemos que las Escrituras nos den la verdadera descripción de un profeta.
En referencia a Abraham, la palabra hebrea para profeta es nabí'. Esta es la palabra más común utilizada para los profetas en el Antiguo Testamento; aparece más de 300 veces. Cuando un autor introduce un término usualmente lo define. (Si no lo hace la primera vez, entonces lo hace poco después.) En este caso, no es dada una definición clara de profeta la primera vez que Dios, el autor de las Escrituras, la usa. Pero aprendemos más de su significado en las siguientes apariciones.
La segunda mención de nabí' en las Escrituras nos da una visión general de su significado. En Éxodo 7.1 leemos: «Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta.»
La escena es inmediatamente después de que Moisés compartió su falta de habilidad para hablar claramente y afirmar que no podía aparecer ante Faraón como el portavoz de Dios (Éxodo 4.10-16 Entonces Moisés dijo al SEÑOR: Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y el SEÑOR le dijo: ¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el SEÑOR? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar. Pero él dijo: Te ruego, Señor, envía ahora el mensaje por medio de quien tú quieras. Entonces se encendió la ira del SEÑOR contra Moisés, y dijo: ¿No está allí tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él habla bien. Y además, he aquí, él sale a recibirte; al verte, se alegrará en su corazón. Y tú le hablarás, y pondrás las palabras en su boca; y yo estaré con tu boca y con su boca y os enseñaré lo que habéis de hacer. Además, él hablará por ti al pueblo; y él te servirá como boca y tú serás para él como Dios). Aunque esto disgustó a Dios, nombró a Aarón (el hermano mayor de Moisés) como el representante de Moisés. Él explicó:
«Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios.»
— Éxodo 4.16, énfasis añadido.
Podemos obtener de estos dos pasajes la definición global de profeta. Moisés tenía el mensaje, pero Aarón era la voz. Dios dijo que Aarón sería el portavoz o profeta para Moisés. La definición se encuentra en sus funciones: un profeta es aquél que habla por otro, o uno que presta su voz a otro. El concepto de profeta como que predice el futuro es erróneo.
La definición básica de nabí' es apoyada nuevamente en su primera aparición en referencia a Jesús. Dios prometió a Moisés que, para su pueblo, «Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.» (Deuteronomio 18.18). Esto, por supuesto, se refiere a Jesús. Hebreos 1.1,2 reitera la función del profeta diciendo: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el hijo.» Nuevamente, el énfasis está en ser un representante o portavoz y no en predecir eventos.
Jesús mismo confirmó esto: «Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar» (Juan 12.49). La definición más clara de profeta es: «Uno que habla por otro.» Esto podría incluir predecir el futuro, pero está lejos del verdadero énfasis de profeta.
Los profetas del Nuevo Testamento
Para definir a un profeta un poco más debemos examinar lo que el Nuevo Testamento tiene para decir. Las Escrituras registran que cuando Jesús resucitó de la muerte, Él estableció dones u oficios con el propósito de construir y fortalecer a su iglesia:
«Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.»
-EFESIOS 4.11-13
Note que Jesús es el que nombra estos oficios. Una persona no elige ocuparlos. Es el llamado de Dios y debe venir a través de su nombramiento. Trataremos esto en gran detalle en el capítulo 11.
Fíjese que estos oficios no son dados hasta que el Cuerpo de Cristo llega a la unidad de la fe y del conocimiento de Jesucristo. Esto todavía tiene que suceder y no concluye con el paso de los apóstoles y profetas que aparecen en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, el oficio de profeta todavía está vigente y es muy necesario.
Aunque muchos estarían de acuerdo con esto, es importante enfatizar que los apóstoles o profetas actuales ya no escriben o agregan algo a las Escrituras. El libro de Apocalipsis nos advierte que si alguno agrega algo a las palabras de las Escrituras, Dios traerá plagas sobre su vida. Y si alguien saca algo de las palabras de la Biblia, Dios quitará su parte del libro de la vida (Apocalipsis 22.18,19 Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro). Por lo tanto, cualquier cosa hablada ahora no debe contradecir en ninguna forma lo establecido en las Escrituras. Tal como Pablo dijo: «Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema» (Gálatas 1.9).
Por otro lado, Pedro nos exhorta: «¿Te sientes llamado a predicar? Predica entonces como si Dios mismo hablara a través de ti» (1Pedro 4.11, BD). Un profeta es el que tiene un mensaje de Dios para su iglesia. Como ilustración, mire a los mensajeros de un rey. Un monarca se comunica directamente con su pueblo a través de sus mensajeros designados. Es importante que los emisarios comuniquen en forma apropiada no solo las palabras del rey, sino también su corazón. El mensajero debe comunicar el mensaje como si el mismo rey lo estuviera haciendo.
Aunque el mensaje del profeta no debe contradecir las Escrituras, a veces puede traer uno que no esté confirmado por un capítulo y versículo. Este mensaje puede ser una palabra genuina de Dios. Un buen ejemplo de esto es la palabra que Agabo dio a la iglesia en Antioquía acerca de la gran hambre que vendría sobre la tierra (Hechos 11. 27,28 por aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que ciertamente habría una gran hambre en toda la tierra. Y esto ocurrió durante el reinado de Claudio), o su advertencia a Pablo de que lo atarían y lo entregarían en las manos de los gentiles (Hechos 21.10,11 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agabo, quien vino a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: "Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles."). Es en estas áreas donde el engaño entra fácilmente en escena. Un falso profeta puede dar un mensaje individual o colectivo cuya autenticidad no pueda ser confirmada o supuesta por las Escrituras. Con frecuencia, este mensaje viene de su propia inspiración o de espíritus familiares. Si no son confrontados, estos mensajes o palabras proféticas pueden corromper al pueblo de Dios y hacerlos inútiles (Jeremías 23.16 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. Ellos os conducen hacia lo vano; os cuentan la visión de su propia fantasía, no de la boca del SEÑOR). La corrupción o contaminación será explicada en detalle en el capítulo 5. Es mi oración que la verdad en este libro pueda advertirle, protegerlo o librarlo de esta clase de corrupción o contaminación.
Examinemos lo que las Escrituras revelan acerca del ministerio profético de estos postreros días. Elías el profeta
«He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.»
— MALAQUÍAS 4.5,6
La segunda venida de Cristo es el gran día de la ira del Señor. Jesús dijo que en ese día «lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria» (Mateo 24.30). Será un día terrible para aquellos que no lo aman y obedecen. Juan, el apóstol, recibió una visión de ese día y describió cómo ellos «se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?» (Apocalipsis 6.15-17).
Antes que este día llegue, Dios enviaría a Elías el profeta. Este Elías que va a venir no es el Elías de 1 y 2 Reyes, volviendo a la tierra. El texto no se está refiriendo a un hombre histórico ni está limitado meramente a un hombre. Más bien esto describe el verdadero significado de Elías. Para explicarlo, la palabra Elías viene de dos palabras hebreas: el y Jah. El significa «fortaleza o poder» y Yahh es el nombre sagrado del verdadero Dios, Jehová. Al unirlas tenemos «el poder o fortaleza de Jehová, el Dios verdadero». Así que lo que Malaquías estaba diciendo es que antes del día del Señor, Dios enviaría un ministerio profético en la fortaleza y poder del único y verdadero Dios.
Previo a la primera venida de Jesús, el ángel Gabriel se le apareció a Zacarías, el padre de Juan el Bautista, y describió el llamado que había sobre la vida de su hijo:
«Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver ¡os corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.»
— LUCAS 1.16,17
Juan era un profeta enviado en el espíritu y el poder de Elías para preparar el camino del Señor, precediendo la primera venida de Jesús. El significado de su mensaje y ministerio era hacer volver a Dios el corazón de los hijos de Israel. Al hacer esto, sus líderes ya no se servirían más a sí mismos sino al pueblo, y los desobedientes volverían a la sumisión a la Palabra y los caminos de Dios.
El mensaje de Juan puede resumirse en una declaración: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 3.2). Arrepentirse significa un cambio de mente y corazón, no una simple acción. Las acciones de los hijos de Israel con frecuencia eran espirituales o religiosas, mientras que sus corazones se alejaban de Dios. Miles asistían a la sinagoga todo el tiempo, sin darse cuenta de la verdadera condición de sus corazones. Confiaban en el hecho de que eran descendientes del pueblo del pacto con Dios. Estaban confiados de su salvación y creían que estaban en buena relación con Dios. ¡Pero estaban engañados!
En su misericordia, Dios levantó un profeta, Juan, para exponer la verdadera condición de sus corazones al proclamar la palabra del Señor. Juan se dirigía a las multitudes que iban a bautizarse, más o menos en estos términos: «¡Hijos de víboras! ¿Creen que bautizándose van a escapar de la ira venidera? ¡No! Primero vayan y demuestren en la práctica que se han arrepentido de veras. Y no crean que se van a salvar porque son descendientes de Abraham. Eso no basta. ¡Aun de estas piedras puede Dios hacerle descendientes a Abraham!» (Lucas 3.7,8, BD).
Es interesante notar que este fue su mensaje a las multitudes que habían viajado horas por el abrasador desierto para escuchar su predicación y ser bautizados por él. Estos no eran ciudadanos satisfechos, quienes se burlaron de él y rechazaron las molestias de un viaje difícil a través del desierto para escucharlo. Juan no estaba interesado en ser popular. No aduló a los que habían ido a sus reuniones; él ardía de pasión por ser fiel para declarar lo que Dios le había dicho. Era un profeta en el verdadero sentido. Esto es muy diferente de lo que experimentamos en el ministerio hoy día.
La unción de Elías en la actualidad
Juan el Bautista cumplió las profecías de Elías (hay otras como las de Isaías 40.3,4 Una voz clama: Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios. Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle; Malaquías 3.1 He aquí, yo envío a mi mensajero, y él preparará el camino delante de mí. Y vendrá de repente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el mensajero del pacto en quien vosotros os complacéis, he aquí, viene --dice el SEÑOR de los ejércitos.) precediendo a la primera venida de Jesús. Sin embargo, Malaquías profetizó que esa unción sería enviada precediendo al gran y terrible día del Señor, su segunda venida. Esto significa que hay dos clases diferentes de cumplimientos de la profecía. Jesús habló de esos dos cumplimientos a tres de sus discípulos.
Jesús llevó a Pedro, Jacobo y Juan a un monte alto. Allí se transfiguró delante de ellos. Su rostro resplandeció como el sol y sus vestiduras se hicieron blancas y radiantes. Moisés y Elías aparecieron y conversaron con Jesús. Mientras Él estaba hablando, una nube de luz los cubrió y Dios habló, diciendo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.» El temor de Dios abrumó a los discípulos y cayeron sobre sus rostros. Cuando miraron, estaban solos con Jesús.
Ahora era muy claro para ellos que Jesús era el Mesías tan esperado. Sin embargo, esto los confundió. Ellos habían escuchado a los escribas enseñar, del libro de Malaquías, que Elías vendría antes de que el Señor lo hiciera. Le preguntaron a Jesús acerca de esto, y su respuesta fue:
«A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.»
-MATEO 17.11-13
Jesús habló de dos Elías separados. Primero del Elías que está viniendo (tiempo futuro). Esto podría no haber sido una referencia a Juan, ya que a esta altura había sido decapitado (Mateo 14.1-12 Por aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús, y dijo a sus sirvientes: Este es Juan el Bautista. Él ha resucitado de entre los muertos, y por eso es que poderes milagrosos actúan en él. Porque Herodes había prendido a Juan, lo había atado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe; porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. Y aunque Herodes quería matarlo, tenía miedo al pueblo, porque consideraban a Juan como un profeta. Pero cuando llegó el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó ante ellos y agradó a Herodes. Por lo cual le prometió con juramento darle lo que ella pidiera. Ella, instigada por su madre, dijo*: Dame aquí, en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. Y aunque el rey se entristeció, a causa de sus juramentos y de sus invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Y trajeron su cabeza en una bandeja y se la dieron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre. Los discípulos de Juan llegaron y recogieron el cuerpo y lo sepultaron; y fueron y se lo comunicaron a Jesús). Luego Jesús habló del Elías que ya había venido (tiempo pasado), al cual, claramente, Él identificó como Juan el Bautista.
Precediendo al retorno de Jesús, Dios nuevamente levantará un profeta ungido. Sin embargo, esta vez el manto no descansará sobre un solo hombre, sino colectivamente sobre un grupo de profetas (Efesios 4.7-11 Pero a cada uno de nosotros se nos ha concedido la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por tanto, dice: CUANDO ASCENDIO A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS, Y DIO DONES A LOS HOMBRES. (Esta expresión: Ascendió, ¿qué significa, sino que Él también había descendido a las profundidades de la tierra? El que descendió es también el mismo que ascendió mucho más arriba de todos los cielos, para poder llenarlo todo.) Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros; Apocalipsis 22.8,9 Yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostró estas cosas. Y me dijo*: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios). Estos profetas Elías proclamarán un mensaje similar al de Juan el Bautista, porque él será el tipo y precursor de estos profetas de los últimos días. Ellos buscarán a las ovejas perdidas o engañadas en la Iglesia, así como también harán volver a aquellos que se han ido ofendidos.
Los mensajes tibios han producido una multitud de convertidos durante las últimas décadas. Pero hay muchos quienes verdaderamente aman y temen a Dios, aunque pueden haber crecido un poco débiles. Parecen ser la minoría y no pueden entender dónde está la verdadera palabra del Señor, que penetrará el corazón de la Iglesia y nuevamente la hará íntegra. El mensaje de estos profetas Elías fortalecerán a aquellos que han perseverado en obediencia en una iglesia afligida. Sus palabras traerán nuevamente claridad a los propósitos de Dios para los tiempos finales de la Iglesia.
En el próximo capítulo examinaremos más de cerca el mensaje de un verdadero profeta, y por qué es tan desesperadamente necesitado hoy día.