CAPITULO 9 – ENSEÑAN REBELIÓN A MI PUEBLO (¿ASI DICE EL SEÑOR?)

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Fernando Alvarez Hurtado

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Nov 12, 2024, 11:08:47 AM11/12/24
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«Requiere fortaleza espiritual el rechazar lo que traería felicidad, para abrazar lo que es difícil.»

 

 

 

 

CAPITULO 9 – ENSEÑAN REBELIÓN A MI PUEBLO

 

 

En el capítulo anterior aprendimos que las profecías falsas pueden corromper o contaminar la vida de las personas. El nivel de esa corrupción varía. Conozco algunos que han sufrido afecciones físicas por la adivinación. Una bruma de confusión y depresión ha ocultado las emociones de otros. Pero la siguiente consecuencia es la que considero como la más perjudicial o peligrosa. Esto se ejemplifica con lo sucedido a la hija del pastor del cual hablé en el capítulo anterior.

 

«El dinero será puesto en tus manos.»

 

La muchacha estaba viviendo afuera de la casa, en la universidad. Se encontraba en medio de un semestre muy difícil. Una profetiza muy conocida le dio la siguiente palabra:

 

No tomes un trabajo de verano; no trabajes. Dios se ocupará de que la gente te dé dinero.

 

También le dijo que Dios deseaba que ella «estuviera en un continuo nivel emocional alto», y que no debía escuchar a nadie que le dijera que viviera una vida cristiana balanceada.

 

En las palabras de su madre, «esto provocó mucha confusión, ya que ella lucha con la depresión y rara vez está en un "continuo nivel emocional alto"». La palabra les causó un conflicto a sus padres. La ética escritural de trabajo de ellos no se condice con una vida sin trabajo, pero ahora su hija se escudaba en la palabra recibida. Aunque había sido sumisa a sus padres, ahora había cambiado. Tal como su madre lo dijo, «ella realmente se rebeló contra nosotros como padres todo el verano, negándose a trabajar. Terminó quebrada financieramente, puesto que nadie le puso dinero en sus manos, en especial nosotros».

 

Esta profecía hizo que la muchacha se sintiera como en un nivel especial, en una elite. Alimentó un área de orgullo en su vida.

 

«Dios la favoreció tanto que no deseaba que trabajara, sino que disfrutara de ella misma, mientras otros lo hacen para mantener­ la.» Pero el verano pasó, y el origen o raíz de la palabra quedó a la luz. La profecía no era de Dios. Las Escrituras nos dicen que la lengua «siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida» (Santiago 3.6, NVI).

 

Cuando estamos de acuerdo con —y las recibimos— palabras que nos apelan, pero no provienen de Dios, abrimos nuestras vidas al engaño y la ruina. Santiago dijo que esas palabras son encendidas por el mismo infierno. Es por esto que Dios nos advierte severamente: «No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová» (Jeremías 23.16).

 

Estas falsas palabras proféticas minaron años de santa y paciente labor paterna. La rebelión fue fortalecida por una ética antibíblica, sin mencionar el mal ejemplo que se asentó ante toda la iglesia y las amistades de la hija del pastor.

 

Algunos de ustedes, a esta altura, pueden estar preguntándose:

 

¿Y qué acerca de los profetas jóvenes, quienes están desarrollando sus dones? ¿Tal vez los han perdido? En respuesta, debemos recordar que los verdaderos profetas no hablan de acuerdo a sus propias ideas, sino que lo hacen cuando el Espíritu Santo viene sobre ellos. El Espíritu de Dios no está «en adiestramiento», y Él sólo habla lo puro y verdadero. El error viene cuando hablamos sin que Él lo haga, o al quedar callados cuando Él está hablando. Hasta Saúl, en todo su tormento, dio una palabra verdadera cuando estaba tomado por el Espíritu (1 Samuel 19.24 Se quitó sus vestiduras reales y profetizó delante de Samuel y así se acostó desnudo todo aquel día y noche. Entonces dicen: ¿Está también Saúl entre los profetas?). Samuel, cuando era sólo un niño, dio una profecía pura y completamente adecuada en su primera vez (1 Samuel 3). No tuvo que crecer en el don.

 

La falsa profecía promueve la rebelión

 

Con mucha frecuencia, la corrupción profética trae rebelión. Una buena ilustración de esto se encuentra en el libro de Jeremías. Judá se había convertido en una nación de gente codiciosa. Ya no seguían más los estatutos y juicios de Dios. Se habían desviado de seguir al Dios vivo, apartándose del camino de sus fieles padres. Buscaron el confort y los placeres que ofrece este mundo. Durante todo ese tiempo ellos creían que estaban en correcta relación con el Señor, pero vivían de acuerdo a los dictados de sus propios corazones. Entonces se pararon delante de Él en el templo y proclamaron: «"Estamos a salvo" [la Biblia Amplificada dice: "¡somos liberados!"], para luego seguir cometiendo todas estas abominaciones» (Jeremías 7.10, NVI).

 

Dios los amonestó a través de los profetas, pero sus voces eran pequeñas en medio de una mayoría que proclamaba prosperidad y paz a un pueblo codicioso. Jeremías fue una de las últimas voces de advertencia antes de que el juicio de Dios cayera sobre ellos. Pero no escucharían, porque la idolatría en sus corazones había sido fortalecida por las palabras de adivinación y adulación. Sus caminos fueron determinados y sus corazones endurecidos por los numerosos profetas de «paz y prosperidad». El juicio era inminente.

 

La primera ola de juicio vino cuando el rey de Babilonia, Nabucodonosor, tomó cautivo al rey de Judá y puso a otro para que gobernara en su lugar. Él llevó al rey y a muchos otros a Babilonia, junto con artículos valiosos de la Casa del Señor. Aun así, esto no cautivó la completa atención de ellos.

 

Pasaron unos años y, en obediencia a la palabra del Señor, Jeremías se puso un yugo de madera, simbolizando el grado del juicio a Israel bajo Nabucodonosor. El profeta habló estas palabras del Señor al rey de Judá y a la gente: «Doblen el cuello bajo el yugo del rey de Babilonia; sométanse a él y a su pueblo, y seguirán con vida» (Jeremías 27.12, NVI). No es exactamente esto lo que ellos deseaban escuchar, pero pronto tuvieron la palabra que sí esperaban. Vino a través de Hananías, un profeta de Gabaón. Él habló en el templo, en presencia de los sacerdotes y del pueblo, en contra de la profecía que Jeremías había dado. Dijo: «Así habló Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Quebranté el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia, y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá que entraron en Babilonia, dice Jehová; porque yo quebrantaré el yugo del rey de Babilonia» (Jeremías 28.2-4).

 

Estoy seguro de que estas palabras proféticas fueron muy bien recibidas por el pueblo. Trajeron edificación y comodidad. Prometieron las bendiciones de la restauración. Hablaron amablemente a aquellos que habían sufrido pérdidas, y les aseguraron el cumplimiento de las promesas de Dios. Ya me imagino a la mayoría del pueblo alabando a Dios y algunos hasta llorando de gozo.

 

Solo la respuesta de Jeremías fue diferente. En lugar de regocijarse, confrontó al profeta. «Los profetas que nos han precedido profetizaron guerra, hambre y pestilencia contra numerosas naciones y grandes reinos. Pero a un profeta que anuncia paz se le reconoce como profeta verdaderamente enviado por el Señor, sólo si se cumplen sus palabras» (Jeremías 28.8,9, NVI). La Biblia al día dice:

 

«De modo que al profeta que prediga paz le corresponde demostrar que Dios realmente lo ha enviado. Únicamente si su mensaje se cumple se sabrá que realmente procede de Dios.»

 

Los profetas que profetizan paz y prosperidad son reconocidos como verdaderos si sus predicciones se cumplen. ¡Si se implementara, este estándar eliminaría muchas preguntas hoy día! ¿Por qué no había los mismos estándares para los profetas que profetizaban guerras, desastres y plagas? La razón es que, si había arrepentimiento, con frecuencia el desastre era revertido o pospuesto. Vemos esto con Nínive, cuando Jonás les advirtió del juicio proveniente en cuarenta días. Ellos se arrepintieron y el juicio fue revertido. Esto no hizo de Jonás un falso profeta, sino que revela a Dios como misericordioso.

 

Después de que Hananías escuchara las palabras de Jeremías, tomó enfáticamente el yugo del cuello de Jeremías y lo rompió delante del pueblo. Entonces, declaró: «Así ha dicho Jehová: de esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años.» Después de esta exposición, Jeremías dejó el templo. Entonces, la palabra del Señor vino a Jeremías, diciendo: «Ve y habla a Hananías, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yugos de madera quebraste, más en vez de ellos harás yugos de hierro» (Jeremías 28.12,13). Él continuó diciendo, por la palabra del Señor, cómo Dios le había dado dominio a Nabucodonosor. Jeremías le dijo a Hananías el profeta:

 

«Morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová.»

JEREMÍAS 28.16

 

¿De qué forma las palabras de paz y restauración de Hananías enseñaron rebelión? Dios le había dicho al pueblo que se sometiera a Nabucodonosor. Les dijo que construyeran casas y que planificaran permanecer allí. Él les dijo que plantaran jardines, que se casaran y tuvieran hijos y nietos. Les dijo que se multiplicaran y que no disminuyeran. Les dijo que oraran pidiendo paz y prosperidad para sus captores, y que entonces ellos también disfrutarían paz (Jeremías 29.4-7 Así dice el Señor *Todopoderoso, el Dios de Israel, a todos los que he deportado de Jerusalén a Babilonia: "Construyan casas y habítenlas; planten huertos y coman de su fruto. Cásense, y tengan hijos e hijas; y casen a sus hijos e hijas, para que a su vez ellos les den nietos. Multiplíquense allá, y no disminuyan. Además, busquen el *bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad"). Usted vivirá de una forma si está en una ciudad sólo por dos años, y de otra muy diferente si sabe que estará allí por setenta. La palabra que Hananías dio causaría que ellos se comportaran de la forma opuesta a la que Dios deseaba.

 

Con frecuencia limitamos nuestro entendimiento de rebelión al comportamiento de los adolescentes o a los prominentes hechos de maldad. Ha sido mi experiencia que la mayoría de las formas engañosas de rebelión son agradables o de apariencia religiosa. Nunca olvidaré cómo Dios me enseñó esto cuando la princesa Diana, de Inglaterra, murió en un accidente automovilístico. Muchos lamentaban su muerte. Yo también estaba triste. Ella parecía buena y había hecho una gran obra de caridad en la vida pública. Pero en mi pena, sentía el error.

 

Le pregunté al Señor por qué me sentía de esta forma. Dios me mostró en el libro de Apocalipsis, cómo los habitantes de este mundo y sus líderes harían luto y llorarían por la muerte de la mujer llamada «Babilonia» (Apocalipsis 17.2 Con ella cometieron adulterio los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su inmoralidad; Apocalipsis 18.1-19 Después de esto vi a otro ángel que bajaba del cielo.  Tenía mucho poder, y la tierra se iluminó con su resplandor. Gritó a gran voz:  "¡Ha caído!  ¡Ha caído la gran Babilonia!  Se ha convertido en morada de demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave impura y detestable. Porque todas las naciones han bebido el excitante vino de su adulterio; los reyes de la tierra cometieron adulterio con ella, y los comerciantes de la tierra se enriquecieron a costa de lo que ella despilfarraba en sus lujos. Luego oí otra voz del cielo que decía:  "Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y de sus injusticias se ha acordado Dios. Páguenle con la misma moneda; denle el doble de lo que ha cometido, y en la misma copa en que ella preparó bebida mézclenle una doble porción. En la medida en que ella se entregó a la vanagloria y al arrogante lujo denle tormento y aflicción; porque en su corazón se jacta:  Estoy sentada como reina; no soy viuda ni sufriré jamás.' Por eso, en un solo día le sobrevendrán sus plagas: pestilencia, aflicción y hambre.  Será consumida por el fuego, porque poderoso es el Señor Dios que la juzga." Cuando los reyes de la tierra que cometieron adulterio con ella y compartieron su lujo vean el humo del fuego que la consume, llorarán y se lamentarán por ella. Aterrorizados al ver semejante castigo, e mantendrán a distancia y gritarán:  "¡Ay!  ¡Ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, ciudad poderosa, porque en una sola hora ha llegado tu juicio!" Los comerciantes de la tierra llorarán y harán duelo por ella,  porque ya no habrá quien les compre sus mercaderías: artículos de oro,  plata,  piedras preciosas y perlas;  lino fino,  púrpura,  telas de seda y escarlata;  toda clase de maderas de cedro;  los más variados objetos,  hechos de marfil,  de madera preciosa,  de bronce,  de hierro y de mármol; cargamentos de canela y especias aromáticas;  de incienso,  mirra y perfumes;  de vino y aceite;  de harina refinada y trigo;  de ganado vacuno y de corderos;  de caballos y carruajes;  y hasta de seres humanos,  vendidos como esclavos. Y dirán:  "Se ha apartado de ti el fruto que con toda el alma codiciabas.  Has perdido todas tus cosas suntuosas y espléndidas, y nunca las recuperarás." Los comerciantes que vendían estas mercaderías y se habían enriquecido a costa de ella se mantendrán a distancia, aterrorizados al ver semejante castigo.  Llorarán y harán lamentación: "¡Ay!  ¡Ay de la gran ciudad, vestida de lino fino, de púrpura y escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas, porque en una sola hora ha quedado destruida toda tu riqueza!"  Todos los capitanes de barco, los pasajeros, los marineros y todos los que viven del mar se detendrán a lo lejos. Al ver el humo del fuego que la consume, exclamarán:  "¿Hubo jamás alguna ciudad como esta gran ciudad?" Harán duelo, * llorando y lamentándose a gritos:  "¡Ay!  ¡Ay de la gran ciudad, con cuya opulencia se enriquecieron todos los dueños de flotas navieras!  ¡En una sola hora ha quedado destruida!). Ella había llevado prosperidad y éxito, por lo tanto estaban tristes por su muerte. Aun así, en el mismo libro, dos profetas de Dios que predican justicia serán muertos, y aquellos que habitan en la tierra se regocijarán sobre eso, y harán fiesta (Apocalipsis 11.1-10 Se me dio una caña que servía para medir, y se me ordenó:  "Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y calcula cuántos pueden adorar allí. Pero no incluyas el atrio exterior del templo; no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones paganas, las cuales pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. Por mi parte, yo encargaré a mis dos testigos que, vestidos de luto, * profeticen durante mil doscientos sesenta días." Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que permanecen delante del Señor de la tierra. Si alguien quiere hacerles daño, ellos lanzan fuego por la boca y consumen a sus enemigos.  Así habrá de morir cualquiera que intente hacerles daño. Estos testigos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva mientras estén profetizando; y tienen poder para convertir las aguas en sangre y para azotar la tierra, cuantas veces quieran, con toda clase de plagas. Ahora bien, cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. Sus cadáveres quedarán tendidos en la plaza de la gran ciudad, llamada en sentido figurado* Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado su Señor. Y gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación contemplará sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirá que se les dé sepultura. Los habitantes de la tierra se alegrarán de su muerte y harán fiesta e intercambiarán regalos, porque estos dos profetas les estaban haciendo la vida imposible).

 

El mundo se lamenta por la muerte de Babilonia, pero se regocija por la de los profetas. Vi una medida de esto en la muerte de Diana. Tanto grandes como pequeños hacían duelo. Entonces pensé acerca de su vida privada. Ella misma admitió que había tenido varios escapes extramatrimoniales, así como otras formas de vida no santas.

 

Entonces pensé: «Pero Señor, ella hizo mucho bien.» No me di cuenta de que el bien puede a veces servir a una agenda para beneficio propio.

 

Dios dijo algo a mi corazón que cambió mi punto de vista drásticamente. «John, Eva no fue apartada del mal en el árbol del bien y del mal. Fue apartada del bien.»

 

Ensayé el versículo en mi mente: «Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos...» (Génesis 3.6).

 

Luego Dios me dijo estas palabras que nunca olvidaré: «John, hay un bien que es muy rebelde a mi autoridad.»

 

Entonces me di cuenta de que hay una rebelión «mala» y una «buena». Ambas, sin embargo, son rebelión, y ambas están enfrentadas a la autoridad de Dios. La mayoría en la iglesia nunca caerá en la mala rebelión. El abuso de drogas, el crimen organizado, las fiestas mundanales son muy obvias. Pero hoy muchos en la iglesia pueden estar influenciados con la buena rebelión... Eva lo fue. Ella no fue tentada a ser como Satanás, sino como Dios.

 

La profecía de Hananías de restauración y paz parecía ser buena, y su palabra podía ser confirmada a través de la escritura encontrada en la Torá —aunque no aplicada correctamente. Aun así, no era lo que Dios estaba diciendo. Mirándolo desde nuestra posición, es fácil ver por qué no agradaba a Dios. «Ahora se ve distinto», ellos pueden afirmar, «con una visión al 100%, especialmente cuando tienes el beneficio de leer en la Biblia el punto de vista de Dios». Debemos recordar que esa gente no tenía una comprensión a posteriori. Creían realmente que estaban bien con Dios. Fueron engañados y, por lo tanto, eran blancos fáciles para la corrupción futura y la rebelión, a través de las palabras proféticas falsas. Después del juicio, una visión a posteriori, dice:

 

«Tus profetas te anunciaron visiones falsas y engañosas. No denunciaron tu maldad; no evitaron tu cautiverio. Los mensajes que te anunciaron eran falsas patrañas.»

      LAMENTACIONES 2.14, NVI.

 

No solo fueron afectados los rebeldes descarados, sino también los otros numerosos habitantes que vivían en Jerusalén en la misma época. Algunos eran jóvenes, algunos estaban heridos, otros no habían sido instruidos en los estatutos del Señor. Eran presas fáciles para el engaño. Los falsos profetas tuvieron un gran impacto sobre esta gente. Si ellos hubieran proclamado arrepentimiento y justicia podrían haber guiado a muchos de regreso a Dios. Pero sus falsos oráculos de paz, restauración y prosperidad tuvieron el efecto opuesto. Esto influenció a algunos a rebelarse, mientras que fortaleció la rebelión ya presente en otros. Es por eso que Dios le dice a Hananías: «... hablaste rebelión contra Jehová» (Jeremías 28.16 Por eso, así dice el Señor: Voy a hacer que desaparezcas de la faz de la tierra. Puesto que has incitado a la rebelión contra el Señor, este mismo año morirás).

 

Es exactamente esto lo que la palabra dada hizo en la hija del pastor. Ella era joven y fácilmente influenciable, especialmente por alguien con un muy bien conocido y respetado ministerio. Aunque la palabra parecía espiritual y la hizo sentirse muy bien, alentó la rebelión y la llevó por mal camino, lejos de la autoridad de sus padres.

 

¿Un profeta insubordinado?

 

Hemos examinado un número de ejemplos en los cuales la rebelión fue sembrada por «palabras proféticas». La razón para su frecuente y aparente éxito es esta: una vez que la palabra es dada, apelando a los deseos de descontento o codicia, es muy difícil para ellos rechazarla. Requiere fortaleza espiritual el rechazar lo que traería felicidad, para abrazar lo que es difícil. Con frecuencia, los caminos de Dios no traerán en un principio —o tal vez nunca lo hagan— placer y confort a nuestra carne. Jesús dice: «...porque estrecha es la puer­ta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7.14).

 

Cuando servía como pastor asociado en los ochentas, conocí a un hombre casado que tenía dos hijos varones. Estaba en todas las reuniones de la iglesia, y siempre ansioso por hablar acerca de las cosas de Dios. Parecía muy apasionado por el Señor. Él había sido puesto en una posición de servicio que lo habría ayudado a desarrollar cualquier llamado en su vida. Sin embargo, no cumplía casi ninguna tarea que se le asignara. Sólo hacía las cosas que le daban reconocimiento o la plataforma para hacer lo que más deseaba. Mientras el tiempo pasaba, noté áreas en su vida que eran alarmantes. Era extremadamente duro y demandante con su esposa e hijos.

 

Lo confronté unas pocas veces acerca de su vida personal y su falta de compromiso cuando se le pedía que hiciera cosas que no eran glamorosas, pero no escuchó. Su compromiso menguó grandemente, y finalmente me compartió que le había sido dada una palabra profética de que él era un profeta. Esto explicó su rebeldía. ¿Por qué a un poderoso profeta se le pediría sujeción a la autoridad de un pastor local? Él sólo se sometía cuando estaba de acuerdo con lo que se le solicitaba. ¡Y esa no es su misión! Renunció a su trabajo y dejó el grupo de la iglesia para seguir su ministerio. Se negó a trabajar y no encontró ningún lugar de descanso, por lo que iba de grupo en grupo.

 

Con el tiempo, se hizo más áspero y testarudo, hasta que unos pocos meses después la policía fue llamada a su casa. No se levantaron cargos, pero me dio la oportunidad de hablar con él. Lo confronté con los temas de su vida con los cuales debía tratar. Le advertí que no debía continuar mientras no se sometiera a un pastor. Le dije que mientras eso no sucediera, ningún llamado sobre su vida prosperaría.

 

Esto lo enojó grandemente. Su rebeldía fue crecientemente abierta. Le dijo a la gente que su ministerio sería muy conocido, no importa lo que yo le hubiera dicho. Me advirtió que un día yo estaría en la plataforma con él, y debería disculparme. (Esto, según una palabra que le fuera dada.) Han pasado diez años. Su esposa e hijos lo abandonaron, y ahora están divorciados.

 

La «palabra profética» que le habían dado era agradable y prometía reconocimiento. Estoy seguro que se regocijó cuando fue proclamado profeta del Señor. Pero, ¿cuál fue el fruto? Esto fortaleció la rebelión en su vida, y trajo una cosecha de orgullo e insubordinación. No pude ayudarlo más; ya no escuchaba más consejos de las Escrituras. Se convirtió en ley para él mismo. ¡Era un profeta que no se sometía a nadie! Qué tristeza.

 

La actitud que nos preserva del mal camino

 

Quiero repetir este punto. Sólo un discípulo de Jesús rechaza lo que le traería felicidad y reconocimiento para abrazar lo que es difícil. La vida de un creyente nunca es fácil, y aquellos que buscan comodidad y reconocimiento están destinados al error. Fácilmente pueden descarriarse hacia la rebelión, en especial si está etiquetado con un «Así dice el Señor».

 

Moisés es un ejemplo de alguien que abrazó la verdad por encima del confort y el reconocimiento. Su testimonio permanece como un ejemplo a los creyentes neotestamentarios. Se nos cuenta que rechazó los placeres y riquezas temporales de Egipto, y eligió sufrir la aflicción junto con el pueblo de Dios. Pensó que era mejor sufrir por el bien del Mesías que poseer las recompensas del egoísmo. (Ver hebreos 11:25-26 Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa)

 

Pablo hizo una declaración que debiera ser enseñada a cada nuevo creyente: «Porque a vosotros es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él» (Filipenses 1.29). En su primer viaje como apóstol a los gentiles, ministró en cuatro ciudades de Asia antes de regresar a su iglesia local. Las cuatro ciudades eran Antioquía, Iconio, Listra y Derbe. Una vez que él y su equipo salieron de Derbe:

 

«...volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.»

HECHOS 14.21,22

 

Note que él no fortaleció a estos nuevos creyentes con un seminario de prosperidad y éxito. Ni les habló de las bendiciones que estaban disponibles para ellos. Teniendo en cuenta que eran sus palabras finales, seguramente las escogió con cuidado. No sabía si podría regresar, y quería irse dejándoles palabras que los guardaran del engaño. Quería que tuvieran un enfoque correcto. «No busquen las oportunidades para la prosperidad y el confort», les estaba diciendo Pablo. «Si no, en lugar de eso, esperen pruebas y tiempos duros en su viaje con Dios.»

 

La actitud de Pablo se ve al escribirle a los creyentes de Corinto: «Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades...» (2 Corintios 12.10, NVI). ¿Es esta la actitud que escuchamos en la actualidad? ¿Nos deleitamos en estas cosas? A causa de su devoción pura hacia Jesús, era capaz de resistir cualquier consejo o profecía que lo pudiera desviar de la obediencia.

 

Cuando Agabo profetizó que Pablo sería encadenado y entregado a los gentiles en Jerusalén, creó un gran revuelo entre sus compañeros y los otros creyentes presentes:

 

«Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aún a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.»

      HECHOS 21.12-14

 

La devoción pura a Jesús nos guardará de recibir palabras que nos enseñan rebeldía y nos llevan por mal camino. Compare a Pablo con nuestro tiempo presente. Hoy muchos dejan iglesias, equipos ministeriales u otras áreas donde Dios los ha ubicado, porque tuvieron la palabra de un compañero creyente o profeta. Estas palabras, por lo general, comienzan diciendo cuán grande es el llamado en las vidas de ellos, confirmando la importancia de ellos para el Reino. Con frecuencia, estas palabras vienen cuando están experimentando dificultades, presiones, aridez en sus lugares o posiciones presentes. Esto los hace receptivos al instante de recibir la palabra. El profeta capta esto y lo maneja, con frecuencia primero a través de la solidaridad, seguida por el ánimo y el estímulo; son palabras que dicen exactamente lo que ellos quieren oír. Eso los saca del descontento y los ubica en el éxito, el reconocimiento o la comodidad. Confundimos esto como una promoción del Señor, cuando con frecuencia es el camino fácil hacia la desobediencia.

 

Muchas veces la rebelión es un engaño sutil. Sólo la apreciamos cuando es patente. Pero también se encuentra en el terco o el voluntarioso. Sin saberlo, muchos discípulos están cayendo de bruces en el hoyo de la insubordinación. En los próximos capítulos examinaremos con gran claridad cómo esto opera sin restricción.


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