Hemos estado tan temerosos de despreciar la profecía que hemos sido negligentes en juzgarla.»
CAPITULO 1 - LA NECESIDAD DEL MINISTERIO PROFÉTICO
El mayor privilegio y el deseo más profundo de todo creyente es escuchar la voz de Dios. Era el clamor de los patriarcas del Antiguo Testamento, quienes caminaron por las arenas del desierto. Era el anhelo de cada creyente del Nuevo Testamento: escuchar nuevamente la voz de Dios. Inherente a cada uno de nosotros, está el deseo de escuchar y conocer la voz del Señor.
Es un precioso honor sentarse a sus pies y aprender de Él. Es un tesoro para ser guardado. Debemos separar tiempo para leer su Palabra y entonces escuchar en silencio su voz apacible y suave. Esta comunión debe ser cultivada, porque es un jardín de provisión, protección y refresco. Como el matrimonio, tiene momentos de gozo íntimo, secretos anhelos y amor sin palabras. Es un lugar para descubrir nuestras almas. Es una relación especial y delicada, una que debe ser alimentada y protegida.
Dios les habla a sus hijos en formas muy variadas. Creo que su primera preferencia es hablarnos en forma directa. Por esa misma razón envió a su Hijo, para que el velo que separaba al hombre de Dios pudiera romperse. Este libro no intenta cubrir las numerosas formas en las que Dios puede elegir hablar. Es un tema muy amplio para ser tratado en un solo volumen. Este libro se enfoca en un aspecto específico: cómo saber cuándo Dios está hablándole a través de otro. Este discernimiento es una parte integral de su relación personal con Dios.
Es una asombrosa responsabilidad actuar como un portador del «mensaje de Dios». Pedro nos advierte: «El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios» (El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. 1 Pedro 4.11, NVI). Pablo confirma que esto no es tema nada liviano: «Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor» (Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor. Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría no de este siglo, ni de los gobernantes de este siglo, que van desapareciendo 1 Corintios 2.3-6). Aunque somos humanos, Dios nos confía su preciosa voz y nos utiliza para hablar sus palabras a otros.
Un profeta es un portavoz divino. Hablar proféticamente es hacerlo por inspiración divina. Es la presentación del mensaje de Dios para un individuo, grupo, nación o generación. Puede traer dirección, corrección, advertencia, ánimo o instrucción; pero una cosa es cierta: Siempre conducirá a los recipientes hacia el corazón y los caminos de Dios. Un mensajero de Dios solo es bueno mientras es fiel a Aquel a quien representa. No se representa a sí mismo o a sus opiniones, sino a Dios.
Mi primer encuentro con la profecía personal
He sido gratamente ministrado por palabras personales de profecía. Recuerdo la primera vez que Dios me habló de esta forma; fue durante el año 1980. Estaba estudiando ingeniería mecánica en la universidad de Purdue. Había recibido la salvación dos años antes y poco después de eso sentí una fuerte inclinación en mi corazón hacia el ministerio. Mis padres no fueron muy receptivos a esto debido a nuestro trasfondo católico. Me encontré a mí mismo quebrándome emocionalmente, mientras oscilaba de acá para allá. Respetaba a mis padres, pero no podía ignorar el creciente llamado que sentía.
Asistí a una gran conferencia con otras 700 personas en Indianápolis, Indiana. El muy conocido ministro concluyó un hermoso mensaje, entonces dijo que Dios le había dado palabras para dos individuos. La primera era para un pastor bautista.
La segunda era para mí. Él dijo: «Hay aquí, esta noche, un hombre joven, y te encuentras sentado en las dos últimas filas del piso de abajo (mi ubicación). Vacilas de acá para allá mientras dudas si eres llamado para el ministerio. Un día sabes que sí lo eres, y al día siguiente te preguntas: "¿Soy realmente llamado?" Dios dice que, verdaderamente, eres llamado al ministerio de tiempo completo y que Él te utilizará de una forma maravillosa.»
Mientras él hablaba yo sabía, sin ninguna duda, que Dios me estaba hablando directamente. La fuerte evidencia de su paz y su presencia llenaron mi corazón mientras escuchaba. Mientras pensaba, sentí como si cada palabra se convertía en una parte mía. Me di cuenta que un peso se había ido de mi alma. A la mañana siguiente tenía un inmenso gozo. Conocía que ese era un tema aclarado. Ya no sería más atormentado por los dobles pensamientos. Terminé mi carrera de ingeniería y para el verano del año 1983 estaba dedicado en el ministerio a tiempo completo, sirviendo a mi pastor. Aquella palabra terminó de afirmar el llamado de Dios para mi vida.
La carne versus las promesas
La Biblia revela que el ministerio profético tendrá un papel crucial en la preparación de la iglesia para el retorno del Señor. Pedro cita al profeta Joel, quien dijo: «...y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán ... sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi espíritu, y profetizarán» (sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel: Y SUCEDERA EN LOS ULTIMOS DIAS--dice Dios-- QUE DERRAMARE DE MI ESPIRITU SOBRE TODA CARNE; Y VUESTROS HIJOS Y VUESTRAS HIJAS PROFETIZARAN, VUESTROS JOVENES VERAN VISIONES, Y VUESTROS ANCIANOS SOÑARAN SUEÑOS; Y AUN SOBRE MIS SIERVOS Y SOBRE MIS SIERVAS DERRAMARE DE MI ESPIRITU EN ESOS DIAS, y profetizarán. Hechos 2.16-18; Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones. Y aun sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en esos días. Y haré prodigios en el cielo y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del SEÑOR, grande y terrible. Joel 2.28-31). El enemigo también conoce esto. Él anhela arruinar o pervertir lo profético y disminuir su efectividad. Quiere que la iglesia permanezca carnal, porque entonces lo precioso se mezcla con lo vil.
No es de sorprenderse que exista un patrón bíblico aplicable al ministerio profético actual. Más de la mitad de las veces el Ismael precede al Isaac. La carne tratará de producir lo que solo el Espíritu puede. Permítame explicarlo. Cuando tenía 75 años, Abraham recibió la promesa de Dios que tendría un hijo. Luego de once años de espera, él y su esposa inventaron un plan de acción. Agar, la esclava de su esposa, fue entregada a Abraham, y nació un hijo llamado Ismael.
Dios permitió esto y debió haber pensado: «Si ellos piensan que pueden dar a luz mi promesa a través de su carne, esperaré hasta que el sistema reproductivo de Abraham esté muerto (ver Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara. Romanos 4.19) entonces daré a luz al hijo de la promesa.» ¿Por qué? ¡Porque Él no permite que la carne se gloríe en su sabiduría! Pasaron trece años más, y ambos estaban muertos reproductivamente. Entonces Sara concibió y dio a luz a Isaac. Pablo escribió:
«En el nacimiento del hijo de la esclava no hubo nada sobrenatural. Pero el hijo de la libre nació porque Dios prometió a Abraham que nacería.»
-GÁLATAS 4.23, BD.
Dios ha prometido restaurar la profecía en todo su poder antes del retorno de Jesús (y Él envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para vosotros, a quien el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos. Hechos 3.20,21). La expectativa impregna la iglesia. Sin embargo, he sido testigo de la carne intentando dar a luz lo que Dios ha prometido.
Hay un ministerio profético nacido de la voluntad del Padre y uno nacido de la carne y de la voluntad del hombre. ¿Cuál es la diferencia? Aunque ambos son concebidos a través del deseo genuino de cumplir el plan y la promesa de Dios, el que es nacido de la carne es mantenido por la carne, mientras que el que es nacido del espíritu será sustentado por el Espíritu. La carne reproduce carne y por lo tanto habla directamente a los deseos del hombre. El espíritu reproduce espíritu y por lo tanto habla del deseo de Dios. El propósito de este libro es ayudarlo a discernir entre esas voces. Aunque las palabras de la carne pueden ser placenteras a nuestros oídos, nos guiarán a la corrupción, destrucción o posiblemente la muerte. Las palabras del Espíritu, aunque inicialmente puedan no ser placenteras, lo guían al corazón de Dios.
Pruebe toda la profecía
He recibido personalmente numerosos «Así ha dicho el Señor...» durante mis veinte años como cristiano. De esas, solo un puñado han probado ser verdaderamente palabras de Dios. Si hubiera atendido a muchas de ellas, hoy sería un individuo confundido y mayormente desviado de la voluntad divina. El Nuevo Testamento nos exhorta:
«No apaguéis el Espíritu; no menospreciéis las profecías. Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno.»
— 1 TESALONICENSES 5.19-21, BDLA.
Necesitamos la profecía en la iglesia y somos fuertemente advertidos a no menospreciarla. Menospreciar algo es condenarlo u odiarlo. Hemos estado tan temerosos de menospreciar la profecía que hemos sido negligentes en juzgarla. Es importante que aprendamos a reconocer o discernir lo verdadero de lo falso. Examine nuevamente las palabras de Pablo en el v. 20:
«Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno.»
Ese es el objetivo de este libro. No podemos aceptar lo falso como verdadero porque tenemos miedo de rechazar la verdad como falsa; debemos aprender a separar lo bueno de lo malo. Ni es correcto ser tan cautelosos y críticos que rechazamos la verdad. Creo que al presente, en los círculos llenos del Espíritu, estamos deslizándonos hacia la aceptación de cualquier palabra. Sin preocupación, minimizamos lo inexacto o las palabras carnales, con un: «Bueno..., ellos perdieron eso», o «Recién están creciendo en sus dones». Pero nadie puede tomar en forma despreocupada algo rotulado con «Así dice el Señor».
Israel también se equivocó en esta dirección. Llegó al punto donde Dios dijo a través del profeta Miqueas:
«Si con la intención de mentirles, llega algún embustero y les dice: “Yo les anuncio vino y cerveza", este pueblo lo verá como un profeta.»
-MIQUEAS 2.11, NVI.
La Biblia al día es aún más fuerte. Dice: «Ese profeta borracho y mentiroso desean.» Dios estaba diciendo: «Abrazarán como profético cualquier cosa que satisfaga sus deseos y apetitos carnales.»
Pablo dice que debemos analizar y probar todas las cosas hasta que aprendamos a reconocer lo que viene de Dios. Ya que hemos errado siendo indulgentes, usted puede sentir que este libro se aproxima al otro extremo. Si es así, es con el deseo de traer un balance apropiado y santo. Debemos hacer brillar la luz de la Palabra de Dios mientras examinamos la profecía en su contexto.
Cómo surgió este libro
Originalmente no tenia planeado escribir este libro, sino la segunda parte de El temor de Dios. Pasé muchos meses compilando pasajes e información, y la casa publicadora hasta lo anunció. En una cena con el editor y algunas personas de su equipo, compartí algunos puntos de vista e ideas que encontrará en este libro. Noté que el editor estaba quieto y atento mientras yo hablaba.
Luego me preguntó:
— John, ¿puedes escribir esto como tu próximo libro?
Sorprendido le pregunté:
— ¿Quieres decir... en lugar de los planes que ya existen?
Él dijo:
-Sí.
— Déjame orar acerca de esto.
Diligentemente busqué la voluntad de Dios a través de la oración. Compartí la idea del libro con algunos amigos cercanos en quien confío, y ellos también me animaron fuertemente a escribir sobre este tópico. En lo profundo de mi corazón sabía que iba a hacerlo, pero también sabía que podía causar malestar en algunos y ser malentendido por otros. «Señor», pregunté; «¿realmente quieres que escriba este libro?» Yo no podía pensar sino en la persecución que podía traer. «¿Por qué debo traer persecución sobre mí mismo?»
Me encontré a mí mismo llorando. Sabía que había sido egoísta. Recordé muchas personas con las que me había encontrado y las historias que había escuchado de quienes quedaron manchados por palabras que no eran genuinas. Decidí que no podía retirarme de lo que Dios me había confiado declarar.
En este libro he incluido historias verdaderas que, creo, lo ayudarán a aprender a identificar lo real de lo falso. No se mencionan nombres porque no se trata de identificar individuos sino errores. Con la excepción de dos relatos, cada uno involucra a alguien con un ministerio profético nacionalmente reconocido. Digo esto para señalar que no son ejemplos que suceden en lugares remotos o con poca frecuencia. Creo que estos ejemplos son la representación adecuada de lo que está sucediendo en escala nacional. He hablado con muchos líderes que tienen historias propias similares, las cuales no he incluido debido a la falta de espacio. Creo que enfrentamos una crisis en la iglesia en general, y que empeorará si no abrazamos la verdad y nos volvemos de las mentiras.
Las verdades en este libro pueden hacer que usted se sienta incómodo o traer condena. Sé esto porque fui condenado mientras escribía. Encontré la iluminación del Espíritu Santo de la verdad más reveladora, en áreas donde había fallado en caminar de acuerdo con su voluntad. Me arrepentí y cambié mi perspectiva sobre dar palabras que tengan a modo de prólogo un «Así dice el Señor».
Es mi sincero deseo que este libro pueda enfocar y despabilar a aquellos que ya están siendo usados en el campo del ministerio profético. Para lograr esto debemos mantener un corazón abierto y educable. También debemos creer en las verdades leídas en la Palabra de Dios, en lugar de leer lo que ya creemos. Cuando somos confrontados con la verdad podemos responder de dos formas. Podemos enojarnos y tomar la actitud defensiva, como Caín, el hijo de Adán, y abandonar la revelación que necesitamos. O podemos ser humildes y quebrarnos como David, cuando fue confrontado por Natán, y elevarnos a un nuevo nivel en carácter santo.