CAPITULO 5 - CORRUPCIÓN PROFÉTICA (¿ASI DICE EL SEÑOR¡)

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Fernando Alvarez Hurtado

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Nov 3, 2024, 7:19:52 PM11/3/24
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Da verdadera palabra profética de Dios nos edificará y fortalecerá para permanecer contraías tormentas de la vida. La profecía o enseñanza falsa también edificará vidas, pero lo hará sobre una base insegura»

 

CAPITULO 5 - CORRUPCIÓN PROFÉTICA

 

Hace unos pocos años atrás, mientras preguntaba: «Señor, ¿cuál es tu palabra para la iglesia? Inmediatamente escuché al Espíritu Santo decir: «Jeremías 23.11.» No estaba muy seguro del contenido de ese pasaje, así que lo busqué:

 

«Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová.»

 

Estaba confundido mientras meditaba esto durante un momento, pero debo admitir, con algo de vergüenza, que no fui más allá con mis preguntas al Señor sobre su mensaje específico en este versículo. Como no lo entendía, pensé que tal vez no lo había escuchado de Dios. Así que lo dejé y seguí con otros temas que inmediatamente me llevaron a la oración.

 

Aproximadamente un mes después, nuevamente, mientras estaba en oración, le pregunté lo mismo al Señor. Nuevamente escuché: «Jeremías 23.11.» Aunque no había olvidado lo sucedido un mes antes, no reconocí la cita bíblica. Cuando nuevamente fui al pasaje, estaba sorprendido de ver que era el mismo que me había dado un mes antes. Como era la segunda vez, presté más atención. Leí el capítulo entero y estudié algunas de las palabras hebreas de ese versículo en particular, pero nuevamente fallé en buscar diligentemente el consejo del Señor en esto. No esperé para encontrar exactamente cuál era su mensaje.

 

Las semanas pasaron, y nuevamente, mientras estaba en oración, escuché al Espíritu del Señor decir: «Lee Jeremías 23.11.» Esta vez reconocí la referencia. Pensé, mientras lo buscaba: «Creo que es el mismo versículo.» Temblé mientras leía las palabras. Desde ese momento en adelante comencé a buscar a Dios diligentemente para saber qué quería comunicarnos a través de sus palabras proféticas.

 

Profetas y sacerdotes impíos

 

Me di cuenta de que todo el capítulo 23 de Jeremías trata del ministerio profético falso. Aunque Jeremías estaba dirigiéndose a Israel, sus palabras tienen una advertencia profética también para nuestros días. Esto fue confirmado por sus palabras: «Al final de los tiempos lo comprenderán con claridad» (Jeremías 23.20, NVI). Igual que lo vimos con las profecías de Elías, este es otro ejemplo de un pasaje que tiene más de un cumplimiento.

 

Jeremías comenzó su mensaje con: «A causa de los profetas mi corazón está quebrantado dentro de mí...» (v. 9). Los profetas a los que se refería no eran aquellos de los falsos dioses o ídolos. No, estos eran los profetas de Israel, los mismos que hablaban en el nombre de Jehová. Eran bien conocidos y aceptados entre la asamblea de creyentes. Aun así Dios se lamentó: «Aun en mi casa hallé su maldad» (v.ll). Esto provocó que el corazón de Jeremías se quebrara.

 

¿Es diferente en la actualidad? No, los que tienen entendimiento de la verdadera profecía pueden relacionarse fácilmente con su aflicción. No son los falsos profetas y adivinos que leen las manos, tiran las cartas del Tarot, o hablan según los astros, los que afligen profundamente a los que están hambrientos por ver a Dios glorificado. En cambio, son los que ministran en el nombre de Jesús en nuestras iglesias y conferencias los que quiebran el corazón de los justos. Ellos están afligidos porque, aunque el ministerio es hecho en el nombre de Él, no lo es por su Espíritu.

 

Debemos preguntar: «¿Qué vio Jeremías que lo afligió tan profundamente?» La respuesta se encuentra en el pasaje de las Escrituras que el Señor me señaló repetidamente: «Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos.»

 

Para entenderlo, debemos ver el lenguaje original y así comprender con mayor claridad el significado de impío. Es la palabra hebrea chaneph, y es definida como: «impiedad, profano, contaminado o corrupto.» Aparece catorce veces en el Antiguo Testamento y solo una vez es traducida como «impío». Con mayor frecuencia es traducida como «contaminado» o «corrupción». Estas dos palabras describen mejor su significado.

 

Contaminar o corromper algo es hacer, de lo que una vez fue puro, una mezcla enferma. Como ejemplo, 20 litros de agua pura son buenos para tomar, cocinar o bañarse. Pero si le agrega 1 litro de ácido clorhídrico, se convierte en inservible. Aunque la mayoría del líquido —el 95%— todavía es agua, no existe ni un vaso de la mezcla que sirva para ser consumida. La pequeña cantidad de ácido corrompió toda el agua. Los veinte litros de agua originales se han convertido en mortales para beber, tóxicos para cocinar y dañinos para bañarse en ellos. Es importante notar seriamente que el ácido no se puede detectar a la vista, por lo que la mezcla todavía parece ser agua pura.

 

Jeremías dijo: «Los profetas corren tras la maldad, y usan su poder para la injusticia» (v.10; NVI). El poder o dones que Dios les había dado estaba contaminado. Nuevamente, ¡con frecuencia es difícil discernir la impureza de su don! También le fue dicho al profeta Ezequiel que hablara en contra de muchos de los profetas del Señor. Sus palabras ayudan a clarificar la declaración de Jeremías:

 

«Vino a mí palabra de jehová, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel que profetizan...»

-EZEQUIEL 13.1,2

 

El mensaje de Dios a través de Ezequiel era para los profetas de Israel, no para los de Baal o alguna otra adoración ocultista. Estos profetas profetizaban en el nombre del Señor. En la corriente profética actual se están dando muchas profecías. Estas palabras frecuentes cubren una amplia cantidad de temas. Pero, ¿es todo esto verdaderamente inspirado por Dios? Encontramos que había una mezcla en los días de Ezequiel y de Jeremías:

 

«...Y di a los que profetizan de su propio corazón: Oíd palabra de Jehová.»

-EZEQUIEL 13.2

 

Dios explica que esos profetas profetizaban de su propio corazón. En mi Biblia New King James la palabra corazón tiene una referencia marcada en ella. La nota correspondiente en la columna central explica que la palabra también puede ser traducida como inspiración. La Biblia de las Américas transmite el pasaje de esta forma: «Y di a los que profetizan por su propia inspiración: "Escuchad la palabra del Señor"» (itálicas añadidas). Entonces note que ellos estaban profetizando por inspiración, pero de la suya propia. No era la inspiración del Señor.

 

Los peligros de la profecía contaminada

 

Este es solo uno de muchos ejemplos que podría darle, pero ilustra intensamente este principio. Sucedió unos pocos años atrás, un domingo a la mañana durante la primera de una serie de reuniones en una iglesia en la Costa Oeste.

 

Era la primera vez que estaba en esa ciudad. Solo había hablado dos veces, en forma breve, con el pastor; una vez por teléfono y la otra cuando me recogió del aeropuerto. Me he puesto la regla de no hablar asuntos de la iglesia antes de ministrar. Lo hago para protegerme de no ser influenciado incorrectamente de una u otra forma. Esto hace que sea más fácil permanecer sensitivo al Espíritu de Dios. Lo hice también con este pastor y con su pastor asociado.

 

Mientras me preparaba para el primer servicio planeé hablar sobre la línea de predicaciones que normalmente doy los domingos por la mañana. Generalmente llamo la atención a los perdidos en la iglesia —aquellos que confiesan ser creyentes pero todavía viven para ellos mismos. Pero esa mañana, durante la adoración, sentí una inquietud en mi espíritu. Sentí algo fuera de lugar en el clima espiritual de la iglesia. Lo reconocí corno un enfrentamiento del ministerio profético falso o la adivinación que ha influenciado sobre una iglesia. Sentí que algo había sido liberado contra esa iglesia.

 

Repetidamente escuché al Señor decir: «Ocúpate del error.»

Pedí dirección: «¿Por dónde comienzo?»

Escuché al Señor decir: «Comienza leyendo Ezequiel 13.»

 

Luego de ser presentado, inmediatamente pedí a la congregación que buscaran Ezequiel 13, y comencé a predicar sobre ese capítulo. Planteé el falso ministerio profético que está extendiéndose en forma desenfrenada a través de la Iglesia en la actualidad. Compartí cómo esos profetas están hablando bajo inspiración, pero no la del Espíritu Santo. Mientras predicaba, tome consciencia de que una fortaleza en el pensamiento de ellos estaba siendo confrontada. También noté que el liderazgo estaba escuchando atentamente.

 

Después del servicio fui a almorzar con el pastor y su esposa. Tan pronto como estuvimos solos, el pastor compartió:

 

—           Necesitábamos mucho esto. No se imagina cuán en el blanco dio esta mañana.

 

Le respondí:

 

—           Cuénteme. No estoy acostumbrado a esta línea de predicación en un servicio del domingo por la mañana.

 

Él contó en gran detalle:

 

Tuvimos un profeta que vino a ministrar a nuestra iglesia, y el fruto fue devastador. Déjeme contarle de una situación que se dio con una pareja de nuestra iglesia.

 

Continuó compartiendo la trágica historia de una pareja cuyo mayor deseo era trabajar para un reconocido evangelista internacional en la Costa Este. El deseo era más fuerte en la esposa. En cualquier ocasión en que el evangelista estaba en algún lugar cercano, ambos asistían a todas las reuniones que podían, deseando quedar «ligados» a él.

 

El pastor había invitado a un profeta a ministrar a la congregación. Este hombre nunca antes había estado en esa iglesia y desconocía cualquier situación personal o deseo dentro de la congregación.

 

Durante el transcurso del servicio, él escogió a esta pareja mientras les daba una «palabra de Dios». Su mensaje fue algo como esto: «Así dice el Señor: "Te he llamado al ministerio de sanidad. Voy a sacarte de esta iglesia y enviarte a la Costa Este. Allí servirás y tendrás como mentor a (en este punto dio el nombre del evangelista con el que ellos deseaban trabajar). Él se brindará a ustedes, y es allí cuando yo te proveeré para el ministerio de sanidad y pondré su manto sobre ti. Entonces, luego de un tiempo, él te catapultará y yo te traeré nuevamente a esta parte del país, donde establecerás un poderoso ministerio de sanidad".»

 

El pastor dijo:

 

—           John, esta pareja estaba llorando de gozo y asombro. Aquellos en nuestra congregación que conocían el deseo de ellos de trabajar para este evangelista lloraron junto a ellos y se quedaron asombrados por la exactitud de sus palabras. Casi todos en nuestra iglesia estaban emocionados, excepto mi esposa y yo. Sabíamos que algo estaba mal.

 

¿Por qué? Porque el pastor y su esposa conocían bien a esta pareja. Se habían sentado con ellos a través de varias sesiones de consejería matrimonial. También estaban preocupados porque esta pareja estaba demasiado enamorada del ministerio. No estaban tan atraídos por ministrar a la gente como lo estaban por toda la atención pública y publicidad que veían venir con esto.

 

El pastor compartió cómo esta pareja comenzó a buscar activamente una posición con este ministerio. Finalmente, el esposo renunció a su trabajo y se fueron para la Costa Este. Se encontraron con una persona que era un colaborador estrecho del evangelista y compartieron lo que Dios había puesto en sus corazones y su deseo de servir al ministerio en cualquier cosa que fuera necesaria.

 

El asistente les agradeció, pero no les ofreció ninguna posición. Así que ellos esperaron hasta que alguna puerta se abriera. Luego de un período de tiempo y luego de una gran desilusión, la pareja retornó a casa. No había sucedido nada. Habían gastado buena parte de una herencia que habían recibido intentando que les alcanzara para su presupuesto, y finalmente perdieron su casa.

 

El pastor me miró y me dijo:

 

—           ¿Quieres saber lo que yo creo que sucedió?

—           ¡Si! —respondí.

 

Él dijo:

 

Creo que ese hombre vino y leyó los deseos de sus corazones, y los dijo con la etiqueta de «Así dice el Señor...» Pero eso no era para nada lo que Dios estaba diciendo.

 

Estuve de acuerdo con él y dije:

 

—           He visto con frecuencia suceder esto en la iglesia, y es exactamente de lo que estaba hablando esta mañana.

 

Recientemente el pastor me informó que esa pareja ahora está divorciada. La esposa vive en la Costa Este y trabaja en alguna clase de ministerio —para nada conectado con el evangelista— mientras que el devastado esposo vive en la Costa Oeste.

 

Las palabras dichas a esta pareja fueron dadas como si fueran las palabras del Señor para ellos, pero no lo eran. El mensaje de Dios habría sido completamente diferente. Pudiera haber traído la verdad sanadora que necesitaban escuchar, no meramente un reflejo de sus propios deseos. Dios continua a través de Ezequiel:

 

«...pues que decís: Dijo Jehová, no habiendo yo hablado.»

-EZEQUIEL 13.7

 

Decir: «El Señor dice» cuando Dios no ha hablado, es una falta descarada del temor de Dios. Viola el tercer mandamiento:

 

«No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.»

-ÉXODO 20.7

 

Dios reprende a estos profetas impíos a través de Jeremías:

 

«Yo no les hablé, mas ellos profetizaban.»

-JEREMÍAS 23.21

 

Discernimiento (El don de profecía)

 

La historia de esta pareja es uno de los numerosos incidentes con los que me he encontrado o escuchado; estoy seguro que usted puede agregar los suyos. Ahora debemos preguntarnos: ¿Cómo pudo este ministro ser tan exacto con esta pareja, y a la vez estar tan equivocado? La respuesta no es tan complicada como algunos podrían pensar. Primero, comprenda que somos seres espirituales, y que podemos desarrollar la habilidad de percibir las almas de otros y leerlas. Esta habilidad es una forma de discernimiento. Si hay un llamado al ministerio profético en nuestras vidas, entonces la habilidad de discernir el corazón de la gente será aún más fuerte.

 

Pablo dijo cómo el don puro de profecía discierne la vida de los hombres. Él dijo que si estamos profetizando y alguien entra a la reunión, y su corazón no está bien con Dios, «se convencerá de que es pecador». Luego dice: «Mientras escucha, sus más íntimos pensamientos saldrán a la luz y se postrará de rodillas a adorar a Dios y sabrá que Dios de veras está entre ustedes» (1 Corintios 14.24,25; BD). El don profético trae con él la habilidad de sacar a la luz los pensamientos del hombre.

 

Esto no quiere decir que el discernimiento solo ve al pecado. También reconocerá las características piadosas en la vida de las personas. Felipe trajo a Jesús un hombre llamado Natanael. Mientras se acercaban, Jesús dijo: «Ahí está un hombre íntegro, un verdadero israelita.» Esto sorprendió a Natanael, por lo que preguntó: «¿En qué te basas para afirmarlo?» Jesús respondió: «Te vi debajo de la higuera antes que Felipe te encontrara.» (Juan 1.45-48; BD). Jesús no se estaba refiriendo simplemente a haber visto a Natanael físicamente debajo del árbol. Sino que fue allí cuando Él entrevió su corazón y su alma a través del discernimiento.

 

Pablo dice: «En cambio el espiritual juzga todas las cosas» (1 Corintios 2.15). La palabra griega para juzgar es anakrino. El Diccionario Strong, de palabras griegas, la define como: «escudriñar, investigar, interrogar, determinar.» Dicho en forma simple, anakrino significa: «Examinar de cerca.» Nosotros entendemos esto en términos de las cosas naturales. Pero Pablo no se está refiriendo a un examen intelectual. Él dice: «de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne» (2 Corintios 5.16). Somos amonestados a desarrollar nuestros sentidos espirituales. La Biblia define como personas desarrolladas espiritualmente a aquellas que: «Por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal» (Hebreos 5.14). Jesús era tan fuerte en su habilidad de discernir los pensamientos e intentos de otros que no se fiaba de la gente: «Porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre» (Juan 2.24,25).

 

Este don profético o de discernimiento puede contaminarse de forma fácil. Entonces el don aun funciona, pero es una mezcla. Ahora, en lugar de representar al corazón de Dios ante el pueblo y llamarlos nuevamente a los caminos de Él, la persona con los dones lee sus almas por el discernimiento, y les dice a las personas lo que ellos quieren oír. ¿Por qué los ministros funcionan en esta forma? La respuesta es sencilla: quieren la aprobación o recompensa del hombre. Desean algo de parte de aquellos a los que ministran o están sentados como testigos. Esto podría significar una generosa ofrenda, aceptación, influencia o la validez de su ministerio. Como resultado, hay una agenda escondida. Los ministros hasta pueden no darse cuenta de que sus motivos son carnales. Veremos esto en más detalle en el capítulo 13.

 

Si el hombre que ministró a la pareja en la Costa Oeste en realidad hubiera escuchado la voz de Dios, su mensaje hubiera traspasado el velo del alma de los deseos de esta pareja y habría visto los obstáculos en su corazón. Ni hubiera sido necesario que él los llamara públicamente (lo cual, con frecuencia alimenta el deseo de atención personal) y dijera como prefacio a sus palabras «Así dice el Señor...». La predicación profética de la palabra de Dios hubiera traspasado su capricho con el ministerio y plantado una semilla de verdad que, si era aceptada, podría haber sanado su matrimonio. Sin embargo, no solo aceptaron sino también actuaron en función de las emocionantes palabras que les fueron dadas; esto finalmente los llevó a la destrucción y el divorcio. La palabra verdadera de Dios saca a la luz las motivaciones y nos convence de ambición egoísta, contienda y envidia en nuestras vidas, lo cual finalmente traerá la sanidad. Dios se lamentó a través de Jeremías:

 

«...Yo no les hablé, mas ellos profetizaban. Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras.»

-JEREMÍAS 23.21,22

 

Descubriendo el verdadero fundamento

 

Esta pareja puede haber querido escuchar una palabra acerca del ministerio, pero ellos necesitaban escuchar la palabra de Dios proclamada. «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta» (Hebreos 4.12,13).

 

Jesús es la palabra viva de Dios, y nada está escondido de su vista (Apocalipsis 19. 12,13 sus ojos son una llama de fuego, y sobre su cabeza hay muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino El. Y está vestido de un manto empapado en sangre, y su nombre es: El Verbo de Dios). Este matrimonio estaba emocionado acerca del ministerio. Viajaron para escuchar a grandes ministros y ser voluntarios en el servicio. Por todas las apariencias externas parecían estar ardiendo por Dios. Solo sus pastores conocían en forma diferente, que bajo la superficie había contienda y egoísmo. En la superficie poseían ardor por el ministerio, sin embargo los motivos o fundamentos de su corazón estaban escondidos de los ojos de los hombres, pero no lo estaban de la palabra viva de Dios.

 

La verdadera profecía es cuando Jesús habla. Es afilada como espada de dos filos. El primer filo corta y separa lo santo de lo impío. Simeón habló esta clase de palabras a María y José, cuando llevaron al templo al bebé Jesús al octavo día. Él confirmó la palabra viva de Dios que sostenía en sus brazos con estas palabras: «Y una espada traspasará tu misma alma.» ¿Por qué razón podría la espada pasar no solo a través de sus almas sino también la de todos con los que su hijo Jesús tuviera contacto? Es «para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones» (Lucas 2.35). Los pensamientos del corazón no son revelados para avergonzarnos sino para librarnos de los obstáculos que debilitan nuestra obediencia a Dios.

 

El segundo filo de la espada trae sanidad y fortaleza para protegernos contra los dardos del enemigo. En el libro de Apocalipsis, mientras examina el mensaje profético que Jesús dio a las iglesias en Asia, notará que cada vez que Él da una palabra de corrección, luego continua con palabras con las cuales sus lugares en el Cuerpo de Cristo pueden ser reconstruidos. Esto trae la sanidad necesaria que en verdad nos edifica en justicia.

 

El llamado de Dios a Jeremías ejemplifica el llamado de un profeta:

 

«Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo] Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.»

-JEREMÍAS 1.9,10

 

Primero, la espada pasa para arrancar, destruir, arruinar y derribar. Pero como consecuencia de la destrucción de las mentiras, Dios intenta construir y plantar. Él destruye en anticipación a construir de nuevo. Antes de que usted pueda construir una casa, debe limpiar el terreno. Antes de plantar un campo, la tierra sin cultivar debe ser arada. El segundo filo de su espada profética prepara el fundamento apropiado. Pablo dijo a los efesios: «Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros» (Hechos 20.32). Este pasaje, con frecuencia, compara nuestras vidas con el proceso de construcción. Pablo dice: «Vosotros sois labranza de Dios.» Luego advierte: «Pero cada uno mire cómo sobreedifica» (1 Corintios 3.9,10). La verdadera palabra profética de Dios nos edificará y fortalecerá para permanecer firmes contra las tormentas de la vida (Mateo 7.24-27 Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca. Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción).

 

La enseñanza o profecía falsa también edifica vidas, pero las edifica con un fundamento inseguro. Fortalece áreas que nos debilitarán más tarde. Apela a la carne y al orgullo del hombre porque recompensa la codicia o los deseos de nuestra naturaleza carnal. Pone a las vidas sobre un fundamento sin preparar o inestable, y luego construye un edificio con los materiales equivocados; es decir, las búsquedas equivocadas. En lugar de una espada que penetra y corta, y luego sana y fortalece, estas palabras satisfacen los motivos equivocados de los corazones de la gente. Dios acusa a los falsos profetas:

 

«Sí, por cuanto engañaron a mi pueblo, diciendo: Paz, no habiendo paz; y uno edificaba la pared, y he aquí que los otros la recubrían con lodo suelto...»

-EZEQUIEL 13.10

 

Jesús dijo: «No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada» (Mateo 10.34). Los profetas en los días de Ezequiel prometieron la misma paz e incredulidad que persiguen los incrédulos. Sus palabras no confrontaban a las audiencias con justicia, sino que las arrullaban en un sopor de falso deseo y comodidad. Pero esta comodidad es solo temporal, por eso Jesús prometió que su espada separaría la carne del espíritu. Esto nos hace saludables y completos desde una perspectiva eterna.

 

Dios advirtió que recibir estas palabras placenteras y seductivas era comparable a construir paredes con lodo suelto; algo de baja calidad y sin poder para fijarse; no puede resistir la prueba. Esta clase de palabras no le dan a la gente la fortaleza que necesitan para soportar las tormentas de la vida.

 

La Biblia declara que: «Probada es toda palabra de Dios» (Proverbios 30.5). La palabra de Dios ya ha pasado la prueba. Suple la verdadera fortaleza frente a la adversidad o la corrupción. Nos equipa para las pruebas y tribulaciones por venir. Nos permite pelear una buena batalla en nuestras luchas contra el pecado y la depravación. Pablo amonesta a Timoteo:

 

«Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y la buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos.»

—           1 TIMOTEO 1.18,19

 

La guerra no es la batalla por tu nueva casa o automóvil prometido en una palabra profética. No es la pelea por ver cumplido cualquier otro deseo egoísta. No; es la lucha para mantener la fe y la buena conciencia hacia Dios y el hombre. Es la lucha por ver el avance del Reino. La profecía debe dirigir nuestros corazones hacia Dios y sus caminos, no alimentar nuestros deseos carnales y hacernos sentir bien.

 

A esta pareja le fue prometido un gran ministerio juntos. Esas palabras los animaron en su condición presente. Pero el fruto de eso los arrancó de estar bajo la verdadera autoridad de Dios en su iglesia local, la cual podría haberlos protegido. Sufrieron una gran pérdida financiera, perdieron su casa, y lo peor de todo perdieron su matrimonio. ¡Qué trágico! Dios nos amonesta a través de Ezequiel:

 

«di, pues, a los que lo recubren con cal, que caerá; vendrá una lluvia torrencial y caeréis vosotras, piedras de granizo, y se desencadenará un viento huracanado. He aquí, cuando el muro haya caído, ¿no se os preguntará: "¿Dónde está la cal con que lo recubristeis?"»

—           EZEQUIEL 13.11,12

 

Un encuentro con una genuina palabra del Señor le da al recipiente la oportunidad de escuchar y abrazar la verdad. Esta es la verdadera edificación, exhortación y consolación que construye la fortaleza perdurable. Las tormentas de la vida y las pruebas del tiempo revelarán la calidad de construcción en la vida de cada creyente. Dios dice que después de la tormenta las paredes de la vida de una persona construidas con «barro suelto» se irán, «y será descubierto su cimiento» (Ezequiel 13.14).

 

Con mucha frecuencia he visto hombres y mujeres como este matrimonio. Tienen pasión por el ministerio o las bendiciones de Dios. Aman sentarse bajo la profecía o predicación que alimenta sus ilusiones. Pero la tormenta revelará que su fundamento es defectuoso. Han construido sus vidas sobre falsedades. Han edificado sobre palabras débiles y sin probar. Lo que nuestra nación necesita es que la palabra profética de Dios traspase y revele los verdaderos motivos del corazón de los hombres. Al descubrir lo escondido podemos, entonces, ser fortalecidos por la verdadera y probada palabra de Dios.

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