Prólogo - ¿Así dice El Señor?

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Fernando Alvarez Hurtado

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Nov 23, 2018, 6:30:05 PM11/23/18
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Prólogo

 

Uno de los primeros dones ministeriales restaurado por el Espíritu Santo es el ministerio profético. Así como la verdad de la sanidad o el bautismo del Espíritu Santo con su relación espiritual carismática han sido restaurados a la Iglesia, de la misma forma lo ha sido el quíntuple ministerio de apóstol, evangelista, pastor, maestro y profeta.

 

Aun así, parece que cuando algo bueno es restaurado en la Iglesia, inevitablemente sobrevienen los excesos. Y en el proceso, la gente a veces es lastimada; algunos lo son tan seriamente que se convierten en amargados o caen en la incredulidad.

 

Por ejemplo, si una persona está desesperada por sanidad, cree en ella, y no es sanada, con frecuencia se desilusiona y queda devastada. Si alguien se somete a un pastor y es abusado de alguna forma por dicho pastor, puede abandonar la iglesia descorazonado y temeroso de volver a creer alguna vez en algún pastor.

 

La restauración de los dones proféticos pareciera brindar mayor oportunidad a los malos entendidos y el abuso. Muchos cristianos no aceptan los dones proféticos como necesarios en la actualidad; creen que Dios ya no habla a su pueblo a través de profetas. Si vencen esa dificultad y creen que la profecía es para hoy día —inclusive para ellos mismos o para sus familias— pueden aun ser presas de la desilusión o el engaño por parte de aquellos que les han profetizado. Tal vez lleguen a aceptar cualquier «palabra» que viene de un «profeta» como si fuera del mismo Señor. Otros, emocionados por las palabras que han recibido, comienzan a seguir a aquellos con dones proféticos; en ocasiones más que a Cristo mismo.

 

En mi función como editor de la revista Carisma y Vida Cristiana, he observado la restauración del ministerio profético a la iglesia a través del Espíritu Santo. Dios ha levantado voces proféticas en nuestra generación. Mi familia y yo hemos sido bendecidos y animados por las profecías que hemos recibido de parte de algunos con ministerios proféticos.

 

Recientemente, en mi propio estudio de la Biblia he notado historias bíblicas que parecen similares a las del ministerio profético personal que en ocasiones vemos en el presente. En Génesis 18 leemos acerca de tres hombres que visitaron a Abraham y le dijeron que para el mismo tiempo al año siguiente ¡Sara tendría un hijo! Sara se rio, creyendo que ella y Abraham eran ya muy viejos, pero Isaac nació más tarde ese año.

 

El ministerio de Jesús incluye su encuentro con la mujer en el pozo de Samaria, donde Él le dice cuántas veces había estado casada, y que el hombre con quien vivía no era su esposo. Asombrada, ella le contesta a Jesús: «Señor, me parece que tú eres profeta» (Juan 4.19).

 

Aunque he sido bendecido personalmente por el ministerio profético y creo que es válido para la Iglesia, estoy alarmándome cada vez más por los abusos que están ocurriendo. En nuestra casa editorial realizamos recientemente una investigación exhaustiva acerca de un ministerio que «vendía» profecías a cambio de donaciones de cierta cantidad de dinero. Cuanto más grande era la donación, más profunda era la profecía. En otra ocasión, un respetado ministerio televisivo levantó millones de dólares mientras uno de sus invitados «daba palabras» a los donantes que enviaban dinero para esa maratón televisiva.

 

¿Qué hemos hecho?

 

Creo que Dios ha puesto a ciertas personas en el Cuerpo de Cristo para que hagan sonar la alarma cuando algo va mal. El ya fallecido Jamie Buckingham, mi mentor durante largo tiempo, fue uno de esos hombres. Cuando el Movimiento del Discipulado cayó en el error en los setentas, él lo confrontó audazmente, proclamando la verdad a través de sus artículos y en algunos de sus libros.

 

Cuánto mejor para algunos, como Jamie, quien amaba a la gente involucrada, confrontar los temas que dejarlos en manos de los críticos que, con sus ataques destructivos, atacaban a aquellos que creíamos en la llenura del Espíritu Santo y en sus dones espirituales. La cacería de brujas que condujeron algunos críticos ha logrado muy poco excepto avergonzar a la Iglesia.

 

De la misma forma que el cuerpo físico tiene glóbulos blancos en la sangre para defendernos de las enfermedades, el Cuerpo de Cristo necesita hombres y mujeres de convicción que señalen dónde nos extraviamos del evangelio puro, y nos vuelvan nuevamente al camino recto y angosto, de regreso a Cristo.

 

Creo que John Bevere es ese hombre. En los últimos años Dios lo ha levantado como una voz para darle a la Iglesia un nuevo entendimiento del temor de Dios, y recordarle el peligro de mantener una actitud ofensiva hacia Él.

 

John escribe ahora un audaz libro, el cual él cree es uno de los más importantes que ha escrito hasta la fecha. Ve la devastación que viene cuando aquellos que tienen dones proféticos incurren en el error. Reconoce la trampa de dar profecías agradables solo porque existe el deseo de escucharlas de parte de algún cristiano. Identifica el hábito de dar «palabras» a la ligera con un «Así dice el Señor», cuando en realidad se tratan de opiniones personales, no oráculos de Dios.

 

John Bevere no se llama a sí mismo profeta, ni es «conocido» en esa función dentro del Cuerpo de Cristo. Aun así, creo que John es un profeta, con frecuencia clamando en el desierto, igual que su homónimo Juan el Bautista.

 

En este libro, John está haciendo sonar la alarma. Está señalando hacia las Escrituras para ver lo que es buena y falsa profecía. Pero lo hace sin agravios, en amor, no como otros que exteriorizan sus críticas ásperas, en un espíritu de odio, buscando destruir más que construir.

 

Creo que de la misma forma en que un evangelista puede extraviarse de su llamado original de llevar a la gente al arrepentimiento, o un pastor puede herir más que sanar a su rebaño, una voz profética puede, a veces, crear destrucción en la vida de algunos donde se suponía que no lo hiciera.

 

Yo desafío a aquellos que tienen dones proféticos —desde los bien conocidos ministerios nacionales hasta los cristianos locales, cuyos dones han abierto puertas en su propia iglesia local— a leer cuidadosamente este libro. Necesitan analizarlo para recordar lo que dice la Escritura y ver si sus propios ministerios se alinean exactamente con la Palabra de Dios.

 

El pastor Ted Haggard, de la Iglesia Nueva Vida, en Colorado Springs, Colorado, señala algunos puntos excelentes en un reciente número de la revista Ministries Today:

 

«He llegado a la conclusión de que la falsa profecía es un maltrato del nombre del Señor, lo cual es una violación al tercer mandamiento; ¡y que los frágiles egos de la gente necesitan un buen tirón de orejas si es que están proclamándose a sí mismos portavoces de Dios y no lo son! Después de todo, la Biblia nos ordena probar la profecía para ver si realmente viene de Dios (Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo. 1 Juan 4.1).»

 

Luego Ted enumera tres niveles de profecía:

 

  1. «Así ha dicho el Señor» Esta es la más alta forma de profecía. Es dada cuando un creyente proclama hablar de parte de Dios mismo. Esta clase de profecía es 100% correcta o 100% falsa. Usar este tipo de profecía significa que no puede haber otras opiniones o pensamientos contrarios. La discusión está terminada porque Dios ha hablado.

  2. «Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros» (Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros mayor carga que estas cosas esenciales Hechos 15.28) Esta clase de profecía refleja el consenso general acerca de la voluntad de Dios. Puede o no estar 100% acertada, pero al decir esto, un grupo está expresando que con lo mejor de sus capacidades creen que eso es la voluntad de Dios para una situación particular.

  3. «¿Esto significa algo para ti?, o ¿Qué piensas de esto?» Cuando, mientras oramos por una persona, una palabra o pensamiento viene a la mente, podemos preguntarle a la persona lo que Dios está haciendo en su vida. A veces, el Señor nos guía a una intercesión profética. Esto también puede ser llamado «palabra de ciencia» o «palabra de sabiduría» (Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu 1 Corintios 12.8). Esta clase de profecía no reclama autoridad.

     

    Ted concluye su artículo con este pensamiento:

     

    «Cuando entendí estas tres clases de profecía, se aclaró el camino en mi corazón para ser de mayor apoyo a varias de las funciones proféticas dentro del Cuerpo de Cristo. Sin estas funciones proféticas como un ingrediente vital en nuestras iglesias, funcionamos sin uno de los mayores dones, un hecho que innecesariamente debilita nuestras iglesias.»

     

    A lo cual digo ¡Amén!

     

    Para aquellos de nosotros que probablemente nunca tengamos un ministerio profético, debemos leer cuidadosamente lo que la Palabra de Dios dice acerca de aquellos con ministerios proféticos. De la misma forma que los cristianos evangélicos no toleramos la predicación de las religiones falsas o paganas en nuestras iglesias, o rechazamos la teología liberal que no está de acuerdo con la Palabra, debemos estar igualmente atentos que los ministerios proféticos estén alineados con la Palabra.

     

    Creo que John Bevere tiene una palabra para la Iglesia. La ha articulado con poder y con pasión. He leído este libro en forma completa y cuidadosa porque siento que su mensaje es muy importante y necesita ser entendido y atendido, tanto por los líderes cristianos como por los laicos.

     

     

  • Esteban Strang, editor

    Carisma y Vida Cristiana

    Lake Mary, Florida




Fernando Alvarez Hurtado

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Oct 29, 2024, 11:01:55 AM10/29/24
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