EPÍLOGO (¿ASI DICE EL SEÑOR?)

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Fernando Alvarez Hurtado

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Nov 20, 2024, 1:50:20 PM11/20/24
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EPÍLOGO

 

 

Antes de concluir, quiero Re enfatizar dos puntos que señalé al comienzo de este libro.

 

Primero, el oficio profético es una necesidad y parte vital del ministerio actual. Aquellos que no creen que Dios aún está enviando profetas están perdiendo un elemento muy importante en el ministerio de Jesús a su Iglesia. Las Escrituras declaran que los profetas han sido dados a la Iglesia para equiparla hasta que lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a ser hombres perfectos, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Ver Efesios 4.11-13 Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo). Esto todavía no ha sido logrado, y no lo será sino hasta el fin de los tiempos.

 

Segundo, se nos ha dicho que no menospreciemos la profecía (1 Tesalonicenses 5.20 no desprecien las profecías). De hecho, Pablo dice a la iglesia: «Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis» (1 Corintios 14.1). La verdadera profecía es uno de los dones más grandes en el cuerpo. Si ponemos primero lo que va primero, lo cual es la búsqueda del carácter y la gloria de Dios sobre todas las cosas, entonces nuestro profetizar será puro.

 

Este mensaje no ha sido escrito para desanimar a la profecía verdadera, sino como un llamado a ser vigilantes en probar las «declaraciones proféticas», porque mucho de los «Así dice el Señor» que están siendo dados y escritos actualmente no están inspirados por el Espíritu Santo. Juzgar estas declaraciones no es despreciar la verdadera profecía. Quiero animarlo a estudiar los capítulos 3, 4 y 6 de este libro. Examine diligentemente lo que Dios dice de los profetas y las profecías en el Nuevo Testamento. Su entendimiento de la verdad estará mejor equipado para reconocer lo falso.

 

Este libro no está completo en sí mismo... así que mucho más puede ser dicho. Pablo advirtió repetidamente a los creyentes que se cuidaran de los falsos ministerios que los llevarían por mal camino. En un momento, él rogó con ellos en Éfeso, día y noche durante tres días. Este humilde trabajo empalidece en comparación.

 

En conclusión, primero apelo a aquellos de ustedes que están en el liderazgo. Si tal vez he sido muy enfático en el Señor, líderes, por favor, escuchen estas palabras: Ya no retengan más las advertencias necesarias de aquellos que el Espíritu Santo ha puesto bajo vuestro cuidado. Pastoreen la iglesia de Dios, comprada con la preciosa sangre de su Hijo. El tiempo ha llegado cuando muchos ya no seguirán la sana doctrina. Plagados por corazones codiciosos y la comezón de oír, buscarán a quienes les prediquen un «evangelio» que gratifique sus apetitos personales. Esto no cesará, sino que continuará desparramándose, hasta que el liderazgo acepte esto y camine en el manto del ministerio profético Elías, que Dios está dando a la Iglesia. Debemos no solo apegarnos a las enseñanzas sino también a las advertencias y correcciones del Señor. ¡Sea audaz y hable la verdad, en el temor de Dios, y por el amor a su pueblo!

 

Para todos nosotros en la Iglesia, escuchemos el clamor de Dios a través del profeta Jeremías. Esas palabras ciertamente se aplican actualmente.

 

«Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los falsos profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso.»

      JEREMÍAS 5.30,31

 

Dios llama «cosa espantosa y fea» cuando los profetas en la iglesia dan falsas profecías y los líderes gobiernan según su propio poder. Ambos temas han sido trabajados en los primeros capítulos. Sin embargo, lo que punza mi corazón es la siguiente declaración. Dios dice, «y mi pueblo así lo quiso».

 

Creo que la responsabilidad de que lo falso tenga éxito descansa en cada uno de aquellos de nosotros en la Iglesia que ha abrazado la falsa profecía. Necesitamos preguntarnos: «¿Por qué le hemos dado plataforma nacional a los ministros que hablan a nuestros apetitos y deseos carnales? ¿Hemos deseado las comodidades más que la verdad? ¿La prosperidad más que la santidad? ¿La unción y el poder más que la piedad? ¿Hemos permitido que nuestro deseo por la buena vida ensombrezca nuestro deseo por ver a los perdidos venir a Cristo? ¿Pueden estas ser las razones por las que hemos abrazado palabras falsas y lisonjeras, y algunas veces permitido que nos sobornen? Dios nos advierte:

 

«No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos.»

      ÉXODO 23.8

 

¿Ha sido cegado nuestro discernimiento por las palabras falsas o lisonjeras? ¿Es por esto que hasta nuestras propias palabras están pervertidas? Escuche la palabra del Señor:

 

«Porque no habrá más visión vana, ni habrá adivinación de lisonjeros en medio de la casa de Israel.»

      EZEQUIEL 12.24

 

El día está viniendo cuando Dios claramente separará la carne de la promesa, lo falso de lo real. Igual que con Abraham, el hijo de la promesa desplazará al de la carne. En aquel día sus atalayas «alzarán la voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán...» (Isaías 52.8). Las voces proféticas de la promesa tomarán su lugar de servicio. Hasta entonces, debemos hacer caso máximo a las siguientes palabras:

 

«Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.»

      ROMANOS 16.17,18, énfasis agregado.

 

Aquellos llamados al ministerio profético, quienes han sido llevados por mal camino o se han desviado por lo que es popular en estos días, Dios les da esta firme directiva:

 

«Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtiereis, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.»

      JEREMÍAS 15.19, énfasis añadido.

 

Un hombre de Dios no es lo que predica sino lo que vive. Su mensaje no es mayor que lo que él es. Dios encuentra vil nuestros apetitos y deseos carnales. Cuando buscamos agradarnos a nosotros mismos o a otros más de lo que buscamos agradar a Dios, somos presos del peligro de la adivinación, y aún peor, de convertirnos en un falso profeta. Dios promete que nos hará sus portavoces al remover o quitar el mal de delante nuestro. Hay solamente un camino seguro para separar este mal, y es el temor al Señor. Porque:

 

«...con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal.»

      PROVERBIOS 16.6

 

Cuando tememos a Dios diferimos de los deseos del Hombre. El temor de Dios es nuestra mayor necesidad en este día y hora. Creo que muchos clamarán con un solo corazón y voz por su restauración. Somos un pueblo de destino. ¡Somos llamados por su Nombre, para manifestar su gloria en toda la tierra! ¡Aleluya!

 

Lo dejo con estas palabras que el Señor puso en mi corazón esta mañana, mientras terminaba este trabajo:

 

«Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.»

      SALMO 27.4

 

Que el Señor sea siempre nuestro más profundo y fuerte deseo.

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