Las consideraciones que proporciona este autor en las páginas de su libro: "hombría al máximo", son de suma importancia, ya que nos permite a los hombres que deseamos ser más hombres, a vivir de una forma tal que a Dios le agrade, dando como resultado una vida abundante tal como la planea el Señor para los que confían en El. Los que tenemos la bendición de estar casados y que a veces se presentan crisis en la pareja, el autor da recomendaciones precisas y concisas de acuerdo a la sabiduría de Dios para superar esas "pequeñas" diferencias pero que ocasionan "grandes" rupturas y provocan heridas, separaciones y a veces la muerte. También nos enseña con gran elocuencia el autor, que no nos dejemos atrapar por la basura de este mundo y que sin sabiduría de Dios o de lo alto, no podremos solucionar ni el más mínimo contratiempo. En conclusión que es una herramienta para que encontremos estrategia de vida y seguir adelante en un camino marcado desde antes de la fundación del mundo para los que creemos que Dios es nuestro creador. Léelo, disfrútalo y aplícalo.
Te dejo el prefacio
Por Ben Kinchlow Co animador del Club 700
Está ocurriendo un fenómeno muy interesante en los Estados Unidos de América en el siglo veinte.
Desde que un niño nace hasta el fin de su adolescencia, los modelos de autoridad que enfrenta son femeninos en un abrumador casi ciento por ciento. Sólo por excepción, y por tanto sin la debida eficacia, aparece de cuando en cuando un modelo masculino.
En el hospital, las enfermeras son responsables de casi cada detalle en el cuidado del niño. En el hogar, la madre es por lo general el modelo de autoridad dominante. En la escuela, el noventa por ciento son maestras. Es más que probable que el primer agente de policía que verá un niño será una mujer que dirige el tránsito.
Cuando el niño va al cine, a la tienda de víveres, a los restaurantes, a la escuela bíblica de vacaciones o a la escuela dominical, ¿quién es la persona que vende, recibe los pedidos, cobra el dinero, le indica dónde sentarse o le habla acerca de Dios? (La excepción la constituyen muchas iglesias donde un hombre predica a una congregación compuesta en su mayoría por mujeres.) ¿Quién le dice lo que debe usar para limpiar su habitación? ¿Quién gasta el dinero y paga las cuentas? En otras palabras, ¿quién está realmente a cargo de la situación? ¿Acaso nos asombra que los jóvenes de hoy hacen toda clase de esfuerzos para demostrar que son verdaderos hombres tal como su mamá?
Esa es la razón por la cual el hombre de nuestro tiempo usa alhajas, pulseras, collares y tal vez un arito encima del tobillo. Es el motivo por el que lleva el pelo largo, con frecuencia en un estilo determinado por un diseñador de peinados, y usa camisas desabrochadas para exhibir el pecho. También puede tratarse de un estilo de “hombre macho” que actúa en forma irresponsable con su esposa e hijos o que es indulgente en cuanto a “libertad” sexual y hace su “propia vida”.
Por eso se dice que el hombre está “liberado”. Al menos así se lo han enseñado los principios feministas destinados a minar su condición masculina.
Las mujeres, por su parte, usan cabello corto, pantalones masculinos, sacos y, en algunos casos, corbata. En un intento de “afirmar” su propio yo o “castigar a sus opresores”, muchas mujeres dan lugar a que la ira reprimida, o la propia aversión, exploten con violencia contra los hombres que ellas consideran que cometen alguna falta.
Hombres y mujeres, por no saber con exactitud quiénes son o cuáles son sus funciones, viven en estado de confusión y agobiados por la ansiedad.
Hay una nueva psicología llamada “salir del paso”. Es natural que los hombres no tomen decisiones claras ni asuman compromisos definidos. Se limitan a salir del paso. La naturaleza detesta el vacío y, por analogía, vemos que las mujeres son atraídas hacia las áreas en que los hombres abandonan el lugar que les corresponde. El resultado de esto es que hombres, y aun niños, se sienten airados y frustrados y, en número creciente, afrontan una “crisis de identidad”.
En medio de este “salir del paso”, las declaraciones del libro “Hombría al máximo” son como un guante arrojado a modo de desafío. Su efecto es semejante al de una bofetada hiriente que contrarresta las producidas por la histeria, y comparable a la conmoción que causa el agua congelada. Es un libro que contiene no una mera discusión retórica, sino una confrontación frontal con los diversos planteamientos de la vida.
Este es un libro, sin tapujos ni concesiones, escrito para los hombres. En verdad se han escrito muchos libros “acerca” de los hombres, pero muy pocos, aunque buenos, “para” los hombres. Es como un volver a los días pasados en que tenían lugar las “charlas de hombre a hombre”, y se exaltaban las virtudes, la caballerosidad y el respeto a las mujeres y niños, a raíz de que se comprendía la responsabilidad de llegar a ser un “hombre maduro”. Este es un libro que nos capacita para descubrir el potencial máximo de nuestra vida y vivir en consecuencia como verdaderos hombres. Este es un anhelo que ha permanecido insatisfecho por largo tiempo.
Este libro, de estilo directo y hasta punzante, desafía a los hombres de hoy. Algunos se enojarán tanto por lo que afirma que preferirán cerrarlo y abandonar su lectura. Otros se sentirán impulsados a escribir una carta agresiva para lograr que Ed Cole “se enderece”.
Algunos hombres lo leerán, estarán de acuerdo con algunos de sus preceptos y principios, pero no se decidirán a aceptar sus apelaciones al sacrificio. Sin un verdadero compromiso de cambio, no les sucederá nada. Otros, aunque estarán de acuerdo con la forma en que se desentrañan los temas, permanecerán intimidados por las “duras realidades actuales” y encontrarán que muchas de las posiciones asumidas en el libro son contradichas por las tendencias populares en boga. Como resultado de eso, rechazarán la verdad presentada en este libro.
Hay, en cambio, hombres que leerán el libro, estarán de acuerdo con él, y pondrán en práctica sus principios dinámicos. Esto producirá grandes cambios en su familia, su esposa y aun en su propia vida. A partir de esos cambios la nación misma podrá experimentar una revolución.
La Biblia dice que “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla y señoread...”
Gracias, Señor, por habernos hecho como somos. Gracias, Ed, por recordárnoslo.