«Un falso profeta usa los clones que Dios le ha confiado para atraer a los demás hacia él mismo.
Un verdadero profeta los atrae hacia el corazón de Dios.»
CAPITULO 13- EL CONOCIMIENTO DE LOS PROFETAS A TRAVÉS DE SUS FRUTOS
Dios está preparando a sus ministros proféticos de los últimos días. Es un ministerio muy importante y necesario, con una tarea crucial y oportuna. Debe hacer que el corazón de los creyentes retorne a Dios, para prevenir que Él hiera la tierra con maldición (Malaquías 4.5,6 "Acuérdense de la *ley de mi siervo Moisés. Recuerden los preceptos y las leyes que le di en Horeb para todo Israel. "Estoy por enviarles al profeta Elías antes que llegue el día del Señor, día grande y terrible). Tal vez esa sea la causa por la cual el enemigo trabaja arduamente para prevenir y pervertir esta restauración. Si nuestros corazones no se vuelven a Dios y a su verdadera santidad, entonces la Iglesia no caminará en la gloria de Dios, tal como Él lo ha prometido.
«...habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo ... Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.»
— 2 CORINTIOS 6.16; 7.1
Esta promesa de gloria fue anunciada en el Antiguo Testamento por la liberación de Israel de Egipto y en el Monte Sinaí. Egipto representa el sistema de este mundo. El éxodo de Israel es un ejemplo de nuestra liberación de este mundo temporal por medio de la salvación. Dios le dijo a Israel: «...y cómo os tomé sobre alas de águila, y os he traído a mí» (Éxodo 29.4, énfasis añadido). Igual que con ellos, nos salvó para atraernos hacia Él. ¡Qué maravillosa revelación!
Dios, entonces, le dijo a Moisés:
«Vé al pueblo y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos; y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí.»
— ÉXODO 19.10,11
En este versículo, santificar significa «poner aparte». Dios estaba diciendo: «Te saqué de Egipto, ahora tú debes sacar a Egipto de ti.» Una parte del proceso de preparación se lograba mediante el lavado de sus ropas, removiendo así las huellas de Egipto, en preparación para su gloria. De la misma forma, se nos dice que nos limpiemos de toda la contaminación de carne y de espíritu. La limpieza de nuestras vestiduras de carne y espíritu es: remover el hedor de los deseos mundanos. Esto purifica nuestros deseos para que podamos contemplarlo, puesto que sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12.14 Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor).
En el tercer día Dios prometió revelar su gloria a los hijos de Israel. Esta promesa no estaba dada con exclusividad para ellos, sino que también se aplica a nosotros, porque en 2 Pedro 3.8 aprendemos que un día de Dios es mil años de los nuestros. Por dos días, o dos mil años, la responsabilidad de la Iglesia ha sido consagrarse a sí misma para la venida de su gloria. En el comienzo del tercer día (el tercer milenio), Él vendrá en su gloria [esto es cuando Cristo vendrá y reinará por mil años en su cuerpo glorificado (Apocalipsis 20.4 Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años).
Igual que Moisés fue el profeta que llamó al pueblo de Dios a la consagración antes de su visitación, también en los últimos días los «profetas Elias» proclamarán este mensaje, previo a su segunda venida. ¡Estamos cerca del fin del segundo día! La Iglesia aún está muy imbuida en el espíritu del mundo. Está llena con muchos que anhelan las comodidades, placeres y beneficios del sistema de este mundo (el mismo Egipto que una vez nos esclavizó). Muchos con el corazón dividido desean la salvación y las bendiciones de Jesús, al mismo tiempo que anhelan al mundo. Físicamente están en el desierto, pero sus corazones permanecen en Egipto.
Esta condición fue profetizada por el apóstol Pablo. Él describe los terribles tiempos de los últimos días (2 Timoteo 3.1, NVI Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles). Los hombres podrán profesar su cristianismo, pero seguir amándose a sí mismos y al dinero. Ellos serán orgullosos, desobedientes, desagradecidos, desamorados, inmisericordes, calumniadores, faltos del temor de Dios y del autocontrol, y amar a los placeres más que a Dios.
«Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad» (2 Timoteo 3.1-5, NVI).
Para remediar esta situación, Dios está enviando lo profético para revelar nuestra verdadera condición, que como iglesia debemos regresar a Dios. Para que esto se cumpla, es imperativo que lo profético venga puro y sin engaño. Estamos balanceándonos en la antesala de la destrucción, pero si lo profético es contaminado, no estaremos preparados. Satanás sabe que el juicio comienza en la casa de Dios, y quiere que seamos juzgados. Hace esto para alimentar el fuego de la iniquidad y la codicia. Jesús previo esto y advirtió que en nuestros días «muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos» (Mateo 24.11).
Lobos en ropaje de cordero
Miremos nuevamente la advertencia de Jesús sobre el ministerio profético falso que plagará a la Iglesia:
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.»
— MATEO 7.15,16
Jesús dijo «guardaos de los falsos profetas». ¿Por qué nos advierte tan frecuentemente y con tal pasión? La razón es clara: lo falso es muy sutil y engañoso. Tal como los ejemplos que vimos en los capítulos anteriores, viene vestido de oveja, no de lobo. Con un aspecto tan similar, es difícil distinguir lo verdadero de lo falso. Jesús dijo que habrá muchos, no unos pocos (Mateo 24.11 y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos), y que, de ser posible, hasta los elegidos serán engañados por ellos a causa de sus dones sobrenaturales. ¿Cómo separamos correctamente entre lo verdadero y lo falso? Jesús dijo que sus frutos serán los que cuenten la historia. Sin embargo, necesitamos entender que los frutos incluyen más que la exactitud de sus palabras o la predicción del futuro. Permítanme recalcar este punto: Jesús nunca dijo que un verdadero profeta es identificado solamente por el hecho de que sus palabras son exactas o se cumplan. Sin embargo, la falta de exactitud ciertamente es un signo de que Dios no estaba involucrado. La Palabra dice:
«Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él.»
— DEUTERONOMIO 18.21,22
Dios deja bien en claro que si las palabras del profeta no se cumplen, no debemos temerle o respetarlo como profeta. Sin embargo, este criterio solo no alcanza para distinguir lo verdadero de lo falso, porque los falsos profetas pueden ser exactos. El Señor explica que un profeta puede dar una palabra y esta cumplirse, pero el profeta será rechazado si lo guía a usted a la idolatría, engaño o rebelión (Deuteronomio 13.1-5 "Cuando en medio de ti aparezca algún profeta o visionario, y anuncie algún prodigio o señal milagrosa, si esa señal o prodigio se cumple y él te dice: Vayamos a rendir culto a otros dioses, dioses que no has conocido, no prestes atención a las palabras de ese profeta o visionario. El Señor tu Dios te estará probando para saber si lo amas con todo el *corazón y con toda el *alma. Solamente al Señor tu Dios debes seguir y rendir culto. Cumple sus mandamientos y obedécelo; sírvele y permanece fiel a él. Condenarás a muerte a ese profeta o visionario por haberte aconsejado rebelarte contra el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto y te rescató de la tierra de esclavitud. Así extirparás el mal que haya en medio de ti, porque tal profeta habrá intentado apartarte del *camino que el Señor tu Dios te mandó que siguieras; Colosenses 3.5 Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría). A este hombre Dios lo llama «falso profeta», a causa de su fruto. Es un error asumir que la exactitud sola valida a un individuo como profeta, aun así muchos —hasta líderes— cometen este error. Debemos discernir el fruto que permanece. Miremos algunos ejemplos:
Balaam —un profeta corrupto con un corazón codicioso—. Profetizó una palabra exacta sobre Israel y predijo el nacimiento del Mesías. Sus palabras están registradas en las Escrituras. Aunque sus profecías eran exactas, su fruto era malo. Jesús dijo que él «enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación» (Apocalipsis 2.14). Se le ofrecieron sustanciales riquezas si maldecía a Israel, pero él no era capaz de maldecir a aquellos a quienes Dios había bendecido. Después de haberse dado cuenta, le enseñó a Balac cómo poner una trampa a los hijos de Israel, y ubicarlos bajo la maldición, induciéndolos al pecado (Números 31.16 Si fueron ellas las que, aconsejadas por Balán, hicieron que los israelitas traicionaran al Señor en Baal Peor! Por eso murieron tantos del pueblo del Señor; Números 25.1-9 Mientras los israelitas acampaban en Sitín, comenzaron a prostituirse con las mujeres moabitas, las cuales los invitaban a participar en los sacrificios a sus dioses. Los israelitas comían delante de esos dioses y se inclinaban a adorarlos. Esto los llevó a unirse al culto de Baal Peor. Por tanto, la ira del Señor se encendió contra ellos. Entonces el Señor le dijo a Moisés: "Toma a todos los jefes del pueblo y ahórcalos en mi presencia a plena luz del día, para que el furor de mi ira se aparte de Israel." Moisés les ordenó a los jueces de Israel: "Maten a los hombres bajo su mando que se hayan unido al culto de Baal Peor." Mientras el pueblo lloraba a la entrada de la *Tienda de reunión, un israelita trajo a una madianita y, en presencia de Moisés y de toda la comunidad israelita, tuvo el descaro de presentársela a su familia. De esto se dio cuenta el sacerdote Finés, que era hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón. Finés abandonó la asamblea y, lanza en mano, siguió al hombre, entró en su tienda y atravesó al israelita y a la mujer. De este modo cesó la mortandad que se había desatado contra los israelitas. Con todo, los que murieron a causa de la plaga fueron veinticuatro mil). Hizo esto para retener su recompensa. Su fruto llevó a la gente al juicio. Veinticuatro mil israelitas murieron por la plaga que juzgó la desobediencia de ellos. Las profecías de Balaam fueron exactas, pero sus frutos probaron que no eran santas. Él había mezclado lo precioso con lo vil. En Josué 13.22 (Los israelitas pasaron a filo de espada a muchos hombres en el campo de batalla, incluso al adivino Balán hijo de Beor) es llamado «adivino». A los hijos de Israel se les encomendó matarlo a filo de espada en la batalla. De esto aprendemos que la exactitud no distingue lo verdadero de lo falso. Balaam tenía un don genuino en su vida, pero estaba corrompido por su deseo de ganancia. Era un falso profeta.
En el Nuevo Testamento Pablo y su compañía se encontraron con «una joven esclava que tenía un espíritu de adivinación» (Hechos 16.16, NVI). Ella le había hecho ganar mucho a sus amos a través de adivinar la fortuna. Es obvio que era exacta. Inclusive estuvo en lo correcto respecto a Pablo y sus compañeros cuando gritó: «Estos hombres son siervos del Dios altísimo, y les anuncian a ustedes el camino de salvación.» Lo que estaba diciendo era exacto, pero no por la unción del Espíritu Santo sino por un espíritu de adivinación. Era exacta, pero su fruto era malo. Molesto, Pablo echó fuera al espíritu y ella ya no pudo predecir más el futuro.
Tanto Balaam como esta esclava fueron tenidos por adivinos o falsos profetas. Ambos eran exactos; uno por un don genuino de Dios y la otra por un espíritu de adivinación. Jesús enfocó la motivación en Mateo 7.16, porque ella siempre se revela en el fruto. ¿Cuál era el fruto en la vida y ministerio de ellos? Eso es el factor determinante. Examine nuevamente sus palabras:
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.»
— MATEO 7.15-20
Nosotros permitimos que la exactitud ensombrezca nuestro discernimiento. Si usted examina el fruto en las historias actuales de los capítulos previos, es fácil ver que hemos abrazado palabras y tal vez profetas a quienes Dios llamaría falsos.
El fruto es discernido espiritualmente
Jesús dejó en claro que juzgaremos a los profetas por sus frutos. Pablo y Juan también dicen que «examinemos» y «juzguemos» lo profético (1 Tesalonicenses 5.21 sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno; 1 Juan 4.1 Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, *sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas; 1 Corintios 14.29 En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y que los demás examinen con cuidado lo dicho). Estos frutos no se disciernen a través de nuestros cinco sentidos naturales; tampoco se identifican intelectualmente. Deben ser discernidos espiritualmente. Pablo escribió: «En cambio el espiritual juzga todas las cosas ... acomodando lo espiritual a lo espiritual» (1 Corintios 2.15,13). Cuando nos arrepentimos y purgamos nuestros corazones de cualquier motivación impura, y abrazamos la verdad de Dios, entonces estamos en posición de ser sensibles a la guía del Espíritu Santo. El propósito de este libro es dar más que meros parámetros o información mental. Oro que sea un vehículo por el cual el Espíritu de Dios nos ilumine, a fin de ser adiestrados en justicia (1 Juan 2.27 En cuanto a ustedes, la unción que de él recibieron permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Esa unción es auténtica --no es falsa-- y les enseña todas las cosas. Permanezcan en él, tal y como él les enseñó.).
En los días de Jesús había ministros que «a la verdad, os mostráis justos a los hombres» (Mateo 23.28). Aun así, interiormente estaban llenos de envidia y codicia. Su aspecto era engañoso, hasta que las verdaderas motivaciones fueran conocidas por la luz de la Palabra viva de Dios. Jesús compara el corazón de ellos a la mala tierra que produce fruto malo (Mateo 13.1-23; 15.17-20).
Santiago nos dice:
«Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.»
— SANTIAGO 3.14-16, énfasis añadido.
Santiago revela a la atmósfera de su corazón como celosa y ambiciosa. Ambos se resumen en el término egoísmo.
Él continúa:
«Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.»
— SANTIAGO 3.18, énfasis añadido.
La siembra del celo y la ambición producen desorden y toda obra perversa. La siembra de la paz produce justicia. La paz se encuentra en el contentamiento, mientras que la ambición propia y los celos se engendran dentro de un corazón codicioso. Nuevamente encontramos el contraste entre codicia y contentamiento.
Santiago revela que toda forma de mal se encuentra en un corazón lleno de egoísmo o codicia. Esto arroja un gran entendimiento sobre las palabras de Pablo: «Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento ... porque los que quieren enriquecerse [codicia, deseos de ganancia] caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición» (1 Timoteo 6.6,9). Note la expresión «caen en». Usted se cae por accidente, no a propósito. Nuevamente, esto confirma el sutil engaño detrás de la codicia.
Las motivaciones de un falso profeta
Mientras estaba en oración, Dios le dio a mi corazón esta definición de un falso profeta en la iglesia, la cual está de acuerdo con lo que hemos visto en las Escrituras:
«Un falso profeta es aquel que viene en mi Nombre con su propia agenda.»
Su agenda puede estar envuelta en el ministerio, pero la motivación encubierta es la ganancia, la promoción o la recompensa. Estas motivaciones ocultas no solo engañan a otros sino a él mismo. Pablo advirtió: «Los hombres perversos y los maestros falsos serán más perversos y falsos cada día, y seguirán engañando a muchos, pues ellos mismos han sido engañados por Satanás» (2 Timoteo 3.13, BD). Note que dice «serán más perversos y falsos cada día». Durante la última década ha habido un aumento, y las líneas son cada vez más borrosas entre lo precioso y lo vil. Nos estamos acercando a la cosecha, no solo de segar lo bueno sino también lo malo. Dios me dijo:
«Un profeta falso usará el don que le he confiado para cumplir sus propios propósitos.»
Esto será usado para atraer a los demás hacia ellos mismos, para proseguir con su causa, sea esta la ganancia financiera, el poder, el reconocimiento, las influencias o la aceptación. Él se engañará a sí mismo al distorsionar las Escrituras, a fin de cumplir o apoyar sus deseos.
Conocido por sus frutos
Discutamos algunos de los frutos más comunes que encontramos en los falsos profetas. Tenga en mente las palabras de Jesús: «No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.» La palabra clave es dar o producir. Recuerde, Jesús dijo que el hombre no recogerá uvas de los espinos ni higos de los abrojos. ¿Por qué? No está en sus naturalezas el producir tales frutos. Sin embargo, usted puede colgar racimos de uva de un espino, o colocar higos entre los abrojos. De la misma forma, con frecuencia la acción o palabra verdadera puede encontrarse entre los falsos profetas, pero esta no se origina en ellos. Esto explica la reprensión de Dios a través de Jeremías:
«Por lo tanto, he aquí que yo estoy contra los falsos profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras cada uno de su más cercano.»
— JEREMÍAS 23.30
La palabra no se produjo en la boca de ellos ni fue cultivada en sus corazones. Ellos las robaron de otro, quien las obtuvo de otro, quien las obtuvo a su vez de otro, y así hasta llegar a su origen, de la boca de uno que verdaderamente caminó con Dios. Sus palabras no vinieron de una íntima comunión con el Señor, impregnadas de una atmósfera de santo temor (Salmo 25.14 El Señor brinda su amistad a quienes le honran, y les da a conocer su pacto).
Otra posibilidad es que ellos alguna vez caminaron con Dios y recibieron revelación de parte de Él. Luego sus corazones se enfriaron, como en el caso de Balaam. Pedro confirma esto: «Han extraviado el camino recto, y se han extraviado, siguiendo el camino de Balaam...» (2 Pedro 2.15). Ellos una vez conocieron y caminaron en el camino recto, pero no permanecieron. Las Escrituras describen a aquellos que han caído como «árboles otoñales, sin fruto» (Judas 1,12). Los árboles otoñales una vez llevaron fruto, pero una cosa es conocer la verdad y otra muy diferente el vivirla. La verdad no se encuentra en la mera repetición de palabras sino en la transformación de los corazones. Los árboles otoñales ya no están más en la estación de la fruta. Eso pasó y tienen por delante al invierno. Sus hojas caen, mientras ellos se deslizan en un sueño latente. No importa cuál sea el caso, hay un común denominador a todos los falsos profetas: «...porque desde el más pequeño hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia» (Jeremías 8.10). Ellos son egoístas. En el próximo versículo Pedro describe los resultados de los falsos líderes, los cuales también pueden aplicarse a los falsos profetas:
«Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.»
— 2 PEDRO 2.1
La palabra griega para herejía es hairesis. W.E. Vine la define como «aquello que es elegido, y, por ello, una opinión, especialmente una opinión voluntariosa, que toma el lugar del sometimiento al poder de la verdad.»
Los falsos maestros introducen herejías que llevan a los creyentes profesos lejos de la sumisión a la verdad, al punto de negar al Señor. Usted puede estar pensando: «Nadie puede venir a nuestra iglesia e inducirnos a negar a nuestro Señor Jesucristo.» Está en lo correcto; nada tan obvio podría tener éxito en el presente o en los días de Pedro. Recuerde, Pedro dijo que los maestros vendrían en lo secreto, o sin ser notados. Nadie puede confesar abiertamente la negación de Jesús en nuestras iglesias y pasar desapercibido. El siguiente versículo arroja luz sobre cómo los falsos ministros hacen esto secretamente.
«Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su consciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan.»
— TITO 1.15,16, itálicas añadidas.
Ser corrupto es haber sido contaminado. Recuerde las palabras de Dios: «Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos» (Jeremías 23.11). Del pasaje en Tito aprendemos que no es lo que ellos confiesan sino su forma de vida lo que niega al Señor. Jesús dijo: «Por sus frutos los conoceréis», no por lo que ellos dijeran o si los llamaran «Señor», porque con sus bocas confiesan el señorío de Cristo, profetizan y hacen maravillas en su nombre, pero no están sometidos a su señorío o autoridad (Mateo 7.15-23 "Cuídense de los falsos profetas. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos? Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los conocerán. "No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?' Entonces les diré claramente: 'Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!'). Pedro continúa:
«Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.»
—2 PEDRO 2.2,3, énfasis añadido.
Nuevamente descubrimos la motivación de la «avaricia». Explotar —hacer mercadería— significa: «abusar, hacer ganancia a través de, tomar ventaja de». Por lo tanto, los falsos ministros toman ventaja de otros a través de palabras suaves y engañosas. Pueden sonar como la voz de Dios, pero no son las motivaciones de Él. A través del engaño y la corrupción toman ventaja del joven, el simple o del herido.
Un corazón adiestrado en la codicia
Pedro continúa diciendo que ellos tienen «el corazón habituado a la codicia» (2 Pedro 2.14). Cuando usted está habituado a algo, puede hacerlo sin pensar; se convierte en su segunda naturaleza. Cuando aprendimos por primera vez a atarnos el lazo de nuestros zapatos, fue difícil, y requirió que prestáramos atención. Ahora lo hacemos sin pensar. Estamos habituados. El mismo principio rige con alguien habituado a la codicia.
Conozco a un hombre que trabajó para un ministro que explotaba a la gente a través del correo. Consultores (expertos en codicia) venían y mezclaban lo precioso con lo vil. Exageraban y agrandaban las historias para sacar dinero. Sus cartas daban fe de la unción del líder, y prometían respuestas a las oraciones o sourvenirs religiosos a cambio de las ofrendas. Al comienzo los empleados —y hasta la esposa del hombre— cuestionaron la decisión del líder. Pienso que, al principio, al líder también le debe haber molestado la consciencia. Pero suficientes pasajes bíblicos fueron citados fuera de contexto hasta que la consciencia de todos fue silenciada. El dinero apareció como nunca antes. Obviamente, Dios estaba bendiciéndolos y guiándolos. Los salarios y premios aumentaron, hasta que finalmente se habituaron a la codicia. Ahora explotaban la Palabra de Dios —y por lo tanto a su pueblo— sin pensarlo dos veces.
Esto actualmente sucede en abundancia. Muchos en compañías de mercadeo están contentos de ayudar a los ministros con ideas inteligentes para obtener dinero. La interpretación tergiversada de las Escrituras esconde los deseos codiciosos. El correo llega a su puerta proclamando los deseos como si fueran necesidades. Estas cartas transfieren la culpa a sus recipientes, de que si no responden la voluntad de Dios no será cumplida. ¡Ellos perderán su indulgencia o la retribución por ciento de lo que ofrendan! No estoy hablando de los esfuerzos válidos para los heridos y hambrientos, sino los de aquellos habituados a la codicia. Pablo avizoró esto proféticamente y escribió: «Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas! Así son los que van de casa en casa, cautivando a mujeres débiles...» (2 Timoteo 3.5,6, NVI). Pero actualmente no solo las mujeres son vulnerables.
También está el mal uso de los medios masivos. Muchas de esas maratones y teletones son conducidas de formas piadosas. Ellos alertan y ponen al día a la gente con las necesidades genuinas del ministerio, y permiten que otros tengan la oportunidad de asociarse en su ministerio de alcanzar a los perdidos. Junto a esto se aprecia el abuso de los teletones. Muchos traen a expertos (ministros) quienes han probado su eficacia en batir récords en el área de levantamiento de fondos. Los he visto prometer bendiciones para todos aquellos que dan, mientras uno se queda con la impresión de que los que no responden no serán bendecidos. Hay una gran excitación y hasta favores extendidos cuando alguien responde con una gran ofrenda. Miqueas advirtió:
«Mi pueblo sigue caminos equivocados por culpa de los profetas que lo engañan, que anuncian paz a quienes les dan de comer.»
— MIQUEAS 3.5, DHH.
Un reciente teletón en EE.UU. tuvo a un ministro profético que daba profecías personales a quienes ofrendaban una determinada cantidad de dinero (monto que excedía los 1000 dólares). La parte realmente triste es que muchos respondieron después de que se les prometiera una palabra personal. ¿Y qué de aquellos que no pueden dar tanto? ¿Están privados de la dirección de Dios porque no pueden pagarla? ¿Quién le compró a Jesús sanidad, liberación o alguna palabra? ¿Y qué acerca de la viuda que dio dos blancas? Jesús se sentó frente al arca de la ofrenda en el templo y miraba a la gente poner las ofrendas. Muchos de los ricos ponían grandes cantidades. ¿Por qué, entonces, hubo una pobre viuda que tiró solo dos monedas? Jesús llamó a sus discípulos y les compartió el por qué. «De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento» (Marcos 12.41-44). Jesús prestó atención al que, a los ojos de los hombres, dio menos, sabiendo que era el que más daba a los ojos de Dios. En este teletón aquellos que dieron más recibieron atención o profecía. Escuchemos lo que dice Miqueas:
«Sus gobernantes juzgan por soborno, sus sacerdotes instruyen por paga, y sus profetas predicen por dinero; para colmo, se apoyan en el Señor, diciendo: "¿No está el Señor entre nosotros? ¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!"»
— MIQUEAS 3.11, NVI.
Continuamos proclamando que Dios está entre nosotros, en medio de los proyectos diseñados para obtener dinero del pueblo de Dios. Pero, ¿lo está? Hemos confundido el éxito financiero como una señal del involucramiento de Dios. Esto es erróneo. En el Antiguo Testamento los falsos profetas vivían en el lujo, mientras que los verdaderos vagaban por el desierto. Los falsos profetas eran honrados mientras vivían, mientras que los verdaderos solo lo eran después de su muerte.
Profetizar por dinero
Miqueas dice que los profetas predecían por dinero. Actualmente, esto corre rampante. Un profeta cobra cientos de dólares para prepararle una palabra personal para los próximos doce meses. Otros imparten dones proféticos por una ofrenda. Una conferencia profética nacional prometía en sus anuncios que cada uno de los registrados recibiría el ministerio profético, la activación e impartición de los dones proféticos. Suena espiritual y atractivo. Pero la línea anterior decía que se requería una cuota de inscripción. ¡Así que si yo pagaba mi cuota de inscripción, recibiría la impartición y activación de mis dones proféticos!
¿Qué acerca de la guía del Espíritu Santo? ¿Qué si Dios no quiere que esos dones preciosos sean vendidos y comprados de forma tan barata? El dinero es barato, comparado a la rendición de nuestras vidas. Pienso que los dones fueron dados por el Señor, según su voluntad. Para algunos no son dones; son adquisiciones.
¿Nos hemos convertido en aquellos que andan vendiendo puerta por puerta la Palabra de Dios por ganancia, y como mercancía sus dones? Me gustaría decirle que esta fue una oscura y desconocida reunión, pero cada uno de los ministros mencionados en esa conferencia es conocido nacionalmente.
Nosotros, los ministros, ¿hemos comercializado nuestro discernimiento, al involucrarnos con aquellos habituados a la codicia?
No estoy diciendo que esté mal cobrar una cuota de inscripción. Cualquiera que organiza una conferencia incurre en gastos que deben ser cubiertos por quienes participarán. Lo que estoy señalando es la impartición de una promesa espiritual a cambio de dinero. Está mal atraer a la gente a través de la promesa de una palabra personal. Esto atrae a la gente a prácticas no escriturales, aunque la motivación sea solamente el cubrir los gastos de la conferencia. Las cuotas de inscripción en sí mismas no son malas. Sí lo es la manipulación de la gente, al prometerle una palabra personal a todos aquellos que paguen.
¿Qué sucedería si creemos en Dios por las finanzas? ¿Es tan corto su brazo, que no puede proveer para lo que nos ha encomendado hacer? Sí, las promesas de Dios son verdaderas, y recibimos una cosecha cuando damos o sembramos, pero esta no debe ser nuestra motivación para dar o sembrar. No le podemos pagar a Dios (Marcos 10.29,30 --Les aseguro --respondió Jesús-- que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna). Jesús siguiera los patrones actuales, le hubiera dicho al joven rico que vendiera todo y se lo diera a su ministerio, ¡no a los pobres! Entonces habría dicho: «Oye, chico; no te vayas. ¿No te das cuenta de que si me das a mí tendrás cien veces más en retorno? ¡Este es tu jubileo!» No, Jesús nunca usó los beneficios de la obediencia para lograr que la gente lo siguiera, a pesar de que Él es nuestro jubileo.
Creo que tenemos una cuenta celestial, y que esa cuenta va creciendo a medida que damos. Pero escuche el corazón de Pablo:
«No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta» (Filipenses 4.17). Este es el corazón de un verdadero profeta. En contraste, el falso profeta pondrá sus deseos antes que las necesidades de aquellos a quienes ministra.
Los falsos profetas desean los títulos y reconocimientos del hombre. Los verdaderos profetas nunca lo hicieron. Mire la respuesta de Juan el Bautista cuando fue interrogado por los sacerdotes y levitas sobre su verdadera identidad y posición. Cuando le preguntaron si era el Cristo, él contestó que no. Entonces «le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elias? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No» (Juan 1.21). ¿Por qué no reveló que era el profeta Elias, como el ángel Gabriel y Jesús le habían dicho que era (Lucas 1.16 Hará que muchos israelitas se vuelvan al Señor su Dios; Mateo 17.12,13 Pero les digo que Elías ya vino, y no lo reconocieron sino que hicieron con él todo lo que quisieron. De la misma manera va a sufrir el Hijo del hombre a manos de ellos. Entonces entendieron los discípulos que les estaba hablando de Juan el Bautista)? Creo que él no deseaba ser rotulado ni entrar en el juego político de ellos.
Estos hombres estaban pendientes de los títulos, posiciones y popularidad. Buscaban la alabanza y el reconocimiento de los hombres. No habían venido para humillarse a través del bautismo, sino para probar a Juan. Sus oídos no podían escuchar el mensaje de arrepentimiento porque estaban velados con el de la autoindulgencia religiosa y el orgullo. Fueron por curiosidad y envidia. ¿Quién era este renegado que traicionaba el status quo de ellos? ¿Quién le había dado autoridad? ¿Podría llegar a estar bajo el control de ellos? Juan vio esto y los llamó «¡víboras!» Vio sus máscaras religiosas y sus motivaciones.
Finalmente, Juan describe su identidad de esta forma: «Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor» (Juan 1.22,23). Él desvió el centro y lo dirigió hacia el Señor. Anhelaba ver a estos líderes religiosos cautivos libres de las ataduras de sus títulos y del temor del hombre. Quería que se volvieran a Dios. Eligió las palabras con gran cuidado, buscando no mezclar sus opiniones o agenda con las del Señor.
En los días de la antigüedad, los profetas no cambiaban los mensajes para agradar a la gente. Como resultado, cuando venían a la ciudad, los ancianos les temían.
«Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?»
— 1 SAMUEL 16.4
Primero, note que Samuel fue en obediencia al Señor. Él estaba temeroso de que Saúl no lo escuchara y lo matara, pero fue. Esta obediencia creó una atmósfera de temor santo. Los piadosos temblaban mientras él se acercaba. Pero los seminarios proféticos actuales reciben a sus asistentes que llegan con excitación, como si estuvieran asistiendo a un evento donde se adivina el futuro.
Si Dios lo ha puesto a usted en el ministerio de profeta, no tiene que poner su título u oficio espiritual debajo de su fotografía. Él lo hará conocer a través del fruto de sus palabras, así como lo hizo con Samuel, uno de los más grandes profetas del Antiguo Testamento.
«Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová.»
— 1 SAMUEL 3.19,20
Sus frutos revelan su llamado, así como la fruta revela la clase de árbol.
El fruto es lo que procede del corazón de una persona y es discernido espiritualmente. No todos los ministros que llevan el título de obispos, doctor, apóstol, profeta, pastor, etc. son codiciosos y desean la alabanza del hombre. Para muchos, el título es el producto de sus afiliaciones religiosas o denominacionales, y significan poco. Un título o rótulo no significa maldad de corazón, así como la ausencia de uno de ellos no significa pureza. Es el fruto lo que determina si ellos ministran sin amor a Dios y a su pueblo.
El blanco de los falsos profetas
Jesús los comparó con lobos vestidos en ropajes de ovejas. Hablemos brevemente sobre los lobos. Disfruto aprendiendo acerca del comportamiento de la vida salvaje, y he disfrutado ciertos documentales sobre este animal. Aunque mi conocimiento es limitado, su método de caza es aislar a su presa del resto del rebaño. Al dejarlo solo, le quita la protección que la manada puede ofrecerle. Entonces ataca, primero lo deja lisiado, y luego lo devora. Salomón nos advirtió:
«El que vive aislado busca su propio deseo, contra todo consejo se encoleriza.»
— PROVERBIOS 18.1
El aislamiento separa al creyente de la dirección y protección del pastor. Sin la protección del cuerpo, es presa fácil. Recuerde cómo Pablo advirtió frecuentemente a los ancianos:
«Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.»
— HECHOS 20.29,30
El más fácilmente aislado es el débil, el joven o el herido. Ellos son los más susceptibles a la falsa profecía. El joven es fácilmente aislado porque no está maduro ni es habilidoso en la Palabra de Dios. Todavía debe desarrollar discernimiento. Como iglesia debemos protegerlos. Jesús le encargó a Pedro alimentar y cuidar o proteger tanto a sus corderos como a sus ovejas (Juan 21.15,16 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos.
Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas). Esta es la responsabilidad del verdadero pastor. La palabra pura de Dios guarda y protege a los creyentes jóvenes de las trampas de las falsas palabras. Los nuevos convertidos de la iglesia primitiva «Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración» (Hechos 2.42, NVI).
Las ovejas débiles también son fácilmente aisladas, por su falta de fortaleza en la palabra de justicia (Hebreos 5.13 El que sólo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho). Para contrariar esto somos amonestados: «así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos» (Romanos 15.1).
Sin embargo, he encontrado que el blanco n° 1 de los falsos profetas es el herido u ofendido. Ellos son los más vulnerables, porque la gente ofendida se aísla a sí misma. Proverbios 18.19 nos dice: «El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte.» Las ciudades fuer tes tenían paredes a su alrededor. Los muros las protegían y guarda ban de los no deseados y de aquellos a quienes eran deudores. De la misma forma, las personas ofendidas construyen muros de protección alrededor de sus corazones. Pueden sentarse en una congregación de miles, pero seguir solos. Pueden ser miembros de grandes familias, y aun así estar aislados en sus corazones. Se alejan para protegerse, sin darse cuenta de que se tornan más vulnerables al engaño o a los falsos profetas. Jesús predijo esto en los últimos días:
«Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos.»
— MATEO 24.10,11
Los muchos a quienes los muchos falsos profetas engañan, son los muchos que están ofendidos. Una ofensa nos pone susceptibles a la adivinación. Con frecuencia ellos usan palabras que traen a la mente heridas y dolores pasados, mientras los lisonjean en sus ofensas. Esto ciega el discernimiento de ellos y hace permanecer el enfoque en ellos mismos. Esas palabras no los animan a perdonar y tomar la cruz, lo que significa la negación propia. Durante esa clase de palabra, la persona ofendida deja caer brevemente una porción del muro, dejando una apertura lo suficientemente grande como para abrazar lo que le están diciendo. La persona se apartará de cualquiera que no apoye la palabra, y se acercará al que la dio. Frecuentemente, se aparta de los pastores y amigos.
Resumen
Solo he tocado este tema, pero quiero reiterar la diferencia más importante entre un verdadero y un falso profeta:
«Un falso profeta usa los dones que Dios le dio para atraer a los demás hacia él mismo. Un profeta verdadero los atrae al corazón de Dios.»
Cuando usted sale de la reunión de un verdadero profeta, deberá sentir un intenso deseo de buscar a Dios. Sus palabras lo regresarán a Jesús nuevamente, o aguzará su enfoque presente. Habrá una nueva claridad. En contraste, cuando usted sale de la reunión de un falso profeta, se encontrará deseando regresar por otra palabra en cualquier momento que necesite ánimo o dirección. Hay un gran peligro cuando abrazamos a otro mediador en lugar de Cristo. El Señor rompe el velo para que el hombre pueda entrar a la presencia del Padre. Allí, en su presencia, es donde usted encontrará el cumplimiento de cada necesidad y deseo más profundo.