CAPITULO 8 - CORROMPIDO POR PALABRAS PROFÉTICAS (¿ASI DICE EL SEÑOR?)

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Fernando Alvarez Hurtado

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Nov 7, 2024, 6:16:40 AM11/7/24
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«La falsa profecía corrompe a la gente, y esto los hace estériles e inútiles.»

 

CAPITULO 8 - CORROMPIDO POR PALABRAS PROFÉTICAS

 

 

Me senté a almorzar con un buen amigo en la mesa de un restaurante, donde comíamos con frecuencia. En ese momento no me di cuenta de que sería nuestro último almuerzo juntos en ese lugar tan familiar. Este hombre y su esposa eran buenos amigos nuestros. Todos trabajábamos juntos en el equipo de una gran iglesia en Texas. Personalmente los admiraba como un modelo de pareja cristiana. Trabajaban mucho y estaban involucrados en múltiples ministerios de evangelización. Él era un guerrero de oración y dirigía el grupo de oración intercesora de apoyo para los que ministraban buscando a los perdidos. Cada vez que lo veía, siempre había alguna clase de palabra de estímulo. Nunca lo vi como egoísta; siempre era genuino en su preocupación por los demás, sin importar quiénes fueran. Era humilde y enseñable, y esforzado para caminar en santidad. En aquel momento, si usted me preguntaba «¿Quién es el creyente más ardiente que conoce?», sin ninguna duda mi respuesta hubiera sido: «ÉL»

 

Repentinamente anunció su renuncia al equipo de la iglesia. Había venido a mi oficina con su inusual sonrisa y compartió cómo le habían solicitado que formara parte de un equipo de ventas de una muy buena compañía. El potencial de crecimiento era excelente.

 

Yo estaba confundido. Aunque la oferta sonaba buena, no podía sacarme de la cabeza el hecho de que este hombre debiera estar en el ministerio. Allí era donde estaba su corazón. En ese momento no dije nada, y me imaginé que él sabría lo que estaba haciendo.

 

Pocos meses después, escuchamos la terrible noticia. Esta se desparramó en el equipo de la iglesia como fuego. Él y su esposa se habían divorciado. ¡¿Cómo podía ser esto?! Parecían ser muy firmes en su caminar con Dios y en la relación mutua. Pero según lo que se apreciaba, eran muy buenos en ocultar sus profundos problemas matrimoniales. Nadie identificó la gran intensidad de las tensiones ocultas entre ellos. Hasta sus mejores amigos estaban shockeados. Su divorcio se había llevado a cabo en forma rápida y silenciosa.

 

Frente a él, ahora, en la mesa, le hice la pregunta que me había abrumado desde que supe de su situación.

 

—¿Cómo sucedió todo esto? —le pregunté en forma directa. Él sostuvo mi mirada con ojos firmes, pero tristes:

 

John, cuando mi esposa y yo estábamos de novios, nuestro anterior pastor nos llamó y profetizó que Dios nos había llamado al matrimonio. Yo era un joven creyente, y amaba a Dios con todo mi corazón. No quería desilusionar a Dios, por lo que me casé con ella, aunque no la amaba. Todo el tiempo en que estuvimos casados le rogué a Dios pidiéndole que me diera el amor para con ella que un hombre debe tener por su esposa. Ese amor nunca vino, y poco a poco todo fue más difícil, hasta que no lo pude soportar más. Sé que pequé al divorciarme de ella, pero me sentía sin esperanzas.

 

Mi corazón se derrumbó y se me fue el apetito. Hacía poco que yo estaba casado, y era también un creyente joven. Este fue mi primer encuentro con una palabra falsa. Miré a mi devastado amigo; la chispa de su mirada se había esfumado. Su aspecto era pesado y solemne. Era como si pudiera discernir una raíz de amargura en él. Muchos amigos se habían apartado. Le manifesté mi aprecio y le aseguré que nunca lo rechazaría.

 

El hecho de que trabajaba para una compañía secular de ventas y que dejara de asistir a la iglesia dificultó el futuro contacto con él. Surgió una oportunidad para él en otro estado, y se fue unos pocos meses después de nuestro almuerzo.

 

Más tarde descubrí cómo comunicarme con él y lo llamé. Me compartió que estaba yendo a una iglesia tradicional y que no estaba involucrado para nada en el ministerio. No quería saber más nada de lo que llamaba «cristianismo demostrativo».

 

A través del tono mesurado de su voz, escuché una fría insensibilidad. Era evidente que el fuego de su alma se había ido, y que él esperaba que mis preguntas no fueran más allá de la cortesía. Había naufragado y su pasión se había ido.

 

Inutilizado

 

Hay otro factor en esta trágica historia: es muy posible que, actualmente, el pastor que les dio aquel «Así dice el Señor...», ignore por completo el daño causado en la vida de esta joven pareja. Más que probable, él continúa dando lo que parecieran ser excitantes e inofensivas palabras proféticas a las personas. Pero esto no se limita a él solo. Hay muchos más que dan estas desenfrenadas palabras a individuos, ya sea en un lugar privado, seminarios, iglesias o conferencias proféticas. Hay una seria pérdida de responsabilidad. La mayoría de ellos no se dan cuenta de que están corrompiendo vidas a través de presunciones. Es una tragedia que debe ser confrontada. Debemos atender la advertencia del Señor:

 

«Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová.»

      JEREMÍAS 23.16

 

Dios advierte que esas palabras pueden provenir del corazón de los profetas, no de la boca del Señor. Cuando esto sucede, las palabras dichas tienen el poder de causar que quienes escuchen se conviertan en inútiles. No debemos olvidar que las palabras tienen el poder de sanar o de destruir (Proverbios 18.21 La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán de su fruto). La Palabra de Dios tiene el poder de transformarnos para cumplir sus propósitos, mientras que la palabra del hombre tiene el poder de destruir este propósito. La palabra hebrea para inútil es habal. Es una palabra principal, que significa «ser vano en hecho, palabra o expectativa». La Biblia de las Américas dice: «Ellos os conducen hacia lo vano» (Jeremías 23.16). Otras palabras que describen este término hebreo son inservible e infructuoso. Dios describe cómo la profecía falsa hace inútil a una persona, al decir: «Porque de los profetas de Jerusalén ha salido la corrupción por toda la tierra» (Jeremías 23.15, BdlA). Corromper algo es profanarlo (Diccionario Webster). Es tomar algo que una vez fue puro y mezclarlo con lo impuro. La falsa profecía corrompe a la gente, y su profanación los hace estériles e inútiles.

 

Desafortunadamente, una vez que alguien ha sido corrupto por tales palabras, se ciega a su destrucción hasta mucho después. Por lo general, después que el daño fue hecho.

 

Un joven ministro corrompido

 

Hay una preciosa familia que conocemos, cuyos integrantes han estado en el ministerio por cuatro generaciones. El mayor de sus dos hijos se ha casado recientemente con una joven piadosa. Él estaba muy involucrado en el ministerio de sus padres; es muy dotado en el ministerio y en la música. La mano de Dios es muy evidente sobre su vida para continuar la herencia ministerial por la cual su familia ha caminado.

 

Él y su esposa fueron a las reuniones de una muy conocida profetiza. Se le dio una palabra de que él operaría en una gran sabiduría técnica. La profetiza le dijo que sus habilidades para la ingeniería darían a luz puentes y edificios. Este hombre tenía una mente brillante para la música, pero débil para las matemáticas. No tenía ningún tipo de adiestramiento en construcción o ingeniería.

 

Él sabía que yo había estudiado ingeniería, y que había trabajado en eso por un tiempo, por lo que me llamó para hablar. Le contó a Lisa, mi esposa, acerca de la palabra que había recibido, y le compartió también su preocupación por que era débil en ciencias y matemáticas, pidiéndole su consejo. Estaba planificando inscribirse en la universidad para tomar algunos cursos. Lisa no estuvo de acuerdo con nada de esto. Ella le expresó su preocupación, advirtiéndole que estaba buscando cumplir una palabra, en lugar de buscar a Dios. Él respondió que estaba descontento con el estudio de grabación, y pensaba que tal vez podría ser excitante ir en otra dirección.

 

Así que dejó el ministerio y se inscribió en una universidad para estudiar ingeniería. Cuando escuchamos con mi esposa lo que había hecho, nos preocupamos, aunque decidimos mantenernos fuera del asunto.

 

Los meses pasaron y nos enteramos que esta joven pareja estaba luchando financieramente. Preocupado, lo llamé y me enteré de que si ellos no pagaban su renta en dos días, serían desalojados. Ya se habían mudado otra vez, tratando de ahorrar dinero. Yo estaba escandalizado. Lo confronté acerca de la profecía que había recibido sobre convertirse en un ingeniero, lo cual era algo que, probablemente, debiera haber hecho al comienzo.

 

Fui muy fuerte con él. Él estaba confundido y vacilante. Sentí que no estaba hablando con el mismo hombre joven de hace un año atrás. Él siempre era brillante y concentrado. Ahora era como si estuviera en una nube. Estaba inseguro, confundido. La confusión, con frecuencia, es el producto de palabras falsas.

 

Él aludió al hecho de que estaba en un período de transición, buscando una dirección, cuando recibió esa palabra profética. Amaba a sus padres y respetaba el ministerio de ellos, pero la verdad era que Dios lo estaba apartando, para el próximo paso de su vida. Antes de eso, yo podía ver su pasión por involucrarse en el ministerio que sus padres estaban dejando. Estoy convencido de que aquella profecía discernió la inquietud en su alma y habló un atractivo «Así dice el Señor». Por supuesto, ese no era el oráculo del Señor, sino uno que le ofrecía un nuevo comienzo. Sin embargo, ¡no era un nuevo comienzo de parte de Dios!

 

Le dije, como ingeniero, que para ser honesto no lo veía como tal. Le conté que, cuando supe que él había recibido esa palabra, yo estaba afligido. También le expliqué que si Dios estaba en eso, hubiera habido provisión para él y su esposa.

 

Él se ablandó, y sentí que estaba a punto de un quebranto emocional bajo la presión que experimentaba. Le dije:

 

Oremos juntos, y atemos la confusión, y pidamos la voluntad de Dios.

 

Él estuvo de acuerdo.

 

Recuerdo que, mientras orábamos a través del teléfono, una poderosa presencia de Dios llenó tanto mi oficina como su apartamento. Sentí que mi voz se elevaba, fortalecida por el poder de Dios.

 

Entonces escuché al Espíritu Santo decir: «Rompe la adivinación sobre su vida.»

 

Esto me impactó, puesto que la ministra profética que había dicho eso era muy respetada. Obedecí y quebré la adivinación sobre él. A medida que lo hacía, el poder y la presencia de Dios aumentaron. Lo pude escuchar llorar del otro lado del teléfono.

 

Cuando terminé, él estaba llorando, y su esposa se estaba regocijando detrás suyo. Al día siguiente le fue dado dinero para que pagaran la renta, y antes de una semana su esposa encontró un buen trabajo en una compañía local. Él también encontró un trabajo. Pocos meses después le fue ofrecida una posición como pastor asociado en una hermosa iglesia en California. Allí era donde Dios los quería, y es allí donde están hasta ahora.

 

Esta pareja había sido engañada por la adivinación a través de una palabra dada en el nombre del Señor. Usted puede decir: «¡¿Adivinación?!» Sí, es correcto. Adivinación es la imitación de lo divino.

 

A través de Ezequiel Dios les dice a los profetas de Israel:

 

«Vieron vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: Ha dicho Jehová, y Jehová no los envió; con todo, esperan que él confirme la palabra de ellos.»

      EZEQUIEL 13.6

 

La palabra hebrea para adivinación es qecem. Significa «un oráculo», pero no del Señor. Puesto en palabras sencillas, estos profetas dijeron sus propios oráculos como si fueran de Dios. Pero las palabras no son de Dios sino de ellos. Esta es otra forma de describir la imitación o el engaño de la verdadera palabra profética del Señor.

 

La adivinación corrompió a esta pareja, y los redujo a un estado de limbo o esterilidad inútil. Nuevamente, recuerde la advertencia de Dios: «No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová» (Jeremías 23.16).

 

La experiencia de mi esposa

 

Con mi esposa tomamos profunda conciencia de este engaño cuando recibimos una palabra de parte de un muy respetado profeta. Éramos nuevos en el equipo de un gran ministerio. Este ministro fue traído para ministrar al equipo en el salón de convivios. Nos sentamos en círculo, mientras él iba pasando delante de cada uno, dándole una palabra personal.

 

Personalmente creo que la práctica de profetizar a cada uno en un grupo pequeño es presuntuosa. Profetizamos de acuerdo a la voluntad del Espíritu de Dios, no cuando lo deseamos. No somos los que decidimos quién recibe el mensaje, sino que Él nos lo dicta a nosotros. El método parece ser muy mecánico y no guiado por el Espíritu.

 

Cuando llegó hasta donde estábamos, habló palabras elaboradas acerca mío. Todo acerca de lo que dejaría y adonde iría, pero no dijo nada sobre Lisa. Fue como si ella no existiera. Después de que él pasó, yo estaba emocionado. La miré a Lisa y pude percibir que estaba incómoda. Somos un muy buen equipo, por lo que comencé a preguntarme si ella tal vez se estaría sintiendo marginada. Después de la reunión, lo llevé aparte y le pedí que esta vez le profetizara solamente a Lisa.

 

Él nos sacó del cuarto y nos hizo sentar. Miró a mi esposa y le preguntó de dónde era. Ella contestó:

 

Soy de donde es él —señalándome.

 

Entonces él procedió a decir «lo que el Señor le estaba diciendo sobre ella». La describió como una persona que no puede manejar el estrés muy bien, y que justamente acababa de salir de uno de los tiempos más duros en su vida. Le aseguró que Dios la escondería ahora en el lugar secreto de su presencia, libre de las lenguas contenciosas. Él explicó:

 

Serás un barómetro para tu esposo, y en cualquier momento que no puedas manejar más el estrés, será una señal para que John retroceda.

 

Mientras Lisa y yo salíamos del edificio, me disculpé con ella:

 

Creo que no debiera haberle pedido una segunda palabra. Eso no era de Dios.

 

Pero Lisa estaba perturbada. No solo maneja muy bien las situaciones de estrés, sino que prospera en ellas. Ella me miró perpleja y me dijo:

 

Si esa palabra es verdadera, entonces aprenderé a tejer. No voy a ser una desahuciada que te retenga por ponerme a lloriquear para que regreses a casa y me cuides como a un bebé.

 

Entonces, con extrañeza, me preguntó:

 

—¿Piensas que, verdaderamente, me pongo mal bajo presión? Yo le reafirmé:

 

Querida, no era Dios. No te preocupes por eso.

 

Hubo otros errores en la palabra. El último año de nuestro matrimonio había sido maravilloso. Habíamos estado muy unidos y con un solo propósito. Lisa estaba activa con las muchachas de nuestro grupo de jóvenes, y era un gran apoyo y aliento para mí. ¡Las cosas nunca habían estado mejor! Sin embargo, él le dijo que ella acababa de salir de un tiempo extremadamente duro.

 

Al día siguiente Lisa descubrió que estaba embarazada de nuestro segundo hijo. Pensó: «Bueno, tal vez este hombre estaba en lo correcto. Tal vez Dios me use para criar hijos, y simplemente me está sacando del campo de batalla.»

 

Los nueve meses siguientes de nuestras vidas terminaron siendo los más duros que jamás hayamos enfrentado. Las persecuciones y ataques parecían levantarse de todos lados. El estrés en estos meses era casi insostenible. Lisa cayó en una depresión. Una nube había venido sobre ella, y no se la podía sacudir. Las palabras de la profecía atraparon su memoria. Ahora estaba bajo la clase de presión que se le había declarado. Perdí la fuerza de su apoyo a mi lado, mientras ella trataba de esquivar los dardos.

 

Justo antes de que Austin naciera, un hombre de Dios vino a nuestra iglesia. Su predicación era enfática, y trajo fuerza y ánimo. Aunque nunca dijo un «Así dice el Señor», sus palabras eran vivificantes y llevaban verdades poderosas y liberadoras. Mientras Lisa escuchaba, estas palabras penetraron más profundo que las mentiras anteriores. La luz de la Palabra de Dios atravesó el velo de oscuridad.

 

Una noche, poco después de este servicio, ella me dijo:

 

John, he estado bajo una nube de depresión desde que me fue dada aquella palabra. Aunque no la creí, he vivido bajo el constante temor y temblor de ella. John, como mi esposo, necesitas quebrar esas palabras en mi vida. Siento que una maldición fue liberada sobre mí, y necesitas reemplazarla con la verdad y la bendición de Dios.

 

Nos tomamos las manos y, sentados en nuestra cama, oramos hasta que sentimos la guía del Espíritu Santo. Juntos quebramos el poder de aquella palabra, y de la depresión, el temor y la opresión que la habían acompañado. La Palabra de Dios dice:

 

«Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová.»

ISAÍAS 54.17

 

Note que Dios dice «condenarás» las palabras habladas en contra nuestra. Cuando las palabras de falsa adivinación son dichas, llevan con ellas una fuerza espiritual. Esa fuerza continuará atacándonos hasta que rompamos las palabras. Una vez que las palabras son rotas, entonces el poder detrás de ellas se rompe. Trataremos esto con mayor profundidad en el capítulo 15.

 

Aquella profecía era adivinación, la tornó inefectiva como esposa y apoyo. Trajo tormento y confusión, desplazándola de mi lado durante nueve meses. De no haber enviado Dios a alguien que hablara su verdadera palabra profética, no sabemos por cuánto tiempo hubiera permanecido la opresión. «No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová» (Jeremías 23.16).

 

Los tres hijos afectados

 

Conozco un pastor que tiene tres hijos. Cada uno de ellos está sufriendo largos períodos de aridez debido a ese tipo de palabras. Él y su esposa son piadosos, y tienen una creciente iglesia. Lisa compartió el tema de este libro cuando estuvo con ellos. Estuvieron muy de acuerdo con la idea y contaron lo que había ocurrido en las vidas de sus hijos. En esos años habían invitado a la iglesia a unos pocos ministros proféticos conocidos nacionalmente, y todavía estaban sufriendo las consecuencias. Los llamé más tarde para escuchar el relato de ambos, de primera mano.

 

Cada hijo fue afectado por una persona profética diferente. Ellos tienen dos hijos y una hija. Al mayor se le dio una palabra de que tendría un ministerio poderoso. Dios lo llevaría a la cima, y sería un gran pastor. Cuando llegó el tiempo de ir a la universidad, el muchacho fue a un seminario. Parecía ser la única cosa que él podría hacer, a la luz de la palabra recibida. Invirtió inútilmente varios meses en ese lugar, puesto que no tenía la pasión interna que viene con el verdadero llamado de Dios. Se gastó mucho tiempo y dinero. Finalmente, el hijo admitió a sus padres que él ni siquiera se sentía llamado al ministerio.

 

Cuando recibió la palabra, no dijo nada porque no deseaba disgustar ni a Dios ni a sus padres. Se sintió compelido a seguir adelante con eso. El padre admitió que no sintió el llamado sobre su hijo, pero él también estaba renuente a hablar «en contra de la palabra del Señor».

 

Su madre me dijo:

 

Mi hijo pelea con la culpabilidad hasta el día de hoy, porque no siente el llamado para ser pastor de ninguna iglesia.

 

El muchacho ahora está buscando un trabajo en el área secular. Aunque estas palabras fueron dadas en momentos especiales, llevaron a este muchacho por la árida senda del desánimo. Esos años fueron derrochados, y recién ahora está siguiendo lo que probablemente debiera haber hecho en primer lugar. Aun así, todavía arrastra una falsa culpa.

 

Volar por Jesús

 

Al otro hijo se le dijo que volaría aviones para el Señor. Dios lo usaría para transportar obreros, misioneros y materiales para el ministerio, etc. Cuando fue lo suficientemente grande como para trabajar, ahorró su dinero como para financiar las lecciones de vuelo. Gastó en las lecciones todo lo que había ahorrado, pero había un problema. Cada vez que volaba, sufría un tremendo mareo propio del vuelo. Estaba aterrorizado de volar, pero quería ser obediente. Finalmente, y desesperado, fue a su padre y compartió su extremo disgusto por volar, y le preguntó si estaría en desobediencia si dejaba de hacerlo. Su padre lo apoyó y le dijo que estaría en lo correcto si dejaba de asistir a las lecciones, sin embargo, el muchacho no pudo sacarse de encima la presión de la palabra, por lo que continuó.

 

Más adelante, durante su tiempo de entrenamiento sin instructor, él clamó a Dios en el avión: «Señor, odio volar.» En su corazón escuchó la respuesta de Dios: «Está bien. Nunca te dije que lo hicieras.» Esto lo alivió inmediatamente de la presión de cumplir una palabra falsa. Fue necesaria una palabra verdadera para romper el poder de una falsa. Ese fue su último vuelo.

 

Este engaño duró cinco años. Nuevamente, las palabras dadas en momentos especiales, lo llevaron por el camino del desánimo y la desilusión. Financieramente, ahorró por años para pagar las lecciones de vuelo, por lo que ese dinero se perdió para aprovecharlo en cualquier otra forma de educación. Sufrió agotamiento físico y mental, mientras trataba de hacer algo que odiaba. Por sobre todo, batalló con la culpa por su temor a volar.

 

Creo que la peor repercusión de estas profecías falsas fue lo que padeció la hija de este matrimonio. Su historia es un ejemplo de la condición del corazón, resultante de cuando las palabras son dichas para apoyar aquellas áreas que Dios quiere, precisamente, crucificar en la Iglesia. Discutiremos este caso en detalle en el próximo capítulo.

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