«La enseñanza nos establece, pero las amonestaciones nos protegen.»
CAPITULO 2 - EL ENGAÑO DISEMINADO
Actualmente vivimos en el umbral de un gran cambio: los últimos años, días y horas antes de la Segunda Venida de nuestro Señor. La mayoría de ustedes ya son conscientes de esto. Aunque Jesús dijo que no sabríamos el día ni la hora, prometió que conoceríamos la época. ¡Y la misma está sobre nosotros! Nunca antes tal concurrencia de cumplimientos de profecías ocurrió en la Iglesia, en Israel y en la naturaleza. Jesús nos aseguró que: «De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca» (Mateo 24.34). Estos eventos concluirán con el Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, para juntar a sus escogidos desde los puntos más lejanos de la tierra y del cielo (Mateo 24.30,31 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al HIJO DEL HOMBRE QUE VIENE SOBRE LAS NUBES DEL CIELO con poder y gran gloria. Y El enviará a sus ángeles con UNA GRAN TROMPETA y REUNIRAN a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo de los cielos hasta el otro).
Nuestro período de tiempo es mencionado repetidamente a través de las Escrituras. Muy posiblemente es la época más emocionante como también la más aterradora en la historia de la humanidad. Es emocionante porque vamos a ser testigos de la más grande revelación de la gloria de Dios que cualquier generación haya experimentado jamás. Esta vendrá acompañada de una cosecha de almas de tal magnitud que es inimaginable. Será un tiempo de gran gozo y gloria.
Pero también será un tiempo de juicio y temor, porque se nos dijo explícitamente a través del apóstol Pablo: «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos» (2 Timoteo 3.1). Estos tiempos difíciles serán magnificados por la oscuridad espiritual del engaño difundido. Esta advertencia suena repetidamente a través del Nuevo Testamento. Cada epístola se hizo eco de este mensaje a la iglesia del primer siglo como una amonestación urgente para sus días, la cual también debía ser pasada a las futuras generaciones de los últimos días.
Esto no estaba limitado solo a las epístolas. Jesús también nos advirtió en los evangelios acerca del engaño. En una de esas referencias, que encontramos en Mateo 24, nos amonesta cuatro veces que tengamos cuidado con el engaño. Cuando los discípulos le preguntaron por las señales que precederían a su venida, Jesús comenzó su respuesta con: «Mirad que nadie os engañe» (Mateo 24.4).
Es fácil sentir la urgencia de sus palabras. Hay un tono serio y solemne. Jesús quiere que sus palabras queden impresas en las almas los discípulos como nunca antes. Dos mil años después debemos ser sabios y no ser negligentes con su amonestación.
Dios amonestó a los suyos: «Escucha, pueblo mío, mis advertencias; ¡ay Israel, si tan sólo me escucharas!» (Salmo 81.8, NVI). Él está suplicándoles: «¡Les estoy advirtiendo, pero ustedes no me están escuchando!» Solo nos beneficiamos de las advertencias de Dios cuando las escuchamos y obedecemos cuidadosamente a su Palabra. Los padres saben que hay veces cuando sus hijos escuchan pero no hacen lo que se les dice. Cuando son confrontados, con frecuencia contestan: «¡Es que no entiendo lo que quieres decir...!» Esto suele suceder porque no sienten que lo que dijimos era suficientemente importante como para hacer preguntas, o simplemente para darse cuenta de cómo se aplicaba a ellos. Cuando llegan las consecuencias, entonces entienden repentinamente.
Igual que entre los niños y los padres, sería tonto de nuestra parte pensar que podemos manejar las amonestaciones de Dios descuidadamente y permanecer libres de las consecuencias. Salomón se dio cuenta de esta verdad en sus últimos años: «Más vale joven pero sabio que rey viejo pero necio, que ya no sabe recibir consejos» (Eclesiastés 4.13, NVI). Salomón buscó la sabiduría de Dios mientras era joven y disfrutó de las bendiciones y los beneficios del consejo sabio de Dios durante un tiempo. Como resultado, el reino prosperó y él vivió una larga y completa vida.
Pero a medida que el tiempo pasaba se volvió de la sabiduría inicial de su juventud. No pasó mucho tiempo antes que entrara el engaño. Aunque poseía gran conocimiento y sabiduría, falló en obedecerla. Sin esta obediencia o sumisión a la verdad, el engaño cambió los pasos de este brillante rey, del camino angosto de la justicia hacia uno ancho de destrucción. Mientras su corazón se oscurecía, Salomón se volvió a la idolatría. Toda su inteligencia no pudo guardarlo del engaño. El conocimiento sin la obediencia correspondiente es una tontería destructiva.
Se nos advierte: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios 10.12). Obedecer a algo significa darle atención especial, consideración y ser consciente de ello. Su antónimo es la negligencia. Si nuestros corazones no son guiados por la Palabra de Dios, nos exponemos a nosotros mismos a la destrucción. Proverbios 28.26 dice: «El que confía en su propio corazón es necio; más el que camina en sabiduría será librado.» No podemos confiar en nuestro corazón porque la Palabra de Dios nos dice que es engañoso sobre todas las cosas (Jeremías 17.9 Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?).
Para caminar sabiamente debemos observar todo el consejo de la Palabra, no solo en porciones. Esto incluye las advertencias. Proverbios 12.15 confirma que «el que obedece al consejo es sabio».
Advertencias para la Iglesia
Pablo encontró que era imperativo tanto el amonestar como el enseñar. Él instruyó a los administradores de la Palabra de Dios que tanto la amonestación como la enseñanza eran necesarias para presentar a cada persona perfecta en Cristo. Él escribió:
«A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.»
— COLOSENSES 1.28
La enseñanza nos establece, ¡pero las amonestaciones nos protegen! Si solo somos enseñados pero se es negligente con las amonestaciones, podemos perder lo que se ha establecido a través del ministerio de la enseñanza. Esto es verdad independientemente de cuán grande sea esa enseñanza. Salomón, el más grande y sabio de los maestros, cambió cuando no obedeció las amonestaciones de Dios. No importa cuán hábiles seamos en la Palabra de Dios, puede ser pervertida o destruida cuando no va acompañada muy de cerca por la atención a las amonestaciones de Dios.
En su último discurso a los ancianos de Éfeso, Pablo enfatizó nuevamente la importancia de amonestar a las ovejas utilizándose a sí mismo como ejemplo:
«Por tanto, velad, acordándoos por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.»
-HECHOS 20.31
Note que esto era en forma continua y para todos, no solo para los nuevos convertidos.
Fue muy importante que durante tres años Pablo no dejara pasar un día sin amonestarlos. Note su pasión mientras les recordaba a ellos de sus lágrimas. Él quería la imagen de un padre llorando, quemando en la memoria de ellos. Su corazón clamó con preocupación. ¿Dónde están esos padres o pastores hoy día? ¿Dónde están los padres que llevan la carga de las ovejas? Estos líderes rechazan las comodidades actuales mientras proclaman una amonestación para mañana. ¡Que Dios nos ayude a tener tales corazones!
En la actualidad hay una gran presión sobre los ministerios para evitar los temas controversiales y hacer que la gente se sienta cómoda. Con mucha frecuencia esa presión sucumbe ante un esfuerzo por mantener y abrir nuevas puertas de oportunidades para el «ministerio». Como resultado, a menudo las amonestaciones genuinas son omitidas para no arriesgar las buenas ofrendas e invitaciones. Mientras la reputación de los ministros permanece intacta, las ovejas son apartadas y destrozadas por lobos voraces porque han perdido la protección necesaria.
Dos fuentes de engaño
Jesús describió dos fuentes de engaño: los falsos cristos o anticristos, y los falsos profetas. Los falsos cristos o anticristos son aquellos que niegan que Jesucristo, el Hijo de Dios, se hizo carne como un hombre natural. Estos engañadores tienen un espíritu de anticristo (1 Juan 2.18-23 Hijitos, es la última hora, y así como oísteis que el anticristo viene, también ahora han surgido muchos anticristos; por eso sabemos que es la última hora. Salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron, a fin de que se manifestara que no todos son de nosotros. Pero vosotros tenéis unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis. No os he escrito porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo tiene también al Padre; 2 Juan 7,8 Pues muchos engañadores han salido al mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el engañador y el anticristo. Tened cuidado para que no perdáis lo que hemos logrado, sino que recibáis abundante recompensa). Históricamente han mantenido que Jesús nunca fue realmente hijo de hombre, que siempre fue divino, y por lo tanto nunca murió en verdad. Actualmente, este espíritu se manifiesta a través de varias enseñanzas de otros cultos. El resultado final es que ellos siempre atacan la verdad de Jesús hecho carne. Esta línea de pensamiento es inaceptable en cualquier iglesia basada en las Escrituras o en la vida de los creyentes. No es de los anticristos sobre lo que estoy advirtiendo.
La segunda categoría de engañadores que Jesús definió son los falsos profetas. Estos pueden ser divididos en dos subcategorías. Primero, aquellos que proclaman otra forma de Dios, comúnmente lo describen como el poder superior. Presentan un camino a Dios que esquiva a Jesús en lugar de llegar a través de Él. Nuevamente, la mayoría de los creyentes no prestarían atención a estos profetas. Sin embargo, el segundo grupo de falsos profetas es más difícil de reconocer. Están en la iglesia, y sin estorbo pueden engañar hasta a los elegidos. Jesús dijo que ellos se levantarían con señales y maravillas: «...de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos» (Mateo 24.24). Están entre nosotros, usando la misma Biblia, acompañados de dones sobrenaturales, pero se extravían guiando gente hacia ellos mismos en lugar de hacerlo hacia el corazón y el gobierno de Dios.
Nuevamente, Pablo lo hace claro a la iglesia de Éfeso a través de sus continuas amonestaciones:
«Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.»
-HECHOS 20.29-31
Note que Pablo dice que vendrán como lobos. Jesús describe a estos falsos profetas como lobos vestidos de ovejas (Mateo 7.15 Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces). No dice «vestidos de pastores»; sin embargo, pueden o no tener un ministerio público. Es importante que no limitemos los falsos profetas a los que están en el ministerio del púlpito. El énfasis de Jesús era que desde todos los aspectos se asemejarían a un creyente, y que su apariencia externa ocultaría sus motivos internos. Todos los ministros del púlpito a tiempo completo deben ser creyentes, pero no todos los creyentes son ministros del púlpito a tiempo completo (Efesios 4.11 Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros). Por lo tanto, las palabras de Jesús nos muestran que los falsos profetas se mezclan tan fácilmente con la congregación como con los ministros que están en el púlpito.
Los falsos profetas se asemejan a los creyentes. Ellos pueden hablar, enseñar, cantar, predicar o actuar como uno de ellos, pero sus deseos o motivaciones son completamente diferentes. El deleite de los verdaderos creyentes está en cumplir los deseos de su Maestro. Los lobos solo piensan en ellos mismos. Si la obediencia no interfiere con el cumplimiento de sus agendas se someterán, haciendo más difícil el distinguirlos de los creyentes. Es por esto que Jesús dijo que solo serían identificados por sus frutos. El verdadero fruto permanece constante a través de las circunstancias adversas, y trae salud y vida a los demás.
Los falsos profetas son aquellos que todavía no han sometido sus vidas al señorío de Jesús. Han buscado a Dios por razones equivocadas. Lo sirven por lo que pueden obtener de Él en lugar de hacerlo por lo que Él es. Son impostores fácilmente confundidos, hasta que sus motivos son revelados. De hecho, no solo engañan a otros sino que también se engañan a ellos mismos (2 Timoteo 3.13 Pero los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados). Realmente creen que están viviendo una vida de obediencia. En el día final, son ellos los que llamarán a Jesús Señor y profetizarán en su nombre, solo para escucharlo responder: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad [los que no hacen la voluntad de mi Padre]» (ver Mateo 7.15-23, nota entre corchetes agregada). Esta clase de engaño va a ser tan efectiva que Pablo todavía está preocupado de que los creyentes puedan ser apartados, ¡aun luego de haberles advertido día y noche durante tres años!
Pablo sacude cualquier confianza que los efesios pudieran tener en ellos mismos con su comentario: «Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hechos 20.30). La versión la Biblia al día lo señala aún más: «Y algunos de ustedes mismos falsearán la verdad para arrastrar seguidores.»
Estos son creyentes que sirvieron y produjeron fruto en el pasado, pero en algún lugar, a lo largo de la línea, algo de su vieja naturaleza surgió, o tal vez fueron llevados por mal camino, por lo que volvieron nuevamente a servirse a ellos mismos. Tenga en mente que Pablo se está dirigiendo a los ancianos de la iglesia. ¡Qué cosas para decir a los mismos líderes a quienes él mismo se dio! Esto nos da un mayor entendimiento de sus lágrimas. Cuán difícil debe haber sido para él, no obstante necesitaba eliminar la dificultad.
No es diferente en la actualidad. Nunca ha habido una necesidad tan grande de la verdad; Jesús describe estos últimos días como el período de reproducción del engaño.
Actualmente la Iglesia está siendo infiltrada por la falsa profecía. Como resultado, ha sido contaminada hasta el punto de distorsionar la verdadera Palabra de Dios. Lo falso es ahora más popular y rápidamente aceptado que lo verdadero. Debemos escuchar al Cielo antes que la corrupción tome la Iglesia.
Un llamado a despertar
Por casi toda la década de 1980 serví a tiempo completo en el equipo de una iglesia local. Durante toda la década de 1990 he visitado cientos de iglesias de distintas denominaciones ubicadas en cada continente, tanto en conferencias como en institutos bíblicos. Como resultado he visto y experimentado tanto lo maravilloso como lo desalentador a nivel local, nacional e internacional. Creo que Dios ha permitido esto para que pueda servir mejor a su pueblo.
Con mi esposa hemos experimentado de primera mano el ministerio profético falso. Hemos escuchado numerosos casos de abuso y caminado con otros a través de sus encuentros con el falso ministerio profético. Los casos han variado desde lo levemente dañino hasta lo desastroso. He escuchado a pastores compartir cómo la falsa adivinación ha destruido familias y controlado o dividido iglesias. Lo he visto en nuestra iglesia local. En algunos casos el engaño es ahora evidente, pero solo después de que el daño fue hecho. La mayoría de las veces esos profetas continúan como antes, debido a la falta de pastoreo por parte de los superintendentes de la iglesia. Con frecuencia, dichos supervisores también están intimidados. Pablo amonestó al liderazgo diciendo:
«Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.»
-HECHOS 20.28
Un pastor no solo alimenta sino que también protege. Es tiempo de que los líderes se levanten y protejan a su rebaño. Esto significa ya no pasar más por alto o minimizar las falsas profecías. He sido muy bendecido por el siguiente comentario que leí en un número creciente de la revista Ministries Today:
«El año pasado, mientras estaba reunido con un grupo de líderes cristianos, todos comenzaron a contar historias divertidas acerca de falsas profecías. Mientras escuchaba y reía, vi que se había convertido en una práctica común el ignorar, o al menos tomar livianamente, a muchas de las personas que “hablan en el nombre del Señor". Todos hemos aprendido a controlar nuestras lenguas y ser gentiles. Todos dijeron recibir notas, participar en reuniones y hasta animar a gente con palabras proféticas, sabiendo que no eran genuinas...»
Esta reunión llevó al autor a buscar la verdad. Luego de examinar la Palabra de Dios, escribió:
«He llegado a la conclusión que la falsa profecía es un maltrato al nombre del Señor, lo cual es una violación al tercer mandamiento; ¡y que los frágiles egos de la gente necesitan un buen tirón de orejas si es que están proclamándose a sí mismos portavoces de Dios, ¡pero no lo son!»1
Esto es un ejemplo de un pastor dando una alarma en el Cuerpo de Cristo acerca de los peligros inherentes de la falsa profecía. Eso es parte del pastorear al pueblo de Dios.
Escuchamos profecías personales o colectivas dadas en el nombre del Señor. A veces damos una mirada de asombro o lloramos por la exactitud de la palabra dada. Pero entonces no nos damos cuenta de la profanación que se ha revelado hasta que el daño ha tomado lugar, meses o hasta años más tarde.
En este libro veremos claramente, tanto desde las Escrituras así también como de experiencias que alinearse con la Palabra de Dios no determina exactamente que la palabra era del Señor. De hecho, una palabra puede ser sumamente exacta y dicha como «así dice el Señor...», y no venir para nada de la boca del Señor.
¿Cómo sabemos si estamos siendo guiados o engañados? La respuesta se ve claramente en los siguientes versículos:
«Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal. Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón.»
-SALMO 19.8-11
Cuando tememos al Señor seremos guardados puros y limpios, y estaremos correctamente capacitados, enseñados y amonestados por su palabra. El motivo por el cual dos personas pueden leer la misma Biblia y uno caer en el camino del engaño mientras que el otro es guiado en los caminos del Señor es, simplemente, porque difieren en su temor al Señor.
Si teme a Dios obedecerá las amonestaciones de su Palabra. Mientras lee, clame desde lo profundo de su corazón igual que el salmista: «Instrúyeme, Señor, en tu camino para conducirme con fidelidad. Dame integridad de corazón para temer tu nombre» (Salmo 86.11, NVI).