Luis Ignacio Batista | j...@arcol.org
Estas son tres importantes y breves consideraciones sobre las recientes manifestaciones contra el aborto. Un hecho relevante, que es una batalla encarnizada, y que representa una esperanza para toda la humanidad.
Un hecho relevante
Ha sido un éxito. Una vez más ha triunfado la humanidad. Así, a favor de la vida se han reunido en total más de dos millones de personas, para cantar y gritar de gozo que “cada vida importa”, por eso “no, al aborto”. Las manifestaciones de Madrid y Medellín, justo el mismo día, demuestran que la defensa de la vida humana se impone por sí misma, pues es lo normal, lo más natural y propio del ser humano: conservar su especie; y que, en cambio, el aborto, es una contradicción del mismo ser humano, de otro modo no habría que luchar tanto para legalizarlo. Lo natural, si es tal, se impone naturalmente.
Una batalla encarnizada
Aunque pacíficas, estas dos manifestaciones demuestran un hecho: que estamos en una batalla. Esto es un tira y afloja por reivindicar unos derechos que nadie en su sano juicio permitiría que le arrebataran: el derecho a la vida, a la familia y a la verdadera liberación femenina. Es así, unos quieren acabar con la humanidad, promoviendo una masacre colectiva con el aborto, bajo el pretexto de que el mundo está superpoblado y sobrecalentando; y otros luchan por valores necesarios e intrínsecos a la naturaleza humana.
Ya se ha demostrado que ambas teorías (superpoblación y sobrecalentamiento) son un mito. Lo trágico del cuento es que se sigue imponiendo el silencio a quien ha sabido desmentirlas y se siga propagando la falsa teoría de que si seguimos creciendo ya no va a haber espacio para nadie, y que así, la contaminación va a ser cada vez mayor hasta hacer de la Madre Tierra un lugar inhabitable.
Bastaría leer las demostraciones tan detalladas al respecto (por no decir tan obvias hasta para un niño) de Anselm Zurfluh, John Christy, Robert Lizden, David del Fresno, entre otros.
No lo podemos negar. Esta es una dura batalla. Una batalla por el alma del mundo. Es la encarnizada y sempiterna lucha entre las fuerzas del bien y del mal. ¿Quién ganará? Está claro: quien persevere en la lucha. Como en las carreras olímpicas, es ahora, en lo más álgido de la batalla, cuando hay que poner más esfuerzo. No son tiempos fáciles, y por eso mismo no conviene tirar la toalla, como se suele decir.
Una esperanza a la humanidad
Madrid-Medellín: las recientes sedes de la esperanza. Sí, la esperanza en que el bien vencerá. Y sobre todo, es la gozosa realidad de que los buenos de esta lucha están cada vez más unidos, mejor dicho, están realmente unidos, y es así como se hace la fuerza. No creamos que estas aglomeraciones tan numerosas van a ser la panacea al problema del aborto. No. Ahora es cuando hay que reforzar, con hechos concretos, todo el entusiasmo y la esperanza que han dejado estas concentraciones humanas. Es la hora de la acción.
¿Qué hacer? Tres cosas son fundamentales en esta batalla. Informar, apoyar y aguantar. Informar, porque “el cuarto poder” no es un mote de cariño para los medios de comunicación. Ahí es donde se influye con eficacia. Urge promover la verdad, las buenas noticias, la realidad con el mayor número posible de contactos, y concretamente por medio de internet. ¿Cómo permitimos que nuestros correos electrónicos se atasquen de basura y mensajes fútiles? ¿Qué nos impide enviar y reenviar mensajes positivos e informativos? Es lo más sencillo y basta un click. Los que puedan más que aporten más.
Apoyar; no está demás tener en cuenta un hecho clave: el millón y medio de Madrid o los miles concentrados en Medellín, no son los únicos que apoyan la vida. Los que no pudieron ir, y el resto de los terrícolas al tanto de aquel gentío desde otras partes del mundo, podríamos cuadruplicar el río de gente que se veía en las primeras planas de los diarios españoles. Apoyar ¿qué significará…? Un verdadero amor por la vida y por el propio país, se dejará ver con las mismas fuerzas con que algunos dejan ver su odio por la vida y por la verdadera democracia.
Y tercero: aguantar. Esperanza, esperar, llevan consigo un aguante ante lo que venga. Está claro que en una lucha ambos bandos quieren ganar. No pueden ganar los dos. Mucho menos perder. Soportar los ataques en vez de huir cobardemente, será apoyar la esperanza en que la vida triunfará.
Tres consideraciones, sencillas y fáciles de recordar. Tres, sólo tres y tal vez, en el momento menos pensado, esto nos gane la batalla.
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DIos les bendiga