Al pueblo argentino
Pueblo argentino:
Nuestra crisis no es solo económica.
Es una crisis de vínculos, de sentido y de futuro compartido.
Durante demasiado tiempo se nos dijo que todo era técnico:
déficit, deuda, inflación, ajuste.
Pero cada intento de “corrección” dejó más pobreza, más fragmentación y menos esperanza.
Esto nos obliga a una pregunta más honda:
¿Qué idea de ser humano sostiene la forma en que vivimos, producimos y nos endeudamos?
I. Entre Babel y Jerusalén
La Escritura habla de dos ciudades posibles.
Babel es la ciudad de la lengua única:
una sola racionalidad que se presenta como inevitable,
una torre que crece mientras la comunidad se achica,
un sistema que captura el futuro mediante deuda y sacrificio silencioso.
Jerusalén, en cambio, es la ciudad que desciende:
la ciudad del encuentro,
donde la pluralidad no se elimina, sino que se reconcilia,
donde la vida vale más que el contrato
y el trabajo más que la renta.
La Argentina ha sido empujada demasiadas veces hacia Babel.
Hoy está llamada a elegir.
II. Una verdad olvidada
El Génesis dice:
“Dios creó al ser humano a su imagen… varón y mujer los creó.”
Esto significa algo decisivo para la vida social:
Nadie se crea solo.
Nadie se salva solo.
La dignidad humana es relacional o no es.Cuando una sociedad se organiza como si fuera un conjunto de individuos aislados que compiten,
se rompe la imagen que la funda.
El individualismo no nos hizo libres:
nos dejó solos, endeudados y enfrentados.
III. El trabajo, corazón de la comunidad
El trabajo no es un costo.
No es una variable de ajuste.
No es una mercancía más.
El trabajo es la forma concreta en que una persona pertenece a su pueblo
y en que un pueblo se reconoce como comunidad.
Por eso afirmamos con claridad:
Destruir trabajo es destruir comunidad.
Degradar el salario es expulsar a las personas de la historia común.
Una economía que necesita desempleo para funcionar
está moralmente quebrada.
IV. El dinero y la deuda no son neutrales
La moneda y el crédito son instituciones sociales.
Sirven a la vida o la dominan.
La deuda externa, cuando exige pagarse a costa del trabajo, la salud, la educación y el futuro,
deja de ser un instrumento financiero
y se convierte en estructura de dominación.
No se apropia solo de recursos:
se apropia del mañana.
Ningún contrato puede ser más sagrado que la vida de un pueblo.
V. La falsa inevitabilidad
Se nos repite: “no hay alternativa”.
Pero la Escritura enseña que
cuando una sola lengua se impone como absoluta,
esa lengua se confunde para que la vida continúe.
No toda mediación es legítima.
No toda deuda es moral.
No toda disciplina es justicia.
La economía debe servir al pueblo.
El pueblo no debe sacrificarse a la economía.
VI. Una decisión histórica
Esta Carta no promete soluciones mágicas.
Propone algo más exigente:
un cambio de fundamento.Organizarnos no desde el miedo,
no desde el ajuste permanente,
no desde la culpa del deudor,
sino desde:
el trabajo digno
el salario justo
el cuidado de lo común
la responsabilidad compartida
la esperanza histórica
VII. Convocatoria
Convocamos:
al Estado, a custodiar el bien común
al trabajo, a ser columna de la vida social
a la producción, a servir a la comunidad
a la Iglesia, a ofrecer palabra y discernimiento
a los dirigentes, a asumir responsabilidad histórica
al pueblo, a no resignarse
No para volver al pasado,
sino para recuperar el futuro.
VIII. Palabra final
La Argentina no está condenada.
Está llamada.
No a ser torre,
sino ciudad.
No a Babel,
sino a Jerusalén.
Una Jerusalén que no se impone,
sino que desciende
cuando un pueblo decide volver a reconocerse como comunidad.”