Construir sobre lo construido, COLUMNA DE SILVA ROMERO EN EL TIEMPO

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Rodrigo Jaramillo Velasquez

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Jan 3, 2020, 6:55:04 PM1/3/20
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Construir sobre lo construido
 

En esta ciudad, que a mí me gusta tanto a pesar de ser la mía, uno ahora puede empezar las frases diciendo “la alcaldesa Claudia López...”. Pero creo que no hemos celebrado lo suficiente semejante oportunidad –que en la enésima de nuestras peores horas nos recuerda que en Colombia también se quiere lograr la igualdad, la honestidad, la reconciliación, la solidaridad–, pues la primera alcaldesa diversa se ha posesionado con sencillez y con alegría en el momento justo en el que esta ciudadanía reclama urgentemente partidos políticos, instituciones estatales, medios de comunicación que la escuchen y sean capaces de representarla. Y si algún líder o alguna lideresa ha sabido interpretar lo que ha estado pasando en estos últimos tiempos, y ha sido reflexiva y propositiva en sus declaraciones de estas últimas semanas, esa ha sido López.

Todo fue nuevo, de hoy por fin, en su posesión de antes de ayer. No fue en la plaza sino en el parque de Bolívar. No fue para ellos sino para todos. No fue un acto pomposo, lleno de “excelentísimos señores doctores...” o de miradas en lontananza con la mano derecha en el pecho, sino una declaración de principios entre amigos, entre iguales. No fue una ocasión para pisotear el trabajo de la administración anterior, que consiguió armar un equipo a favor de Bogotá, sino una oportunidad para reconocerle al exasperado Peñalosa eso de haberse tomado la alcaldía como el clímax de su carrera política. No fue un ajuste de cuentas, como esa posesión de pesadilla de agosto de 2018, sino un reconocimiento de lo que está pasándonos ahora: “Los jóvenes en las calles nos piden a todos, con toda razón, un cambio de era”, reconoció López en su discurso.

Pero hacia el final de sus palabras también aceptó que ella misma había cambiado en los últimos meses: “En el momento más difícil de la campaña aprendí a parar, a escuchar, a aceptar con humildad mis equivocaciones y a corregir el rumbo cuando se hizo necesario”, leyó allí, de pie, con la banda de alcaldesa que acababa de ponerle su madre. Y para confirmar su compromiso con la transformación de nuestras costumbres políticas, que por eso es que se ha jugado su vida desde que era una estudiante, en el nombre de su partido mayoritario propuso que se escogiera a su antiguo rival Carlos Fernando Galán –que consiguió representar el 32 por ciento de los electores bogotanos, ni más ni menos– como el primer presidente del nuevo Concejo de Bogotá. Y sonó a nueva generación. Y a dejar atrás, al fin, la manía de aniquilarnos.

Quizás haya sido porque ha habido y hay tantas culturas colombianas tan fuertes, y porque han sido tan fascinantes las riquezas y los orgullos y los relatos del Caribe, de Antioquia, del Pacífico, del Valle del Cauca, del Eje Cafetero, de la Orinoquía, de la Amazonía, pero los bogotanos –aconsejados por esta jartera perenne, en piyama, que nos pone a encogernos de hombros ante lo nuestro– estamos en mora de reconocernos sin chauvinismos pero sin vergüenzas. Aquí se pensó mal el país. Se confundió paz con pacificación, y nación con religión, con colonización. Pero en las últimas décadas se logró que ‘bogotano’ ya no signifique “nacido en Bogotá”. Y se dio y se sigue dando una belleza que solo se da acá: qué bueno ver y oír a los Aterciopelados, que encarnan la risa y el coraje y la metamorfosis de esta ciudad, en la posesión de la alcaldesa.

Es que pinta fundamental este 2020. Tiene cara de año para servirles a la transformación, a la convivencia, a la mayoría de edad de este archipiélago de culturas. Parece una ocasión definitiva para cumplir las promesas de la democracia participativa. Y una oportunidad llena de obstáculos para que el pasado por fin merezca ser llamado así
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