Este entradita la escribí hace 2 años. Mi amigo Ricardo me comentó que estaban haciendo una página sobre Coaching y yo presta me puse a escribir mi introducción al mismo. Se las comparto con mucho cariño y esperando que a alguien le sirva mi experiencia.
Egoísmo, esa sería
la razón por la cual un decidí certificarme como Coach, estaba buscando una
nueva forma para potencializar mi vida sin pensar en absolutamente nada más.
Existen dos formas
de platicar mi camino hacia el Coaching, el simplista y el del corazón. El
simplista es básico; me enteré que
existía una disciplina llamada Coaching, investigué un poco y reconocí el
potencial de la herramienta para evolucionar en mi vida, tomé el diplomado y
desarrollé las competencias.
En lo personal,
prefiero compartir el camino del
corazón. Me permite explicar de mejor forma el impacto que ha tenido el Coaching
en mi vida como herramienta para continuar creciendo
La historia que me
conté muchos años sobre mi misma comenzó desde antes de la primaria. Fui una
niña con espíritu travieso, muy inquieta, siempre trepada en los árboles,
arrastrándome por la pelota, rompiendo el vestido, dejando los zapatos como
viejos desde la primera puesta, perdía o rompía mis juguetes, tuve múltiples
accidente infantiles, me corté medio dedo de tajo, fractura de brazo, descalabrada
en la ceja, piernas espinadas, raspadas o moradas siempre, tirando todos los
días el agua en la mesa; todo esto seguido de la misma cantaleta de parte de
los adultos, Es que no te importa nada,
eres una descuidada, nunca pones atención.
La cosa no fue mejor
al entrar a primaria, tareas incompletas, tareas no hechas, materias
reprobadas, en 3er año me negaron la reinscripción, cuatro cambios de escuela,
boletas siempre llenas de tinta roja –hasta un 0 me saqué-, castigos, regaños,
miedo de dar las calificaciones, mentiras, adolescencia, rebeldía, repetir 2do
de secundaria con 14 extraordinarios, al menos tres extraordinarios por año,
salidas todos los fines de semana, alcohol, la universidad, cambio de carrera a
una universidad “patito”, fiestas, robarme el dinero de la colegiatura, ocho
años para terminar la licenciatura, diez años para tener mi título……, toda una
historia de “valemadrísmo” puro.
Pueden suponer la
imagen que tenía de mi misma, Nunca voy a
poder hacer nada en la vida, soy una verdadera irresponsable, ¿cómo es
posible…pero de veras…cómo es posible que TODO me valga tanto? Hice mías
palabras y discursos que me describían como persona, y cumplí al pie de la
letra con esas creencias. Claro, no sabía cómo hacer otra cosa.
El resultado fue
una depresión moderada, que no sé bien cuando comenzó, pero que tuvo su fase
más aguda a los 29 años, acompañada por un diagnóstico de TDA (Trastorno de Déficit
de Atención). Bendito diagnóstico,
ahí comenzó la carrera hacia arriba. Saber
que la falta de control de impulso y “distracción” frente a la vida no se debían a
mi mala voluntad me liberó de golpe de muchas culpas. Claro que este hecho no
fue, ni nunca ha sido, una justificación frente a mis actos. Cumplió como una
explicación que me ponía frente a dos caminos: seguir como estaba, y
justificarme siempre con la credencial del trastorno, o encontrar la forma de
hacerme cargo y rearmar el rompecabezas en que se había convertido mi vida.
A partir de ese
momento trabajé mucho conmigo para ajustar mi vida, y mi forma de estar en el
mundo; ajustarme a la posibilidad de, en ocasiones, necesitar un doble esfuerzo para no actuar de forma
impulsiva y establecer estrategias para centrar mi atención. Requerí de un gran
esfuerzo personal para re-andar el camino. Así que me encontré a los 30 años
empezando mi vida como una verdadera mujer adulta. En adelante he estado en una
búsqueda constante de herramientas para modificar lo que no ya no necesito en
mi vida, herramientas que me ayuden a cumplir mis metas.
Hoy tengo 36 años,
un desarrollo profesional exitoso en mercadotecnia, soy completamente independiente
y autosuficiente, y tengo una buena
imagen de mi misma, confío plenamente en mi capacidad para triunfar en la vida.
El TDA es más un tema que me da para contar anécdotas, pero ya no es una limitante
para mi desarrollo personal o profesional. Es más tengo jefes que me han dicho
que con mi desempeño, jamás imaginarían que tengo TDA, he logrado dominarlo.
El camino no me fue
fácil, y lo sigo transitando todos los días con gran satisfacción. Justo el
darme cuenta de yo podía cambiar por completo mi vida, me hizo pensar que
cualquier persona puede hacerlo, sólo necesita motivación personal y conocer el
camino adecuado para lograrlo, de acuerdo a sus necesidades.
¿Cuándo entró el Coaching
a mi vida? Hace menos de un año. Y entró como se dan las mejores cosas en la
vida, en el momento justo. Me encontraba saliendo de un doloroso final de
pareja. Parecía que de golpe todos mis miedos, frustraciones y demás
pensamientos negativos iban a caerme de nuevo en el corazón. Así que decidí
tomar un Diplomado que me recomendó mi amigo Ricardo. Por esto digo que comencé
mi formación como Coach basándome en el puro egoísmo, necesitaba con todas mis
fuerzas sentirme bien y mantener el balance de mi vida.
Durante los años
anteriores había trabajado mucho mi historia (que no es trágica, simplemente me
fue muy difícil al ser la único que he vivido), había curado algunas heridas y
obtenido beneficios tangibles. Pero al comenzar este nuevo proceso me di cuenta
de que seguía teniendo cabos sueltos, que continuaba actuando con información
aprendida que ya no me hacia bien y me llevaba a repetir patrones que no me permitían
alcanzar algunas metas personales.
Al comenzar a
trabajar en este Diplomado, encontré justo el orden que necesitaba para poder
establecer metas. Comprendí que la vida está basada en conversaciones que
tenemos con otros y con nosotros mismo, siendo estas conversaciones las que
construyen nuestra imagen personal, la imagen de las situaciones, así como la
de las personas con quienes nos relacionamos. Estas conversaciones forman
creencias que regulan nuestras conductas.
A partir de lo
anterior, el Coaching es, para mí, la posibilidad de establecer metas en mi
vida y desarrollar la capacidad de vencer las barreras para alcanzarlas, las
cuales generalmente tienen que ver con creencias sostenidas en miedos o
interpretaciones distorsionadas de los sucesos. Es la herramienta que me
permite, desde la persona que soy hoy, convertirme en la persona en la que
quiero evolucionar.
En un sentido
idealista, es mi deseo y mi meta poder ayudar a las personas que lo deseen a
alcanzar la mejor versión posible de sí mismas, a salir de la inmovilidad, de
la zona de confort, a vencer miedos y lograr una vida plena. Mi arma, las
competencias que el Coaching me ha permitido reconocer y emplear en mi misma,
soy un claro ejemplo de que siempre se puede cambiar.
--
Publicado por Cobi para
Cobiviendo el 2/05/2013 09:24:00 a.m.