(Cuento infantil para una situación de guerra)
Allí permanecía sentado el abuelo desde hacía mucho tiempo, tiempo
desconocido para él mismo, quizás meses, tal vez años, puede que hasta
siglos. Su asiento o trono eran unos bloques de hormigón, y extrañamente no
sentía incomodidad en mantener aquella postura durante ese tiempo perdido en
su memoria. Disfrutaba siempre de la sombra ofrecida por el arco del portón
que daba acceso al cementerio, increíblemente era la única construcción en
pie a su alrededor, la propia verja se encontraba derrotada frente a la
entrada, las cercas habían desparecido hacía mucho tiempo y de aquellas
plantas sembradas junto a ella no quedaban ni los recuerdos. El panorama
ante el alcance de su ya escasa visión era el mismo, frente a él podían
observarse los restos de lo que fueran dos calles convergentes y moribundas
ante la misma entrada del cementerio. Siempre se devanaba los sesos hurgando
en la memoria, trataba infructuosamente de recordar el nombre de aquellas
calles inexistentes, un día le sonaba muy familiar el nombre de Martí,
otras, aparecía volátilmente el de Maceo pero los desechaba. Sabía que esos
nombres fueron usados en muchos pueblos para nombrar a sus principales
calles. A la derecha de su posición existía una pequeña elevación. En sus
momentos de lucidez la asociaba a un tanque de agua pero finalmente
desechaba esa idea, allí no quedaba vestigio alguno de aquel enorme tanque
que inundaba con sus aguas su mente gastada o agotada en la búsqueda de
tantos recuerdos. Vagamente movía la cabeza a la derecha y observaba unas
sobrevivientes vigas de acero que denunciaban allí había existido un puente,
en esporádicos momentos le llegaba un nombre muy raro, "El Puente del
Ahorcado", pero lo apartaba también por ser un nombre muy extravagante.
Cuando la ventisca permanente amainaba y descansaban por horas los
terribles remolinos de polvo y cenizas errantes por los siglos, el abuelo se
levantaba y con dificultoso andar vagaba sobre los escombros de una de
aquellas calles para observar. Otras veces ascendía por la ladera de aquel
promontorio buscando huellas del tanque que caprichosamente aparecía ante su
vista, al no encontrarlo continuaba hasta la cima ayudado de un bastón de
madera muy duro, siempre pensaba que fuera de guayabo pero le costaba
trabajo identificarlo. Luego allí, como si se encontrara en la cúspide del
mundo, miraba con aquellos ojos medio cegatos todo su horizonte con la
esperanza de poder hallar algo. Solo ruinas formando una extensa llanura
hasta la bahía sin barcos, sin humo, sin vida, el silencio, la nada. Luego
descendía fatigosamente en una maniobra que para él representaba otro largo
trecho de su vida, de cuando en cuando se detenía y su vista se fijaba en
aquel arco, podía ver unos números borrosos que señalaban una fecha, nunca
pudo identificarlos, detrás todo era llano también, no habían tumbas ni
osarios, no existían muertos solo lápidas y cruces reposando unas sobre
otras.
Sentado nuevamente esperaba como estaba acostumbrado, porque esa fue toda
la vida de aquel viejo, esperar por algo. Siempre a la misma hora sonaba la
alarma de ataque aéreo, el abuelo miraba en todas direcciones tratando de
encontrar la fuente de aquel familiar sonido, nunca pudo descubrir bocina
alguna o poste erecto que la sostuviera, no por ello dejaba de levantarse y
dirigirse a su refugio como hizo toda su vida, pensaba casi siempre en el
trayecto realizado con extraña inercia que aquello podía ser un sueño suyo,
tal vez un reflejo condicionado por tantos años de ensayo esperando una
guerra, pensaba, pero no podía encontrar tampoco la respuesta. Como por arte
de magia aparecían niños de todas partes en busca del mismo refugio,
criaturas a las que conocía desde tiempos imborrables, seres que no crecían,
no envejecían, siempre vestidos con los mismos trapos y las huellas del
churre adornando sus débiles cuerpos. Varones y hembras de la misma edad
casi todos, de diferentes colores, no mayores de diez años cada uno pero
viejos, niños adultos.
Brotaban como el humo o el polvo que levantaban siempre los vientos, de la
nada, unos del cementerio, otros del puente, algunos de la calle que
conducía al antiguo matadero. Risueños, juguetones, alegres y armados con
fusiles de palos rústicos como aquellos tiempos. Los niños acudían también
al refugio antiaéreo en una mística e incomprensible marcha, empujados
también por la costumbre de hacerlo.
La caverna no se encontraba muy lejos del cementerio, solo a unos pasos de
aquella invencible arcada que se mantenía virilmente parada a su entrada,
serían tal vez unos cincuenta metros de distancia. Allí, donde esas dos
calles con nombres extraños se besaban, existían unas pequeñas lomas que
siempre fueron de una piedra de colores muy particulares, entre grises y
verdes con vetas cobrizas y unas veces doradas como el oro. Nada precioso
escondían aquellas rocas que eran dueñas de todo el territorio. El abuelo
nunca se pudo explicar como lograron sembrar entre ellas árboles frutales y
flores, la mente lo traicionaba.
Todos tomaban su puesto dentro de aquel sagrado refugio, cada milímetro era
respetuosamente repartido e inviolable, así fue siempre. Aquel ejército de
infantes llegaba y se sentaba en silencio por varios minutos en espera tal
vez del bombardeo que nunca ocurrió, es muy probable que solo en sus mentes
acondicionadas. En ese silencio limitado quizás por segundos o siglos todos
se miraban y nadie observaba algo anormal a lo visto el día o siglo
anterior, nada variaba.
Vencido ese sagrado momento surgían las infantiles carcajadas, unos liaban
con papel rústico unos cigarrillos con yerbas extrañas, lo hacían con la
maestría del más experto. El primero de ellos era ofrecido al abuelo que lo
aceptaba con gusto, tomaban un tizón de una hoguera eterna y lo encendían.
Después de una bocanada lo pasaban al otro y así fumaban todos, hembras y
varones mientras esperaban con la vista puesta en el abuelo, hasta que el
más atrevido rompía el silencio.
- Abuelo, ¿cuál es el cuento de hoy?- Preguntó el más osado, mientras el
viejo disfrutaba cada bocanada del cigarrillo que diariamente le ofrecieran
en aquella alarma antiaérea. En ocasiones la mente se le quedaba en blanco y
no sabía que responder, otras, se tomaba un largo tiempo, el tiempo
incalculable por todos para rebuscar en la memoria. No sabía a ciencia
cierta que les había narrado el día o año anterior y por ello pensaba.
-Que nos hable nuevamente de las posadas.- Gritó uno desde el fondo de la
cueva.
- No sean pervertidos.- Contestó una chica rubia a solo unos metros de él.
- Que cuente lo que le de la gana pero que hable, porque dentro de poco se
acaba el tiempo de la alarma.- Aquellas palabras infantiles lograron que el
abuelo volviera en sí y tuviera noción del tiempo, sabía perfectamente que
si no se apuraba sus nietos se retirarían después de haber gastado un tiempo
maravilloso, tiempo restante que tampoco sabía donde emplearían, pero su
misión era esa y nada lo cambiaría, tenía que contar muchas cosas.
- Hoy les hablaré de las chivas.- Dijo el viejo y se tomó su tiempo para
iniciar la narración.
-Coño abuelo ya nos hablaste de los chivas y chivatos una vez.- Gritó uno de
los muchachos.
- ¡Atención muchachos! Les hablé de los "chivas y chivatos', pero esto no
tiene nada que ver con las chivas, ahora me refiero a unos animales.-
- Abuelo cada día es más difícil comprenderte.- Protestó uno de los niños
sentados detrás de la fogata eterna.
-Yo sé que a veces será casi imposible comprenderme pero les pido que se
abstraigan por momentos. El idioma que usaba la gente de la tierra que les
narro resultaba en oportunidades incomprensible para sus coterráneos, era en
aquel entonces la nación de los eufemismos y metáforas. Sus pobladores
crearon un sub-lenguaje que luego quedó arraigado a la lengua de la
población, lo hicieron inocentemente para protegerse de los delatores y sin
darse cuenta del daño que le causaban al idioma, al pasar los años hablaban
una jerigonza apenas traducible para los propios nativos que habían
abandonado el país.- Dijo a modo de justificación con algo de pena.
-Bueno explícanos que es una chiva.- Reclamó un negrito sentado a su
derecha. Aquellas pocas palabras puso en un terrible aprieto al abuelo, se
vio obligado a realizar un supremo esfuerzo para tratar de recordar como era
aquel animal que le llegó en momentos de lucidez a la memoria. Ante todos
tomó un pedazo de carbón de la hoguera eterna y sobre el piso trató de
dibujar un animal con dos cuernos, todos observaban cada trazo producido por
sus nerviosos dedos.
-¡Abuelo! Eso se parece a una vaca y de ella nos hablaste hace varias
alarmas.- Dijo uno de los niños y todos aprobaron con su silencio, solo
hablaban intercambiando miradas, esas eran las reglas del juego.
-Bueno, supongamos que es parecida a la vaca, con dos cuernos, es mamífero y
rumiante pero de menor tamaño. La vaca mugía ¡Muuuuú! Como les expliqué, sin
embargo la chiva berreaba ¡Beeeeé! ¿Están de acuerdo con esas diferencias?-
Preguntó antes de continuar.
-¡Más o menos abuelo! Para el caso sirve igual, así que inicie su cuento.-
Manifestó un desconocido y todos aprobaron con el silencio, eran las reglas
del juego. Entonces el viejo tomó un poco del aire viciado antes de
emprender ese largo recorrido casi diario de sus cuentos.
-Hubo un país gobernado por un caballo muy caprichoso.......... -
-¿Abuelo cómo coño un caballo puede gobernar un país?- No lo dejaron
terminar la expresión y aquello comenzó a irritarlo.
-Si no me interrumpen nuevamente seguiré el cuento, de lo contrario me sacan
del hilo y pierdo la historia, les repito nuevamente que deben ser muy
refinados en la interpretación del sentido figurado de las palabras, de lo
contrario no comprenderán esas historias que les narro.
-¡Caballeros no jodan más porque horita se acaba el tiempo de la alarma
coño!- Protestó una chica y todos guardaron silencio. Ese tiempo fue
aprovechado por el abuelo para registrar todo el archivo de su memoria y
coordinar las ideas de lo que deseaba trasmitir.
-Les cuento que aquella tierra era gobernada por un caballo muy caprichoso
que nunca oyó consejo alguno, solo había estudiado Derecho sin ejercerlo y
quiso demostrarle a su gente conocer todos los campos de la ciencia, algo
sumamente imposible por la amplitud que estos abarcaban. Aún así y
embriagado en su ego aquel caballo se metió en terrenos para él desconocidos
hasta que un día le hablaron de las chivas.- Se tomó un tiempo para darle
una bocanada al apestoso cigarrillo que los muchachos le habían preparado,
luego de una mueca continuó.
-Pues aquel caballo que detestaba todo lo que le rodeaba y fuera nacional,
importó unas chivas y chivos de un país llamado Canadá. ¿Por qué lo hizo?
Nadie lo sabe pero todos afirman que fue de buena fe. La gente dijo tiempo
después que siempre hacía las cosas buscando el beneficio de su pueblo. Lo
único incomprensible en aquella acción era que en el país del mencionado
caballo siempre existieron chivas criollas que se procuraban el alimento, y
eran buenas productoras de leche. El asunto es que aquel caballo gastó un
enorme dineral importando aquellas mencionadas chivas de un país muy frío
sin oír a nadie, menos podía oír en su sordera a los guajiros de su tierra.
¿Por qué lo hacía? Bueno, él manifestaba que era para abastecer de la leche
que esas chivas producirían a los hospitales donde se encontraban niños que
hacían rechazo a la leche materna y a la de vaca. Creo que es plausible esa
idea del caballo, lo único criticable era que en ese país siempre habían
existido chivas como les dije, mucho más económicas y capaces de alimentarse
con trapos y papel, pero con las ubres repletas de leche a cualquier hora.-
Aprovechó el silencio que ahora mantenían todos los muchachos para darle
otra chupada al cigarrillo, hizo otra mueca y continuó.
-Pues bien, en la época que les narro el caballo trajo en barco esas chivas
de las que hablé y organizó tres granjas para su cría. Una de esas granjas
se encontraba en una carretera que iba hasta un poblado llamado Aguacate y
después de pasar San José de las Lajas. La otra granja la ubicó casi al
frente del hospital infantil llamado en aquel entonces William Soler, no
solo eso, construyó en su locura una especie de lago que luego fue invadido
por las plantas, solo tuvo agua por unos días de aquel tiempo que les narro.
La otra granja fue construida muy próximo a la zona del hospital también.
Bueno, ya estaban localizadas las granjas y los chivos, la pregunta es;
¿quiénes atenderían a esos animales? Muy sencillo de responder en esa fecha
de la que hablo. El caballo disponía de la voluntad y vida de cada ciudadano
del país por él gobernado. Así un día, un grupo de muchachos que se
desmovilizó del Servicio Militar Obligatorio, y después de haber permanecido
seis mes en labores agrícolas para lograr la liberación del ejército, pero
con aspiraciones de entrar en la marina mercante, fueron casi obligados por
las circunstancias a marchar nuevamente al campo y serían ellos los
encargado del cuidado de aquellos delicados chivos......- Paró nuevamente
para tomar un aire en su narración, mientras reconocía que había dominado
toda la audiencia, ellos continuaban en silencio esperando por el final de
aquella historia.
-Pues bien, después de importadas se dedicaron al cuidado de aquellas
extremadamente delicadas y exóticas chivas por orden del caballo gobernante.
Fue una larga inversión la que exigió aquel experimento. No puede negarse
que los ejemplares importados eran sumamente bellos y superior en tamaño a
los nacionales, sin embargo, el tamaño de las tetas de ellas no sobrepasaba
al de las nacionales, como tampoco a la cantidad de leche que producían. Hay
que destacar el complicado régimen alimenticio de aquellas chivitas
canadienses. Podrán imaginarse que mientras las nacionales comían cualquier
cosa, las chivas de Canadá eran algo burguesas. Hubo que dedicar campos para
la siembra de una planta llamada "Conchita Azul", otros para sembrar
"Pangola", otros para una enorme yerba llamada "Napier", otros para maíz,
otros para boniato y eso no era todo. Aquellas yerbas había que molerlas y
mezclarlas con miel para que fueran comidas por esos aristocráticos chivos
extranjeros. Allí no termina esa comedia mis niños........ Aquellos chivitos
no podían mojarse y por tal motivo había que tener una constante vigilancia
sobre ellos. Si había calor se tenían que pelar y eso requería los servicios
de una persona especializada, con frecuencia se invadían de parásitos que
tenía que ser combatida con extracto de nicotina. Bueno, para qué contarle
la historia de unos simples animales, en fin, tengo que contarles algo como
hago todos los días para pasar este tiempo encerrado en el refugio.- Se
detuvo nuevamente para darle una chupada al cigarrillo, con los dedos lo
giraba y observaba las letras del papel que servía de envoltura, solo
alcanzaba a leer dos o tres letras y trataba de adivinar una palabra aunque
nunca lo había logrado, todo eso lo realizaba ante la mirada paciente de
todos aquellos niños que lo llamaban abuelo, cuando despertaba y se daba
cuenta que decenas de vista se posaban en él, trataba de hilvanar la
conversación. No fueron pocas las veces en las cuales los mismos muchachos
lo corregían, él no se enojaba, el abuelo nunca se mostró de mal humor, solo
fumaba.
-Pues al caballo se le ocurrió la idea de reproducir en grandes cantidades
aquellas chivas, ¿cómo lograrlo?, eso se lo preguntarán todos ustedes que
son unos infantes, pero él era la máxima expresión del conocimiento humano
de entonces, en aquellos tiempos que les narro ningún poblador tenía el
poder de pensar como él. El caballo fue un superdotado por Dios y como tal
aceptado, entonces dijo: << Voy a aplicar la inseminación artificial y con
el semen de un ejemplar preño a unas quince chivas tal vez>>. En eso se tomó
su acostumbrado tiempo para fumar.
-Abuelo, ¿qué quiere decir inseminación?- Preguntó una hermosa muchachita,
el viejo hizo un recorrido visual por toda la cueva y observó que los ojos
estaban dirigidos a su persona en espera de una respuesta.
-¿Cómo podré explicarles?- Se preguntó él mismo. - Ya sé, imagínense que con
el semen de un varón puedan inseminar a varias hembras.- Concluyó.
-Muy bien abuelo, pero el caso es que no sabemos que es inseminar y menos
aún lo que significa la palabra semen.- Protestó la misma muchacha. Reinó
nuevamente el silencio acostumbrado para darle tiempo al abuelo a pensar.
Luego con la maestría de un inseminador conocedor de su oficio, les explicó
con lujo de detalles cada paso a seguir para obtener el semen del semental
elegido y la posterior inseminación de cada chivita.
-¡Coño! Pero ese caballo que usted menciona era un degenerado, mira que
prohibir también que las chivas templaran con los chivos.- Gritó asombrada
la misma rubia mientras los otros chicos continuaban presa de la atención
por aquella narración.
-Si algún día logran ser mayores comprenderán con más facilidad estas
cosas.- Les dijo el viejo para calmarlos.
-¿y ahí termina todo?- Preguntó un negrito al que no se le podía adivinar el
churre del cuerpo.
- No, fíjense que a los chivitos recién nacidos los alimentaban con leche de
vaca para utilizar aquella escasa cantidad para los niños, hay que agregar
que todo chivo que naciera con defectos lo convertían en "chilindrón". Hizo
una parada intencional esperando por las normales preguntas.-
- Abuelo, ¿qué carajo es chilindrón?- Preguntó otro desde el fondo de la
cueva.-
- Era un plato confeccionado a base de chivo y muy frecuente en aquella
granja. En ocasiones a esos chivitos que nacían con defectos, o no reunían
todas las características de pertenecer a una raza pura se les perdonaba la
vida y se usaban como celadores.- Aquí también hizo otra parada, él conocía
muy bien a su público.
- Abuelo disculpe que lo joda tanto, pudiera explicar también eso de los
celadores.- Dijo la misma rubia.-
- -Claro que les explico! Aquellos chivos flacos que no servían como
sementales unas veces eran usados como celadores, para ello se les realizaba
una operación con el fin de desviarle lo que ustedes conocen como "pene".
¿Cuál era la función de ellos? Detectar a las chivas que se encontraban en
celo y que eran las aptas para realizarles la inseminación, esos chivitos
con el órgano desviado eran soltados en los campos donde pastaban las
hembras, y cuando detectaban alguna en celo se les montaban pero no podían
realizar la penetración porque el pene salía para uno de sus lados, en esos
momentos los trabajadores separaban a la chiva en cuestión para que fuera
sometida a la inseminación.-
- - Perverso eso de no dejar templar a los chivitos.- Exclamó uno de los
niñitos bastante indignado.
- - Bueno, si algún día logran llegar a ser mayores comprenderán todo esto.-
Le contestó el viejo.
- - En fin abuelo, ¿de qué sirvió toda aquella mierda de las chiverías,
resolvió el problema de la leche de los niños?- Preguntó nuevamente el
negrito.
- - Como bien dices todo fue una mierda, ni los chivitos tomaron leche de
chiva, menos aún los niñitos a los cuales se las retiraban a los siete años
y tampoco los terneritos.-
- - ¿Entonces todo fue un fracaso?- Preguntó uno achinadito.
- - Si, aquello también fracasó.- Contestó el viejo.
- - Pero es que todo lo que nos haz contado fueron condenados al fracaso.-
Expresó la insistente rubia.
- - No todo, tengo que rebuscar muy fuerte en la memoria para obtener los
logros que obtuvieron en esos tiempos narrados.-
- - ¿Y qué fue de la vida del caballo entonces?-
- - Nada, siguió con sus locuras, un día se le ocurría sembrar café en
cualquier lugar, otro día sembraba caña, otro llenaba el país de represas
que se secaban, otros gastaba mucho dinero construyendo refugios como estos
esperando por una guerra, y así se pasó la vida, de locura en locura hasta
que arruinó a su país.-
- - ¡Carajo! Pero ese tipo estaba loco.- Dijo el negrito.
- - Y no es para juego porque así le decía el pueblo. Bueno muchachos, antes
de que suene la alarma para retirar el estado de alerta y como es costumbre,
¿cuál es la moraleja para el cuento de hoy? Hubo un corto silencio después
de las palabras del abuelo mientras todos pensaban, la insistente rubia se
paró.
- - Abuelo la moraleja para este cuento es; "Que no se puede vivir en un
país donde gobierne un caballo tan hijoputa".- Todos aplaudieron aquellas
sinceras palabras expresadas por la linda muchachita, terminadas éstas sonó
la alarma de retirada sin que sucediera ningún bombardeo, cada niño se colgó
al hombro sus fusiles de palos y salían del refugio después de saludar al
abuelo. Afuera soplaba la ventisca y flotaban remolinos de polvo y cenizas,
todos desaparecían a los pocos metros de la salida, unos en busca de las
calles convergentes, otros doblaban a la izquierda en busca del puente con
extravagante nombre, unos a la derecha en dirección al matadero, todos se
perdían antes de que el abuelo ayudado por aquel bastón de duro madero que
no recordaba fuera de guayabo, se dirigiera a lentísimos pasos hasta la
única construcción en pie, siempre miraba hacia arriba para tratar de
descubrir los números que tenía gravados, la ventisca le nublaba los ojos
casi ciegos, luego se sentaba.
Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2001-10-19
PD. Yo trabajé en aquella chivería de Aguacate.
-