Críticas a The Master

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Francisco Perez

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Jul 13, 2014, 12:04:45 AM7/13/14
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En Otoño de 2012 empezaban a aparecer críticas al film The Master. 

Este es un hilo temático con críticas y aportes sobre el visionado de dicho film y alguna que otra crónica que se recopiló en su día. 

Son en total unos cincuenta aportes o algo más.

Saludos

Francisco Perez

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Jul 13, 2014, 12:07:34 AM7/13/14
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Fuente.- El Mundo
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----- fragmentos ------

CINE | Mostra de Venecia

Un soldado desnudo y triste

Luis Martínez | Venecia

Actualizado sábado 01/09/2012 18:03 horas

Unos soldados ...

--corte de texto--

Sobre el papel todo se antoja tan sencillo y pueril como el más sencillo y pueril de los escándalos. Las pocas noticias con visos de certeza que habían trascendido de la cinta hablaban de una crítica feroz a la religión (o lo que sea) de los cienciólogos que tantos adeptos suma en Hollywood. La película, de hecho, cuenta la historia de un hombre borracho y perdido y su relación, ebria y extraviada, con el creador de una secta a principios de los años 50. De un lado, el esclavo, del otro, el dueño; de un lado, un hijo, del otro, el padre; de un lado, el aprendiz, del otro, el maestro... De un lado, y esto es lo que cuenta, cualquiera de nosotros, del otro, cualquiera de las mentiras que somos capaces de inventar para no estar solos. ¿No era esto, sencillamente, el amor?

Como ya hiciera en cada uno de sus trabajos anteriores con aspecto de 'corpus' meticulosamente construido y organizado, los argumentos se repiten con la insistencia que lo hacen las narraciones necesarias. Otra vez, un hombre es abandonado a la tarea titánica de reconstruir una vida fracturada; de nuevo, son puestas en cuestión cada una de las palabras que legitiman y dan sentido a cada uno de los actos; de forma recurrente, la figura del mentor (padre, familia, dios o patrón) es aniquilada por la absoluta certeza de la más profunda de las incertidumbres.

--corte de texto--

La propia condición del hombre

Parece que Joaquin Phoenix da vida a un loco, a un hombre desesperado, y en realidad no hace sino encarnar la propia condición del hombre, loco o no, desesperado o menos. Da la impresión de que Philip Seymour Hoffman encarna a un iluminado, a un profeta dogmático y borracho de sus mentiras, y no. Él no es más que la perfecta representación de ese mismo hombre, iluminado o a oscuras.

Como si el hombre vacío de sí mismo que pintara Antonioni se encontrara con el señor que esperara a Godot en el funeral de la madre del señor Meursault, el protagonista de 'The master' se enfrenta a la necesidad de aprender a mentir, de dejar de obedecer para ser él mismo el que ordena su propia destrucción. Porque no queda otra: la destrucción o la nada. Suena tremendo y, lo que son las cosas, lo es.

--corte de texto--

Para cuando acaba la película, queda esa sensación poco común de haber asistido a un espectáculo tan cautivador como cruel, tan revelador como doloroso. ¿No era obra maestra como llamaban a esto?

- "¿Cuál es el propósito de todo eso?", le pregunto educadamente [habla el hombre]

- "¿Acaso tiene que tener todo un propósito?", respondió Dios.

- "En efecto", dijo el hombre.

- "Entonces te dejo que el objetivo de todo esto lo pienses tú", dijo Dios. Y se marchó.

El diálogo es de 'Cuna de gato', de Vonnegut. Del mismo que dejó escrito: "Quería que todas las cosas parecieran tener sentido, así todos podríamos ser felices en vez de unos amargados. Así que inventé mentiras, para que todas encajaran bien, e hice de este triste mundo un paraíso". Pues eso, mentir o morir. Exactamente igual que un soldado, desnudo y solo, acostado con su soledad, desnuda y sola.

--------- fin ---------

Saludos

Francisco Perez

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Jul 15, 2014, 4:39:53 AM7/15/14
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La siguiente cita es de una reseña sobre una crítica.

Fuente.- Blogs de Religión en Libertad
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--------- El periódico de la Santa Sede ha publicado una valoración significativa de The Master al que no duda en calificar de «bello, complejo, agudo, puntual y ejemplar». Es un juicio sobre una polémica cinta que aborda la oscura historia de la cienciología tocando «el nervio descubierto del difundido fenómeno del comercio hipnótico, malicioso y equívoco de una bien camuflada pacotilla religiosa, esa que en el film hábilmente inventa, modela y ofrece en el mercado de los débiles y de los fanáticos el doctor Lancaster Dodd», refiere L´Osservatore Romano (cf. I tunnel di Freddie Quell, 3-4 de septiembre de 2012, p. 5). ---------

Saludos

Francisco Perez

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Jul 15, 2014, 4:41:13 AM7/15/14
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Cubano residente en USA escribe una crítica.

Fuente.- Cuba encuentro
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Cine, Arte 7

La mente esclava

The Master es una película cuyo título y promoción son engañosos

Roberto Madrigal, Cincinati | 28/09/2012 12:04 pm 

Paul Thomas Anderson debutó como director ...

--corte de texto--

The Master vino precedida de una gran publicidad, ya que se decía que el argumento y el personaje central estaban basados en L. Ron Hubbard, el fundador de la Cientología y creador de la dianética, organización y credo que han cobrado un carácter mítico debido a que a ella pertenecen y en el creen muchas estrellas del cine, entre los que se cuentan Tom Cruise y John Travolta. Alrededor de ella se tejen leyendas de conspiraciones y ejércitos secretos, de fondos de dinero insospechados y se le atribuye un poder que asusta si uno cree todo lo que se dice. La dianética es una seudociencia muy atractiva, que mezcla hábilmente el psicoanálisis con los descubrimientos neurológicos de la época y con elementos de universalismo religioso, que puede confundir al más brillante. Recuerdo que en Cuba, a finales de los años setenta se formó un grupo encabezado por el escritor Miguel Sales, muy joven entonces, que realizaba reuniones de discusión en algunas de las cuales participé como observador. Entonces cualquier cosa nos parecía más interesante que el castrismo. El ojo avizor de la seguridad del Estado terminó diluyendo al grupúsculo.

Pero verdaderamente la película tiene muy poco de eso. Lancaster Dodd, el personaje que interpreta Philip Seymour Hoffman, es ciertamente el líder de un culto, que como Hubbard, publicó “El Libro” que va a revolucionar la salvación del alma humana mediante la regresión mnemónica, que al igual que Hubbard se vende como científico, filósofo, escritor y psicólogo, y que dice tener un bagaje mucho mayor del que se le conoce. Pero esto lo puede conectar con muchos otros líderes de carácter totalitario y de control carismático. Sus parecidos pueden emparentarse también con rasgos de David Koresh, James Jones, Josef Stalin y hasta Idi Amin. Anderson se las arregla para humanizar al personaje de manera creíble y Hoffman encarna magistralmente su papel, regulando la sobreactuación a la que se ha hecho adicto, a pesar de ser un gran actor, un camaleón de primera.

Pero la película no es en realidad sobre el líder. El título y la promoción son engañosos. El personaje que más le interesa a Anderson es Freddie Quell, excelentemente interpretado por Joaquín Phoenix. Un alcohólico inclinado a perretas maníaco-depresivas que lo resuelve todo con la violencia. Un ser tremendamente predecible que desde el principio se nos presenta como un alma errante en busca de un guía. A pesar de la muy buena actuación de Phoenix, el personaje termina siendo demasiado estereotípico y esto lastra al filme.

--y continúa hasta el final--

Saludos

Francisco Perez

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Jul 15, 2014, 4:42:19 AM7/15/14
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Fuente.- Hola Ciudad
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The Master - En Pantalla

The Master es un inquietante drama que muestra la turbia relación entre Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), el creador de la secta y Freddie Quell (Joaquin Phoenix), el más perturbado de sus seguidores. Paul Thomas Anderson, escritor, director y co-productor de la película reconoció que su argumento está "inspirado" en los inicios de la "Dianética" y su fundador, Ron L Hubbard. Freddie, es un psicótico veterano de la Segunda Guerra Mundial que cae en las manos de Dodd y se convierte en su principal "conejillo de indias". 

"¿Quién eres?", pregunta insistentemente el maestro cuando está sometiendo a alguien a su "tratamiento". El nombre repetido una y otra vez provoca un estado de trance en el paciente que termina por revelar, sin querer, su verdadera esencia.

Al contrario del psicoanálisis que pretende ayudar a reconciliar al "yo" interno con el externo, la cura que propone el carismático fundador de una secta llamada "La Causa", es la negación de los instintos. "Los seres humanos no somos animales", asegura el gurú y las pasiones que nos someten son una "desviación" del estado primitivo, puro y perfecto del alma.

Su teoría se complica un poco más cuando asegura que fueron seres extraterrestres los que torcieron el curso verdadero del hombre y su alma. ¿La misión del maestro? Ayudar a que sus seguidores "corrijan" sus impulsos negativos y enderecen el camino.

--corte de texto--

Aunque aparenta tener todas las respuestas, el maestro termina por no articular ninguna. La avidez con la que esperan una palabra para "sanar su alma" es escamoteada a sus seguidores. De igual manera, Anderson nos deja colgando de un hilo; esperando el momento de gran revelación que nunca llega. Las motivaciones de Dodd continúan tan ocultas al final como al principio. Más que señalar, la dirección de Anderson, sugiere y el filme tiene esa misma energía contendía, estéril, jamás expresada ni en gesto ni en palabra.

El virtuosismo de Anderson se queda a nivel visual, en el retrato del ilusorio "sueño americano" de los años 50. Si acaso, en esta elección estética Anderson trató la mejor forma de "explicación" de sus personajes. En la imperfección subterránea de familias felices y prados verdes que la mercadotecnia comenzó a inventar. La primera profesión que encuentra el traumatizado Freddy después de la guerra es la de fotógrafo en una tienda departamental. Ahí entre bellas mercancías, Freddie saca fotos de parejas perfectas de sonrisas radiantes y promesa en la mirada.

En este mundo donde no hay cabida para los inadaptados, un místico carismático como Dodd puede verse como la única y lógica solución para quien no cupiera en el patrón. El niega que este mundo de perfección pueda dar pie a personas dañadas, niega que los traumas puedan responder a eventos en esta vida y los adjudica a vidas pasadas. Así, no solo expía de culpa a quien no encaja en el modelo, sino al modelo mismo incapaz de crear seres imperfectos o infelices.

Desafortunadamente, un tema fascinante, aun en manos de un cineasta fascinante, no se traduce necesariamente en una película fascinante. Aunque "The Master" es sobre la salvación de almas, al filme de Anderson le falta justamente eso, alma.

--------- fin ---------

Saludos

Francisco Perez

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Jul 15, 2014, 4:43:55 AM7/15/14
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Fuente.- El Nuevo Herald
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(este enlace podría no estar operativo)

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Publicado el jueves, 09.27.12

‘The Master’, actores en contienda por el Oscar

René Jordán

Crítico de cine - El Nuevo Herald

Freddie Quell (Joaquin Phoenix), marinero veterano de guerra, medio loco y alcohólico total, se cuela de polizón en el suntuoso yate de Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), supremo gurú de una religión de prehistórico freudianismo, muy parecida a Scientology. 

El magisterial Dodd encuentra en el impresionable Freddie una combinación de fervoroso discípulo y pendenciero guardaespaldas. Los une extraña relación entre paternal y erótica que los adictos al culto no comprenden y que Peggy (Amy Adams), la esposa de Dodd, secretamente desaprueba. 

The Master tuvo fama de radical ataque a Scientology, pero se concentra ante todo en desenmascarar la patraña que Quell y Dodd presentan ante el mundo: un agnóstico se ha inventado un semidiós para su desquiciada mente y el elegido se aprovecha de la devoción mientras le conviene a ambos no romper el nudo gordiano. 

El director Paul Thomas Anderson ha escrito un tema muy de acuerdo con su irrealismo estético y lo eleva al colmo con fotografía monumental en 70 mm. y truculenta música de Benny Goodman, que convierte a On A Slow Boat to China en lamento elegiaco. No se puede negar que el filme posee garra y tampoco que destila creciente inquietud y desasosiego. 

Anderson obviamente disfruta evocar malevolencia entre sus dos actores. A veces tal parece que Phoenix y Seymour Hoffman se discuten escenas con animosidad casi personal. Dodd subraya la insidia del posible charlatán y Quell intensifica sus muecas de probable demencia provocando deseos de apartar la vista de los agresivos close-ups. Anderson ha inculcado actuaciones de doble virtuosismo, en imposible contienda por un Oscar despedazado. 

Los críticos han aceptado el reto. A.O. Scott, de The New York Times, vio una joya imperecedera. Rex Reed de The Observer vio una exageración abominable. Dejan la incómoda posición de quedarse en la cerca. Por nada del mundo me hubiera perdido The Master. Por nada del mundo volvería a verla. 

-------- fin ---------

Saludos

Francisco Perez

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Jul 15, 2014, 4:47:09 AM7/15/14
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Fuente.- Cineralia, España
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Crítica de ‘The Master’ 

Comercializar la fe

diciembre 18th | by Ricardo Jornet | Criticas, Destacadas. 

Muy pocos directores contemporáneos saben domar la cámara tan bien como lo hace Paul Thomas Anderson. El cineasta ... 

--corte de texto--

Efectivamente, en la historia de este alcohólico y desencantado soldado de la Segunda Guerra Mundial (interpretado por un rocoso pero matizado Joaquin Phoenix) que conoce a un misterioso filósofo-líder de una secta (Philip Seymour Hoffman, invariablemente fantástico), se pueden oír ciertos ecos de esa pseudo-religión tan mediática llamada Cienciología (con varios miembros en Hollywood, asunto espinoso) y de las ¿hazañas? de su polémico fundador, L. Ron Hubbard.

Pero la película es mucho más que esto; es, sobre todo, un relato en torno a la necesidad de apoyarse en algo (aunque sea incorpóreo) en tiempos de crisis, que amargamente demuestra que al final lo que nos saca del sufrimiento no es esta ayuda semi-mágica y críptica, sino la propia voluntad de poder. Donde el protagonista de “Wise Blood”, filme de John Huston que también tiende a la utilización de las geografías de la sociedad americana para explorar este tipo de espiritualidad de saldo, fracasaba (acababa ciego y muerto, estampado de frente contra el caos vital generado por una religión loca inventada por él mismo), “The Master” triunfa al permitirle a Joaquin Phoenix liberarse de este paso intermedio hacia la paz que es la secta de Seymour Hoffman, al finalmente despedirse de él. Proponiendo la creencia ciega en algo invisible como un medio para llegar a otro sitio y no como un fin en sí mismo, Thomas Anderson parece decirnos, de forma más o menos velada, que quizás hoy en día las religiones organizadas han pasado a ser poco más que enormes manuales de autoayuda muy publicitados.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Jul 15, 2014, 4:48:46 AM7/15/14
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Fuente.- COPE
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The Master *** (6,5). El consagrado y muy valorado cineasta californiano Paul Thomas Anderson (“Magnolia”, “Pozos de ambición”) cambia de registro acercándose muy libremente al fundador de la cienciología, Lafayette Ronald Hubbard, aunque en el filme aparece con otro nombre y sólo parcialmente reflejado. De hecho, no se puede decir que estemos ante un biopic, sino ante un drama que quiere adentrarse en el mundo de la sectas y de las nuevas escatologías.

Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) es un adinerado científico e intelectual, al que llaman “El Maestro” y que ha creado una filosofía sectaria y pseudomística que denomina “La Causa”. Su carisma personal es grande, y se adhiere a él, con fidelidad acrítica y perruna, Freddie Sutton (Joaquin Phoenix), un alcohólico veterano de la Segunda Guerra Mundial, que arrastra claras psicopatías relacionadas con el sexo y la violencia. 

La película se centra en la relación entre maestro y discípulo, una extraña relación de fe mutua. El “Maestro” cree en las capacidades ocultas de su protegido, a pesar de su brutalidad primaria y su gran ignorancia, y apuesta por él en repetidas ocasiones. Freddie cree en el falso profeta porque es el único que le ha tomado en serio, que le ha mirado a la cara y que ha desvelado las grandes heridas de su pasado. El gran problema de la película es el que detectó la crítica Nancy Tartaglione en el Festival de Venecia en que se presentó, cuando comentó que la proyección había dejado a muchos desorientados, sin tener muy claro lo que habían visto.

Desde luego, no se puede decir que la película arremeta contra las sectas, ni contra este líder en concreto, al que trata demasiado bien como para oponerse frontalmente a él. Quizá lo más claro es el recorrido de Freddie, un paria desclasado, sin tierra ni afectos, psicológicamente destruido, que se agarra a cualquier cosa que le permita tener un mínimo de horizonte vital, una aurora de sentido existencial, por muy inconsistente que sea. Lo que parece claro es que lo más notable de la obra son las interpretaciones de Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, así como de Amy Adams, en un papel secundario. El resto no deja de ser interesante, pero no resulta una cinta clara ni redonda. Así que le quedan un poco grandes el León de Plata al mejor director, el Premio Fipresci de la prensa internacional y la Copa Volpi al mejor actor —ex aequo para Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman— que recibió la película en la Mostra de Venecia 2012, así como sus actuales nominaciones a los Globos de Oro a mejor actor (Joaquin Phoenix), actor de reparto (Philip Seymour Hoffman) y actriz de reparto (Amy Adams). J. O.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Jul 15, 2014, 4:50:40 AM7/15/14
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Esta referencia estaba bajo el encabezado de opinión

Fuente.- El País, España
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OPINIÓN

El maestro es él

'The master' es pura trascendencia, pura complejidad, puro cine.

Javier Ocaña 4 ENE 2013 - 01:37 CET

Los que se frotaban las manos porque en Hollywood estaban haciendo una película sobre el origen de la Iglesia de la Cienciología se estarán dando de cabezazos contra la pared. Ni una gota de morbo. ¿Acaso esperaban otra cosa de Paul Thomas Anderson? The master es pura trascendencia, pura complejidad, puro cine. ¿La película más complicada de desentrañar desde 2001, una odisea del espacio? Quizá. Por eso aquellos que sacaron entradas para El árbol de la vida junto a la caja de palomitas y luego despotricaron durante meses harían bien en no repetir experiencia. Un lector ocasional o adicto a los best-sellers no prueba en la estantería de Dostoievski, Joyce o Pynchon y dice: “A ver esto qué tal…”. Así que no lo hagan con el cine. No es pose, no es clasismo cultural. Es solo un aviso.

“Prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor”, escribió Samuel Beckett. Una filosofía vital que podría tener su paralelismo en The master con esta frase inexistente en su relato: “Fornica, fornica más, fornica mejor”. ¿Dos horas y media de metraje reducidos a la batalla entre Eros y Tanatos, al imperio del Ello de Sigmund Freud, a la tiranía de las pulsiones, sobre todo las sexuales, por encima de la moralidad? No, porque The master es mucho más, aunque se abra con un tipo fornicando con una muñeca de arena en la playa y termine en la misma posición. Bueno, no “es”, digamos que “podría ser”, porque aquí nadie tiene la última palabra. Ni el más listo de los espectadores, ni el más listo de los críticos. Sencillamente porque el más listo es Paul Thomas Anderson: el mejor director vivo del mundo desde hace década y media.

The master, retrato oculto de Ron L. Hubbard, creador de la Cienciología, a través de la figura imaginaria de Lancaster Dodd, no cae en la tentación del dibujo personal; tampoco tiene una narrativa tradicional; ni los habituales giros de guión; ni una estructura donde los hechos se concatenan unos con otros. The master es pura pulsión, como la de su protagonista, el fornicador, un pobre tipo cargado de traumas que se convierte en el hijo adoptivo de Dodd. Pura pulsión sentimental, artística, emocional. También una tesis sobre EE UU como país. La tercera tras Magnolia, el mejor cuadro de la sociedad contemporánea que se haya filmado, y Pozos de ambición, estudio dramático sobre los orígenes del capitalismo americano, sobre la retórica del esfuerzo, sobre el triunfo del hombre hecho a sí mismo. Ahora The master elucubra sobre los orígenes de cierta religiosidad americana actual, del creacionismo a la dianética, donde todo se basa en el poder de la mente, en la personalidad que arrastra a las masas, a esos que Lewis Sinclair llamó los babbitts en aquella sátira sobre la vacuidad de la clase media americana llamada precisamente Babbitt. Un Sinclair que ya había retratado a otro Hubbard, a otro Dodd, en Elmer Gantry (adaptada al cine por Richard Brooks en El fuego y la palabra), algo así como el bisabuelo del Tom Cruise de Magnolia.

Anderson es un Sinclair que además de escribir tiene poderes sobrehumanos en su cámara. Capaz de hipnotizar con un plano en principio inocuo. Nadie filma como él. Y además se rodea bien. Jonny Greenwood, guitarrista de Radiohead, vuelve a ser el hijo imposible de Béla Bartók con su partitura. Philip Seymour Hoffman, capaz de dar miedo y dar lástima en apenas un segundo. Y Joaquin Phoenix, un animal salvaje suelto en cada toma. Decían que Anderson, atención, de solo 42 años, era el nuevo Kubrick. Nada. Anderson es solo Anderson. El maestro.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Jul 16, 2014, 5:03:36 AM7/16/14
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Fuente.- ABC, España
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«THE MASTER» 

O. R. MARCHANTE

Las coincidencias con L. Ronald Hubbard y su iglesia de la Cienciología son sólo el cebo que usa Paul Thomas Anderson para atrapar un pescado infinitamente más grande y esencial, el estado de ánimo de un país, Estados Unidos, en el coma inducido de la postguerra, y sobre todo el estado de ánimo del individuo, en cuya alma llena de estrías se atrincheran sentimientos tan incompatibles como la profunda depresión y la intuitiva y manipuladora sensación de renacimiento, de explosión y posibilidad de un hombre nuevo. El genial director usa materiales tangibles para hacer un retrato abstracto, un dibujo en el que no se aprecia el pájaro sino su vuelo. Materiales tangibles y sublimes, como la interpretación extrema de Joaquin Phoenix, que es la depresión, y la absolutamente magistral de Philip Seymour Hoffman, que es la vitalidad, la ilusión, la perversión y la causa… pero lo que vemos en la pantalla son los efectos. 

Impresionante choque de actores convertidos en la idea que sustenta la animalidad y la intelectualidad del hombre, y nos muestra un viaje terrible en el que serán los propios despojos los que subrayen su individualidad. Y en ese choque está lo sublime de esta película, en la capacidad de Phoenix para transmitir animalidad con ese Freddie Quell completamente roto y en la imposibilidad de Seymour Hoffman, o de su creativo personaje, Lancaster Dodd, en «pegarlo», o sea, en realidad, en sustraerle el animal que lo convierte en individuo. Una contradicción bien retratada en contradictorias secuencias en las que lo brutal, lo extremo, encajan con otras de pretendida serenidad intelectual, tal y como encajan los dos personajes, que se fotografían mutuamente y descubren su alma complementaria. «The Master» sabe ocultar la complejidad de lo que cuenta como un mago que enseña su mano limpia.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Jul 16, 2014, 5:05:44 AM7/16/14
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Fuente.- 20 minutos
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Crítica

Muchos pensaban queThe Mastersería una colección de rapapolvos contra la monstruosa influencia new age de la Cienciología, y un ataque frontal a sus demenciales principios éticos. PeroPaul Thomas Andersones un cineasta poliédrico, y los ataques frontales son solo para narradores mediocres que no saben hacer sangre insinuando. De hechoThe Masteres mucho más que un tirón de orejas a los cienciólogos y sus apóstoles. Es más, no es nada de eso, porque mira mucho más alto.

Como postre de la excepcional e hipnóticaPozos de ambición, una de las mejores películas norteamericanas de la pasada década, lo nuevo de Anderson susurra la ruina moral de un país descoyuntado. En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, en el desconcierto de un retorno traumático, en una nación socialmente rota, vagabundea un veterano (portentoso Joaquin Phoenix) arrastrando su inadaptabilidad y su inconcebible reinserción social, que es la de medio país levantando cabeza después del ingente esfuerzo bélico y de la ruptura en mil pedazos del llamado sueño americano.

En mitad de ese desconcierto aparece un profeta, un predicador pseudocientífico que canaliza el desconcierto histórico del momento en un movimiento apostólico que no es la Cienciología, sino cualquier bálsamo de esos sectarios para el espíritu en tiempos de crisis del que se aprovechan iluminados sin escrúpulos para hacer negocio y abducir conciencias. Anderson, dehecho, elude el discurso grueso de la denuncia contra el apostolismo new age, para rizar una turbadora reflexión sobre la forma demencial en que la voluntad individual se diluye en la colectiva hasta prácticamente extinguirse, ahondando en la siniestra naturaleza de la religión moderna como paracetamol de clase media-alta ávida de un porqué espiritual que encaje con sus vicios consumistas y sus pecados de casta pudiente.

Anderson caricaturiza todos esos credos, la religión de los ricos, con una mirada cínica y despiadada a la América de posguerra, dibujando una desasosegante dicotomía maestro-discípulo en la que se condensa el drama universal de la anulación de la conciencia individual en beneficio de los bastardos intereses de un grupo formado por individuosanulados. Un discurso que trasciende ampliamente las fronteras de lo espiritual-religioso para trascender al ámbito de lo político. Al fin y al caboThe Masterhabla del lado oscuro del poder, de la contaminación de la libertad individual en beneficio de los intereses de una élite que lo detenta y monopoliza con todos los medios a su alcance.

Lo nuevo de Anderson, decíamos, es todo esto y mucho más, porque es cine abierto a infinitas lecturas e interpretaciones. Película densa pero a la vez extraordinariamente magnética, escurridiza, porque cambia de rostro continuamente y porque exige ser pensada e interpretada. Anderson no simpatiza con los discursos premasticados,The Master es un hipnótico estudio de personajes en el que la esencia y la sustancia se esconden bajo llave. Bien está dejarse arrastrar por sus perturbadoras imágenes, por las imponentes composiciones de Phoenix y el inmenso Philip Seymour Hoffman o por la penetrante partitura de Jonny Greenwood, que, como enPozos de ambición, construye una atmósfera sonora inhóspita pero irresistible. Pero detrás de la fachada de cine formalmente mayúsculo subyace una poliédrica y excepcionalmente compleja lectura sobre eso que damos en llamar condición humana. Un asunto en el que, a tenor de lo visto en sus dos últimas películas, Paul Thomas Anderson es catedrático.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Jul 16, 2014, 5:09:07 AM7/16/14
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Hay otra crítica de Cineralia en este hilo.

Fuente.- Cineralia
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Crítica de ‘The Master’. El poder de la palabra

Enero 3rd | by Susana Peral | Criticas, Destacadas. 

Este próximo viernes ...

--corte de texto--

El director y guionista estadounidense Paul Thomas Anderson sabe como meter el dedo en la llaga, como llegar a lo más profundo y recóndito del pensamiento del ser humano y extraer, lo mejor y peor de cada uno: las mezquindades, el submundo de cada uno, sus más oscuros secretos y debilidades, dándole una forma que no se sabe muy bien si es la correcta visto desde la perspectiva de una religión u organización religiosa; pero ¿es el adecuado?; porque a través de esos ojos es como nos enfoca la fragilidad humana en este guión elaboradísimo.

Pasa, y no de soslayo, sobre los efectos de las guerras en las personas y lo vulnerables que pueden ser después de pasar una experiencia de ese calibre; algo que posiblemente no podrán olvidar y muchos intentarán camuflar con otras eventualidades de la vida que muchas veces no serán mejores.

A destacar como resalta la fuerza de la mujer en la sombra, no diciendo nada pero ejecutando todo, hay una imagen que se ve a la mujer como si de en un trono se tratase y dejando caer unas cuantas opiniones que al final son las que se cumplen, aunque a primera vista no fuese lo que se iba a hacer.

Impresionante una imagen de plano y contraplano de los dos protagonistas que es un duelo de titanes tras la pantalla, a cuál más grande de los dos quieres que la escena no termine porque no sabes si realmente alguno va a salir vencedor o uno como espectador tiene que decantarse por alguno tanto como actor y personaje en sí, parece que te lo muestran para elegir.

Que realidad más grande la frase que nos brinda la película “Sólo somos iguales ante la muerte”, una evidencia vital que es casi imperdonable que salga de la boca de una persona y que demuestra como el ser humano puede ser ruin por naturaleza, mirar desde lo alto al resto de los mortales como si de súbditos se tratasen y siempre imponiendo su autoridad, pero ¿realmente creéis que alguien es más que nadie? Los status sociales así nos lo han marcado, pero no es así o al menos yo lo entiendo que no, una cosa son las leyes terrenales que nosotros mismos hemos creado y que a ello nos ha llevado, a tener escalas sociales que exista gente que menosprecie a otra, simplemente por creer tener más poder.

Francisco Perez

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Jul 16, 2014, 5:10:59 AM7/16/14
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Fuente.- El Periódico
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DRAMA

De sectas y obsesiones The master

Viernes, 4 de enero del 2013

Con la excepción de Boogie nights, retrato de la industria del cine pornográfico en los años 70 y 80 en el que se reconocían ambientes, situaciones y personajes directamente extraídos de la realidad, las películas de Paul Thomas Anderson resultan casi siempre abstracciones por mucho que sepamos de lo que hablan. Pasaba en Sidney y Magnolia, se repitió en Pozos de ambición y su reconstrucción de la época de la fiebre del oro negro, y vuelve a ocurrir en The master, cuya fuente de inspiración sería la iglesia de la cienciología.

Anderson parte de una realidad concreta para llegar a su propia verdad, la del relato, la suspensión de las emociones y el requiebro de la ficción. En The master se reconocen las obsesiones de una secta, la manera que tiene su líder de controlar a los demás y de ejercer sus enseñanzas, y el proceso de depuración de un personaje (el encarnado por Joaquin Phoenix) que se hace acólito porque ha vuelto emocionalmente destrozado de la guerra.

Pero decir que The master es un filme sobre la cienciología es restarle méritos. La cinta de Anderson explora otras realidades y químeras de la América de los 50 y establece una dialéctica tensa y perturbadora entre sus dos personajes centrales. Philip Seymour Hoffman, el gran actor forjado filme tras filme a las órdenes de Anderson (aparece en todos menos Pozos de ambición) ayuda de forma notable a esa misma abstracción y el relato discurre entre la ira y la melancolía, entre el fin de una época y el nacimiento de otra aún más inquietante. QUIM CASAS

--------- fin ---------

Saludos

Francisco Perez

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Jul 16, 2014, 5:12:44 AM7/16/14
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Tercer aporte tomado de Cineralia

Fuente.- Cineralia
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Crítica de ‘The Master’. Usar a un loco para hacer creer

enero 8th | by Daniel Cobos | Criticas, Destacadas. 

La mayor casualidad de un demente es caer por accidente en un barco lleno de personas con tu mismo nivel mental… no es que te aparten y te miren mal, es que encima te veneran, te necesitan y te respetan.

El tema principal de la película parece estar envuelto por la religión de la cienciología, pero en realidad ‘The Master’ no hace un uso explícito de esta y se centra más en las relaciones personales, en la locura, en utilizar la confusión como método de cura.

Se sabe de sobra que todo hombre que va a la guerra vuelve a casa con la cabeza machacada y los sentimientos destrozados, aparte de no perder algún miembro o la vida… Es justo desde aquí, donde el cineasta Paul Thomas Anderson empieza a contarnos una oscura y triste historia sobre un loco llamado Freddie (Joaquin Phoenix) que a pesar de ser tratado como ganado por Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) un falso profeta, sabe hablar consigo mismo y mantener un mínimo de cordura para por lo menos, estar de pie y aparentar ser humano. Freddie se atrapa solo en las palabras de su nuevo amigo y no duda en someterse a todo tratamiento que el doctor Lancaster le pone sobre la mesa. Freddie es usado como ratón de laboratorio intentando deshumanizarle aún más. La cienciología está en proceso de adaptación y el doctor Lancaster junto a su familia, no dudan en hacer todo lo posible por extenderla con la mayor fuerza posible.

La narrativa está enderezada en todo momento por la fuerza de los dos protagonistas y por la esperada recuperacón de un loco que solo busca su camino. En verdad, si los primeros diez minutos no enganchan, está muy dificil acabar la película con un buen sabor de boca, pues ‘The Master’ como ya he dicho antes, es una película triste, lúgubre y con respuestas nulas a cualquier pregunta que nos hayamos planteado antes. Toda respuesta debe salir de nuestras propias conclusiones y si no se está preparado para ello, no la recomiendo en absoluto. Quizá ‘The Master’ sea la película más dificil de ver de este gran autor.

Visualmente, como ya nos tiene acostumbrados Anderson, la película es plástica cuadro a cuadro, aunque jamás podría llegar a la magnífica ‘Magnolia’. Aunque está rodada con cámaras de 65mm, la belleza de este formato casi no se aprecia al someter la pélicula a tanto tratamiento para que llegue correctamente a las salas de hoy en día.

Hay que destacar sin duda a Joaquin Phoenix, ya no solo por su interpretación verbal o gesticular, si no por su completa transformación menguante, adelgazando hasta parecer un completo anoréxico. También destacar al eterno segundón de grandes obras maestras, Philip Seymour Hoffman, que se presenta con una de sus mejores interpretaciones hasta hoy día.

En definitiva, ‘The Master’ no es facil de ver si te niegas desde un principio. Pero si tratas el film con calma y sabor, el incremento del IVA no dolerá tanto.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Jul 16, 2014, 5:16:28 AM7/16/14
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Crítica y análisis de ‘The Master’. El hombre indestructible

enero 9th | by Gerard Fossas | Criticas. 

La filmografía de Paul Thomas Anderson es característicamente homogénea desde el punto de vista temático, dado que cada película es un reflejo de las mismas obsesiones del talentoso director. En cada trabajo suyo PTA vampiriza un género (western, thriller, comedia, melodrama, etc.) desde su óptica personal para contar una historia que siempre planea sobre la puesta en crisis de tiempos dorados a través de una relación paternofilial disfuncional y una representación caustica de la sociedad y la historia norteamericanas.

En Pozos de Ambición, sin embargo, Anderson introduce una nueva fijación: el leitmotiv principal de la película es la batalla del hombre contra Dios, entendida como una lucha de poder por la supremacía envuelta en un contexto catalogable como fundacional del capitalismo moderno. En la película, el personaje de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) vive en una confrontación constante contra dos grandes rivales, primero la naturaleza que le impide conseguir su deseada fortuna y luego un joven predicador que se interpone en su camino hacia un monopolio sobre el petróleo. De todas formas, a pesar del fuerte contenido religioso, el discurso moral de PTA no se orienta hacia la veracidad o no de una ideología teológica, sino hacia el triunfo del materialismo sobre la espiritualidad que ha marcado el siglo XX a partir del choque de los dos extremos diametralmente opuestos.

A diferencia de su anterior película aunque sin dejar de desmenuzar los principios que rigen la sociedad moderna, en The Master el choque entre lo terrenal y lo divino es enfocado desde un punto de vista irónico desde sus raíces (no en vano, el culto que inspira la historia es una secta especialmente popular como la cienciología en vez de una religión) hasta su conclusión, ya que la película está íntegramente marcada por un ascetismo narrativo y estético, con una apuesta radical por mantener la trama en suspensión y concentrar el discurso en una serie de escenas con significado propio conectadas por el intenso tour de force interpretativo que mantienen Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman.

‘The Master’ en tres imágenes

Hay tres imágenes que son fundamentales en la película. La primera es la de las aguas revueltas de la estela de un barco que abre el film y que vuelve a aparecer hacia el final; imagen que PTA utiliza para subrayar, por un lado, que el recorrido de The Master comienza y acaba en el mismo lugar y, por otro, que lo que hay en medio es pura anarquía, aunque no exenta de despertar la misma fascinación vacua que observar un fuego ardiendo o unas aguas embravecidas.

El segundo momento importante es cuando a Freddie Quell (Phoenix) le explican el trabajo que tiene que hacer en el barco de Lancaster Dodd (Hoffman) y él, en vez de escuchar, le pasa una nota a una chica que tiene delante preguntándole si quiere tener sexo con él. Con esta contundencia que da la brevedad, PTA define los dos extremos que polarizan el discurso: Dodd, un hombre autoconsiderado mesiánico dispuesto a iluminar el mundo con su sabiduría, y Quell, un tipo errático que se mueve por impulsos primitivos (sexo, violencia y manutención básica) hasta el punto que llega a parecerse más a un animal que a un hombre. La ironía que estimula el discurso de la película es justamente la pureza que un ilustrado como Dodd ve en Quell y el consiguiente intento de dominarlo a través de su doctrina, de la misma forma que el hombre se siente atraído por la belleza de la naturaleza salvaje, siempre y cuando sea capaz acondicionarla a su merced.

Lo que nos lleva a la tercera imagen. Después de la declaración de intenciones y la definición de los personajes, lo que busca PTA es representar de un modo figurativo la arbitrariedad ideológica del dogma como concepto y como práctica. Hay que subrayar que la sátira de Anderson en este aspecto es extensible a cualquier dogma concebible, desde creencias religiosas hasta modelos económicos y políticos, ya que sin el marco de un contexto sociocultural explícito cualquier praxis basada en un dictamen teórico es tan arbitraria como cualquier otra.

En este sentido, probablemente la escena más significativa de The Master es esta en la que Quell practica el ejercicio de moverse de la pared a la ventana, mientras pronuncia palabras de forma indiscriminada, supuestamente para describir sus sensaciones. Hay muchos detalles que enriquecen este pasaje de la película, pero destacan la repetición sincopada del movimiento, la dilatación del tiempo que da la sensación de un proceso de aprendizaje hasta el punto que el paso errático de Quell parece cobrar un sentido lógico, la absurdidad de la práctica en contraposición al aparente objetivo adiestrador que persigue y, finalmente, el desconcertante final de la misma, donde colisionan el convencimiento victorioso de Dodd con el escepticismo incrédulo de Quell. Es en este punto cuando despuntan los rasgos arquetípicos de los dos protagonistas y cuando sus contradicciones colisionan en pantalla: el hombre sabio ha perdido el control de su propia doctrina, mientras que el salvaje demuestra que es capaz de mimetizar algo aprendido sin asimilarlo como propio, puesto es algo ajeno a sus impulsos naturales.

Esta escena, junto con el intercambio dialéctico del final de la película, aglutina toda la esencia de The Master. En este punto el film se destapa como un ejercicio de cinismo formal con el que PTA, autor que articula el lenguaje cinematográfico al servicio de sus obras como pocos directores son capaces de hacerlo, radicaliza todavía más su estilo para fingir que cuenta una historia, cuando en realidad lo que hace es deshojar la margarita entorno a una verdad universal: cualquier tipo de orden en la naturaleza es una impostura, y aunque el hombre haya tomado consciencia de sí mismo e intente desmarcarse del caos, siempre tendrá una fascinación latente por el desorden natural (en la película representada con la obsesión de Dodd por Quell). Por tanto, el único hombre que puede despertar admiración y desdén a partes iguales es este hombre “perfecto” que representa Quell, que abraza su condición animal, que vive sólo según la anarquía del universo y que, por tanto, se convierte en alguien incorruptible, admirable, intimidante e irresistible. En un hombre indestructible.

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Francisco Perez

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Aug 4, 2014, 2:13:39 PM8/4/14
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[Crítica] The Master

11/01/2013 04:00 

Autor: Antonio Sánchez-Marrón 

Ésta es la crónica de un naufragio. O la historia de cómo, con sólo un actor, un director es capaz de salvar los muebles de una película condenada al tedio y a la ininteligibilidad. Eso es The Master, el más pretencioso de los proyectos de uno de los mejores cineastas de los últimos años. Es ahora cuando tenemos, y debemos, añorar títulos como Magnolia o Pozos de ambición.

Hablar de The Master es hablar de una de las mejores interpretaciones que jamás nos ha brindado y brindará el talentoso Joaquin Phoenix, uno de los actores más infravalorados de su generación que en esta cinta demuestra porqué es un valor seguro. Rozando el extremo en cada una de las secuencias que rueda, Phoenix se convierte en el ángel de la guarda de un director al que le sobran minutos y le faltan hechos para contar una más que interesante historia.

The Master está incongruentemente construida. Aquí parece haber un planteamiento, aunque sólo lo parece, que va desembocando poco a poco en un desenlace vacío y falto de ideas. Gracias a su actor protagonista, y a lo que pueden aportar a la película nombres como Philip Seymour Hoffman, Amy Adams o Laura Dern, The Master llega a sostenerse en una delgada línea por la que deambula sobre el precipicio.

No vamos a discutir sobre si Anderson es un buen director puesto que sus anteriores trabajos, todos ellos, son magníficas piezas de autor en las que siempre ha sabido exprimir el talento de sus actores. ¿Quién podía pensar que Tom Cruise fuese a realizar tamaño papel en Magnolia? ¿O que Mark Walhberg saldría airoso de la tormentosa historia de Boogie Nights? Por no hablar de un excelso Daniel Day Lewis, quien él solo se construye a sí mismo en la ejemplar Pozos de ambición.

Nos dijeron, hace ya algunos meses, que The Master estaba inspirada en el origen y gestación de la Iglesia de la Cienciología, fundada en los años 50 por Ron Hubbard. Aquí hay un maestro, un líder, un carismático y familiar personaje que dirige el timón de un barco aparentemente alejado de cualquier convencionalismo social imperante en la época. El contexto lo tenemos. Pero es ahí donde yerra Paul Thomas Anderson. Al intentar trasladar la problemática psicológica de un Joaquin Phoenix in crescendo a lo largo que transcurre el metraje, vemos como la acción principal se va evaporando entre litros de brebaje y líneas que no conducen a ninguna parte. Llegan jóvenes soldados de la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos con evidentes problemas mentales. Pequeñas organizaciones intentan lavarles el cerebro de tal manera que deben convertirse en seres automáticos. Nada de esto, o muy poco, se muestra en The Master.

La última película de Paul Thomas Anderson es una auténtica decepción. Y más cuando las expectativas crecen sabiendo quién es su director y cuáles han sido sus trabajos anteriores. Sin embargo, el pulso no tiembla a la hora de afirmar que el mal humor ha invadido a este escritor tras salir de la sala de cine pensando sólo en aquello que pudo haber sido y no fue. O en lo gran actor que sigue siendo Joaquin Phoenix.

Lo mejor:

- La interpretación, inconmensurable, de Joaquin Phoenix.

- La banda sonora, con temas clásicos de Ella Fitzgerald o Jo Stafford.

- La dirección de Paul Thomas Anderson, con muchos toques de calidad.

- Absolutamente necesario verla en versión original.

Lo peor:

- Mucha forma, poco fondo.

- Ciertas partes de la película que ocasionan un gran aburrimiento.

- El montaje, falto de ritmo y muy monótono.

- Un guión inconcreto.

- Una película de esta magnitud no se puede sostener en un sólo actor.

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Francisco Perez

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Aug 4, 2014, 2:17:33 PM8/4/14
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Fuente.- Diario de Córdoba
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Al margen

The master

MANUEL ANGEL JIMENEZ 12/01/2013 

Desde que se estrenara en festivales internacionales la última película de Paul Thomas Anderson (cineasta un tanto ecléctico que algunos reconocen por la sobrevalorada, a mi entender, 'Magnolia') ha sido publicitada como si fuese un 'biopic' sobre el fundador de la Cienciología. Más acertado sería ver 'The Master' como si nos enfrentáramos a una interesante reflexión sobre la locura y la influencia de sectas religiosas en mentes perdidas después de pasar por violentas experiencias demasiado fuertes como para resistirlas. Y, desde luego, si hay algo excelente que merece la pena en esta producción es el trabajo actoral de sus protagonistas, sobre todo la lección magistral de arte dramático que, nuevamente, nos regala un Joaquin Phoenix en estado de gracia y Philip Seymour Hoffman. Las secuencias que componen juntos son verdaderos pulsos interpretativos, aunque es lastimoso no poder asistir al cien por cien a sus actuaciones al ser versiones dobladas las únicas programadas en la ciudad. No obstante, la violencia (no sólo física) del personaje de Phoenix, la forma de mirar, de caminar, la contradicción permanente en la que vive y el miedo que transmite, se pueden valorar y decidir si realmente le gana la partida a la forma de construir el personaje su antagonista; aunque son dos maneras muy diferentes de llegar a buen puerto en su travesía artística.

Podría confesar que esta es la cinta que más me ha convencido del director de la exitosa 'Pozos de ambición': no sólo por su impecable acabado, tanto a la hora de recrear época como en su ilustración musical y fotográfica, para una historia de relación entre dos inadaptados que buscan algo en el extraño juego de la vida. El guión arranca cuando un tipo regresa de la guerra completamente ido, intenta buscar su camino y encuentra el fracaso más absoluto debido a su estado nervioso y psicológico, a lo que no ayuda estar alcoholizado. En plena huida halla lo que podría solucionar sus problemas: alguien que puede ser un genio... o un estafador. Esa es la cuestión.

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Francisco Perez

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Aug 4, 2014, 2:19:02 PM8/4/14
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Fuente.- Shangay
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Crítica 

"The Master" - de Paul Thomas Anderson

16.01.2013 

Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern.
EE UU, 2012.

Paul Thomas Anderson lleva dándonos pistas en los últimos años de que su cine quiere jugar en una liga aparte. The Master, que en un principio se revelaba como una aproximación incendiaria al mito fundacional de la Cienciología -nada más lejos de la realidad-, es la película que mejor ejemplifica esta teoría. La charlatanería mesiánica de esta pseudorreligión, que para difundir su mensaje se aprovecha del hambre de esperanza y progreso de la sociedad estadounidense post Segunda Guerra Mundial, aquí funciona solo como pretexto para emprender un viaje hipnótico a lo más profundo de dos mentes que se anulan mutuamente, pero que se afanan por complementarse. 

Inmensa e inabarcable en su desafío narrativo, The Master se presta a las más retorcidas lecturas por colocar al espectador en medio de un perverso combate dialéctico y físico en el que no hay ganadores ni vencidos, solo dos seres al borde de la extenuación. A un lado, la oveja descarriada de Freddie Quell (Joaquin Phoenix) en busca de un cometido vital; al otro, el guía espiritual Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) necesitado no tanto de parroquianos que soporten su negocio como de cobayas que prueben sus teorías. Y lo que en principio comienza como un cuento paterno-filial acaba enroscándose en una tensa y sugerente espiral de dos hombres obsesionados el uno con el otro. 

Secuencias como la pelea en el centro comercial, el enfrentamiento con un opositor a la cienciología o el encuentro final de sus dos protagonistas en un clímax sostenido marca de la casa demuestran, además del enorme talento de Anderson en el plano formal -apoyado por la turbadora banda sonora de Jonny Greenwood y un reparto superdotado- que The Master es una contundente reflexión sobre la falta de rumbo, la búsqueda de asideros y la necesidad casi vital de cuestionarlo todo. Nada más acorde con los tiempos.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Aug 4, 2014, 2:20:37 PM8/4/14
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Fuente.- Levante, Valencia, España
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El maestro

Emili Piera

Vi la película The master con la espalda despegada de la butaca durante las dos horas largas de metraje, aunque no creo que se lleve muchos oscar, ni siquiera está nominada, incluso ha salido algo contrahecha pues a pesar de las excelentes actuaciones de Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, no responde, en mi opinión, a la pregunta esencial de cualquier relato: ¿qué me está contando? Me acordé desde el primer minuto de Sangre sabia, la terrible historia de John Huston, casi un documental, llena de humor cruel a costa de otro sujeto a la deriva que trata de crear una iglesia delirante. Los dos me parecen filmes profilácticos: si no eres un descreído, busca en las opciones clásicas „islamismo, budismo„ y, preferiblemente, en tu propia tradición. 

Sin embargo, en el retrato de esta secta, que no se llama Cienciología quizás por temor a una acción judicial de los afectados (las leyes antilibelo de Gran Bretaña han impedido que se publique allí un libro sobre la secta ampliamente distribuido en todo el mundo anglosajón, David Cameron se lo tendría que hacer mirar), se ve cuanto hay que ver en la génesis de una religión: una visión cosmológica, una escatología y hasta el amor abrasivo, humano y celoso de maestro y discípulo o los estallidos autoritarios del fundador. Decía Ernst Jünger „que invocaba al Dios luterano durante la tempestad de acero, pero que murió diciendo que no había otra inmortalidad que el cíclico florecer del jardín„ decía, digo, que los dioses los inventaron los hombres pero que ese no es argumento contra la existencia de parcelas en las que excavar buscando oro. Exacto. 

Era lógico que una religión postnuclear saliera como una mezcla de psicoanálisis, reencarnación y extraterrestres tutelares, los tiempos no dan para más y, después, aún darían para menos, no hay más que mirar los caretos al mando. Me interesa la religión. Sé bueno, pero mantente firme en lo alto de tu risco. No causes daño a ningún ser vivo sin necesidad: son de tu carne. Sobre todo sé tierno y delicado sin rendirte. Y hasta aquí puedo leer.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Aug 4, 2014, 2:22:52 PM8/4/14
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Fuente.- Slithers Music Zine
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The Master de Paul Thomas Anderson 

Domingo 20 de Enero de 2013 14:31 | Escrito por Celso Hoyo Arce

Paul Thomas Anderson ha vuelto a hacerlo otra vez: ha sacado a balancear a su bolita hipnótica y ha logrado de nuevo dejarnos a todos cariacontecidos, mudos y entregados en canal a la opípara causa de ese prieto movimiento tramposamente gravitatorio. Y decimos tramposamente porque el ingenioso truhan es tan bueno haciendo el truco que se diría que el hilo que sostiene la esfera circular no existe, que entre esta última y la mano que la piensa no hay conexión física alguna.

--corte de texto--

Desde su estreno en el Festival de Venecia del año pasado, mucho se ha hablado sobre THE MASTER sobre si su argumento abordaba el origen de la implantación de la Cienciología en Estados Unidos. Con toda sinceridad, plantear el film en esos términos es un craso error, que no lo va a beneficiar en absoluto. En modo alguno, el interés de Anderson es ese. El film sí tiene un indudable calado historicista, pero no es ese. 

Como ya ha quedado dicho con anterioridad, la apariencia, la epidermis, la capa visible de la historia se centra en la relación de marcadísimo y complejo –porque es mucho más- calado paterno-filial que se va a establecer entre taimado líder y vasallo fácil, entre domador fascinado avieso y entregado mordedor generoso, pero, en el fondo, Anderson descerraja una virulenta panorámica por la insanía social de una nación esculpida a fuerza de pasar por encima de la integridad y la decencia de los súbditos utilizados para esa elevación. Los años cincuenta y las consecuencias sicológicas colectivas de los distintos conflictos bélicos en los que se embarcó la nación para afirmar su todopoderosa primacía. El efusivo y desnortado malestar de Freddie no es sino el símbolo individualizado de todo ese maquiavelismo moral y de ese punzante e invisible encauzamiento global.

Sin embargo, más allá de su valeroso mensaje de fondo, THE MASTER seduce hipnóticamente por la cruel, rabiosa y certera solvencia escenográfica que dispone Anderson para capturar el choque de ansiedades mutuas que tiene la flagrante obligación de emplazar. El creador de BOOGGIE NIGHTS dispone esa severísima capacidad de evasión y deslizamiento con la que gusta de encuadrar a sus ya de por sí imprevisibles personajes. En esta ocasión la alinea con una serenidad más aquilatada, más depurada, más presta a la escucha de las criaturas convocadas en otras ocasiones, pues logra significar los dos puntos de vistas oponentes: de un lado, la naturaleza convencedora, discursiva, manipulante, engreída, obsesionada por la seducción de su verbo (esto se manifiesta con rotundidad en las escenas ejecutadas mediante escalofriantes plano/contraplano) y, de otro, la absorta, atónita imprevisibilidad que caracteriza el modo de saldar sus ímpetus y acorralamientos Freddie (la huída por los campos, la caminata hasta el barco en el que celebran la fiesta los miembros de la secta, las disputa con el cliente del centro comercial). 

En la subyugante intersección que dirimen estos dos antitéticos y necesitados caracteres es en donde Anderson sabe situar su particular posicionamiento analítico. Casi se diría que adoptando la postura de ese implacable y silente juez justiciero en la sombra que es el personaje de la esposa de Lancaster Dodd. Su presencia en perfecto segundo plano deja patente que, a pesar de la –imprescindible- apariencia verborreica del ejercicio, en un film de Anderson, un personaje sólo abre la boca cuando lo necesita.

Incómoda, agresiva, reposada, furibunda e impía, THE MASTER nos propone el retrato de una pareja de memorables personajes, en la que el director sabe aliarse con ambos sin hacerle trampa a ninguno. La incombustible, fértil, detallista e intensa genialidad de Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman se alían soberbiamente a la sañuda dureza del conjunto. Escenas como la de la escapada en moto, como la del encuentro en el barco con los dos personajes, como la de la reunión en Inglaterra final –esa despedida cantando y el contraplano lloroso de Freddie- , como la de esa pelea encuadrada al más puro estilo Hopper o como la del encuentro sexual posterior a la separación avalan la categoría de un creador audiovisual que, ahora mismo, está sobradamente en una merecida cumbre.

--------- fin ---------

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Francisco Perez

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Aug 4, 2014, 2:24:15 PM8/4/14
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Fuente.- El Adelantado, Segovia, España
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GRAN PANTALLA 

The master, de Paul Thomas Anderson

Andrés P. Llorente - Segovia

Son muchos los críticos que ensalzan y bendicen la figura de Paul Thomas Anderson como cineasta e incluso más de uno opina que, por importancia, viene a ser el sucesor de Stanley Kubrick y, por ende, el realizador de mayor trascendencia de nuestros días. Personalmente no quisiera restarle méritos, pero lo cierto es que no le cojo la gracia, su cine no me parece para tanto.

Nadie puede dudar del peso cinematográfico de proyectos como “Boogie nights”, “Magnolia”, “Punch-Drunk love” o “Pozos de ambición”, pero considero que en los quince años en que desarrolla su filmografía, se han realizado muchas películas, en mi opinión, de mayor enjundia y significación, sin necesidad de enumerarlas ahora una a una, porque excederían con mucho el espacio designado a esta crónica.

Quiero decir con ello que me parece exagerado el recibimiento, casi postrados de rodillas, que algunos han dispensado a su nueva película, “The master”, presentada en el Festival de Venecia, de donde llegaban las primeras crónicas en términos de absoluta rendición a sus supuestos encantos. Luego, en el momento de su estreno comercial, se ha repetido el rito y se ha vuelto machaconamente a hacernos saber de su inspiración y buenas maneras, de su inteligencia y de su arte. Vuelvo a decir que no me parece para tanto.

Es verdad que en Venecia se le otorgó a Paul Thomas Anderson el León de Plata que distinguía al mejor director, pero no es menos cierto que se le negó el León de Oro a la mejor película, que recayó en “Pieta” del coreano Kim Ki-duk, película que desconozco, por lo que tampoco puedo entrar en comparaciones.

Tampoco parece haber hallado mucho reconocimiento en los Oscar, porque únicamente ha recibido tres nominaciones y todas ellas en el apartado interpretativo, a Joaquin Phoenix como actor principal y a Philip Seymour Hoffman y Amy Adams como actores de reparto. Y ahí parecen estar de acuerdo con el jurado de Venecia, que también premió a Hoffman y Phoenix como mejores actores de su 69 edición.

Y es verdad que es digno de reseñar el trabajo interpretativo de estos actores, pero Joaquin Phoenix llega a ser algo cargante en su personaje, un veterano de guerra que sale muy tocado por su intervención en ella, y tampoco me parece que Philip Seymour Hoffman, desde luego un actor enorme, de el tipo y el carisma que hagan creíble al fundador de un fenómeno tan importante como la Iglesia de la Cienciología, si es a él, como parece, a quien se refiere Anderson en “The master”.

En fin, ésta es una película bastante más compleja de o que pueda hacer creer su sinopsis y Anderson parece complacerse en revestirla de cierto hermetismo, dando la impresión de ser más enigmática de lo que debería serlo una historia que transcurre aún cercana en el tiempo. “The master” puede hacerse, pues, bastante antipática, sobre todo para un público que simplemente busque entretenimiento o diversión en el cine, por esa tendencia al distanciamiento y a la ambigüedad y por cierta carga de abstracción destinada tal vez a buscar alguna trascendencia pero que, sin entrar en el juego de Anderson, seguramente dejará al público muy frío, casi indiferente, y de esa manera es difícil que una película deje huella excepto en un puñado de cinéfilos.

No es fácil, así pues, recomendar a nadie la visión de “The master”. Por un lado son muchos los elogios vertidos sobre ella y, consiguientemente, no deben ignorarse por parte del buen aficionado pero, por otro lado, existe un riesgo de esperar demasiado de esta película y salir luego decepcionado.

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Aug 5, 2014, 1:54:54 PM8/5/14
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Fuente.- EL Protestante Digital
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Blogs

Martes

José de Segovia Barrón

‘The Master’, todos seguimos a alguien

Como en la canción de Bob Dylan –que anuncia su conversión el año 79–, esta película nos recuerda que todos servimos a alguien.

23 DE ENERO DE 2013

“Si se te ocurre una forma de vivir sin un maestro, sin cualquier maestro, haznos el favor de decírnoslo, porque serás la primera persona que lo haga en la historia del mundo”. Con esta frase de la película The Master, se le dice al personaje de Joaquin Phoenix –Freddie, un veterano de la guerra en el Pacífico, a la deriva–, que no tiene mejor opción que seguir al señor Dodd –un claro trasunto de Hubbard, el fundador de cienciología , interpretado por Philip Seymour Hoffman–, a pesar de todos sus defectos y errores. La dura historia de Paul Thomas Anderson nos muestra que cuando Freddie no es esclavo de la tiranía de Dodd, lo es de sus propios instintos. ¿No hay libertad entonces posible? 

--corte de texto--

A medida que avanza la película, uno ve a Dodd tan vacío como Freddie. Este “charlatán vanidoso, atrapado en sus propias paranoias –como dice Quintana–, es el falso profeta de un mundo poblado por monstruos a la deriva, en el que los predicadores no hacen más que crear quimeras para alimentar los anhelos de los desheredados de un tiempo en el que la avaricia todo lo condiciona” . La presentación de su segundo libro, como en un culto religioso, nos muestra a un hombre inestable, que escandaliza hasta a su protectora –interpretada por Laura Dern–. Son criaturas sin rumbo, que sueñan con tener control sobre sus vidas rotas, para tener éxito y alcanzar la felicidad.

¿ES CIENCIOLOGÍA LA CAUSA? 

Lancaster Dodd tiene la misma afición por los barcos que Ron Hubbard , a quien le gustaba siempre fotografiarse de oficial de marina –estaba obsesionado con que era un héroe de guerra y estuvo siempre reclamando una condecoración, que nunca le concedieron–. Acosado por enemigos reales e imaginarios –el FBI le consideró un psicópata–, el escritor de ciencia-ficción que fundó la cienciología escapó en un buque, rodeado de chicas, donde pretendía ser el capitán que su padre quiso que fuera. Al frente de una flota de tres barcos que había comprado, erró por el Atlántico, convencido de que nazis y comunistas le perseguían. Como hace Dodd en la película con Freddie, buscaba tesoros que recordaba haber enterrado en encarnaciones anteriores.

Las similitudes con cienciología son innumerables . Lo que la Causa llama “procesar”, la Dianética lo denomina “auditar”. Es la forma de volver a experiencias traumáticas del pasado –que Hubbard llama “engramas” – en una parodia hipnótica del psicoanálisis, que la cienciología tanto odia. La repetida frase de que “el hombre no es un animal”, recuerda la pretensión de la cienciología de ser la primera en descubrir que “el hombre es un ser espiritual, no un animal”. La idea de la reencarnación, por la que los miembros de la secta firman contratos por billones de años –como reveló un antiguo adepto en el New Yorker –, está en la base tanto de la Causa, como de la cienciología. Ambas coinciden también en su mudanza a Inglaterra en los años cincuenta.

La presentación de Dodd a Freddie como médico y físico nuclear, es exactamente la que Hubbard usaba , aunque no pasó del segundo curso en la Universidad George Washington. El extraño título del segundo libro de Dodd recuerda los rumores sobre un manuscrito anterior a Dianética, que escribió Hubbard en 1935, bajo el título de Excalibur. Hay una escena que enfureció sobre todo a Tom Cruise cuando Anderson le dejó el guión. En ella, el hijo de Dodd dice que su padre “se lo inventa sobre la marcha”. Así como el hijo de Hubbard, después de ayudarle a establecer la secta, le denuncia por fraude –igual que sus ex-esposas–.

Francisco Perez

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Aug 5, 2014, 1:56:22 PM8/5/14
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Fuente.- El Faro de Vigo
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El valor de la decencia 

Pedro de Silva

24.01.2013 | 03:35 

Todas las religiones nacen en un punto, como una pequeña célula, que luego se va expandiendo, y algunas con el tiempo pasan de grupúsculo a secta, hasta que unas pocas acaban en verdadera religión, y a veces en una civilización completa (al menos media docena en el mundo actual). Paul Thomas Anderson bucea en The Master en el origen de la que hoy es una secta, y no se sabe si llegará a convertirse o no en religión, la llamada Iglesia de la Cienciología, un invento típicamente USA que combina supuesta ciencia, voluntad de redimir y evidente negocio, con un semioculto trasfondo extraterrestre, propio de la deriva mágica americana. Anderson asume el riesgo, y tal vez tiene el acierto, de analizar en paralelo como golpea esa surgencia "religiosa" en una mente y cuerpo humano roto y débil. The Master es, así, un experimento, un ensayo de análisis, hecho con inseguridad, o sea, con decencia.

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Francisco Perez

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Aug 5, 2014, 1:58:25 PM8/5/14
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Fuente.- Huelva Información
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Fila siete

Épica y provocadora

Vicente Quiroga | Actualizado 10.02.2013 - 01:00 

Como venimos sosteniendo en las últimas semanas la cartelera se enriquece estos días con la presencia de títulos que, no solo por su abultada acumulación de nominaciones a los Oscar, incluso en propiedad ya de premios obtenidos en certámenes y plebiscitos de aparente menor categoría, sino por su entidad cinematográfica. Son películas que están en la mente de todos y que muchos de los lectores habrán visto. Pero hay un film que nos llegó el viernes pasado con casi un mes de retraso con respecto a su estreno en España que, puede haber pasado más desapercibido, sobre todo por no estrenarse en la capital, pero que sin embargo tiene también candidaturas y galardones importantes.

Me refiero a The master de un realizador tan prestigioso como Paul Thomas Anderson a quien debemos películas tan importantes como Boogie nights (1997), Magnolia (1999) y Pozos de ambición (2007), que ha abundado en su filmografía en las relaciones familiares, la influencia de los medios de comunicación en la vida actual, las imprevisibles interconexiones entre sus personajes, la predestinación amorosa y el poder de las sectas. 

The master, que como recordábamos en la crítica publicada aquí el pasado miércoles, triunfó en el último Festival de Venecia, donde fue galardonada con dos premios destacados -el León de Oro a la mejor dirección y la copa Volpi al mejor intérprete, compartido por los dos protagonistas-, olvidada en los Globos de Oro, para los que presentaba 3 nominaciones, cuenta con 7 para la Critics Choice Awards, 4 para los Bafta, 4 por la Asociación de Críticos de Los Ángeles, los Gotham, los Satellite Awards y las Asociaciones de Críticos de San Francisco y Kansas pero tiene tan sólo tres nominaciones para los Oscar, que corresponden a sus protagonistas Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams, los dos últimos como mejores actores secundarios.

La película es todo un valiente alegato ante muchas actitudes morales de la sociedad norteamericana, un drama épico y provocador inspirado en la llamada Iglesia de Cienciología, que nos sitúa en los primeros cincuenta del siglo pasado cuando un destacado intelectual de arraigadas convicciones religiosas, Dodd, trata de imponer una organización religiosa. Un joven sin destino seguro, Freddie, que ha combatido en la II Guerra Mundial, le seguirá ciegamente y se convertirá en su colaborador más directo. Cuando Dodd consigue un gran número de seguidores, en Freddie irá creciendo el escepticismo.

Estamos ante una película poco habitual en la actual cinematografía estadounidense que interesa por la intensidad dramática del relato complejo, sinuoso y a la vez poderosamente atractivo en su insinuante trascedencia. Anderson, que, como su colega Tarantino es un asombroso conocedor de la cinematografía de todo tiempo, sabe componer las imágenes más impactantes en cada momento y posee una fluidez narrativa que es, quizás, su más fascinante virtud.

The master propende a la abstracción en muchos momentos pero, dentro del misterio de sus personajes, define perfectamente su personalidad. Por ello las actuaciones de Joaquin Phoenix y sobre todo Philip Seymour Hoffman, resultan más sólidas y convincentes. Ellos contribuyen a intensificar el poder hipnótico de muchas imágenes. Tema que es todo un reto para su realizador, contiene junto a la desmesura o grandilocuencia de algunas de sus situaciones, un marcado soplo poético, sensual, sarcástico y de ingeniosa agudeza. Estamos ante un gran director.

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Francisco Perez

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Lunes 11.02.2013, 16:32 hs | Montevideo, Uruguay.

Espectáculos 

En busca de una épica interior

Inminente. El viernes llega la película por la cual Joaquin Phoenix compite por el Oscar

THE NEW YORK TIMES | DENNIS LIM 

Amable y enérgico, Paul Thomas Anderson atraviesa la sala de huéspedes de su casa campestre en Encino, entre cajas llenas de libros y material de investigación.

Para The Master, que cuenta la historia de la intensa, simbió- tica relación entre Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoff-man), carismático líder de una secta en los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, y Freddie Quell, un atormentado veterano que ha estado en combate (Joaquin Phoenix), rastreó en todos los libros que pudo para conocer las enseñanzas del fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard.

Entre ellos estuvieron Dianética en el Limbo, un testimonio personal de Helen O`Brien, una de las primeras seguidoras del movimiento (y la inspiración para el personaje de Laura Dern en la película), y Misión en el tiempo del propio Hubbard (1973), sobre un viaje por mar que incluye búsqueda de tesoros y vidas pasadas. ("Estaba comenzando a perder los tornillos acerca de eso", dice Anderson). También investigó los escritos de exseguidores de la Cienciología y pioneros de movimientos paralelos como Dianología y Dianotes, y revisó varios años de ediciones de The Aberree, un periódico de la Iglesia de la Cienciología.

Anderson dice que mantiene una fascinación por el tema que lo consumió por largos años. "Reírse de todo eso, o limitarse a ser negativo, se vuelve difícil cuando uno mira las cosas de cerca y ve cómo la gente habla de sentirse mejor y tomar el control de sus vidas", razona.

Aunque la Causa, la casi religión de Lancaster Dodd es claramente un paralelo de la Cienciología, The Master está menos interesada en burlarse de ella que en evocar la vasta tradición norteamericana de búsqueda espiritual e infinita recreación de un elenco de soñadores, visionarios, charlatanes y autoproclamados profetas. La investigación de Anderson apeló también a trabajos académicos (Nadie conoce mi historia de Fawn Brodie, sobre Joseph Smith y la creación del Mormonismo) y seudociencia de autoayuda (libros como Viviendo sus vidas pasadas o ¿Son sus problemas psicosomáticos?). "Este material hace que tu cabeza dé vueltas", dice, esgrimiendo libros sobre psicocibernética, el movimiento EST y la teosofía de Madame Blavatsky.

POLÉMICA. 

The Master puede ser demasiado excéntrica para competir por el Oscar, pero le ha ido bien con los críticos. Con La noche más oscura y Django sin cadenas, ha sido una de las películas norteamericanas más debatidas del año, y confirma la habilidad de Anderson para generar opiniones más fuertes y contrastadas que cualquier otro cineasta de su generación.

La reacción más extendida, incluso entre quienes gustan de la película, ha sido el desconcierto. A muchos críticos les ha costado interpretarla y descifrar sus claves, y algunos reconocen que solamente comprendieron su verdadero significado luego de verla varias veces. Anderson dice sentirse agradablemente sorprendido por la reacción, pero también un poco frustrado: "Sabía que estaba haciendo algo diferente, pero no pensé que fuera de otro planeta".

Para él, The Master es obviamente la historia de la relación entre sus dos personajes centrales. "Esa conexión y ese amor, ese es el cemento", afirma. La amplia e infundada expectativa de que se tratara de una denuncia de la Cienciología, agrega, pudo haber desorientado a algunos espectadores. "¿Si no es eso, entonces qué diablos es?" Responder con precisión esa pregunta pierde de vista que las películas de Anderson siempre contienen multitudes. Si sus primeros títulos, como Juegos de placer (1997) y Magnolia (1999), fueron demostraciones maximalistas de coraje juvenil, empeñadas en probar cuánto podía resistir una película y a qué extremos podía llegar la temperatura emocional, sus obras más maduras han sido proezas de concentración. Tanto Embriagado de amor (2002) como Petróleo sangriento (2007) son épicas interiores, películas colosa- les que parecen ocurrir totalmente dentro del cráneo de alguien.

The Master avanza sobre sus predecesoras duplicando el espacio mental, creando un fluido paisaje interior para el duelo psíquico entre Dodd y Freddie. Por grandes que puedan ser sus temas, Anderson dice que siempre pensó su película como un drama de cámara. "En mi cabeza nunca hubo nada épico o enorme", insiste. "Todo me decía: `Hazlo más chico`".

ESTILO. 

Todo en The Master parece concentrado, desde la excéntrica, elíptica compresión de la narrativa hasta la atípica combinación del amplio formato de la película de 65 milímetros y la austeridad de la composición. Especialmente cuando se la ve proyectada en 70 milímetros, las escenas fragmentarias y la imagen inusualmente tajante y saturada pueden producir, como lo dice Anderson, "esa cosa hiperrealista que ocurre a veces cuando uno sueña".

"Vacilo al decir `como un sueño` porque parece un eufemismo para `sin sentido`", agrega el director, utilizando un término más crudo. "Pero todo el asunto de The Master tiene que ver con cerrar los ojos y revivir cosas. Encaja ciertamente conmigo el utilizar lentes que tienen cuarenta o cincuenta años. El vuduísta y el hippie que hay en mí siente que esas cosas van bien con la película".

Camino: El tema de la película es el eterno tránsito en pos de un sentido para la vida.

Gigantes de la actuación enfrentados 

THE MASTER 

Aunque "The Master" no logró colocarse entre las candidaturas al Oscar a mejor film que incluyen, absurdamente, a Los miserables, tiene tres nominaciones por actuación: Joaquin Phoenix como actor protagónico, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams como secundarios.

Para Phoenix, sobre todo, que se perfila como el único rival serio por la estatuilla contra el casi seguro ganador Daniel Day-Lewis de Lincoln, el film constituye un retorno por la puerta grande luego de los desconciertos generados por el sensacionalista seudodocumental autobiográfico I`m Still Here, que rodó con su amigo Casey Affleck. Buscando restablecer una reputación que ese film anterior puso en duda, Phoenix examinó cuidadosamente varios libretos antes de elegir uno, y el de The Master fue el primero que llamó realmente su atención.

Paul Thomas Anderson ha contado que escribió The Master pensando desde el principio en Philip Seymour Hoffman para encarnar al personaje de Dodd, y que sintió que necesitaba "un formidable oponente" para el papel de Freddie. Entonces recordó que cierta vez Hoffman le dijo: "Joaquin me asusta, en el buen sentido de la expresión", y entendió de inmediato que él debía ser Freddie.

Era por supuesto tentador contar con dos espléndidos ganadores del Oscar (Phoenix por Johhny y June, Hoffman por Capote) para los dos principales papeles del film, y, según Anderson, ambos actores se sintieron estimulados por el desafío.

Anderson declara que siempre admiró a Phoenix, especialmente por su oscarizada interpretación de John-ny Cash, pero que nunca esperó que fuera tan bueno como lo es en The Master.

"No estaba preparado para el nivel de inventiva y energía creativa que brota de él", afirma el director. "Y su nivel de disciplina. En sus apariciones en público parece un indisciplinado, pero eso es solamente para la prensa".

Phoenix le dijo desde el principio a Anderson que no quería autocontrolarse de manera alguna. "Todo lo que deseaba era exponer mi inconsciente", explica.

Anderson quería que Phoenix sacara a relucir su "costado animal", y le hizo ver videos de animales en cautividad para observar su comportamiento. Le mostró entre otras cosas un mono que aparece en el documental Baraka y le dijo: "Ese eres tú".

Error: No se trata, o al menos no en primer lugar, de una denuncia de la Cienciología.

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Viernes 15.02.2013, 06:33 hs | Montevideo, Uruguay

Espectáculos | CINE | GUILLERMO ZAPIOLA

Gran elenco para historia de búsqueda y decepción

Que esta película no figure en una lista de nueve candidaturas al Oscar a mejor film que incluye la absoluta inepcia de Los miserables es uno de los varios aspectos desconcertantes de lo que está ocurriendo de cara a los premios de la Academia. Y no es por cierto la única.

Seamos claros desde el principio. The Master no merece ganar el Oscar. Hay mejores (pero Argo no es una de ellas y va a ganar, de modo que seguimos en las mismas). Empero es una película ambiciosa, despareja, pretenciosa, inquieta, errática, y con ideas. Algo parecido a lo que ocurre con la Ana Karenina de Joe Wright, que igualmente quedó por el camino. Tiene cosas que están bien y otras que están mal. Cuando termina uno se queda pensando. Es más de lo que puede decirse de varias de las favoritas.

Otro de los puntos que cabe aclarar de entrada, y que es el que provocó acaso algunos rechazos norteamericanos, tiene que ver con lo que la película no es. No es una denuncia de los aspectos más oscuros de la discutible iglesia de la Cienciología inventada por L. Ron Hubbard, un mediocre escritor de ciencia ficción que a cierta altura de su carrera descubrió que la religión podía ser mejor negocio, y que además estaba exonerada de impuestos.

Es obvio, por supuesto, que el personaje encarnado en el film por Philip Seymour Hoff- man está moldeado sobre el auténtico Hubbard, aunque su culto se llame en el film, genéricamente, La Causa, y muchos detalles de la anécdota sean ficticios. Incluso la película se permite algún repliegue que solo captarán los conocedores: varios datos de la historia del discípulo encarnado por Joaquin Phoenix se corresponden también con la auténtica biografía de Hubbard, de donde puede entenderse que el film está construyendo un juego de espejos en los que el personaje más veterano y el más joven son de hecho dos versiones de uno mismo, y allí puede estar el motor de su compleja relación de amor/odio.

A partir de ahí se entienden mejor las intenciones del director y libretista Paul Thomas Anderson, que son probablemente más de una. Por un lado, sin duda, el retrato de ese Maestro que Hoffman compone formidablemente, otorgándole una mezcla de carisma, sinceridad aparente, capacidad manipuladora y ambigüedad esencial. Esos rasgos valen para Hubbard y también para muchos otros líderes de sectas, un fenómeno en auge en un mundo que acaso se ha quedado sin respuestas o busca aquellas que sean lo más sencillas e instantáneas posibles.

Por otro es la historia de una búsqueda, simbolizada por el personaje de Phoenix. El film no nos dice demasiado de él, pero sabemos que estuvo en la guerra, que su experiencia fue traumática y que viene de una familia fracturada. El encuentro con el Maestro implica para él, en principio, el hallazgo de un padre sustituto, y el proceso posterior añade dosis de decepción y desencanto. Al director y libretista Anderson le gustan los universos marginales y autosuficientes (la pornografía en Boogie Nights), las historias corales (Magnolia), los climas surreales o extremos (Embriagado de amor), las relaciones interpersonales complicadas (Petróleo sangriento). De todo eso hay en The Master.

La película tiende por cierto varios hilos dramáticos independientes, y tiene algunas dificultades a la hora de atarlos al final. Su mejor resumen es acaso la vertiginosa carrera en motocicleta que maestro y discípulo comparten en una escena: los personajes corren desesperadamente no se sabe bien a dónde. La película también vacila. Pero aunque no esté muy segura de su punto de llegada, se las arregla de todos modos para encontrar cosas interesantes en el camino.

De hecho, la Academia de Hollywod también las ha encontrado, y no en vano tres de sus actores (Phoenix, único rival serio para el Lincoln de Day-Lewis; Hoffman; Adams) son candidatos al Oscar. Incluso quienes detestan el film o dicen que no lo entendieron reconocen que su elenco es muy bueno. Lo que genera por lo menos otra pregunta ligeramente desconcertante. ¿Cómo se puede valorar positivamente unas actuaciones, y al mismo tiempo decir que no se sabe lo que una película ha querido decir a través de ellas?

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Un maestro 

Cultura 18.2.13

Por Gonzalo Curbelo

The Master. Dirigida por Paul Thomas Anderson. Con Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman. 

The Master es una película que ha dividido aguas en relación a sus virtudes y defectos; sin embargo, hasta sus más ásperos detractores han reconocido algo: que se está frente a una película importante, a algo que es mucho más que un simple producto orientado a arrastrar multitudes a las salas y que, al contrario, parece desafiarlas, pero sin abandonar por eso una calidad cinematográfica indiscutible. Que una mediocridad llena de trampas narrativas y anacronismos como Argo vaya, posiblemente, a quedarse con el Oscar a Mejor Película mientras que The Master ni siquiera haya sido nominada para dicho premio es suficiente para hacer el peor diagnóstico sobre éste, uno de los peores momentos históricos de la cinematografía estadounidense, pero al mismo tiempo que haya llegado a existir puede considerarse un signo auspicioso.

A priori se sabía que Anderson quería narrar la historia de un líder religioso, inspirada en la polémica Iglesia de la Cienciología, fundada por el escritor L Ron Hubbard en los años 50 y popularizada por algunos de sus adherentes hollywoodenses como los actores John Travolta y Tom Cruise. Esto podía hacer pensar que se trataba de una suerte de denuncia o exposición de las misteriosas prácticas de esta secta-religión- filosofía, pero quienes vayan a ver The Master esperando encontrar algo así van a sentirse más bien defraudados. Si bien “La Causa” -el nombre con que se habla de la organización en la película- tiene similitudes evidentes con la Cienciología en su combinación de técnicas psicológicas, pseudociencia y misticismo (y posiblemente el personaje de Philip Seymour Hoffman tenga mucho que ver con Hubbard), el tema de la película no son los posibles peligros del lavado de cerebro o las religiones carismáticas (apenas un entorno extraño en el que se mueve la trama), sino la imprecisa relación entre un líder egomaníaco (Seymour Hoffman) y un ex marino con evidentes problemas psíquicos y emocionales (Phoenix). Una relación ambigua que oscila entre la amistad, lo jerárquico, lo pseudofilial e incluso lo homoerótico, y que jamás devela su naturaleza interior sino simplemente sus efectos.

Esta relación está apoyada en los desempeños deslumbrantes de sus dos protagonistas masculinos, que llegan a su ápice en una escena en la que ambos son encarcelados y la cámara recoge sus reacciones (de extrema violencia en el caso de Phoenix y de serena arrogancia en el de Seymour Hoffman) con la pantalla dividida en dos por la separación entre las celdas. Dos actuaciones que se mueven en opuestos histriónicos y de las cuales es difícil elegir cuál es la más impactante, pero, de cualquier forma, lo de Joaquin Phoenix es simplemente magnífico: sin caracterizarse en lo más mínimo (más allá de una permanente y visualmente incómoda postura corporal que lo hace caminar encorvado), por momentos es difícil reconocer al actor, completamente disuelto en un personaje misterioso, traumatizado, por momentos repulsivo y siempre a punto de explotar físicamente hasta el punto de hacer que verlo sea algo casi doloroso. La elipsis absoluta que el guion hace de la experiencia bélica del personaje provoca que nunca sepamos exactamente si es ésta el origen de su personalidad turbulenta, pero esa experiencia bélica siempre está allí latente en la mirada quebrada de Phoenix.

Claro que no es sólo lo interpretativo lo que hace de The Master una película que irradia importancia; fotografiada por el virtuoso rumano Mihai Malaimare, la película abunda en planos majestuosos y mucho más prolongados de lo habitual en el cine estadounidense actual, dejando a las imágenes hablar entre los numerosos diálogos. Asimismo, la banda de sonido, que tiene el lugar preponderante habitual en las películas de Anderson, combina canciones de época que comentan las escenas -como la poderosísima “Get Thee Behind Me Satan”, de Ella Fitzgerald- con una serie de composiciones mínimas de Johnny Greenwood (Radiohead) que subrayan la extrañeza general del clima.

Pero todo esto es en cierta forma accesorio a lo que es una historia tan sólida como difícil. No hay nada particularmente complicado de entender en The Master, pero es una película que reclama más de una visión por la multitud de lecturas que propone y por su negativa a dar una respuesta única a la multitud de preguntas que plantea. Que tal vez sean menos de las que se puede creer y se resuman simplemente en un retrato de la soledad masculina, intentando solucionarse mediante los recursos menos tradicionales.

Tal vez el principal problema de la película sea su tono excesivamente distanciado de unos personajes con los que es casi imposible identificarse. Un distanciamiento que no es despreciativo pero que termina enfriando las posibilidades dramáticas del film a pesar de la intensidad de las interpretaciones. La impresión general que deja The Master es algo insatisfactoria, como si le faltara una de esas inflexiones catárticas y dolorosamente humanas que incluso parecían sobrar en películas anteriores de Anderson como Magnolia, pero es uno de esos defectos que tal vez sea una de sus mayores virtudes. Esta incompletud, que puede dar la sensación de estar frente a una obra fallida, no puede hacer olvidar que se estuvo frente a más de dos horas de cine en estado puro, sin concesiones. The Master no es una bestia domesticada que uno quiera llevarse a casa e integrar a su vida. Es tal vez, sí, una bestia enjaulada, pero que sigue gruñendo siniestramente detrás de los barrotes. No es lo mismo.

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Espectáculos - THE MASTER

Al maestro con cariño

La potente The Master se apoya en sus dos papeles principales

Rodolfo Santullo (especial para El Observador) - 19.02.2013, 05:00 hs 

Antes de pegar el salto a la cienciología, una práctica difundida por varias estrellas de Hollywood, entre ellas Tom Cruise y John Travolta, el escritor, científico y militar L. Ron Hubbard había desarrollado una idea similar pero bastante menos rimbombante llamada Dianética. El corpus de la Dianética consistía en una serie de artículos científicos publicados por Hubbard a principios de los años 50 en Estados Unidos, en los que se explicaba que mediante la exploración de vidas pasadas se podía curar ciertas enfermedades, descubrir el origen de las enfermedades mentales, transformar a homosexuales en heterosexuales y, mediante un proceso muy similar al de la hipnosis, llegar incluso a “alcanzar la paz mundial”.

Entre los años 1950 y 1951, la dianética salta a la cienciología; una religión o filosofía que entre otras cosas asegura que un tirano galáctico llamado Xenu, quien desde la estrella Markab dirige la Confederación Galáctica aprisionó disidentes de su confederación en la Tierra y de sus espíritus evolucionamos nosotros los humanos. Es en este punto en el que Paul Thomas Anderson centra The Master.

Hubbard es rebautizado aquí como Lancaster Dodd -encarnado por un magnífico Phillip Seymour Hoffman- y a partir de él la película retrata libremente la vida de Hubbard durante esos años. Sus intentos de difundir sus teorías presentadas como realidad científica basada en hechos y no en la fe, sus métodos a la hora de llevar adelante sus procesos e incluso su arresto por malversación de fondos, cuando fue acusado además por practicar medicina sin permiso. No es esta una biografía exacta ni tampoco pretende serlo, vale aclarar. Las teorías de Lancaster Dodd no son las mismas que las de Hubbard pero se le acercan mucho. Pero lo que más aleja a esta película del formato biopic habitual es su narrativa y su punto de vista.

La narrativa no es idealmente la clásica. No asistimos al consabido “inicio, desarrollo, desenlace” sino que, sujetos al punto de vista, acompañamos a Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un marinero que combatió en la Segunda Guerra Mundial y, traumatizado por ello, vaga de aquí para allá, casi siempre borracho. Más de 40 minutos se dedican a la construcción del personaje de Quell. Bajo el ala del Maestro, Freddie se torna una suerte de protegido y conejillo de indias, principal defensor de la teoría pero, a la vez, el menos convencido de la misma.

El nudo de la película es entonces el adoctrinamiento de Freddie a manos de Dodd y que por momentos pasa casi por el lavado de cerebro que podría llegar a realizar un culto. Esto choca una y otra vez con los planteos científicos y racionales de la teoría, al menos aparentes, que busca apoyarse en hechos y no en creencias. Esta dicotomía está muy bien desarrollada durante todo el metraje y es casi imposible terminar por concluir si Dodd es un loco, un fanático, un auténtico convencido de lo que dice o un chanta que inventa sobre la marcha.

La película no es perfecta, es verdad. Le sobra fácil media hora, es demasiado pausada y por momentos muy discursiva. Pero Anderson dirige con muchísima elegancia, apoyado en una fotografía verdaderamente hermosa (a cargo de Mihai Malaimare Jr.) y una más que adecuada banda sonora. Y por encima de todo, está el trabajo de su elenco. Si lo de Hoffman es imponente es lo de Phoenix lo verdaderamente admirable. 

La construcción de Freddie Quell debería de merecerle el premio Oscar al Mejor Actor al que está nominado (y que perderá de seguro a manos de Daniel Day Lewis). El Quell de Phoenix es un curso de actuación, en cada gesto, cada movimiento y cada palabra.

Al margen del resultado de esta película en particular, es bueno saber que dentro de la industria hollywoodense existe un autor como Paul Thomas Anderson, quien bajo sus reglas y sus condiciones continúa desarrollando una impronta personal (como con la estupenda Boogie Nights, la afamada Magnolia o la imponente Petróleo Sangriento). Películas como The Master sirven para recordar que hay otro Hollywood dentro de Hollywood.

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Aug 6, 2014, 11:17:36 AM8/6/14
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Fuente.- Pijama Surf
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Los peces grandes son más difíciles de freír: reseña de ‘The Master’, la película de Paul Thomas Anderson

Cine 

Autor: Aeolus Kephas 

Publicación: 21/02/2013 12:36 pm

Habiendo visto ya la película de Paul Thomas Anderson The Master, y respondiendo a los que me pidieron comentarios al respecto, usaré mi ojo de crítico de cine para hecharle un rápido vistazo. Obviamente, el tema (el retrato apenas velado de L. Ron Hubbard y los primeros años de la cienciología), es irresistible, especialmente porque me encuentro terminando un libro que trata de mi experiencia cercana con la mentalidad de culto. He aquí en breve lo que pienso de la película.

El escritor-director, Paul Thomas Anderson, ha hecho cinco películas previamente: Hard Eight, Boogie Nights, Magnolia, Punch Drunk Love y There Will be Blood. Dos de estas películas son realmente fantásticas: Boogie Nights y Punch Drunk Love, y Magnolia es casi una obra maestra. Hard Eight fue un debut muy fuerte, pero There Will Blood, la película que Anderson dirigió antes de The Master, creo fue en general un trabajo bastante pobre, a pesar de haber recibido muchos elogios de parte de los críticos.

The Master no es una obra maestra y tampoco es realmente fantástica; pero no es un caos total. Después de verla, me quedé con la idea clara de que Anderson no estaba interesado en explorar el funcionamiento interno de la cienciología o de la mentalidad de culto en general, sino que estaba interesado en la conformación de un estudio de personaje profundo y personal con dimensiones míticas (según lo intentó con Blood). Pero, como fue el caso con Blood, aunque no al mismo grado, falló al no desarrollar a sus personajes lo suficiente para llenar y llevar la historia, o para cargar con los significados abstractos más profundos que buscaba comunicar: su “narrativa mítica”. El resultado, como en Blood, (aunque de nuevo, no tan críticamente), es que la historia de la película y sus personajes no parecen tener un punto de encuentro. A la película le falta el flujo simbólico de toda buena narrativa, en la que la historia directa del personaje y la historia forman y resaltan a los personajes. Como resultado, la película a pesar de algunas escenas verdaderamente brillantes, nunca encuentra verdaderamente su impulso.

La narrativa mítica de Anderson se tiene que adivinar, pero parece que tiene algo que ver con la sirena de arena del principio de la película y con las dos imágenes de la apertura del mar (feminidad) y del casco de Freddie (Joaquin Phoenix) asomándose por encima de una bolsa de arena, que probablemente se supone debe ser un símbolo fálico. En una escena posterior, a Freddie le aplican una prueba de Rorschach y siempre responde al citar pussy o cock. Su naturaleza obsesiva fue explicada en as primeras escenas, cuando monta a la sirena de arena y se masturba en el océano. La escena masturbatoria se repetite después cuando Dodd (Philip Seymour Hoffman) es masturbado por su esposa, como un aberrante tipo de condicionamiento psicológico para lograr que deje el alcohol. A lo largo de la película se implica que Dodd es dominado y controlado por su esposa, y que ella es la fuerza que impulsa a “La Causa”. En una escena, ella le dicta mientras él escribe material que se puede asumir pertenece a alguno de sus primeros libros. Anderson tiene estos temas e imágenes freudianos y jungianos presentes durante toda la película, pero no están particularmente bien formados, o llevados a la superficie lo suficiente, de manera que no profundizan la tensión dramática entre los personajes. No es tanto que sean una ocurrencia tardía, sino todo lo contrario: parece ser que le interesan más los temas abstractos y considera que la historia y los personajes deben ser sus subordinados. Sin embargo, es tan sólo una conjetura mía, ya que estos temas nunca se muestran en su totalidad.

Francisco Perez

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Aug 6, 2014, 11:21:01 AM8/6/14
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Fuente.- Perú 21
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'The Master', de Paul Thomas Anderson (2012)

No se llevó ni un solo Oscar, pero tampoco los necesita. 'The Master' es la mejor película de la temporada y una de las obras más notables que Hollywood haya visto en los últimos años. Tenerla en la cartelera es un lujo. No hay que perdérsela.

Los hombres de Dios y los hombres de la guerra tienen extrañas afinidades. -Cormac McCarthy. 'Meridiano de sangre'

Astuta y magistralmente, la cámara está colocada por debajo de la línea de la mirada en casi toda la película. Ese contrapicado ligero pero constante que se aprecia en 'The Master' impregna una sensación de dominación, de autoridad. Y es que de eso habla la más reciente cinta del genial Paul Thomas Anderson: del poder, de la manipulación, de la autoridad. La historia de La Causa, una especie de secta religiosa liderada por 'El Maestro' (Philip Seymour Hoffman), tiene todas las resonancias de la polémica cienciología y de otras doctrinas modernas.

El protagonista principal es Freddie Quell (excepcional actuación de Joaquin Phoenix), un atormentado exmarino que, errático en su vida post-guerra, cae dentro de La Causa. La primera impresión que deja el personaje es netamente física: la mirada perdida, la joroba, la postura desgarbada. Es, además, alcohólico y parece tener obsesiones sexuales.

La secuencia inicial de la película lo presenta en una playa, junto a sus compañeros. Freddie proviene de un círculo de hombres y es por eso que entendemos la compleja relación que mantiene con lo femenino y las múltiples referencias traumáticas que aparecerán de allí en adelante: el recuerdo de su novia Doris, la figura de su madre con problemas mentales, la visión que sufre en una fiesta en la que ve a todas las mujeres desnudas. Todo lo femenino respecto a Quall se forma sobre la base de espejismos, sueños, anhelos.

Su contraparte, 'El Maestro' Lancaster Dodd, parece (recalco el 'parece') representar lo opuesto. Es la cabeza de una organización patriarcal, tiene una bella esposa, una hija recién casada, y se declara "enamorado" de la vida. La imagen de éxito y supremacía se hace palpable también en lo físico, con su aspecto robusto y saludable.

Pero el juego de las contradicciones empieza allí, en el encuentro de ambos personajes. Aunque disímiles a simple vista, los dos comparten más de lo aparente, comenzando por su gusto por el tóxico brebaje con el que brindan. 'El Maestro', por ejemplo, se ve sometido, en sus espacios más íntimos, por su esposa (notable Amy Adams). Otra vez, pues, y al igual que en el caso de Freddie, la figura femenina juega un rol preponderante, es un elemento de dominación.

El enfrentamiento argumental y actoral entre Freddie y Lancaster es llevado al extremo. Por un lado, entre ambos establecen la diferencia hombre-animal, una dicotomía que se subraya; pero por otro demuestran ser más débiles de lo que deberían cuando -cada uno a su manera- pierden los papeles al ser confrontados sobre sus miedos o sus dogmas. El estado de vulnerabilidad los une, la dificultad para encarar la vida de dos formas: la personal con sus fantasmas, o la comunitariacon sus voraces monstruos.

Francisco Perez

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Aug 6, 2014, 11:22:06 AM8/6/14
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Fuente.- Escribiendo Cine
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CRITICA

The Master

Cree en mí

Por Ezequiel Obregon

El realizador de ...

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Freddie es esa clase de soldado de guerra propio de la narrativa de Ernest Hemingway: alcohólico, encorvado, deseoso de una mujer que le quite las tensiones que acarrea. La esperanza palpita en él pero no como un impulso hacia el futuro, sino como un amargo quejido que deja entrever aquello que no fue. En su alrededor la sociedad se instala en un presente menos convulsionado (nos referimos al fin de la Segunda Guerra Mundial), pero algo en él es disonante, pesimista, casi psicótico. Cualidades que un actor como Phoenix puede aunar en una criatura tosca y a la vez querible, ente gravitacional sobre el que se suceden los hechos que narra el film.

Mucho se ha debatido sobre qué es lo que cuenta Anderson, pero resulta evidente que el foco está puesto en los inicios del Cienciología, doctrina religiosa (señalada como secta en más de una ocasión) que muchos conocerán porque tiene entre sus filas al actor Tom Cruise. No es incongruente que Freddie sea un personaje al borde de la animalización y que el Maestro se transforme en su guía. Ambos son emergentes del Desastre (así, con mayúsculas), el perfecto reverso de un mundo que se re-define y que necesita creer en algo. Hasta cuánto Freddie puede creer en lo que ve queda en una nebulosa, como así también hasta cuánto es cálculo en Lancaster Dodd, el Maestro. Un personaje al que Seymour Hoffman (otro tamaño actor) le imprime una ambigüedad enérgica, vibrante, por momentos demencial.

Francisco Perez

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Son dos partes, una para Anderson y otra para Zeitin, la segunda obviamente no está incluída en este aporte.

Fuente.- El Financiero, México
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Anderson y Zeitlin: guiando

Jorge Ayala Blanco - Lunes, 25 de Febrero de 2013 08:36 

El materialismo dianético delinea el retrato del perfecto héroe primermundista.

I. EL MATERIALISMO DIANÉTICO. En The Master (EU, 2012), vibrante sexto opus del macroautor total californiano de 42 años Paul Thomas Anderson (Magnolia 99, Petróleo sangriento 07), el tronado ex infante de marina alcohólico y obsexo Freddie Quell (Joaquin Phoenix genial) que sufre de síndrome traumático posbélico y ha intentado hacerla como fotógrafo de tienda (pero madrea sin motivo a un cliente) y cosechador de coles (pero envenena a un peón paternal con los brebajes a base de solventes que prepara), se refugia en un yate de lujo donde cae parado en las manos del seudocientífico líder místico de una secta-terapia omnicurativa de traumas removiendo tus vidas pasadas Lancaster Dodd (Phillip Seymour Hoffman cual supercarismático megalómano) que disfruta sus pócimas atroces y lo convierte en su protegido favorito y en conejillo de Indias modélico de sus arduos ejercicios psicoexasperantes...

... durante una triunfal gira por la Costa Este, ambos acompañándose incluso en un paso por la cárcel, pero provocando la grilla por envidia de la esposa archimanipuladora en frío medio sádica Peggy (Amy Adams), del maldito hijo castrado Val (Jesse Plemons) y de la calumniosa hija rubita eroprovocadora Elizabeth (Ambyr Childers) que integran la comitiva, hasta el deterioro de la relación magnífica, la huida sin término del cobayo humano Freddie por el desierto en el transcurso de un ejercicio y una fracasada tentativa de reencuentro en Inglaterra con el ahora demasiado célebre charlatán millonario.

El materialismo dianético delinea el retrato del perfecto héroe primermundista de nuestro tiempo en la efigie de un perfecto bribón desintegrado, su desarraigo, su fascinación por el primer Guía hitleriano que encuentra (inspirado en la figura del mediocre cineguionista fundador de la cienciología L. Ron Hubbard), su espontánea vocación de compulsivo guarura golpeador de todo cuestionante escéptico o editor hipercrítico, su descomposición crispada/crispante a flor de piel y rictus con acentuadísimo labio leporino, su autorrepresión instintiva que imaginariamente desnuda por completo a toda fan-hieródula del patrón pícnico vuelto grácil bailarín dionisiaco, su furia melancólica y su tristona añoranza del amor puro al nivel de un cacique rulfiano cualquiera y encarnado por la ingenua rubita pueblerina Doris.

El materialismo dianético despliega su carga expresivo-narrativa con brioso vigor sin adjetivos, pero con demasiado objetivos, dentro de un personalísimo cine de personajes y brillantes hechos contundentes en torno a volátiles ideas sobre la marcha y aberrantes creencias apabullantemente idiosincrásico-religiosas, con un retorcido Dios tonante en la dolarizada Tierra, oblicuamente visto desde la devota perspectiva de su criatura predilecta, y con alcance social inédito desde El ciudadano Kane (Welles 41) o Elmer Gentry (Brooks 60) o El apóstol (Duvall 97): totalizador totalitario en el neoscurantismo bienhechor de su gajo épico.

Y el materialismo dianético replantea la dialéctica poshegeliana del amo y el esclavo como una férrea interdependencia enferma del alter ego inasumible, un amor/odio siempre a punto de estallar para hacer pedazos la litera y el inodoro de la celda en la escena más intensa, una irrenunciable necesidad de carismático guía hitleriano y sumiso discípulo innombrable, una búsqueda del padre igual de abominable que la búsqueda del hijo, una inconsciente condescendencia mutua que va más allá de la comprensión instintiva de lo mejor y lo peor en la otredad, una perversión que provoca placer y dolor indeslindables, una complicidad ideal en el eufórico frenesí autodestructivo y un ridículo intento final por emular al Master con una ebria idiota ocasionalmente levantada en algún pub.

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Francisco Perez

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CINE

El dependiente

El precio que uno está dispuesto a pagar por sentirse refugiado y comprendido es el eje del filme, con un Joaquin Phoenix excepcional.

28.02.2013 

Por Pablo O. Scholz

Las películas de Paul Thomas Anderson son algo así como la antítesis del Hollywood tradicional, que da soluciones a toda trama, es simple, nunca incomoda y da todo semideglutido para el espectador. El creador de Magnolia es todo lo contrario. Plantea sus historias de una manera nada convencional. Involucra al público en historias que a veces parten de un joven tratando de encontrar refugio en una familia o congregación o como se le quiera denominar al clan de Boogie Nights o a la Cienciología. Son seres impulsivos ( Petróleo sangriento), cuando no indecisos, necesitados de afecto ( Embriagado de amor), contención y comprensión.

En The Master el tema es el precio que uno está dispuesto a pagar por sentirse protegido o formar parte de lo que sea -puede ser una religión, como en esta ficción sobre la Cienciología, o una ideología o movimiento político- cuando los límites se tornan difusos y ya no se sabe si se cree en lo que se le dice o si el lavado de cerebro fue tal que condiciona cualquier pensamiento. El problema es el abuso de confianza.

Pero Anderson también propone -y desarrolla- la necesidad de convivir o congeniar con otro, y no precisamente como pareja, cuando la relación de camaradería entre dos hombres se torna casi como una adicción irrefrenable, patológica. Freddie (Joaquin Phoenix) es la inestabilidad caminando. Reciente veterano de la Segunda Guerra, le cuesta horrores reinsertarse en la sociedad. También es muy probable que antes de enlistarse haya sido un rebelde inadaptado y marginado. Lo cierto es que conoce a Lancaster (Philip Seymour Hoffman), padre de La Causa -eufemismo por Cienciología-, quien con distintos métodos lo convence, o al menos Freddie se vuelve su adláter.

Pero sería minimizar decir que uno tiene un corazón salvaje, y el otro es un charlatán -eso sería en una película media de Hollywood-. Anderson presenta cada encuentro entre Freddie y Lancaster como un tour de force . Y en eso las interpretaciones -no actuaciones- de Phoenix y Hoffman son significativas, sustanciales.

Ya desde lo físico, encorvado y con la mirada inyectada de morbo, el actor de Gladiador construye un personaje único, de innumerables matices, al que sus tonos de voz y su crispación lo vuelven tan magnético como hipnótico es el que edifica Hoffman. Son dos caras de una misma moneda, unidas no sólo por los cócteles explosivos que con solvente el alcohólico Freddie le prepara a su maestro. Los daños emocionales que el maestro le inflige a Freddie, ¿hablan de una posterior cura? Freddie, tras conocer al Maestro, ¿está mejor? 

Es esa dependencia insana, casi mutua, esa devoción -otra constante en la filmografía de Anderson- la que vuelve a la historia tan enigmática. Trata sobre la lealtad, también sobre la traición y la pasión -los personajes femeninos, como el de la esposa de Lancaster, por una Amy Adams excepcional- cuando nada de ello está edificado sobre bases firmes. 

Y desde lo formal, rodada en 70 mm, la iluminación de Mihai Milamare Jr. -vino a la Argentina a hacer la fotografía de Tetro, de Coppola- y la banda sonora de Jonny Greenwood, apuntalan la columna vertebral del filme.

El cine de Paul Thomas Anderson tiene una entre otras enormes virtudes: incomoda.

The Master nos pregunta por la malicia de ciertos cultos, si hay esperanza en el ser humano, y cuestiona la fragilidad de su esencia.

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Francisco Perez

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Aug 7, 2014, 1:56:30 PM8/7/14
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Cine de ideas para ver y reflexionar

El nuevo film del siempre original Paul Thomas Anderson es un cuerpo extraño dentro de la industria cinematográfica. Con los protagónicos de Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix, una cinta para mirar y volver a ver. 

28/02/2013 08:50 - TODO SHOW

Por Gustavo J.Castagna, para Tiempo Argentino

Ningún film se parece a otro en la obra de Paul Thomas Anderson. Ninguna de sus películas son fáciles de digerir, más allá del carácter festivo de Boggie Nights, la estructura coral de Magnolia, la comedia negra que proponía Embriagado de amor y el debate dialéctico entre dos visiones confrontadas de los Estados Unidos en Petróleo sangriento. Pero la mirada del director está en cada una de ellas, deslizándose entre lo real y lo onírico, planteando dilemas sin solución, colocando su bisturí cinematográfico donde más molesta. Y, por si fuera poco, desconcertando a propios y extraños, valiéndose de un talento y de una acumulación de ideas que poco tienen que ver con el adocenado y conservador cine estadounidense.

Por eso, The Master es su película más ambiciosa, con más subas que bajas, planificada para la reflexión y no para el goce inmediato, tal vez necesaria de dos o tres visiones antes de arribar a conclusiones definitivas. El pretexto argumental se relaciona a los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial donde se presenta un personaje ajeno a la razón y a lo normal, Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un indócil sujeto que carga con las secuelas del conflicto bélico pero que se sospecha que siempre tuvo un comportamiento similar. En su desprolija existencia se cruzará azarosamente con Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), inspirado en L. Ron Hubbard, líder de la Iglesia de la cienciología, un sujeto manipulador, creyente a rabiar en lo suyo, un maestro con todas las letras.

De allí en más The Master establece su tesis, que parece de vuelo corto pero infinita en sus capas donde se superponen diferentes caminos para conocer la verdad, lo absoluto, el sometimiento, la revelación, las idas y vueltas de una trama que juega con las contradicciones y las preguntas sin respuestas (o al revés, con muchas certezas al mismo tiempo) en lugar de aferrarse a las afirmaciones absolutas. En ese punto, Anderson elige una puesta en escena gélida desde la empatía hacia los personajes, cuidadosa al detalle desde la forma y cerebral y nunca concesiva al espectador.

Las muchas conversaciones cara a cara entre Freddie y Lancaster, la formidable secuencia donde el aprendiz acepta los mandamientos de La Causa y el pasaje donde los dos personajes vagan por el desierto, resumen las ambiciones y las libertades expresivas de la película.

Entre lo real y lo onírico, la cinta es un bienvenido desafío al público y al cine mismo de los últimos años. Debate dialéctico, suspensión de lo real, actores magníficos (impresionante Phoenix; autocontrolado Hoffman para bien de la película; notable Amy Adams en su ambigua criatura sometida y poderosa al mismo tiempo), The Master ni ahí es puro entretenimiento pero tampoco es un ejemplo de cine arte concebido por Hollywood. Es un cuerpo extraño dentro del sistema, un ovni cinematográfico digno de ver, disfrutar, analizar y volver a mirar. 

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Francisco Perez

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Aug 7, 2014, 1:57:49 PM8/7/14
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Fuente.- Página 12
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Jueves, 28 de febrero de 2013

CINE › UN FILM EXCENTRICO EN MAS DE UN SENTIDO

El lado B del sueño americano

En The Master, Paul Thomas Anderson, un autor a la europea pero hecho en Hollywood, propone un particular retrato generacional, concentrado en dos personajes que de tan antitéticos no pueden sino atraerse, como polos imantados.

Por Diego Brodersen

Con apenas seis largometrajes realizados a lo largo de quince años, Paul Thomas Anderson es, a esta altura, una suerte de tótem cinéfilo. Tal vez no a la altura de un Stanley Kubrick, pero sí lo suficientemente esporádico y extravagante como para que cada una de sus nuevas obras sea esperada con una importante dosis de reverencia. En otras palabras, esa rara avis, el autor a la europea made in Hollywood. The Master, gran perdedora a la hora de las nominaciones de los Oscar 2012, es un film excéntrico en más de un sentido. La decisión de rodar en 65mm, un formato virtualmente extinto, hizo agua las bocas de los fetichistas del celuloide, aunque la película poco y nada tiene que ver con los relatos épicos usualmente relacionados con esa tecnología: el film de Anderson es, en gran medida, un drama de interiores. (De todas formas, se produjeron tan sólo 16 pocas copias en 70mm y ninguna de ellas llegará a la Argentina.) Más allá de este aspecto técnico, que semeja a una empresa quijotesca en plena conversión de la industria cinematográfica al digital, The Master no se parece a muchas otras películas de su mismo origen.

Apenas fue anunciado el proyecto, la polémica se instaló sin que Anderson hubiera rodado un solo plano. Pero The Master no podría estar más lejos del retrato biográfico de L. Ron Hubbard, el controvertido creador de la Cientología –la “filosofía religiosa” con altas dosis de autoayuda que tantos adeptos ha ganado en la costa oeste americana– que le sirve de inspiración. El realizador propone en cambio un particular retrato generacional, concentrado en dos personajes que de tan antitéticos no pueden sino atraerse, como polos imantados. Freddie Quell (un Joaquin Phoenix siempre al límite del estallido total) deja pasar los últimos días de la Segunda Guerra a la espera de su regreso a casa: en las primeras escenas se lo ve teniendo sexo virtual con una mujer de arena o preparando tragos con ingredientes poco ortodoxos, incluido el combustible de un navío. Ya de regreso en la vida civil y con un nuevo trabajo como fotógrafo, la emprende a golpes con uno de sus retratados en pleno centro comercial, delante de decenas de clientes. Resulta evidente que su psiquis está bastante maltrecha, pero si Quell es un “loco de la guerra” o ya estaba arruinado de antemano, no es algo que el film descifre. Ni falta que hace.

Anderson sigue a Quell en su búsqueda (o escape) de sí mismo hasta que se topa con el doctor Lancaster Dodd, interpretado por un favorito del realizador, Philip Seymour Hoffman. Dodd es El Maestro, el líder de La Causa, un movimiento que entrecruza la psicoterapia, la fe religiosa y las ansias de superación personal. Ese encuentro, que semeja más un choque estelar, guiará el resto del relato hasta la última escena. Pero antes quedará claro que el inestable Quell, obsesionado con el sexo, el alcohol y la violencia, necesita a su mentor, el aparentemente autosuficiente y procurador Dodd, tanto como éste necesita a su protegido. En realidad, ese “ser primitivo”, el hombre bestial encarnado por Quell está bastante más cerca de Dodd de lo que las apariencias parecen indicar. La suya es una simbiosis fuera de serie, que incluso amenaza con desestabilizar el orden de la particular familia de seguidores del carismático caudillo religioso. Entre ambos, la esposa del Maestro, Peggy (Amy Adams), personaje no sólo relevante sino imprescindible en la historia, mente rectora y racional, el único personaje que parece ser dueño de algo parecido al autocontrol. O tal vez ese sea otro espejismo.

Francisco Perez

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Aug 7, 2014, 1:59:04 PM8/7/14
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Fuente.- La Nación
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Cine

Un film excelente con destino de clásico

Por Diego Batlle | Para LA NACION

T he Master , como todas las películas de Paul Thomas Anderson, permanece en la memoria mucho tiempo después de que se encienden las luces de la sala. Podrá gustar más o menos, pero el cine del director de Boogie Nights: Noches de placer , Magnolia y Petróleo sangriento está hecho para perdurar y trascender. En una industria como la de Hollywood, que realiza tantos productos efímeros, la existencia de un autor tan estimulante, audaz, provocativo y, si se quiere, hasta megalómano resulta una bienvenida anomalía.

No es The Master una película fácil, pero es una gran película. Concebido a contramano de la demagogia y la superficialidad que dominan al cine contemporáneo (no es fácil empatizar con sus protagonistas), este film propone un implacable y demoledor ensayo sobre la manipulación psicológica, la dependencia emocional y las más profundas miserias humanas.

El protagonista es Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un tosco marino dominado por el alcoholismo, la obsesión sexual, la desesperación, el dolor y la angustia existencial que, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, profundiza su derrumbe hasta que cae en manos de Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), el Maestro del título (personaje inspirado en L. Ron Hubbard, fundador de la controvertida Iglesia de la Cienciología) y opuesto complementario de aquella alma en pena: un líder brillante, seductor y carismático de esos capaces de encandilar y someter a sus seguidores.

El film -ambientado en los años 50, esa época de posguerra en la que se cimentó el sueño americano- se centra en la relación de dependencia, de atracción mutua entre estos hombres tan disímiles (en todo sentido) entre sí. Freddie encuentra cobijo y protección, casi una familia adoptiva, mientras que Dodd tiene el cobayo ideal para desplegar sus técnicas experimentales, desarrollar sus investigaciones y aplicar su doctrina.

La película puede resultar un poco árida por momentos, algo caótica en otros (el director prescinde de una evolución dramática tradicional), pero nunca deja de fascinar y atrapar. Es que The Master tiene tres pilares para sostenerse en las alturas: la inteligencia como guionista y el virtuosismo como narrador de Anderson y las descomunales actuaciones, pletóricas de matices (del intimismo a la grandilocuencia), de la dupla Joaquin Phoenix-Philip Seymour Hoffman, muy bien acompañada por una Amy Adams (Peggy, la esposa de Dodd) que en pocas escenas y desde las sombras se convierte en un personaje decisivo.

Trágica y cómica, bella, amarga y desgarradora a la vez, The Master constituye una experiencia que exige (y merece) una activa participación del espectador. Paul Thomas Anderson entrega una película inasible, fragmentaria, pero con unos cuantos pasajes en los que aflora el gran cine (como el interrogatorio resuelto a puro primer plano), esos momentos sublimes que lo convierten en un film con destino de clásico.

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Francisco Perez

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Aug 10, 2014, 3:53:20 AM8/10/14
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Fuente.- El Nacional
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Caos y convicción

En The Master, Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman son dos opuestos que se atraen: una fuerza sin orientación y una certeza peligrosa

ALEXIS CORREIA 28 de febrero 2013 - 12:01 am

The Master está contada de una manera en la que prácticamente no importan los nombres o los apellidos. Una cátedra de introducción cinematográfica poco convencional muestra, más a través de impresiones y atmósferas que de una narración hilada, a un hombre (ex tuerca insignificante en el engranaje bélico de la Segunda Guerra Mundial) en cuya vida hay episodios de sexo y emborrachamiento compulsivo, pereza, violencia, abandono, desempleo, inestabilidad y, en resumen, una gran vaciedad. Se encuentra a otro que parece sabérselas todas, aunque quizás en el fondo no es mucho menos inseguro y vacío que él: un tercio de pastor religioso, un tercio de humanista y un tercio de “científico”, que le habla de fuerzas extraterrestres invasoras, magnitudes medidas en trillones de años y regresiones a vidas anteriores.

En The Master, diciendo poco, se dice mucho. Es una película que pudiera resumirse en la noción de que una persona sin rumbo y en el margen de lo socialmente tolerado pudiera ser, en el fondo, más humana y menos dañina que un loco con una convicción.

Una de las características de la temporada del Oscar que acaba de terminar fue la polémica (seguramente inútil) acerca de la fidelidad a los hechos históricos de películas como Argo, Lincoln y Zero Dark Thirty. En The Master, Paul Thomas Anderson posiblemente se aproxima a los orígenes del culto religioso conocido como cienciología (o dianética, uno de los nombres con los que se presenta), cuya cara más famosa hoy es quizás el actor Tom Cruise. Su arma es más la alusión que la cita exacta a pie de página, por eso Anderson desorientará al que vaya con una libreta para anotar datos con los que armar una polémica gratuita.

Joaquin Phoenix interpreta a la fuerza indomable y caótica de la naturaleza (el marinero Freddie); Philip Seymour Hoffman es la mente que asegura haber encontrado la ingeniería para la emancipación definitiva del instinto animal. En el medio de ambos, una mujer que controla dejándose controlar: Amy Adams como Peggy, la esposa del seudofilósofo Lancaster Dodd.

Pudiera ser, en realidad, una película sobre cualquier tipo de secta fanática. Lo que, al menos para cierto público, convierte a The Master en un filme que, a pesar de su relativamente escasa cosecha de premios, es tan o más relevante que cualquiera de los anteriores acerca de un ámbito sumamente sugerente del alma de Estados Unidos desde su origen como nación de colonos: el radicalismo religioso como estrategia individualista de supervivencia y rapiña ante la vaciedad espiritual y la desconfianza a las instituciones colectivas.

O puede verse como una cinta sobre la compulsión en general: la manera en que llenamos las horas con automatismos que creemos que tienen un sentido o con respuestas a preguntas que probablemente jamás se resuelven del todo. The Master carece de un final feliz o una conclusión: quizás lo más sensato sea asumir al ser humano como una criatura tan animal como racional.

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Francisco Perez

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Aug 10, 2014, 3:54:41 AM8/10/14
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Fuente.- Veintitres
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Cine. El origen de la cientología en clave impresionista.

Yo, el supremo

The Master

Dirección: Paul Thomas Anderson

Con Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams. 144’

Por Jorge Luis Fernández

Naseem Hamed, el pugilista de origen yemenita, defendía su corona con estilo irreverente, casi marcial. Tras su aspecto simiesco, de farsa, había una amenaza latente. Y lo mismo ocurre con Freddie Quell, el primer rol de Joaquin Phoenix tras su aparente derrape en el falso documental I’m Still Here. La genealogía de Quell también puede rastrearse en el celuloide: es un psicópata sexual como Alex DeLarge, un retardado como Forrest Gump, un borracho que destila licores con lo peor de la tabla periódica. Para 1950, es un veterano de guerra en caída libre. Y entonces aparece Lancaster Dodd, “el maestro”, un loquito iluminado y estafador de poca monta; el personaje que Paul Thomas Anderson prácticamente calcó de L. Ronald Hubbard, padre de la cientología.

Quell y Dodd (el siempre impecable Hoffman) se medirán y habrá atracción mutua; el primero se cree mesías, el otro es un salvaje sin freno. Son amo y esclavo, civilización y barbarie al servicio de un plan superior. Como los personajes de Wahlberg y Reynolds en Boogie Nights, como el público cebado por el charlatán televisivo de Magnolia (Tom Cruise, embajador de la cientología, para más intertexto), Anderson tiene el don de volver a sus actores criaturas ingobernables. Los matones que el cine hizo grandes son un chiste frente al frenesí de Quell (quell: acallar, sofocar; aunque sea con alcohol fino). No hay método que enseñe tanta locura. Y en The Master, esa relación enfermiza, destinada al fracaso, transmuta una suite impresionista. Anderson inserta paisajes en 65 mm, contrapuntos pendulares de cuerdas y bronces (gran trabajo del guitarrista de Radiohead, Jonny Greenwood), discursos engolados que entretejen escenas. Y una sutil elipsis allí donde se aguarda estridencia.

Cuando Quell decide vengar al maestro, sólo se muestra el antes y después de la paliza, pero la cámara se regodea en esos momentos. Como ya se dijo, The Master es sobre cientología, y algo más. Al igual que el Aguirre de Herzog, Quell y su maestro recrean la verdadera historia. Y en ese tránsito fundan un mundo nuevo.

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Francisco Perez

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Aug 10, 2014, 3:56:10 AM8/10/14
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Fuente.- Vértigo Político, México
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The Master: todo hombre necesita un guía

Redacción 

03/Mar/2013 18:53

Por: Francisca Yolin

Paul Thomas Anderson es uno de los directores más relevantes de las últimas décadas, gracias a una firme propuesta cinematográfica que ha mantenido en su filmografía entre el anonimato comercial y el éxito frente a la crítica, con filmes tan memorables como Boogie Nights (1997), Magnolia (1999) o There Will Be Blood (2007).

Y eso es algo que parece ir creciendo. El cine de este director estadunidense se está haciendo más intrincado de lo habitual. De algo inteligente pero relativamente ligero, como Magnolia o Punch Drunk Love, a sus sucesores There Will be Blood y The Master, su último filme, hay una distancia marcada por una gran magnitud y una profundidad exquisita.

La complejidad de las historias de Paul Thomas Anderson parte de sus obsesiones por crear estructuras que funcionen de manera coral, donde las historias se van entrelazando.

The Master se centra en la relación adictiva entre dos personajes contrapuestos, que se complementan y necesitan: el maestro de la secta La Causa, el embaucador y seductor Lancaster Dodd (Phillip Seymour Hoffman, ganador de un Oscar por este papel), y Freddie Quell (Joaquim Phoenix), un perdedor nato, un tipo con un oscuro pasado que trata de ocultar su vida retorcida, quien encuentra en La Causa una familia y ve en su pastor al padre que necesita para que le marque la vida futura y le redima de su pasado.

Ambiciones

Mucho se ha debatido sobre qué es lo que cuenta Anderson. Pero resulta evidente que el foco está puesto en los inicios de la Cienciología, doctrina religiosa señalada como secta en más de una ocasión.

Eso sí, Thomas Anderson no viene a darnos lecciones: el acercamiento a los personajes es neutro, sin una evaluación moral sobre ellos. El realizador construye una puesta donde impera la magnificencia; de hecho, la rodó en el anacrónico formato de 70 mm.

Esa construcción grandilocuente se extiende en la predilección por fotografiar grandes espacios (el mar, el desierto) o espacios más reducidos que gracias al uso de lentes devienen enormes, aspecto que transforma a Anderson en el cineasta contemporáneo más emparentado con Stanley Kubrick.

Con humor sórdido, y sin heroicidad, The Master se podría pensar como una fábula amarga sobre la fe en la sociedad norteamericana, oscilante entre el pragmatismo y el afán lucrativo.

Es, al mismo tiempo, la consagración de un cineasta mayúsculo como Paul Thomas Anderson, quien con el “otro” Anderson (Wes) son hoy en día los directores autorales de Estados Unidos que más proponen y con marcas de estilo más identificables.

The Master, en resumen, es una película que está a la altura de sus ambiciones.

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Aug 10, 2014, 3:57:51 AM8/10/14
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The Master

Escrita por: Rafa Martí*n | 4 marzo | 10:41 PM

The Master es consecuencia directa de Pozos de Ambición y se me hace imposible entender la existencia de esta película sin recurrir al precedente establecido por el film ...

--corte de texto--

Quizás lo encuentre en la figura del pregonero Lancaster Dodd (Phillip Seymour Hoffman), creador de una nueva y revolucionaria filosofía pseudoespirtual conocida como “Cienciología Pero No”, aprovechando el período de esperanza y progreso que se abre tras la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos –The Master es una secuela de facto, recordemos–. Quell conoce a Dodd durante una de sus innumerables borracheras y se siente atraido tanto por el predicador, como por las mujeres que componen el grupo y por el desprecio total y absoluto de la organización ante las convenciones sociales. Dodd ve en Quell un desafío personal y por otro lado a un lacayo al que emplear para protegerse de quienes pretenden desenmascararle. Detrás de Dodd se encuentra su esposa, Peggy, matriarca y protectora de los fundamentos de la organización, quien apenas puede ocultar la repulsa que le produce Quell, menudo, achepado, asocial, violento y, en términos generales, una amenaza que puede arruinar lo que hasta entonces ha sido un negocio espléndido.

Francisco Perez

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Aug 10, 2014, 4:01:12 AM8/10/14
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Fuente.- Oídos Sucios
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(Crítica) The Master: cuando se intenta arreglar lo irreparable

12 de Marzo de 2013, 01:27 am

The Master, al igual que toda la obra de Paul Thomas Anderson, es un film extraño. Desde su ritmo irregular (lento, pero tenso) hasta su música (tan perturbadora como sus actuaciones) es de esas historias incómodasque nos enganchan y que al terminar nos dejan con sentimientos encontrados. Es de esas películas que no tienen un arco dramático muy marcado, pero sí muchas escenas largas e intensas. Desde que comienza estás en suspenso por no saber hacia dónde va y ni hablar de intentar vislumbrar su final. The Master está llena de omisiones, espacios muertos y subtextos que el espectador debe encajar para poder guiarse en el laberinto oscuro y denso que plantea.

La historia se desarrolla en Estados Unidos, en una sociedad post Segunda Guerra Mundial que intenta volver a la normalidad. El protagonista, Freddie Quell (Joaquin Phoenix), es un veterano en el área naval que regresa a la ciudad con varios desordenes de conducta relacionados con el alcohol y el sexo (patologías que, de seguro, afloraron por el stress en el campo de batalla). El Estado se encarga de conseguirle varios trabajos (como fotógrafo, agricultor, entre otros), pero Freddie no termina de encajar en la sociedad, metiéndose en problemas por sus excesos con el alcohol. Un día, escapando de una turba que desea golpearlo, entra de polizonte en un barco lujoso donde conoce por accidente a Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) un poderoso líder de una religión quien atraviesa una crisis espiritual mientras trabaja en su nuevo libro. Lancaster y su esposa, Peggy Dodd (Amy Adams), adoptan al trastornado Freddie como parte de su congregación e intentan curar sus males psíquicos y espirituales cambiando su conducta.

Paul Thomas Anderson siempre ha sido un director y guionista consistente, desde Boogie Nights (1997) hasta There Will be Blood (2007) -por hablar de sus cumbres- cuenta historias que hablan de personajes que pasan por crisis existenciales relacionados a la pérdida de la estabilidad en sus entornos (sociales o personales), temas difíciles de retratar por su densidad psicológica. Sus películas siempre superan las 2 horas de duración, pero pocas veces se vuelven tediosas, es de los pocos directores contemporáneos que saben mantener el ritmo de sus piezas y que utilizan el espacio como elemento narrativo. Sea a través de la luz o los espacios enormes, Anderson exprime la expresividad de cada plano hasta el último fotograma, haciendo que sus films tengan un mood particular, una impronta que los hace desoladores. Al igual que Magnolia (1999), The Master plantea más preguntas que respuestas con su resolución, no es de esa clase de películas que busca dejar una moralejacon su final, desea incomodar más que explicar y es allí, en su ambigüedad, donde reside toda su fortaleza.

A favor: La actuación de Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams, merecidas sus nominaciones al Oscar. La dirección y la fotografía, cada plano es para enmarcar en la sala de tu casa. La música rara que aumenta la atmósfera creepy de la película. Hablar de la cienciología de forma indirecta, sin caer en el panfleto. 

En contra: Por momentos es muy densa, no posee el ritmo agresivo de otras películas de Paul Thomas Anderson. Es de ese tipo de films donde la actuación lo es todo y la historia queda en un segundo plano: equilibrio delicado que Anderson había mantenido en sus otras obras y que acá rompe.

Veredicto: The Master es una película para gente que le gusta el cine independiente, europeo u otro tipo de propuestas narrativas atípicas. No es la cumbre de Paul Thomas Anderson, tampoco es su peor película. Si There Will Be Blood y Boogie Nights tienes 5/5 en la escala de Anderson, The Master tiene un merecido 4/5. 

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Aug 10, 2014, 4:02:32 AM8/10/14
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Fuente.- MZDOL, Argentina
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The Master, de Paul Thomas Anderson

Paul Thomas Anderson lo hizo de nuevo: el director de Magnolia y Boogie Nights volvió con The Master, un film que indaga con belleza y profundidad en la relación entre dos hombres y los oscuros territorios de la mente humana.

por Luciana Calcagno11 de Marzo de 2013 | 00:00

No quisiera sonar nostálgica –ni fatalista- pero hoy por hoy las películas como The Master no existen más. 

Para empezar, fue filmada en 65 mm, un formato que, en épocas de HD, parece obsoleto. Sin embargo, cuando estamos en el cine vemos que lo obsoleto sea tal vez lo digital, que nunca la imagen analógica tuvo tanta fuerza, definición y brillantez como la que supo imprimirle el DF -insólitamente no nominado al Oscar-Mihai Malaimare Jr. The Master nos hace ver azules que no sabíamos que existían, barbas multicolores que creíamos monocromáticas, mugre donde suponíamos limpieza y mucho más. Durante lo que dura la película estamos sometidos a una sobreinformación visual (y auditiva) que nos obliga a recordar con cada plano que el cine era esto.

Pero no es solamente su fotografía (ni su banda de sonido, compuesta por el gran Jonny Greenwood, quien ya había hecho un trabajo similar con Paul Thomas Anderson en There will be blood, y que en este caso toma la forma caótica, desprolija y ensordecedora que tiene la película, sin nunca acompañar a la imagen, sino más bien contradiciéndola, o como mínimo, confundiéndola) en lo que nos basamos para decir que ya no hay películas así.

Es verdad que Paul Thomas Anderson es un director muy valorado por la crítica. También es cierto que a medida que avanza su filmografía se vuelve más y más perfeccionista (y las comparaciones con Kubrick no están de más: hay algo calculador, geométrico pero nunca frío, no en The Master al menos) y más y más prolijo, obsesivo. Pero también más enfermo. There will be blood y The Master parecen ser dos películas sobre la enfermedad mental, sobre la inestabilidad emocional, sobre la adicción. Y sobre cómo es imposible salir de eso.

Y si Daniel Plainview era un adicto al poder y al petróleo, y Daniel Day-Lewis estaba (o eso pensábamos, hasta Lincoln) haciendo el papel de su vida interpretándolo, Joaquin Phoenix hace lo propio con el extraño, adorable, conflictuado y sobre todo desequilibrado Freddie Quell, un hombre averiado por la Segunda Guerra Mundial, adicto a las bebidas alcohólicas mezcladas con líquido de frenos. Y a la violencia. Un hombre que solo puede tranquilizarse si le cantan Don't Sit Under the Apple Tree-vieja canción popular que las Andrews Sisters entonaban a los soldados para levantar la moral en las bases militares-.

Es llamativo que se haya hecho referencia a la “poca empatía” que generó un personaje como el de Quell. Esa violencia difusa desaparece por completo cuando asegura no haber tenido un ataque de llanto sino de “nostalgia”. Es una violencia que grita por todos lados que solo necesita un poco de amor. Y ese amor vendrá en forma de amistad, de la mano del cuestionable Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman, también en uno de sus mejores trabajos) principal predicador de “La Causa” – libremente inspirado en Ron Hubbard, fundador de esa ‘religión’ llamada Cienciología- que entablará con Freddie una relación inentendible para todos, salvo para ellos, basada en una extraña mezcla de abuso de poder, amor y confianza. 

Mientras Freddie se preste a los ‘experimentos’ de Dodd y le brinde sus pócimas en base a cualquier tipo de bebida alcohólica –y no alcohólica también- Dodd le dará cobijo y lo “salvará”. Ese es el trato.

Los “experimentos” de Dodd y Quell son momentos extremos, confusos, impecablemente interpretados y con una cuota de intriga y tensión impensadas. (¿Alguna vez se vio que nos asuste y nos ponga tan nerviosos un hombre caminando por una habitación, de una pared a la otra, una y otra vez?). 

The Master es la historia de ese vínculo entre un hombre que está perdido, y otro un poco mejor posicionado, pero igualmente perdido. Y es la historia del aprendizaje que genera en ambos ese vínculo. No tienen mucho más que a ellos mismos, aunque Dodd cuenta con la gélida Peggy-interpretada por Amy Adams, quien por fin hace un papel acorde a su frialdad y poco carisma- pero eso, a nivel amor, es casi lo mismo que nada. 

Y se trata también sobre la interioridad de dos seres producto de su Historia (la guerra siempre está: en forma de flashback, como canción o mujer de arena) que no pueden escapar de su sombra ni siquiera en base a su cariño. Se hermanó el universo de The Master con Pynchon, Steinbeck y DeLillo, con John Ford, Nicholas Ray y John Huston. Con las pinturas de Edward Hopper y de Norman Rockwell. Todos estos artistas -que representaron las vicisitudes de la Norteamérica moderna- se perciben en la película. Pero Paul Thomas Anderson es un director particular, y lo que más encontramos son similitudes con sus otras películas: personajes adictos, enfermos, con arranques de violencia (como los que tenía Barry Egan, de Punch-Drunk love) y una extraña sensación en los finales (sobre todo desde There will be blood para acá): es como si estuviéramos sometidos durante un largo período de tiempo a la oscuridad más total y absoluta, y las películas se volviera -y generaran- ese estado mental enfermo, violento y contradictorio que tienen sus protagonistas. The master es aún más extrema en este sentido, ya que no sigue un hilo narrativo convencional. Está construida en base a recuerdos difusos y a estados ¿oníricos?, histeria y agresividad. Como Freddie Quell. Una película deforme, sí, pero encantadora. Da ganas de mirarla para siempre.

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Francisco Perez

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Aug 10, 2014, 4:03:51 AM8/10/14
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Fuente.- La Capital, Argentina
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Jueves, 14 de marzo de 201301:00 | Escenario

De la oscuridad a la esperanza, o cómo crear un mundo con fe

Ambientada en Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial, "The Master" es un retrato sorprendente acerca de los que buscan el rumbo de sus vidas. La película, cuyos protagonistas, Philip Seymour-Hoffman, Joaquin Phooenix y Amy Adams, aspiraron a sendos premios Oscar en la última entrega de galardones, fue descripta en muchos medios como una libre interpretación de los orígenes de la Cienciología, admitida como religión en algunos países pero directamente tachada de secta en muchos otros.

El director, el estadounidense Paul Thomas Anderson, explicó ante medios internacionales que para su película le sirvió de inspiración los primeros pasos de la Dianética (una de las creencias que profesan los miembros de la Iglesia de la Cienciología) y precisó que no "conoce mucho la Cienciología" en la actualidad, a la que están adscriptos varios famosos de Hollywood, entre ellos Tom Cruise.

La historia gira en torno a Freddie (Joaquin Phoenix), un veterano de la marina, que regresa a su casa después de la guerra con una inestabilidad emocional y un futuro incierto. En su errático camino encuentra refugio en La Causa y en su carismático líder, Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman). Amy Adams interpreta a Peggy, la mujer de Dodd, quien ejerce una poderosa influencia, aunque sutilmente reveladora.

Al llegar a esta organización como un itinerante y forastero, Freddie, a la larga, se convertirá en un sucesor sustituto de su extravagante líder, Lancaster Dodd. Sin embargo, aun cuando La Causa demuestre el dominio de las emociones humanas, la amistad entre Freddie y Dodd acrecentará la lucha de voluntades íntima y feroz.

Una idea original. "The Master", el primer largometraje filmado utilizando un stock de películas de 65mm de varias décadas, cobra vida gracias a un elenco y un equipo de gran dedicación, quienes crearon un retrato visualmente atractivo y emocionalmente provocativo de tres personas en busca de una visión de crecimiento personal.

Al ser consultado sobre si, tal como se había informado en los medios, a Cruise no le había gustado la película, Anderson replicó que sí le había enseñado la película, que ambos siguen siendo amigos (desde que hicieron juntos "Magnolia") y que su opinión no la va a hacer pública. "Queda entre nosotros", dijo zanjando el tema.

Anderson, también director de "Petróleo sangriento" y rodó de forma clásica con una vieja cámara de 70 mm esta historia, comentó que en esta película ante todo buscó "historia de amor entre dos hombres, no tanto como padre e hijo o amo y esclavo, sino como casi el amor de sus vidas". Hoffman le apoyó señalando: "Ellos sienten algo mutuamente y se reconocen mutuamente. Los dos son salvajes, bestias" y de eso va la vida de contención y libertad, explicó el actor, quien también colaboró en "Magnolia", uno de los primeros trabajos de éxito del realizador.

Pese a estar ambientada en los años cincuenta, la película puede tener una lectura actual o, más bien, atemporal, según el cineasta. "No tengo una bola de cristal ni hablo de una crisis espiritual inminente. Creo que la crisis espiritual nació a la vez que la espiritualidad", explicó.

En lo referido a la cuestión técnica, Anderson que lanzó el primer largometraje filmado utilizando un stock de películas de 65mm de varias décadas, evoluciona hacia la apariencia del cine clásico y el perfeccionamiento del plano secuencia.

Phoenix pasó varios años alejado del circuito cinematográfico por decisión propia, pero parece que tiene la intención de seguir delante de la pantalla ya que participará en el próximo proyecto de Charlie Kaufman y Spike Jonze y repetirá con James Gray.

El personaje de Phoenix es también un tipo que va por la vida como una "fiera", según palabras de su director, quien también dijo que ese adjetivo se podía aplicar al actor nacido en Puerto Rico (1974) e hijo de misioneros. Anderson comentó que había intentado trabajar con él en películas anteriores suyas pero que el actor se había negado. "Es un poco una patada en el trasero, pero vale la pena", agregó entre risas.

Sobre su personaje, Seymour Hoffman, dijo que es una especie de guía que le da respuestas al de Phoenix, al cual, además, libera del yugo del pensamiento. "Cada día nos levantamos y pensamos que nos gustaría no vestirnos, ir desnudos por la calle y tener sexo con quien nos apetezca. Pero no podemos hacerlo y por eso todos buscamos algo o alguien que nos domestique", explicó el ganador de un Oscar por "Capote".

Algo personal. Según explicó el director los origenes profundos del filme se hallan en su propia historia. "Desde el ascetismo oriental a la Dianética, la década de 1950 se convirtió en un momento en el que muchos empezaron a construir comunidades dedicadas a la realización de grandes visiones del potencial humano. Fue un terreno fértil para contar una historia dramática e interesante", dice Anderson de su fascinación por este tiempo de agitación cultural y aventura espiritual.

"Retrotraernos al principio de las cosas nos permite ver cuáles eran las buenas intenciones y cuál fue la chispa que impulsó a la gente a querer cambiar no sólo a ellos mismos. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial la gente veía el futuro con gran optimismo, pero, al mismo tiempo, al mirar hacia atrás, tenían que lidiar con un gran dolor y con la muerte", añadió.

sobre su experiencia en ese aspecto, contó: "Mi padre regresó de la Segunda Guerra Mundial y nunca recobró la paz en su vida. Se ha dicho que cualquier momento es bueno para emprender un movimiento espiritual o una religión, pero un momento particularmente fecundo para eso es justo después de una guerra. Después de tanta muerte y destrucción, la gente se pregunta «¿Por qué?» y «¿Dónde van los muertos?», dos interrogantes muy importantes".

Ese "¿Por qué?" condujo a la creación de Freddie, el personaje de Phoenix, quien está a la deriva en su vida y cayendo en el olvido, profundo e intoxicado, cuando se encuentra por primera vez con Lancaster Dodd, con quien puede hundirse o encontrar un camino.

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Francisco Perez

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Aug 10, 2014, 4:05:27 AM8/10/14
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Fuente.- La Nueva Provincia
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CINE

Filme que se queda a mitad de camino

María Inés Di Cicco-LNP

THE MASTER Guión y dirección: Paul Thomas Anderson. Elenco: Joaquin Phoenix, Philip Seymour-Hoffman, Amy Adams, Laura Dern, Kevin J. O`Connor. Género: Drama. Origen: Estados Unidos (2012). Duración: 144m. Para mayores de 16 años. Calificación: 7

Ni muy buena, ni muy mala. Entre ambos extremos, The master es de esas películas que ofrecen mucho más por lo que de antemano aparece en las cartas de presentación que por la experiencia de su tránsito y la conclusión que ofrecen al espectador.

Con un elenco de talentos que fue postulado a los premios Oscar de la Academia de Hollywood; el nombre de Paul Thomas Anderson (Sydney, Boogie nights, Magnolia, Embriagados de amor y Petróleo sangriento ) en los trazos fuertes del crédito, y el premio del Festival FIPRESCI 2012, promete, aunque no cumple en su totalidad.

Inspirada en Ron Hubbard, el fundador de la Iglesia de la Cienciología, y en relatos de experiencias de soldados de la Segunda Guerra Mundial, se centra en la vida de post-guerra de Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un hombre originario de Massachussets.

De un día para el otro y por razones políticas fuera de su alcance, el hombre es instado a dejar atrás su experiencia como marine y retomar alegremente su vida de civil, con escaso apoyo psicológico y sin una red de contención que le permita reinsertarse en una sociedad en profundo cambio.

Acostumbrado a velar por su supervivencia; con una sed de mujer que aplaque la nostalgia por el abrazo, y presa del alcoholismo --que, lejos de ayudar a mitigar sus penas, lo hunde en el abismo--, Quell es uno más de los lanzados a su suerte y a la incomprensión del entorno.

Entre unos y otros trabajos, va tambaleando hasta que, en plena borrachera, se refugia en un yate que resulta ser la sede trashumante de "La Causa", un culto que se sostiene sobre la experimentación científica y que recorre la costa este de los Estados Unidos buscando adeptos y patrocinadores.

Al frente del grupo se encuentra Lancaster Dodd (Hoffman), líder del movimiento filosófico, quien se interesa en Quell y lo acepta en el movimiento. Freddie demuestra interés en La Causa, tanto que empieza a viajar con Dodd a lo largo de la costa Este para difundir sus enseñanzas.

Apenas toma contacto con Quell, Dodd siente una fuerte curiosidad por aplicar sus teorías sobre él y entabla una relación casi paternal.

La protección de Dodd hacia Quell --y la fascinación por la bebida "espirituosa" que el soldado fabrica-- es tal y tan errático el comportamiento del muchacho, que el líder comienza a trastabillar en sus certezas y argumentos.

Entonces surge la disyuntiva. Dodd se ve compelido a bajar a Quell de su nave, o a empecinarse en probar sobre él teorías endebles, y naufragar.

Formalmente impecable --las actuaciones se convierten por momentos en verdaderos duelos--, The Master se extiende por más de dos horas para dejar al espectador con la sensación de haber invertido demasiado en relación con lo obtenido.

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Francisco Perez

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Aug 10, 2014, 4:06:46 AM8/10/14
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Fuente.- Los Andes, Argentina
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“The master”, maestro

Sábado, 16 de marzo de 2013

Lucía Bracelis 

A Paul Thomas Anderson parece gustarle describir micro mundos, universos perfectamente definidos por un discurso, una estética, una circunstancia. Individuos diferentes unidos por una causa, el porno, el petróleo, la cientología. 

En “The master” nos presenta a Lancaster Dodd, un intelectual, filósofo y escritor, líder de una organización que empieza a hacerse popular en Estados Unidos en la década del 50 autodenominada “La causa”. Y a Freddie Quell, un ex combatiente de la guerra, que se convierte en su protegido. Ellos dos construyen una relación compleja que se desarrolla junto al crecimiento de este movimiento luego conocido como cienciología.

Nadie exige un criterio biográfico, porque siempre estuvo claro que no era una historia real. La historia como relato histórico está lleno de imprecisiones, quizás a propósito. Luego descubrimos que es el marco de desarrollo para una historia de personajes. 

Anderson retrata a este líder y a su grupo, pero antes explota al personaje de Freddie Quell. 

Poco explica del origen de esta especie de secta, porque el maestro que le da origen (interpretado por Philip Seymour Hoffman) y su conejillo de indias (maravillosamente encarnado por Joaquin Phoenix) arrastran la trama a un lugar menos común que la descripción del principio de un movimiento. 

Desde la postura física, la mirada, los diálogos de los personajes y el extracto de tiempo que se cuenta entre ellos, no hay desperdicios. 

Estos personajes, ambientados perfectamente en la posguerra, se transforman en el arquetipo de una locura más cotidiana que épica. Una tensión se percibe durante los 137 minutos y además de las geniales actuaciones, la música hace su parte en el clima. 

Una relación compleja que no acabamos de entender. Una dependencia que no pueden explicarse ni los mismos personajes llevan el hilo de la historia a lugares que no imaginábamos, no describe, no relata: muestra. 

Nada es predecible. Nunca sabemos que será lo próximo que harán los personajes, ni mucho menos como terminarán. 

Es eso, una historia imprecisa e impredecible.

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Francisco Perez

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Aug 11, 2014, 12:47:00 PM8/11/14
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Fuente.- La Voz, Argentina
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Cómo es la película "The Master"

Antes que la reconstrucción de los orígenes de la Cienciología, "The master" expone la compleja relación entre dos hombres que nunca terminan de conocerse. Nuestro comentario.

The Master -palabra que en inglés puede significar tanto "el maestro" como "el amo"- no es ni una destrucción ni una exaltación de Ron Hubbard, el fundador de la Cienciología, esa religión de ricos y famosos que cuenta entre sus adeptos a Tom Cruise y John Travolta.

Sin bien toma muchísimos elementos de la vida de Hubbard para componer al personaje de Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), lo que le interesa a Paul Thomas Anderson (Magnolia, Petróleo sangriento) es precisamente las condiciones de amo y maestro, y para que se ejerzan ambas hace falta otra persona, alguien que encarne al esclavo y al discípulo.

Esa dupla es la que forman Dodd y Freddie Quell (Joaquin Phoenix) y la relación que se establece entre ellos va todavía más allá porque incluye componentes indiscernibles de amistad, rivalidad y necesidad mutua, a lo cual se suma la decisiva influencia de la tercera esposa de Dodd, Peggy, interpretada por Amy Adams.

La película tiene una ambición de relato histórico: empieza con el fin de la Segunda Guerra Mundial, y en la figura de Quell concentra buena parte de los traumas de los soldados que tuvieron que volver a integrarse al sueño americano después de haber atravesado semejante pesadilla. Quell sufre varias perturbaciones físicas y mentales, camina medio encorvado, se ríe cada dos palabras y es adicto a emborracharse con combustibles y otros líquidos nada saludables. Más que haber perdido todo en la guerra, parece haberse perdido a sí mismo y sentir una especie de tentación por el abismo que lo lleva a comportarse como un loco en un país que acaba de inventar la fórmula de la felicidad: el capitalismo consumista.

El momento del encuentro entre Dodd y Quell se da en un barco no inocentemente llamado Alethia ("verdad", en griego, en el sentido de despertar y descubrir), pero es toda una sutil declaración de principios del director que la relación entre ambos se origine en el brebaje de Quell, lo que puede leerse como un comentario irónico sobre el rol de la drogas en la Cienciología.

Mientras desarrolla esa relación en sus distintos avatares, Anderson no reduce sus personajes a caricaturas ni a un catálogo de trastornos psicopatológicos; tienen obsesiones, tienen síntomas, sin dudas, pero sus personalidades, tanto la de Dodd como la de Quell, desbordan esas limitaciones, se vuelven tan grandes (o tan pequeñas) como la vida misma, y por eso nunca terminan de conocerse. La manifiestación de esa insondable grandeza en la pantalla puede ser el primer plano de una planta de repollo, el desierto de Arizona atravesado por una moto o la estela espumeante de un barco en el océano.

The Master se concentra en la etapa inicial de la Cienciología, a principios de la década de 1950, cuando aún no era una religión sino un método de superación personal llamado Dianética; de allí que se le dedique tanto tiempo, tal vez demasiado, a las sesiones de sanación a las que es sometido Quell y cuya eficacia resulta por lo menos dudosa.

En un mundo donde se impone un fundamentalismo progresista que sólo distingue entre el blanco y el negro en cuestiones morales y políticas, es probable que se acuse a Anderson del pecado de omisión, por no denunciar los aspectos oscuros de lo que después se convertiría en una prueba definitiva de que no hay mejor negocio que una religión. Sin embargo es mucho más lo que la película gana en verdad humana con esa omisión de lo que pierde en verdad documental.

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Francisco Perez

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Aug 11, 2014, 12:49:40 PM8/11/14
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Fuente.- Página 12, Argentina
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Un Maestro fascinante y visceral

Por Leandro Arteaga 

The Master es y no es sobre la cienciología. O, puede argumentarse mejor, la cienciología es su base argumental, la excusa que le permite ahondar. ¿En la cienciología? Sí, pero también en tantos otros estados sonámbulos, teñidos de predicciones, místicas varias, palabras salvadoras. Entonces, y por eso, The Master es todavía mucho más que una película sobre el movimiento religioso norteamericano. De lo contrario, y fácilmente, no sólo podría deducirse un argumento llano o simple, sino también una explicación amena sobre algo tan complejo como lo significa esa suspensión de la voluntad, esa hipnosis masiva, que suscitan adhesión y profesión de varios tipos de fe. Y The Master, por eso y más, es una gran película.

Hecha la salvedad, a no pensar entonces que los delirios visionarios en los que se enreda a los fieles sean exclusividad de este fenómeno religioso, surgido durante la posguerra norteamericana. Es más, The Master nunca señala a su profeta, Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), como conciente de revelaciones únicas, sino en todo caso como un gran prestidigitador, cuya magia le llevará a expandirse más allá de las aguas. Y más allá del tiempo, porque la cienciología siguen presentes y bien activas. Si no, pensar en la incidencia publicitaria que significan adeptos célebres como John Travolta y Tom Cruise.

Paul Thomas Anderson construye un fresco extraordinario de la Norteamérica de los años '50 pero también de la de estos días. Un film que es una plasmación visceral, que trama desde un vínculo patriarcal y religioso que tendrá un correlato mayor y ambiguo.

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Francisco Perez

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Aug 11, 2014, 12:50:43 PM8/11/14
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Fuente.- La Jornada, México
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Maestro

Carlos Bonfil

Apesar de haber atravesado sin pena ni gloria por la máxima premiación hollywoodense, El maestro (The master), cinta más reciente del estadunidense Paul Thomas Anderson, tiene en su favor las actuaciones contundentes de Philip Seymour Hoffman, Joaquin Phoenix y Amy Adams, una estupenda selección musical de Jonny Greenwood (con melodías románticas de los años 50, Ella Fitzgerald o Duke Ellington –algo que apenas puede sorprender en el melómano realizador de Embriagado de amor/Punch-Drunk love), y una fotografía del rumano Mihai Malaimare Jr., notable en su registro de atmósferas de los años 50.

Con todo esto, el problema principal de la película, lo que le impide situarse en la intensidad dramática de, digamos, Petróleo sangriento (There will be blood), también de Anderson, es el manejo errático de su trama, demasiado prometedora y sugerente en su primera parte, sobradamente reiterativa y anticlimática en su desarrollo final.

Un veterano de la Segunda Guerra Mundial, el infumable Freddie Quell (certeramente interpretado por el también infumable Joaquin Phoenix), distribuye y asesta a diestra y siniestra las impertinencias y pueriles provocaciones de su temperamento volátil. Es un ex marine con un serio daño sicológico, síndrome postraumático, saldo de breves combates militares y largas batallas interiores. También es un maniático sexual o alguien lo suficientemente perverso u ocioso para hacerse pasar por tal.

A su regreso a Estados Unidos acepta trabajos diversos, como fotógrafo en una tienda departamental o recolector agrícola en un campo de hortalizas, y se muestra tan esquizofrénico e irascible en el primero como inestable en el segundo, a la par de sus conquistas amorosas a las que utiliza y desecha una vez consumada la consabida cosa. Las primeras secuencias de El maestro son ágiles, atractivas y exasperantes, a semejanza del protagonista mismo, cuya crónica de disipación física y moral elaboran de modo atinado.

El encuentro fortuito de este personaje malhumorado –monumental ego a la deriva– con otro personaje estrafalario, Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), líder de una secta filosófica y también “escritor, doctor, teórico filósofo y físico nuclear”, abre grandes las puertas en la cinta para lo que pudiera ser una sátira social sobre los fanatismos y la sabiduría chatarra o sobre las relaciones de poder, donde una mente manipuladora retuerce con malicia la voluntad endeble de sus seguidores. Y algo hay de todo esto, pero en registros algo bajos y apagados, como si el espectáculo central debiera ser la larga confrontación de dos vanidades excéntricas, con el director Paul Thomas Anderson como testigo pasmado, mero convidado de piedra.

Se pueden detectar con facilidad alusiones a uno de los mayores autores bestseller de nuestro tiempo, Ronald Hubbard, fundador de la Dianética y su noción de una mente curativa todopoderosa, pero la cinta elige ir más allá de esta anécdota pintoresca y procura, con trazos algo gruesos, la descripción de un clan de iluminados dispuestos a seguir al maestro en sus diversas y muy caprichosas etapas de superación mental, pasando de la introspección individual, que identifica episodios traumáticos de la infancia, para explicar así los derroteros de esta vida y los misterios de la siguiente. Sin embargo, no serán pocos los espectadores que quedarán tan perplejos en la dilucidación de esos enigmas, como la propia discípula Helen Sullivan (Laura Dern), incapaz de entender la lógica detrás de tanta charlatanería.

Queda como apunte sugerente y atractivo la relación del improvisado discípulo Freddie Quell con el agotado maestro de las manipulaciones teosóficas, Lancaster Dodd. Se trata de una inextricable dependencia mutua, acentuada por el alcohol y los brebajes estimulantes que improvisa el joven Freddie, contrariado también por el recelo de la mujer de Dodd (Amy Adams), incapaz de tolerar la suma de dos grandes farsantes bajo un mismo techo.

Paul Thomas Anderson explora esta relación compleja que anula la vieja dialéctica del amo y el esclavo en beneficio de una simple complicidad en la vulgaridad y la medianía intelectual. No hay verdadero drama complejo digno de consignar en esta trama inocua, y sí mucha vociferación y aspavientos en torno a un fenómeno de manipulación masiva analizado sólo a medias.

En su aproximación al tema de la industria de la charlatanería, El maestro no consigue ser el equivalente de ese fresco social que el propio Anderson propuso en Juegos de placer (Boogie nights, 1997) para evocar la industria pornográfica en los años 60.

La película se sostiene, y holgadamente, como un estupendo estudio de personajes, bien calibrados cada uno y de construcción dramática impecable, extraviados un tanto sin embargo en una trama ambiciosa que deja tantos cabos sueltos como promesas incumplidas.

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Francisco Perez

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Aug 11, 2014, 12:51:43 PM8/11/14
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La frase "Todo hombre necesita un guía" es como han titulado el film en México y no se si en algún otro país de América Latina.

Fuente.- Proceso, México
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Cine. “The Master”: Todo hombre necesita un guía

Javier Betancourt

23 de marzo de 2013 

Cultura y Espectáculos

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Hay buenas películas como La vida de Pi o Argo, que ganan el premio por derecho propio, su calidad y mensaje son claros, o el potencial comercial se conforma a la imagen de sí misma que la Academia de Hollywood quiere proyectar en ese momento; otras, como The Master (E.U., 2012), oscuras y pesimistas, quedan sepultadas bajo el confeti del desfile de los Óscar; a la larga, éstas son las que dejan mejor huella.

A sus cuarenta años, Paul Thomas Anderson es aún joven pero su trabajo pesa ya como el de Scorsese o de cualquier otro realizador estadunidense, que además de gran estilista tiene mucho que decir. Las influencias de The Master son claras: el documental de 1946, rodado después de la Segunda Guerra Mundial, Let There Be Light (Que se haga la luz) de John Huston sobre entrevistas en un psiquiátrico a soldados con traumas de guerra y su eventual recuperación; otra influencia evidente es el tipo de gurús que empezaron a proliferar en los años cincuenta vendiendo la fórmula de la felicidad y el éxito.

Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), a cargo de La causa, un movimiento de desarrollo del potencial humano que mezcla métodos como hipnosis y regresiones a supuestas vidas pasadas, se define a sí mismo como escritor, doctor, científico nuclear y filósofo teórico (asumiendo que esto tenga algún significado). El perfil se aproxima al del fundador de la Cientología, Ron Hubbard; pero a Paul Thomas Anderson sólo le interesa el estereotipo del gurú, profeta milenarista dentro del sueño americano. El contrapunto, discípulo ideal, es Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un tipo desbaratado por la guerra tratando de ajustarse a la normalidad.

Los rasgos biográficos no son más que un punto de partida; la crítica al charlatanismo, la pseudo terapia y espiritualidad, ocurren de paso. La personalidad del líder carismático, profeta de mercadotecnia, es un tema recurrente en las películas anteriores de Anderson, Magnolia, Petróleo sangriento, Boogie Nights; sin embargo, lo que asombra en el cine de este director es la manera de exponer la relación de amo y esclavo que el hombre abandonado a su propia suerte, devastado por la guerra, o cualquier otro tipo de plaga, establece con un padre sustituto.

En vez de ayudar a reparar la herida en la virilidad que produce la guerra, Freddie, que copula con una mujer esculpida en la arena, y bebe el combustible de los torpedos, se expone a una emasculación total en manos de su guía espiritual. El problema es que, en una cultura que se miente, la relación entre Lancaster y Freddie se articula como ley necesaria para armar un sentido, por precario que sea, después de cada Apocalipsis.

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Francisco Perez

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Aug 11, 2014, 12:53:24 PM8/11/14
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Fuente.- El Librepensador, Zaragoza, España
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Tardía, pero imprescindible: Crítica a “The master” (2012)

Por Oscar Alejandro Cabrera Sanchezel 

25 Marzo 2013 en Cultura

Paul Thomas Anderson nos brinda en esta cinta un ser con el alma desolada, en busca no solo de su lugar, sino también de un afecto propio consciente o inconsciente al cual aferrarse. El protagonista -un soberbio Joaquin Phoenix- es uno de esos personajes bastante recurrentes en la corta pero exquisita filmografía de Anderson; del mosaico humano de “Magnolia”, transitando por Dick Diggler en “Boggie Nights”, o inclusive Barry Egan en “Embriagado de amor”. Lo que permite poner esta pieza como otro eslabón de un riguroso análisis psicológico imparcial, que invita a explorar sin respuestas definitivas. Captando lo natural del proceder humano.

Ya se ha dicho que podemos mirar aquí una indagación a los comienzos de la cienciologia, en concreto a la dianética. Pero lo que presenta su director es solo una comparación universal a cualquier otra propuesta de creencia, con sus “beneficios” e “incongruencias” en acontecimientos tan abiertos como al público al que va dirigido. Eso sí, la idea es clara, identificar la necesidad de certeza que todos deseamos.

Momentos como el tratamiento realizado por el líder de la secta -personificado por un carismático Phillip Seymour Hoffman- al agresivo y solitario interprete principal, son coherentes de acuerdo las reglas del contexto establecido, es decir, que ambos individuos reaccionan o interactúan de forma acorde a las causas o consecuencias de sus actos, sin cambiar abruptamente su ética personal. Esta armonía podría aplicarse a las actuaciones consistentes, presentando una progresión creíble y adquiriendo fuerza con unos secundarios parcialmente relevantes, pues en ciertos instantes no aportan cuando la retórica recae demasiado en el duelo actoral Hoffman – Phoenix.

El armazón de su lenguaje cuidado y no tan lineal, permite una narrativa que se detiene cuando lo necesita, siendo prolongada en diálogos esenciales, o incluyendo tomas que introducen nuevos gestos e ideas. Evitando caer en el clásico error de alargar escenas hacia una tediosa anécdota, donde más es menos por desgracia, cuando lo ideal sería viceversa. Por ende, lo implícito se proyecta autentico en actitudes nada compasivas y volátiles. Se extrañan un poco los geniales planos secuencia de Anderson que mejor reflejaban este punto.

Esta valiente obra jamás rendirá pleitesía frente al modus operandi del cine comercial norteamericano, que nubla nuestro criterio a veces con finales colosalmente indulgentes. Agradezco mucho que su conclusión sea honesta y veraz, recordando lo importante de preservar la integridad dentro y fuera de la pantalla.

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Francisco Perez

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Aug 12, 2014, 11:56:47 AM8/12/14
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Fuente.- Los Andes, Argentina
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Dominador dominado y viceversa

La película de Paul Thomas Anderson que se estrena hoy bucea en la relación de poder que se establece entre un ex soldado y el manipulador líder de una secta en los años 50. 

Jueves, 18 de abril de 2013

El mismo Paul Thomas Anderson (“Magnolia”, “Petróleo sangriento”, entre otros títulos fundamentales), aclaró que “The Master”, la película que protagonizan Phillip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix y que se estrena hoy en Mendoza, no pretendía ser una típica reconstrucción histórica sobre el nacimiento de la Cienciología hacia finales de la segunda guerra mundial en los Estados Unidos, sino algo más abstracto. 

En realidad, la secta creada en aquellos años por L. Ron Hubbard y que hoy cuenta con adeptos famosos como Tom Cruise o John Travolta, entre otros) no aparece ni mencionada en el film, que se centra más bien en la relación obsesiva entre los dos personajes protagónicos: el ex marine Freddie Quell que encarna Joaquin Phoenix (enfermizo, tímido, adicto al sexo y bastante pusilánime) y el hiper expresivo y manipulador Lancaster Dodd (Seymour Hoffman). 

“The Master”, más que una historia lineal, irá ahondando en las motivaciones internas de cada uno de ellos que los llevarán a necesitarse mutuamente en una especie de juego perverso entre dominador y dominado. 

El personaje de Quell encuentra en Dodd la posibilidad de reencauzar su vida luego de una guerra que lo ha utilizado para luego descartarlo socialmente. Por su parte, el charlatán y megalómano Dodd volcará en su discípulo la necesidad de dominio directo, de tener un hijo al que formar en esa misión sectario-esotérica que él dice tener, y a la que irá sumando cada vez más creyentes y mecenas. 

“Me preocupé más que nada por recrear la historia de amor entre estos dos hombres, en cómo están desesperadamente atraídos el uno por el otro y en lo bien y lo mal que les hace ese vínculo. Es un romance, después de todo, pero que nunca puede funcionar”, dijo Anderson en una entrevista. 

Con respecto al tema Cienciología, si bien hay algo que puede remitir a ella en la película, también hay otras fuentes que inspiraron al director en la construcción del film. Así algunos extractos de “Petróleo sangriento” que no se usaron en esa película, anécdotas del actor Jason Robards sobre sus días alcohólicos en la marina y hasta algunos datos biográficos del escritor John Steinbeck (el de “Viñas de ira”). 

Enmarcado en una gran reconstrucción de época de los años 50, se desenvuelven en otros papeles clave del film la actriz Amy Adams (como la esposa de Lancaster Dodd), Ambyr Childers como su hija, y en un breve pero destacado rol la siempre iluminada Laura Dern.

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Francisco Perez

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Aug 12, 2014, 11:58:16 AM8/12/14
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Fuente.- Informador, México
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Insondable

The Master evita las grandes revelaciones sobre la cienciología

GUADALAJARA, JALISCO (26/MAY/2013).- Me falta sensibilidad para captar en todo su esplendor la trascendencia y complejidad presentes en The Master: todo hombre necesita un guía, que ostenta un inspirado título spanglish cortesía de las compañías Sun Distribution y Canana. La película resulta larga, lenta y tediosa. Cualidades frecuentes del cine que no quiere parecer estadounidense, incluido, como en este caso, el que se hace en aquel país con afanes de entretener con un estilo personalísimo. 

Lo que se cuenta parece poco y lo que se deja ver, mucho. Las escenas tienden al estancamiento, duran el tiempo suficiente para hacer pensar que no se entiende qué pasa. Los personajes se muestran rigurosamente interpretados como seres auténticos y excéntricos. El protagonista es un marino que peleó en la Segunda Guerra Mundial y posiblemente por ello sufre de problemas mentales serios. La postura que adopta, hombros caídos y una leve joroba, más el gesto agrio de su rostro, más su forma de hablar entre dientes, delatan su desarreglo interior. Su comportamiento también; tiene arranques agresivos y es un terco ebrio apegado a las pócimas más imbebibles. Se toma una botella que saca del botiquín del baño, igual que prepara unos cocteles venenosos, a base de solventes, que hacen agonizar a sus compañeros de borrachera. Luego de unos 40 minutos de seguir al desdichado, la narración introduce a un ser más refinado. Se trata del carismático fundador y paladín de un grupo que profesa una serie de creencias inusitadas. En ese momento despierta el interés el contraste entre el lunático tosco y el elegante, y eso perdura por otros 50 minutos. En cuanto al movimiento, secta, o lo que sea, la película carece de afanes informativos, tan sólo cumple funciones dramáticas. Olvídese de críticas fuertes o revelaciones escandalosas sobre la Cienciología y L. Ron Hubbard como se rumoró antes de su estreno en el festival de Venecia del año pasado. 

Más que los acontecimientos en sí, la posible curiosidad de la cinta reside en el testarudo ritmo de la escenificación y en el arreglo fotográfico de las imágenes. A diferencia de otros procedimientos narrativos donde el espacio y la acción física se evocan a partir de la relación de los distintos planos, aquí el cineasta transmite una sensación más concreta de la dimensión de los lugares, de la posición de los actores, y de su actividad, manteniendo fijo el ángulo de toma. Eso libera de las prisas la atención del espectador permitiendo revisar mejor la calidad plástica de cada imagen. También intrigan algunas pretensiones simbólicas, como la recurrente visión de una estela de espuma en el mar que va dejando un barco que no se ve, o los raros momentos cuando, sin avisar, se ofrece la visión de lo que ocurre en la imaginación del protagonista. 

--------- fin ----------

Saludos

Francisco Perez

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Aug 12, 2014, 12:00:08 PM8/12/14
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Fuente.- El Confidencial, Nicaragua
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En Pantalla 

The Master 

Su narrativa es oblicua, sus temas entran por la tangente. En retrospectiva, se cristaliza el retrato de masculinidad sociópata 

Por Juan Carlos Ampié 

23/6/2013 

“The Master”, la última película de Paul Thomas Anderson y uno de los títulos mas intrigantes del 2012 está aquí. ¿La mala noticia? No esta disponible en los cines. Está en Netflix. Es una lástima porque se filmó originalmente en el antiguo sistema de película de 65 mm. Los cineastas buscaba el look de la época – los años 50s -, y de paso crearon imágenes de altísima resolución. En las ciudades de EEUU donde había teatros habilitados, se proyectó en el formato original. El resto, la exhibió a 35mm. Nosotros estamos viendo, probablemente, la conversión digital de este último. El imdb.com reporta la duración en 2 horas, 24 minutos. Netflix la establece en 2 horas, 17 minutos. La diferencia suena a poco, pero con visionarios como el director de “Petróleo Sangriento” (2007), cada segundo cuenta. 

Freddie Quell (Joaquin Phoenix) es un veterano de guerra incapacitado para vivir en paz. Viaja sin rumbo, ocupando trabajos meniales, desde fotógrafo hasta cosechador de verduras. En el ejército aprendió a practicar el alcoholismo extremo, bebiendo ethanol extraido de piezas de artillerías. En la vida civil no duda en avivar sus bebidas con un punto de aguarrás. Todo cambia cuando se mete como polizonte en el barco que lleva a Lancaster Dodd (Phillips Seymour Hoffman) hacia Nueva York. El carismático fundador de un culto llamado La Causa tiene ideología es difusa, pero reconoce en Freddie a un alma gemela. Lo toma bajo sus alas y los introduce a su familia, que incluye a su voluntariosa esposa Peggy (Amy Adams). La relación se vuelve más profunda y compleja, hasta que los roles de maestro y discípulo se confunden. 

La producción y estreno de la película estuvo rodeada de alguna conmoción, debido a las similitudes entre Dodd y sus métodos con L. Ron Hubbard y la Cientología, que domina titulares por una serie de escandalosas revelaciones. Anderson aseguraba que su película no era sobre la Cientología, y creo que tiene razón. La desesperada necesidad de creer en algo trascendental es sólo uno de muchos temas que surgen entre las sombras. Estamos ante una vívida pieza de época sobre una norteamerica desconocida. Aunque el director trabaja en un formato panorámico, la visión de su cámara es decididamente estrecha. El diseño de producción de Jack Fisk muestra una realidad reconocible, confinada en encuadres de mediano y corto alcance. No es una casualidad que no tengamos muchas tomas abiertas, de esas que establecen cambios de locación y ciudad con visiones postaleras. Esta es una épica intimista. Tome nota de la preponderancia de close-ups, para retratar las fascinantes caracterizaciones de los actores. Phoenix se transforma en un guiñapo humano, exasperante y conmovedor. Como si lo hubieran desarmado y al armarlo de vuelta, con piezas desencajadas y mal puestas. Hoffman es un embaucador encantador, y con sutilidad deja entrever como Dodd es prisionero de la ilusión que ha construido. Adams derrocha la beligerancia de los creyentes verdaderos. Si sólo la conoce por su Lois Lane en “Súperman:El Hombre de Acero”, prepárese para sorprenderse. 

Alternative content 

Escribo esta columna apenas después de terminar de ver la película, y me temo que una sola visita no basta para desentrañar todos sus secretos. Anderson ofrece un trabajo obtuso y retador. Su narrativa es oblicua, sus temas entran por la tangente. En retrospectiva, se cristaliza el retrato de masculinidad sociópata. La película inicia con estampas de una tarde de licencia de la tropa de marina de Freddie, concebidas como retablos de machismo: una pelea de lucha libre múltiple, Freddie ejecutando grotescamente una pantomima de sexo con una mujer de arena, un soldado anónimo masturbándose de espalda a la cámara. Las mujeres de carne y hueso que eventualmente aparecen ofrecen honestidad desarmante, en contraste a los hombres. No es casualidad que Anderson reserve su marca de fábrica – tomas largas que siguen a sus personajes en grandes espacios – para un personaje femenino: una joven modelo que trabaja en la tienda de departamentos recorre todo un piso ofreciendo las prendas que viste a varios clientes, hasta llegar a Freddy. No estamos ante la cámara que se sumergía en una piscina detrás de un clavadista en “Boogie Nights” (1997); o la que seguía a varios personajes mientras se introducían en un estudio de televisión en “Magnolia” (1999). El recurso estilístico apenas llama la atención sobre si mismo. Su significado, como todas las ideas de está película, deben inferirse por el espectador. Anderson es el equivalente cinematográfico de un gran novelista. Su atención será premiada con creces.

--------- fin ---------

Saludos
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