Ha muerto el filósofo de la política; el intelectual de la duda y del
diálogo; el defensor de los valores, de la libertad, de la justicia,
de la tolerancia; el filósofo de la democracia basada en las vías no
violentas y en los derechos humanos; el inspirador de la democracia
como sistema político a la par que como sistema social; el
socialista-liberal que creía en la justicia social; el valedor de la
crítica como vía de fortalecimiento de la democracia, puesto que ésta
es una forma de gobierno basada en el disenso de las personas a través
de cauces de tolerancia (no en el consenso); el pensador sobre la
relación entre la política y el poder; el partidario de la política de
la cultura; el antifascista a la par que crítico del marxismo
totalitario y dogmático; el intelectual 'desorgánico' que desarrolla
su labor al margen de los partidos políticos, de las instituciones, de
los poderosos, de los dueños del dinero; el filósofo, el ensayista y
el 'teórico de las instituciones democráticas'; el padre de una
generación de intelectuales que han abordado el asunto de la
democracia en el mundo actual, entre los que cabe destacar a su
'oponente' Giovanni Sartori; el defensor del individualismo frente al
Estado desde los valores de la izquierda ilustrada y,
fundamentalmente, la conciencia crítica de la izquierda italiana y
europea.
Noventa y cuatro años de vida han permitido a este militante de la
razón y de la «certeza de la duda» llevar a cabo una labor ingente
como pensador que se inició en Turín un 18 de octubre de 1909.
Graduado en la Universidad de su ciudad natal, fue profesor de
Filosofía del Derecho en la Universidad de Camerino desde 1935 hasta
1938, en Siena desde 1938 hasta 1940, y en Padua desde 1940 hasta
1948, volviendo por último a ejercer la docencia en Turín. La obra de
Norberto Bobbio es indispensable para conocer las grandes líneas del
pensamiento político del siglo pasado. En el plano intelectual fueron
dos las principales influencias del pensador italiano: el austriaco
Hans Kelsen, en el ámbito jurídico y del Derecho, y el autor del
'Leviatán', Thomas Hobbes, en el campo de la teoría política. También
influyeron en su obra Benedetto Croce y Max Weber.
Norberto Bobbio es de ese grupo de pensadores que se resisten a
cualquier clasificación sencilla. Su vasta obra en filosofía política
y jurídica abarca una enorme diversidad de temas y problemas. Su obra
no es original, es fragmentaria, y la mayor parte de sus libros son
recopilaciones de artículos o ensayos. El filósofo italiano no tiene
una obra original como Rawls, Nozick, Castoriadis o Habermas. Pero,
aunque no sea original en sus ideas, su pensamiento se distingue por
una peculiar originalidad que radica en la recuperación de la
tradición, en su apuesta por los clásicos. Resucitan así de la
desmemoria numerosos autores de tradiciones diversas como Platón,
Aristóteles, Séneca, Cicerón, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau,
Hobbes, Locke, Kant, Hegel, Marx, Gramsci, Weber y Kelsen.
En su obra se pueden distinguir dos grandes campos: por un lado, sus
estudios sobre la historia de la Filosofía, fundamentalmente de la
filosofía política y de la filosofía del derecho; por el otro, sus
ensayos y participaciones en el debate político contemporáneo, en
donde destaca su crítica a las concepciones marxistas tradicionales y
su defensa de la democracia. Su insistencia en que la política es y
debe ser regulada por el Derecho nos remite a que la nuestra es una
cultura surcada por dos grandes influencias: la greco-latina, de donde
nos viene la política, y la romana, de donde nos viene el Derecho. El
poder sin una regulación normativa es simple arbitrariedad; el derecho
sin un poder que lo respalde es letra muerta. La primacía del derecho
sobre el poder es categórica: el poder debe estar subordinado a la
norma jurídica. Esta superioridad del ordenamiento jurídico tiene como
propósito, además de frenar el abuso de poder, prevenir la dispersión
social. El constitucionalismo se mueve en contra del autoritarismo
pero también de la anarquía.
Su pensamiento tuvo tres pilares básicos: el liberalismo político
clásico (doctrina de los derechos cívicos y de la libertad individual
y compromiso con el Estado constitucional), el marxismo (por el que a
finales de los años treinta se hizo socialista) y el realismo político
italiano (recuperado para plantear los problemas del Estado). Nunca
negó su liberalismo, aunque recuperó de la tradición socialista un
concepto de igualdad, la igualdad económica y social, para destacar la
ausencia de una teoría de la igualdad dentro del campo liberal más
allá de la igualdad jurídica (teoría liberal-socialista) y criticó el
individualismo de corte neoliberal, que reducía el concepto moderno de
libertad a la libertad económica sin reparar en las libertades
políticas, base de cualquier democracia moderna.
Bobbio estuvo siempre interesado por la «vulnerabilidad de la
democracia», y una y otra vez advirtió del «mortal abrazo de la
democracia y el capitalismo». En 'El futuro de la democracia' señaló
algunas características negativas de nuestras democracias:
subordinación de los individuos a los grupos organizados que luchan
por intereses particulares en detrimento de la representación política
general; permanencia del poder invisible que actúa a espaldas y sin el
conocimiento de la colectividad (negociaciones secretas); creciente
poder de los técnicos y las burocracias e ingobernabilidad derivada de
la incapacidad de las autoridades nacionales para procesar el conjunto
de demandas sociales (entre otros problemas). Por ello siempre afirmó
que había varios peligros que la acechaban (los demagogos, los
tecnócratas que sustituyen la soberanía popular por el saber técnico y
los poderes ocultos portadores de una cultura política antidemocrática
que siempre busca aniquilar los derechos de la mayoría) y que la
democracia era un régimen imperfecto, pero que era el único que en la
historia del pensamiento político nos había permitido vivir en un
ambiente de libertad y garantizando los derechos de las personas.
Otros temas sobre los que reflexionó profundamente fueron los del rol
de los intelectuales en la sociedad y la visión laica del mundo. En su
obra 'Los intelectuales y el poder' estableció una diferencia tajante
entre los pensadores de la política y los políticos de profesión.
Mientras los primeros elaboran ideas y discuten problemas, los
segundos toman decisiones. La herencia del pensamiento weberiano en la
separación de las esferas del conocimiento y de la acción es
manifiesta. Respecto al laicismo, su defensa de la libertad de
pensamiento está ligada a una toma de posición antidogmática y
antirrepresiva, que implica finalmente el respeto a las creencias y
los valores diferentes. De hecho, todo su trabajo es una llamada a la
razón que busca siempre el diálogo y el consenso.
Bobbio fue un intelectual incómodo: incómodo para los liberales, pues
les parecía demasiado cercano a los socialistas; incómodo para los
socialistas, pues les parecía demasiado liberal; incómodo para los
neoliberales, pues les resultaba poco liberal; incómodo para los
idealistas, pues era demasiado realista. Así se manifestó en sus
principales obras: 'Diccionario de Política', 'Política y cultura',
'El futuro de la democracia', 'Estado, gobierno y sociedad', 'De
Hobbes a Marx', 'Liberalismo y democracia', '¿Qué socialismo?', 'Los
intelectuales y el poder', 'Teoría general del Derecho', 'Derecha e
izquierda', etcétera, y en sus manifestaciones, como cuando a
principios de los años noventa criticó el ascenso político de Silvio
Berlusconi, al que llamó fascista, o cuando en diciembre de 2000 acusó
a Karol Wojtyla de ser un «perfecto Papa de la Contrarreforma». Ha
muerto uno de los pensadores y filósofos políticos más importantes del
siglo XX. Bobbio es un autor imprescindible para conocer el convulso
mundo de las ideas que han alimentado los últimos cien años. En su
persona se acumula la mejor herencia del pensamiento antiguo, medieval
y moderno y su mente ha sido un reflejo de las mentes de los siglos
anteriores.
EL CORREO, Martes, 13 de enero de 2004
Dubarri,
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No se aparte de la Iglesia porque está llena de hipócritas.
Siempre hay sitio para uno más. -Anónimo-
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-Une bonne chose de la religion est qu'elle origine hérétiques-