César Hildebrandt: ¿Qué les diremos?

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Julio Carmona

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May 12, 2011, 9:01:34 PM5/12/11
to BOSQUE DE PALABRAS
César Hildebrandt: ¿Qué les diremos?

A mí lo que me preocupa es qué les vamos a decir a los jóvenes
inteligentes e ilustrados (claro que los hay) si Keiko Fujimori, como
parce que podría suceder, llega a la presidencia.

—¿No es esta señora la hija de un señor que está condenado a la cárcel
por asesino y por ladrón? —preguntará el joven.

Sí —le diremos. Pero los hijos no heredan los defectos de sus padres.
Tú, por ejemplo, eres más inteligente que tu padre.

—Ya sé que los niños no heredan los defectos de los padres. ¿Pero no
es cierto que la señora Keiko ha dicho que el de su padre fue el mejor
gobierno de la historia del Perú? ¿No pidió para su padre, el otro
día, “un aplauso tan fuerte que se escuche en la DIROES ”? —preguntará
el joven.

—Sí, pero eso lo hace por un amor filial —disimularemos.

—¿Y no es cierto que el 90 por ciento de la gente que acompaña a la
señora Keiko es la misma gente que acompañó, entre robos y crímenes de
lesa humanidad, a su papá?

—Sí, pero todos podemos cambiar —diremos.

—Ya sé que podemos cambiar —insistirá el joven. Pero, entonces, ¿por
qué el señor Souza o la señora Chávez siguen diciendo que los jueces
que condenaron al señor Fujimori tendrán que pagar por lo que
hicieron? ¿Ha cambiado el señor Trelles cuando dice que Fujimori
pasará a la historia como el hombre que derrotó a la barbarie y que la
democracia a veces puede interrumpirse, cuando la patria lo demanda?

—Pero esas son opiniones —nos defenderemos.

—Pero, al fin y al cabo, lo de Hitler también era una opinión —dirá el
joven, entre irónico y fulmíneo.

Y en ese momento sentiremos vergüenza. Asco y vergüenza. Y ya no
diremos nada. Y trataremos de salir de la escena. Pero como la
juventud es divina pero inmensamente cruel, entonces el joven cogerá
una manga de nuestra chaqueta, nos hará voltear y nos preguntará
demostrando que lee y que se interesa por la historia:

—¿Puede usted decirme si algún hijo de Anastasio Somoza fue
presidente?

—No. Ninguno.

—¿Y algún hijo de Trujillo?

—Tampoco.

—¿Y de Pérez Jiménez?

—No. Pero, ¿a dónde quieres llegar?

—A que somos muy especiales, ¿verdad?

Y nos pondremos rojos. De vergüenza. De vergüenza y asco. Y volveremos
a irnos y a acallarnos.

Entonces el joven, casi a gritos, nos preguntará más corrosivo que
nunca:

—¿No nos dijo usted que las elecciones servían también para medir la
dignidad de un pueblo?

Y ya no tendremos nada que decir.•

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