Homero Aridjis: ¿Qué celebramos en 2010?

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Julio Carmona

neprebran,
14. sep. 2010, 10:30:4514. 9. 10
do BOSQUE DE PALABRAS
México (y ¿por qué no? Nuestra América) después de dos siglos de
"independencia", sigue siendo dependiente del imperio de la fuerza y
no del imperio de la razón


Homero Aridjis: ¿Qué celebramos en 2010?

¿Qué celebramos en 2010? ¿Un país donde van contabilizados 28 mil
muertos en tres años de guerra contra el narco, y donde al mapa
nacional se ha superpuesto el del crimen organizado, identificándose
nuestros estados como territorios de los cárteles de la droga? ¿Un
país donde las atrocidades de hoy compiten con las atrocidades de
ayer, y donde los diarios designan a Ciudad Juárez "la ciudad más
mortífera del mundo" (Le Figaro), y a México como el lugar de "the new
killing fields" (The Guardian)? ¿Un país donde bandas conformadas por
traficantes de personas y funcionarios y policías corruptos violan los
derechos de los migrantes latinoamericanos en su paso hacia "el otro
lado", mientras nuestros propios migrantes son discriminados en el
país del Norte por leyes y actitudes racistas?

¿Qué celebramos en 2010? ¿Un país de estudiantes mal educados por
funcionarios y maestros mal educados, y donde la educación ha sido
secuestrada con la complicidad del gobierno, por líderes sindicales?
Si bien Alonso Lujambio, secretario de Educación, nos ha advertido que
de no celebrar las pompas del Bicentenario "nuestros hijos y nuestros
nietos nos reclamarán" por mezquinos, ¿podría decirnos cómo van a
ayudar las ceremonias de humo y las retóricas rimbombantes a mejorar
la "penuria educativa" (según la UNESCO) que imparte la SEP a lo largo
y a lo ancho de la nación? En opinión de muchos ciudadanos, los miles
de millones de pesos gastados en fuegos pirotécnicos, foquitos en el
Zócalo, toneladas de libros producidos en su mayor parte al vapor, y
en obras inacabadas, hubieran sido mejor empleados por el Gobierno
Federal, el Gobierno del DF y los gobiernos estatales en crear fuentes
de trabajo y servicios de salud decorosos, y, sobre todo, abatiendo la
corrupción que chupa la sangre de nuestro pueblo, el cual merece vivir
bajo gobiernos honestos y eficientes que le ofrezcan prosperidad y
justicia.

Hace 100 años, el General Porfirio Díaz, presidente de México por ocho
periodos, celebró con gran pompa el primer centenario de la
Independencia de México de España. Hubo discursos, ceremonias,
desfiles, inauguraciones de edificios, exposiciones y banquetes. La
primera fiesta fue la inauguración del Manicomio General “La
Castañeda”, y el 16 de septiembre se desveló el monumento de la
Independencia. Sin embargo, meses después, Francisco I. Madero, el
candidato presidencial del Partido Nacional Antirreeleccionista,
convocó desde San Antonio, Texas, a un levantamiento en armas para el
20 de noviembre, detonando la Revolución Mexicana, que causó millones
de muertos.

“No se trata de cambiar de collar, sino dejar de ser perro”
Los primeros mexicanos en Estados Unidos fueron aquellos que estaban
en los territorios anexados por ese país en 1847 tras la derrota de
Antonio López de Santa Anna, 11 veces presidente de México, en la
batalla de Cerro Gordo. La violencia revolucionaria, el golpe de
Estado de Victoriano Huerta, los asesinatos de Madero y Pino Suárez,
la Expedición Punitiva del ejército norteamericano contra Pancho
Villa, más el tumulto creado por los asesinatos de Emiliano Zapata,
Venustiano Carranza, y Álvaro Obregón, produjeron la segunda oleada de
mexicanos en Estados Unidos. La tercera ha sido la laboral, desde los
años 40, de nuestros migrantes llamados sucesivamente "braceros",
"espaldas mojadas", “greasers”, “spicks”, "indocumentados" e
"ilegales". Y la más reciente es la de los habitantes de los estados
del norte que están huyendo de la violencia en México. Curiosamente el
éxodo mayor es de Ciudad Juárez, donde tuvo lugar una de las batallas
decisivas de la Revolución Mexicana.

Pero mientras los mexicanos intentan entrar masivamente a Estados
Unidos, en lo que algunos llaman la reconquista demográfica del México
perdido en el siglo XIX, estamos viviendo la reconquista económica de
México —y de otras partes de América Latina— por España. Los
inversionistas están atraídos por las posibilidades de privatización y
liberalización, y la tendencia de las grandes empresas a acabar con
las empresas pequeñas y medianas. En los últimos diez años, España ha
sido el primer inversor de la Unión Europea en México (con el 45%), y
el segundo a nivel mundial, siguiendo a los Estados Unidos. La
inversión ha sido principalmente en hoteles y restaurantes, y en
servicios financieros. Banco Santander es el tercer grupo financiero
de México, y en sus anuncios se refiere a “la franquicia mexicana”, a
la par que el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, que compró Bancomer
hace diez años, es ahora, como BBVA-Bancomer, la institución
financiera más grande de México. También hay penetración española en
transportes y comunicación, la industria manufacturera y energía.

Avanza un neocolonialismo cultural que se manifiesta en actividades
como el acaparamiento de contratos importantes para imprimir libros de
texto, y en el control, desde España, de gran parte de la industria
editorial de habla española en América Latina.

Estamos padeciendo una reconquista por España
Mas para hacer honor al pasado (¿no al presente?), en mayo, el
gobierno federal organizó una procesión militar para trasladar los
huesos de 12 héroes de la Independencia, que desde 1925 estaban
guardados en la base de la columna del Ángel hasta el Castillo de
Chapultepec. Allí, expertos en antropología forense analizaron los
supuestos restos mortales de próceres como Miguel Hidalgo y Costilla,
José María Morelos, Leona Vicario, Ignacio Allende, Guadalupe Victoria
y otros, que fueron sepultados de forma desordenada. Presuntamente, un
cráneo pertenece a Hidalgo, el Padre de la Patria, pero hay dudas de
que ciertos huesos pertenezcan a otros caudillos, porque entre 1823 y
1925, descansaban en el olvido, en una cripta debajo de la Catedral
Metropolitana, y en 1895, fueron sacados por Porfirio Díaz para darles
un paseo. En agosto, las osamentas de 14 héroes (milagro, aparecieron
dos más) fueron llevados en un solemne cortejo fúnebre al Palacio
Nacional, donde el público podrá admirarlas en sus urnas nuevas
durante la exposición “México 200 años”, convirtiendo la sede del
gobierno federal en un relicario arquitectónico, como reminiscencia
del tzompantli del Templo Mayor.

Todo ahora se llama “Bicentenario”, hasta los atascos de tráfico. En
el portal oficial de Internet hay convocatorias, juegos para niños, y
un apartado sobre el águila real, el símbolo nacional de México, que
está en riesgo de extinción, y cuya imagen en nuestra bandera acaba de
aparecer en Internet de cabeza y acribillada. Entre las más de mil 700
actividades en el Catálogo Nacional de Proyectos para el Centenario y
el Bicentenario encontramos desde la presentación de una variedad de
papa, un partido de exhibición de la National Baskeball Association,
un concurso de escultura en arena, la remodelización del baptisterio
donde fue bautizado Miguel Hidalgo, la producción de telenovelas y
películas con temas históricas, hasta un libro de arte sobre recintos
parlamentarios. El ganador del concurso para el Arco Bicentenario
resultó ser una estela de 104 metros, cuya construcción plagada de
errores afuera de la Puerta de los Leones del Bosque de Chapultepec
(donde se erigía el arbol de Navidad Coca Cola), chupará 690 millones
de pesos —tres veces el presupuesto original— una vez concluida a
finales del 2011. ¿Se inspiraron en la “Gran Estela” de acero de 42
metros del artista aleman Heinz Mack, creada en 1989 para la sede
corporativa de la Mercedes Benz, o en el monolito que deslumbra a los
monos en “2001: Odisea del Espacio, ” de Stanley Kubrick? El objeto de
acero inoxidable finlandés forjado en Italia y recubierto con 3, 500
placas de un cuarzo que sólo existe en Brasil —aunque el arquitecto
que encabezó la obra habló de “la pureza del cuarzo que nace de la
fuerza profunda de nuestra tierra; piedra antigua del mundo
prehispánico”— sólo tendrá de mexicano el agujero de 50 metros que se
cava para la cimentación. A lo mejor servirá de pararrayos para el
bosque de Chapultepec y Los Pinos.

A 200 años después de la Independencia de México, y a 100 años de su
Revolución, y a unos 150 años de la anexión de gran parte de su
territorio por los Estados Unidos, cuando se nos pregunta con quién
estábamos mejor, si bajo el dominio de los españoles, de los franceses
(durante la Intervención francesa) o de los EEUU, nos viene a la mente
la frase acertada del argentino Arturo Juaretche, “No se trata de
cambiar de collar, sino dejar de ser perro”.

Tomado de la revista digital mexicana: Cómo leer en bicicleta.
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