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Los 27 Estados miembros quieren una nueva Ley de Chips, como marco actualizado para un desarrollo sin contratiempos y que asegure la soberanía europea ante el nuevo escenario geopolítico. Lo de siempre pero, en este caso, con foco en los semiconductores, los cuales son considerados como columna vertebral para el desarrollo de verticales clave. Proponen mayor cooperación con terceros pero, al mismo tiempo, resiliencia y capacidades propias para hacer frente a cualquier contratiempo. El desafío es estar a tono con las novedades y el riesgo es que las reglas maten la innovación o, peor aún, que Europa lidere pero sólo desde el escritorio.
¿Nueva ley de Chips?La Coalición de Semiconductores (Semicom) presentó a la Comisión Europea, con aval de los 27 miembros del bloque, un documento que pide reforzar la Ley de Chips para fortalecer la industria local de semiconductores. El texto considera que los chips son la columna vertebral de los sectores de crecimiento actuales de alto valor y que es fundamental una posición europea sólida en esta industria.
Las prioridades de las directrices son:
El documento se presenta bajo tres objetivos clave: prosperidad, lo que es igual a desarrollo para la creación de valor en distintos mercados; indispensabilidad, que se traduce en liderazgo europeo en la cadena de valor; y resiliencia, a través de un suministro estable y fiable de semiconductores. Considera como punto de partida, entre otros, que la meta de una participación de mercado del 20% planteada en la ley actual es poco realista y que no hay una dirección estratégica de cómo lograrlo.
Según datos de la Asociación de la Industria de Semiconductores (SIA, por sus siglas en inglés), Europa redujo su participación en el mercado global de chips en 2024 hasta 9.2%, pero se mantuvo en el podio de injerencia, detrás de Estados Unidos (50.4%) y Corea del Sur (21.1%). El mercado global está valuado en 630,500 millones de dólares; los sectores de ordenadores y comunicaciones demandan 68% de los chips a nivel global.

El texto está firmado por los nueve países parte de Semicom (Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Polonia, España y Países Bajos), entidad creada en marzo pasado para “reforzar la competitividad y seguridad en Europa en el ámbito de los semiconductores”. También cuenta, según los involucrados, con respaldo de la industria.
Todos los firmantes se mostraron “dispuestos a colaborar con la Comisión Europea para proponer, redactar, adoptar e implementar una revisión rigurosa de la ley de Chips de la UE, que impulse el crecimiento continuo de un ecosistema europeo de semiconductores sólido e innovador”.
ActualizaciónLa ley europea de chips actual corre desde el 21 de septiembre de 2023 tras la aprobación del Parlamento y el Consejo. Se presentó con los siguientes objetivos: reforzar el liderazgo tecnológico y de investigación de Europa para avanzar hacia la producción de chips más pequeños y rápidos, establecer un marco para aumentar la capacidad de producción hasta 2030; desarrollar y reforzar la capacidad de innovación en el diseño, fabricación y embalaje de chips avanzados; desarrollar una comprensión en profundidad de las cadenas mundiales de suministro de semiconductores; y abordar la escasez de capacidades, atraer nuevos talentos y fomentar la generación de una mano de obra cualificada.
Se propusieron, además, acciones específicas, algunas de las cuales fueron nuevamente recogidas en este punto de partida para su actualización. Entre ellas se encuentran inversiones en tecnologías de próxima generación; herramientas para la generación de prototipos y pruebas piloto; apoyo a empresas emergentes innovadoras; asociaciones internacionales y otras. Ya aparecían por entonces conceptos asociados como la necesidad de cooperación, pero asegurando un desarrollo que promueva la soberanía tecnológica del continente y la importancia de atraer y retener talento para hacer frente a los desafíos venideros.
Salir del escritorioLa tecnología e infraestructuras digitales tienen un papel fundamental en la vida de los ciudadanos y, ya hace rato, el mundo comprendió su importancia para el desarrollo económico de los países. Europa pretende ser escenario central en el recital de la innovación, algo que al momento ha logrado más desde el escritorio que en el campo de juego. Los actores quieren generar nuevas estrategias para que el bloque gane injerencia en el panorama geopolítico global y, con dudas en el cuándo, posiblemente la Unión Europea tome el guante y avance en una nueva versión de la Ley de Chips, aunque esto no aporte de forma directa, pero sí tangencialmente, a un liderazgo local en la materia.
La búsqueda de liderazgo europeo tiene argumentos sólidos, desde lo económico y por el propio impacto que las nuevas tecnologías prometen generar en las sociedades, pero también –esto más aún cuando se habla de regulación y no de logros tangibles, que también existen en territorio europeo– responde a una necesidad discursiva de no perder terreno frente a otras potencias, un punto largamente debatido este año por el conflicto arancelario con Estados Unidos. El origen de esta nueva etapa de interés por el liderazgo digital de Europa tiene como punto de partida la pandemia (y la recuperación post-pandemia) y la guerra Rusia-Ucrania, que dejó de manifiesto la necesidad de menor dependencia en las cadenas de valor.
Al tiempo que se puso en marcha una ley de Inteligencia Artificial o la propia Ley de Chips, por citar algunos ejemplos, Europa reconoce algunos desafíos por delante y el principal de ellos es funcionar como un equipo. Ya lo dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Nuestro mayor activo es el mercado único, pero (…) sigue estando incompleto principalmente en tres ámbitos: finanzas, energía y telecomunicaciones”. La industria coincide y, en el plano de las telecomunicaciones, pide a gritos reglas afines a la consolidación como paso necesario para “brindar conectividad de vanguardia, segura y resiliente” al continente.
En el aspecto más tecnológico se sugieren, otra vez, acciones para “mantener la resiliencia digital de Europa, incluso cuando haya volatilidad geopolítica”, como pidió Microsoft en una carta abierta en la que también consideró clave avanzar en nuevas medidas de ciberseguridad (incluido aquí la protección de la privacidad como base), reforzar la competitividad económica y apalancar la construcción de un ecosistema de IA y Nube. Los actores van cambiando, pero los pedidos son siempre similares, al igual que el argumento: hay que actuar para que Europa no quede “aún más rezagada” en una carrera tecnológica que se acelera.
Así, Europa se propone actualizar la Ley de Chips para adecuar el marco legal a los cambios de los últimos años pero, más que eso, evalúa acciones para no perder pisada al resto en el mercado que lo ubica en tercera posición en el globo. El problema es si, de nuevo, los temas tecnológicos pueden resolverse sólo desde el escritorio o, en realidad, si la fuerza de las acciones es suficiente en Europa para que la letra acompañe un liderazgo de hechos y sea funcional al desarrollo y no barrera para la innovación. Lo cierto es que se abre un nuevo debate, que tendrá actores y argumentos similares a los que hubo en la previa de la normativa hoy vigente.
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