ORIGEN DE LA PALABRA REGALO

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jmarincr

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Dec 18, 2008, 12:50:44 PM12/18/08
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ORIGEN DE LA PALABRA REGALO

Estamos ante una de esas palabras diferenciales que contribuyen a definir el espíritu de una lengua y por tanto de la cultura de la que es vehículo. En su origen es un adjetivo de donum, que se sobreentiende. Regale donum es un obsequio regio, un presente digno de un rey, un auténtico regalo. El adjetivo en cuestión es regalis, regale, que se forma a partir de rex, regis = rey. Significa por tanto real (de realeza), majestuoso, dignísimo, regio. "A cuerpo de rey", que decimos en español castizo. Eso conecta con la teoría y la expresión de que "cada uno tiene un rey en el cuerpo". Para lo que sirven el regalar, el regalarse y toda clase de regalos es para complacer al rey que cada uno llevamos dentro.

Muy bien hasta ahí. Pero hemos de seguir con el espíritu del regalo que con tanto brillo resplandece en la Navidad. A poco que analicemos los mitos y ritos creados en torno al Niño Dios cuyo nacimiento conmemoramos, vemos que hemos ido de cara a amplificar tanto el aspecto regalo de la historia, que hemos puesto a los pastores en el Pesebre haciendo cola para ofrecer sus regalos (éstos, alimentarios), en dura competencia con los magos (magoi /mágoi dice el texto griego). Ahí tenemos, pues, a los Magos hechos unos Reyes, y a los pastores que de hecho se olvidan del extraordinario mensaje que les ha anunciado el ángel, preocupados como están de llevarle al recién nacido sus regalos (de los que nada dicen los Evangelios). Natum videte regem angelorum, dice el Adeste fideles: ved al nacido rey de los ángeles. Es que ese pobrecito que ha nacido en el pesebre es nada menos que el Rey, el Señor, y en su condición de tal va todo el mundo a rendirle homenaje real con sus regalos, es decir con presentes dignos de un rey.

Y llegamos al espíritu del regalo: es que antes de que se instituyeran las fiestas de Navidad, existía ya en Roma una intensa cultura del regalo. Cuando el año empezaba, siguiendo el antiguo calendario religioso, el 1 de marzo, a este día se le llamaba Dies Natalis (lo que nacía era el año). Y era ya habitual que en ese día los maridos les hiciesen a sus esposas pequeños regalos (parasoles, bisutería de calidad, etc.). Esta costumbre no sólo se mantuvo, sino que se acrecentó al trasladar el principio del año civil al 1 de enero (año 150 a. JC.). Todo el mundo regalaba a todo el mundo, porque se creyó que esa era la mejor manera de atraer la suerte. Y puesto que de eso se trataba, se regalaban amuletos, dijes y demás colgantes de los que dicen que traen suerte, junto con exquisiteces alimentarias como salazones, miel, higos secos, etc. Y además se añadía como regalo especial unas monedas de cobre de escaso valor, para que sirvieran de cebo al dinero y a la riqueza (era el aguinaldo).

Pero es que lo más singular de todo es que siendo destinatarios de esos regalos de buen augurio todas las personas a las que uno quería bien, los emperadores romanos fueron los primeros en apuntarse: Calígula instituyó el rito de salir cada día primero de enero a la puerta del palacio a recibir con sus propias manos las monedas de cobre que le ofrecían sus ciudadanos y súbditos. Tiberio procuraba no estar en Roma ese día para no seguir ese ritual, y otros emperadores lo abolieron e incluso frenaron esa tendencia a los regalos.

Era inevitable, pues, que en la Navidad cristiana se canalizase y se cristianizase en gran medida esa costumbre tan arraigada de regalar. Todos los movimientos de solidaridad y de caridad cristiana tienen su máxima expresión precisamente en estos días. Pero claro, lo que importa a efectos léxicos es que entre las muchas palabras que teníamos para denominar el regalo (donum, por ejemplo), fuésemos a elegir precisamente ésta, que le da la doble dimensión de obsequio procedente de un rey o destinado a él, y la de placer exquisito, tanto de quien regala, como de quien recibe el regalo.

 

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