“Invócame en el día de la angustia; te librare, y tú me honraras”. Salmo 50:15
Por Mario Serrano
El mayor inconveniente no es tener problemas, sino, no tener a quien acudir cuando estamos endificultades. Miles de personas padecen enfermedades, dolencias, angustia, depresión, inseguridad, son traicionados, abandonados y no saben a quién recurrir. La
idea de un Dios que se compadece de ellos parece inconcebible. Otros por su parte prefieren llevar solos sus cargas en silencio, pero muy pronto se dan cuenta que los esfuerzos humanos son limitados y pronto son quebrantados hundiéndose más y más en el sufrimiento
y dolor.
Dios te dice “invócame”. Llámalo desde lo profundo de tu corazón y pídele socorro y auxilio. Al hacerlo mentalmente o con tus palabras, el acudirá en tu ayuda. Habla con él y dile cómo te sientes. Se transparente en cuanto a ello. No procures ocultarle
nada. Expresa tu dolor, sufrimiento o preocupación tal como son. Tu sinceridad te conecta al corazón de Dios. El escucha a aquellos que se acercan a él con sencillez de espíritu. Y si no sabes que decir porque tu problema o dificultad ha anulado tu capacidad
de pensar con claridad y no encuentras palabras para expresar tu dolor, simplemente invoca su bendito nombre y dile “Jesús ayúdame”.
Si lo haces así su promesa para ti es liberación. Invoca el nombre de Jesús y recibe sanidad, liberación, abundancia y días llenos de gozo y paz. Cree que cosas buenas vienen a ti muy pronto.
La tristeza y el dolor desaparecerán, Dios se glorificara en todas tus cosas. Por lo tanto, honra al Señor con tu vida, con tus labios y con tus bienes.
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