QUIERO BORRAR MI PASADO... DE INTERNET

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Sep 23, 2010, 4:43:40 AM9/23/10
to Asociación Profesional de Consultores en Protección de Datos
En tiempos de redes sociales aparece una nueva reivindicación: el
derecho al olvido. Una foto colgada hace años, un post en el blog o
una noticia aparecida en prensa... Todo sigue en la nube, a golpe de
ratón. Condenados a la memoria. Pero ya hay alguien trabajando en
liberarnos de esa condena...

Damnatio memoriae es una expresión latina que significa `la condena de
la memoria´. Se trata de una práctica muy extendida en el Imperio
romano y consistía en borrar todo vestigio de un emperador si, tras su
muerte, el Senado juzgaba que no había sido un gobernante como Dios
manda, literalmente: según las creencias de la época, el emperador
bueno iba al cielo, apoteosis mediante; el otro era condenado al
olvido. Se borraba su nombre de las monedas acuñadas bajo su mandato,
se derrumbaban sus estatuas y se destruía todo documento que lo
recordara.


Hoy, muchos querrían para sí una cierta dosis de damnatio memoriae:
blogueros que se arrepienten de algún post publicado en su bitácora o
un comentario en Twitter, usuarios de Facebook que han colgado una
foto –de una borrachera, quizá– que ha tenido consecuencias
inesperadas e indeseadas. Hay casos paradigmáticos, como el de Stacy
Snyder, una joven americana que hace años colgó en MySpace una foto en
la que ella misma aparecía bebiendo disfrazada de pirata. Drunken
pirate, `la pirata borracha´, la bautizó. Stacy estaba a punto de
terminar sus estudios universitarios y de convertirse en profesora
cuando recibió una llamada. Alguien había avisado a sus supervisores
académicos de la existencia de la foto. Y le impidieron licenciarse.
Hoy trabaja en recursos humanos.


El caso lo recoge Viktor Mayer-Schönberger en el libro Delete: the
virtue of forgetting in the digital age (Borrar: la virtud de olvidar
en la era digital). Este especialista en temas de privacidad vive a
caballo entre las universidades de Harvard y la Nacional de Singapur.
«Desde el inicio de los tiempos –escribe–, el olvido ha sido para
nosotros la norma, y el recuerdo, la excepción. Pero, debido a la
tecnología digital y a las redes globales, este balance se ha
invertido.»


Un reciente estudio de Microsoft, realizado en Estados Unidos, detalla
que el 75 por ciento de los profesionales de recursos humanos asegura
que sus compañías los obligan a buscar en Internet datos sobre los
aspirantes a un puesto de trabajo, incluyendo redes sociales, páginas
para compartir fotos y vídeos, blogs o páginas web personales.


Ha surgido así una nueva reivindicación: el derecho al olvido. «Si
cualquier acto nuestro puede volverse en nuestra contra, incluso años
después de producirse, si todos nuestros comentarios impulsivos quedan
registrados y pueden ser fácilmente combinados para ofrecer una imagen
nuestra, el miedo a cómo nuestros actos y palabras puedan ser
percibidos tiempo después puede hacernos hablar con menos libertad»,
puede leerse en otra obra de Mayer-Schönberger, Vacío útil: el arte
del olvido en la era de la informática omnipresente. El profesor tiene
una propuesta para evitarlo, sin embargo: la información con fecha de
caducidad.


Funciona más o menos así: cada archivo generado por nuestro ordenador
incorpora una serie de metadatos que contienen mucha información sobre
nosotros. Ocurre también al introducir una palabra en un buscador:
datos como nuestra IP o aquello que deseamos encontrar es almacenado
por compañías como Google en sus servidores. Lo mismo ocurre al
descargar una foto en el disco duro (se registra la fecha, la hora y,
con los dispositivos GPS, el lugar donde se realizó la toma). Mayer-
Schönberger propone que estos metadatos tengan una duración definida
en el tiempo. Así, el usuario podría elegir cuándo caduca el archivo o
el texto que está compartiendo con los demás. Pasado ese tiempo
desaparecería, no sólo de, digamos, nuestro perfil en Facebook, sino
también de los ordenadores de nuestros amigos si se han descargado la
foto que queremos eliminar. Propone a la vez que las redes sociales
añadan una casilla a la hora de compartir archivos o reflexiones: una
donde se indique cuánto tiempo queremos que esa información permanezca
visible.

La propuesta es de largo alcance: pretende, además, extender la fecha
de caducidad a la información que una compañía telefónica puede
albergar sobre nuestras llamadas e introducir cambios legislativos que
aseguren su cumplimiento. Asegura que su planteamiento puede sonar
simplista o radical (o ambas cosas), pero ya hay quien ha recogido el
guante. Desde Argentina, el periodista Alejandro Tortolini y el
técnico informático Enrique Quagliano han puesto en marcha la campaña
Reinventando el olvido en Internet, inspirados en Mayer-Schönberger.
«Nos mueve a hacerlo la falta de conciencia sobre los riesgos de
publicar información sensible en la web. La gente publica fotos,
comentarios y datos personales sin medir las consecuencias, y hay
casos que demuestran que nos podemos equivocar por no medir los
riesgos. No pretendemos generar miedo con esta advertencia, sino
alentar a pensar antes de publicar», explica Enrique a XLSemanal. Y
resume sus reivindicaciones: «Se trata de que los sistemas cambien de
`recordar por defecto´ a `olvidar por defecto´ y que, en lugar de que
la información permanezca para siempre por el simple hecho de que el
usuario la publica, sea el propio usuario quien decida por cuánto
tiempo permanece».


Artemi Rallo, director de la Agencia Española de Protección de Datos,
asegura que cada vez atienden más casos relacionados con el derecho al
olvido. «Los más conflictivos y frecuentes tienen que ver con que
alguien se encuentra, sin comerlo ni beberlo, con que un tercero ha
subido fotos o comentarios a la Red. En otros casos, sin embargo,
deriva de obligaciones legales, por ejemplo, un Boletín Oficial o una
noticia de prensa, amparada por la libertad de información.» Otra cosa
es que el internauta haya aportado voluntariamente la información. «En
este caso, de acuerdo con la legislación vigente, cualquier persona
puede revocar su autorización y solicitar la cancelación de esa
información, pero en la mayor parte de los casos esto es muy difícil.»


Por su parte, Marc Carrillo, catedrático de Derecho Constitucional de
la Universidad Pompeu Fabra, propone otro modelo para intentar borrar
ese pasado en redes como Facebook, propio de una actitud poco
reflexiva sobre nuestros derechos. «Podría encontrarse una vía –desde
luego, muy incierta– en la sugerencia de que las administraciones de
las web (webmaster) se doten de las adecuadas medidas informáticas que
eviten la indexación de la noticia. Se trata de los `robots.txt´, unos
archivos con capacidad técnica para ocultar determinadas páginas de
una web a fin de impedir el acceso de los principales buscadores.» Y
menciona la posibilidad de una futura legislación que exija a las webs
dotarse de estas medidas.


En Francia, por ejemplo, se ha desarrollado una consulta pública para
sondear la opinión de ciudadanos y empresas sobre el derecho al
olvido. El resultado: el 74 por ciento considera que este derecho
debería garantizarse legalmente. Y el objetivo es que se traduzca en
un acuerdo de autorregulación por parte de los responsables de las
páginas web. Mientras tanto, hay otros modos de borrar nuestro pasado
on-line. En EE.UU. han surgido ya compañías, como ReputationDefender,
que, por unos de 10.000 dólares, se encargan de buscar la información
que afecte negativamente a nuestra reputación y solicitar su
eliminación. También se encargan de llenar la Red con elementos
positivos sobre nosotros para que aparezcan en primer lugar en los
motores de búsqueda. Tienen ya clientes en más de cien países. Si no
quiere ser el próximo, piénselo dos veces antes de compartir cosas en
la Red o, como decía el eslogan de la última campaña europea sobre el
tema: «Think B4 U post». Piensa antes de `postear´.
Daniel Méndez

Boletin xlsemanal.com
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