Al darme la posibilidad de abordar el silencio profundo y adoptar la detención que proporciona la quietud mental-corporal, logro percibir la inmensa belleza que deriva de la dimensión interna cuando se produce la conexión con lo esencial y se expande la conciencia.
Y al abrir mis ojos y emerger de ese espacio interno tan especial, observo el mundo y la vida y también percibo una magnífica belleza por doquier, lo que me brinda una felicidad plena y una elevación espiritual.
Sin embargo, más pronto o más tarde aparece la mente y me recuerda que también existe mucha injusticia en el mundo, que hay abundante miseria derivada de políticas injustas, que existe mucha crueldad producto de la ignorancia e insensibilidad, y que por cierto hay una enorme cantidad de personas sufriendo terriblemente.
Entonces me pregunto, ¿cómo es posible conciliar la conciencia, el corazón y la mente, las vivencias terrenales y la experiencia espiritual, las emociones de la vida corriente con el sentimiento metafísico extraordinario? ¿Cómo es posible compatibilizar el éxtasis de los estados sublimes de conciencia con el dolor que provoca los hechos horrendos y desastrosos que suceden de manera permanente?
Sólo es posible desafectarse de este antagonismo desde una perspectiva tangencial, desde la mirada trascendental que surge cuando se cierra el círculo a partir del silencio introspectivo, de la quietud total alineada a su propio eje y del absoluto vacío que deviene de la centralización más profunda, donde el ego se disuelve, la forma se desvanece y la materia burda pierde su consistencia ilusoria. Ya que, precisamente, es en esta dimensión donde no se espera como respuesta ningún tipo de compatibilidad y donde toda desarticulación queda resuelta en la unidad substancial existencial que subyace detrás de toda manifestación.
Siempre me ha llamado sumamente la atención el inmenso poder que tiene el ego como para asumir el rol protagónico central de todo individuo y ubicarse al frente de una escena ficticia, imaginaria e ilusoria, pero con la enorme capacidad de simular una concreta realidad existencial independizada de lo esencial.