Una actividad de cultura milenaria transmitida de padres a hijos
que, hoy en día, parece haber tocado fondo. La trashumancia es, para Stefan
Haemmerle, «como un sueño». Este escritor alemán, nacido en Baviera hace 62
años, acaba de pasar varios días en Extremadura, en Casar de Cáceres
principalmente, para investigar la posibilidad de utilizar nuestro patrimonio
con el fin de promover una nueva forma de turismo: la Ruta de la
Trashumancia.
Según dice, existe una gran cantidad de viajeros nórdicos ansiosos
por experimentar un periplo por nuestras cañadas reales y vías pecuarias, a pie
o en bicicleta, con un pastor como singular guía turístico. «Es una cultura de
muchos millones de años y nuestras generaciones deberíamos poner énfasis en
ello, porque sería otra fuente de ingresos para Extremadura», reflexiona.
Lejos de tener alguna estrecha relación con nuestro país, pues ni
siquiera habla español (es, dice, su asignatura pendiente), pretende demostrar
que Extremadura «no es sólo el Teatro Romano de Mérida», sino mucho más.
Interés
Su interés por nuestra herencia de trashumancia comienza en el año
2004 cuando, sumergido en una depresión, decidió hacer el peregrinaje por la
Ruta de la Plata , lo que le llevó desde Sevilla hasta Santiago de Compostela.
Un día, entre Salamanca y Zamora, se perdió por completo. Sin mapa,
sin guía, solo en la sierra. Un pastor y su nieto, que dirigían un gran rebaño
de ovejas, aparecieron a su paso y le acogieron, llevándole por su camino
durante varios días. Así descubrió Stefan la utilidad de las cañadas y la
riqueza que todavía atesoran la región extremeña.
Una vez asentado en su casa de Baviera, el escritor alemán,
envuelto en la magia de la experiencia que acababa de vivir, erraba entre sus
recuerdos y no podía dejar de pensar en su apasionante aventura por España. De
este modo, empezó a estudiar todo lo que pudo sobre la trashumancia, recabando
información de bibliotecas y museos.
Su estudio, asegura, le hizo darse cuenta de que «los seres humanos
habían vivido de modo trashumante ya durante 50.000 años. En tiempos pasados,
muchos seres humanos pasaban su existencia entera haciendo una vida nómada por
las rutas pecuarias, de un país a otro, desde España hasta Mongolia y más allá»,
explica Stefan con la ayuda de su amigo Enrique.
La pasada semana, el escritor se hospedó durante dos días en el
albergue de Casar de Cáceres, estancia que aprovechó para visitar el Museo del
Queso, el Museo Vostell o la Mancomunidad Tagus. En su viaje, que le ha servido
para exprimir toda la información acerca de nuestro patrimonio en cuanto a vías
pecuarias y caminos reales, topó con Enrique, en realidad Hendrik Berends, un
holandés afincado en Casar de Cáceres que le ofreció su casa para pasar unos
cuantos días más y que le está ayudando a divulgar su idea.
Fuera de sitio
«Yo pienso que algunas personas nacen fuera del sitio que debería
ser el suyo», reflexiona Stefan Haemmerle.
Toda esta experiencia, sus conocimientos recién adquiridos sobre
las cañadas y el mundo de la trashumancia y sus reflexiones acerca de la tierra
en la que quizás le hubiera gustado nacer y en la que ahora parece haber
encontrado su destino, la va a volcar Stefan en un nuevo libro, en el que
todavía está trabajando.
«La crisis económicas nos está demostrando que los valores básicos
son lo más importante en todo lo que hacemos».
También guarda su parte de crítica hacia lo que ha encontrado en
Extremadura. Por ejemplo, lamenta que hayan ido desapareciendo, según su
expresión «tirado a la basura», nuestra tradición constructora, «la de construir
casas con muros anchos y bóvedas».
El autor alemán, que ha hecho el Camino de Santiago ya dos veces,
continúa su viaja hacia Salamanca y luego irá directo a Barcelona para regresar
a Alemania. Una vez haya concluido su libro, Haemmerle piensa «sin falta» volver
a nuestras tierras. Y quizás a descubrir lo que para él resultan nuevos
tesoros.